viernes, 30 de marzo de 2018

"Consumado es": la entrega sufriente y redentora de Jesús, L. Cervantes-O.


Resultado de imagen para cruz de jesús guayasamín

Jyoti Sahi (India, 1944), El camino de la cruz

30 de marzo, 2018

Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es (tetélestai). Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu (parédoken to pneuma).
Juan 19.29-30, RVR1960

A partir de Getsemaní, a partir del momento en que Jesús diciendo “Yo soy” se entregue en manos de los guardias que han venido a arrestarlo, se hace visible que Jesús ha perdido toda iniciativa, toda libertad de movimientos y de gestos. Pero a partir de este momento se realiza también lo que había dicho: “Yo no busco mi prestigio; otro se encarga de eso y es juez en el asunto (8.50), es mi Padre quien me glorifica” (8.54).[1]
Jacques Guillet

“Rey de los judíos” (Jn 19.17-22)
“Pilato les preguntó: —¿De veras quieren que mate a su rey?” (19.15b). Coronado con espinas por voluntad de un espurio imperio invasor, Jesús probó el sabor de la muerte desde la detención arbitraria, la tortura insensible y el juicio amañado: nada parecía favorecerle al momento de enfrentar cara a cara la fuerza del poder de turno. El Cuarto Evangelio presenta el drama de la salvación en una sucesión de cuadros que aumentan su intensidad hasta llegar al paroxismo. El Nazareno había conseguido unificar en su contra al pueblo manipulable que exigía su muerte inmediata, sin medas tintas, sin puntos intermedios, sin discusiones inútiles. La parodia de juicio o “consulta ciudadana” llevada a cabo por Pilato puso en el centro del escenario hasta dónde podía llegar la injusticia humana para decir sobre la vida de una persona inocente, violentada en todos sus derechos y condenada de antemano a llevar en su cuerpo todas las desgracias indecibles que alguien pudiera imaginar.

La farsa tan teatralizada que encabezó Pilato contiene todos los elementos para justificar la masacre de un hombre ciertamente peligroso para el sistema, tanto Así que el representante imperial consideró necesario cargarle la mano en el título que lo hacía, por un lado, competidor político del César, pero, por otro lado, afirmando una verdad teológica a todas luces necesaria. “Yo a esto vine, a reinar, y a dar testimonio de la verdad”, dice Jesús en un momento crucial del diálogo (18.37). La disputa por el poder era real desde el simbolismo religioso, mesiánico y material. En la figura de Pilato, la ideología imperial enfrentó, desde la incomprensión casi total, la visión judía del gobierno divino mediado por lo humano. El tendencioso letrero colocado por orden suya en la cruz era una advertencia y una afirmación ambigua: éste es el destino de quien compita por el poder temporal con Roma. Pero la inconformidad de los judíos por ese anuncio tuvo su razón de ser: su entreguismo y su colaboracionismo con el invasor no era solamente una traición a su patria sino, en el mejor sentido, una muestra de idolatría e incredulidad en el gobierno de Dios. El dilema era mucho mayor, pues la teología política originada en el libro de Daniel, y que tanto inspiró a Jesús, cuestionaba proféticamente el uso del poder de los imperios, cuya caída era prevista inevitablemente. Al etiquetarlo como “rey de los judíos”, el imperio se deshace de él y lo condena irremediablemente a la muerte, pues la “oposición espiritual” a ese poder temporal era auténtica dada la firme postura de la cristiandad juanina: “La comunidad que se expresó a través del Cuarto Evangelio, a diferencia de Pablo y los sinópticos, no intentó hacer apologías de la fe para convencer a los poderosos de que ellos eran inofensivos o que podrían ser útiles a los gobernantes como buenos y honrados servidores”.[2] El reino de Jesús, en efecto, no podía ser de este mundo injusto y corrupto (Jn 18.36). Tal como concluye Jürgen Moltmann: “El hombre de Nazaret se tornó peligroso, y hubo de desaparecer rápido y sin escándalo”.[3]

