El Universal, 2 de julio de 2009
El otro es Rousseau, precisó el vespertino de la Santa Sede en un comentario del historiador Alain Besançon con motivo del quinto aniversario del nacimiento del reformador francés. "Sin Calvino la reforma luterana se habría quedado en una cuestión alemana y a la larga habría sido absorbida [por Roma]... Fue más bajo la forma calvinista que bajo la luterana que la Reforma avanzó en Polonia, Hungría, Francia, Holanda, Inglaterra, Escocia y EU", escribe Besançon. Calvino, precisó el historiador, "era un cristiano que creía en la Iglesia una, santa, católica, aunque prefería decir universal y apostólica".
"Creía en la Trinidad, el pecado original, la salvación a través de Jesucristo y aunque no le gustaba que se rezase a la Madre de Dios, creía firmemente en su virginidad perpetua. Contrariamente de lo que se dice, creía en la presencia real [de Cristo en la Eucaristía], aunque no admitía la concepción católica de la transustanciación", agrega el vespertino, que añade que Calvino era un "luterano puro y sencillo". Tras resaltar las diferencias de Calvino con Roma y con Lutero, Besançon afirma que Martin Lutero fue incapaz de fundar una verdadera iglesia, "ya que entregó la guía a los príncipes, al considerar que el príncipe cristiano podría ser el obispo natural". Calvino, añadió, no compartía ese punto de vista y "fundó un sistema eclesial compenetrado en la sociedad civil y al mismo tiempo lo suficientemente independiente como para no ser influenciado. Según Besançon, la organización calvinista "es una creación genial, capaz de adaptarse a las monarquías, a las repúblicas aristocráticas, a las repúblicas democráticas". "Resiste de manera ágil a todos los cambios y a la revolución de la modernidad. Su superioridad histórica, es decir su eficacia, es patente, frente a al rigidez autoritaria del mundo luterano", precisa el historiador en el diario de la Santa Sede.
Isabel Saco
Personaje poco popular y hasta antipático en ciertos círculos por la rigidez de su carácter, su extrema austeridad y la severidad con la que buscaba imponer sus ideas, fue un pensador que marcó de manera decisiva la historia de Occidente. Aparte de la manera de entender y aproximarse a Dios, Calvino influyó en la relación de la sociedad con el dinero, en la separación de la Iglesia y el Estado, en el acceso a la educación y en la democracia. Así, el impacto de su pensamiento se reflejó particularmente en la concepción y organización de las instituciones políticas suizas, basadas en el principio de que los representantes de los poderes públicos deben permanecer al margen de cualquier posición de poder en la Iglesia. Otra innovación fue la defensa del derecho del ciudadano de a pie a participar en las decisiones políticas a todos los niveles, desde el local hasta el nacional. Varios estudiosos suizos del legado del líder protestante han coincidido en señalar que Suiza, y particularmente Ginebra, serían muy diferentes a lo que son hoy si no se hubiesen impregnado y adoptado el pensamiento "calvinista". "Sin esa emancipación del pueblo lograda por Calvino, creo que simplemente no tendríamos democracia directa", opina a ese respecto el intelectual Xavier Comtesse. Suiza es, efectivamente, un país muy único a nivel político: los ciudadanos votan para refrendar u oponerse a decisiones de sus ayuntamientos, cantones y del gobierno central, que se caracteriza por que sus decisiones son tomadas por sus siete miembros. Ellos, además, se turnan cada año la presidencia del país, de modo que el apego al poder y la ambición política se atenúan sensiblemente. Pero la influencia de Calvino no se limitó en absoluto a Suiza y fue también importante en países como Alemania, Francia, Holanda y hasta en Estados Unidos, donde unos 15 millones de personas se consideran calvinistas, aunque se les conozca como presbiterianos, según Comtesse. Calvino luchó contra la usura y logró un acuerdo para establecer una tasa de interés general del 7.6 % al año, impulsó la creación de la Universidad de Ginebra y promovió un mayor acceso a la educación, de modo que la población -mayoritariamente analfabeta- pudiese leer la Biblia.