“Hicieron un sorteo para quedarse con mis ropas” (Jn 19.23-24)
En el colmo del abuso y de la ignominia de que fue víctima, Jesús fue despojado de todas las cosas para afirmar el enorme grado de renuncia de que fue capaz: cero propiedades, es decir, la negación absoluta del egoísmo. El salmo 22 (v. 18: “Dividieron entre ellos mis ropas y echaron a suertes mi túnica”, Jn 19.24b) citado en los cuatro evangelios, reaparece y sus palabras van a pautar lo acontecido con la única propiedad material que le quedaba: su túnica. Los soldados romanos se sentían autorizados para poseer todos los bienes del crucificado, quienquiera que fuese, pues éste había perdido todos los derechos y no merecía ninguna consideración. La triunfalista actuación del imperio llegaba a ras de suelo con sus representantes operativos, quienes, en medio de la tragedia, querían conservar el recuerdo de lo acontecido como una especie de trofeo grotesco o como parte de un botín carnavalesco después del crimen.

El despojo de los bienes de un condenado, más la satanización inmediata y automática de su memoria, aderezado todo con la impunidad que proporciona el anonimato autorizado por los poderes, produce una mezcla cada vez más aumentada de indignación y coraje. La impotencia de la gente cercana a Jesús, el pánico que poseyó a sus seguidores por la cercanía del sufrimiento y la represión brutal, hicieron que esta farsa creciera en intensidad dramática, desvelando aspectos que, sin ser centrales en el relato de la muerte del Salvador, adquiere una relevancia inesperada. Dueños por derecho de las ropas de la víctima, los soldados aplican la tradición sin contemplaciones. El Cuarto Evangelio es el único que se refiere a la falta de costuras de la túnica del Señor (23b) y es posible que “insinúe el carácter sacerdotal de Cristo en la crucifixión, puesto que estaba prohibido desgarrar la túnica del sumo sacerdote (Lv 21.10)”.[4] Pero, más allá de esas especulaciones, el hecho es que hasta en el nivel más pequeño, los soldados continuaron con la execración de quien ya estaba en la cruz.

Al pie de la cruz, las mujeres (Jn 19.25-27)
Ahora que se ha consumado la reivindicación “oficial” de María Magdalena, bien vale la pena voltear la mirada para encontrarla, junto a la madre de Jesús y la madre Cleofas, en la plenitud del seguimiento comprometido. Como comenta Xabier Pikaza: “La iglesia oficial ha podido tener miedo ante María Magdalena y ha preferido destacar el papel de María, la madre de Jesús. Pero las dos mujeres van juntas, las dos son esenciales en la primera iglesia. Magdalena no pudo ser obispo o papa en la iglesia que triunfó desde el siglo II-III, pero podría haberlo sido en una iglesia no jerárquica ni patriarcalista del futuro”.[5] Discípula de discípulas, apóstola futura de los apóstoles, ella estuvo al pie de la cruz en el instante más climático de toda la historia de la salvación. Al igual que Marcos (15.40), este evangelio da fe de la fidelidad de las mujeres, es decir, de la existencia de un estilo femenino de seguimiento de su persona, de su proyecto, al contrario de las imposiciones patriarcales para cambiar el rostro de dicha respuesta a su mensaje. Asimismo, en Juan se repite lo dicho por los sinópticos sobre el descreimiento de los hermanos de Jesús (7.3-5), por lo que la encomienda para un discípulo de su propia madre manifestaría que los demás hermanos y familiares habían roto los vínculos con ella y con Jesús mismo. Pero el texto es enfático sobre esa presencia atribulada y comprometida: presas de la impotencia absoluta, únicamente contemplaron aterradas lo sucedido desde los pies mismos del instrumento de tortura.

“Todo está consumado”: Jesús experimenta la muerte verdadera (Jn 19.28-30)
¿Por qué insistir en que fue una “muerte verdadera, auténtica”? Precisamente porque ha habido quienes la han negado bajo el argumento de que el Hijo de Dios no podía pasar por el purgatorio del fin de la existencia física y material. Pero el texto sagrado, siendo realista y directo, no deja de interpretar lo sucedido a cada paso: Jesús sabe y entiende que ya todo había llegado a su plena consumación y, haciendo acopio de las últimas fuerzas con que contaba, habló para cumplir las profecías sobre él. Primero para expresar la sed que sintió (19.28), y luego, después de apurar el cáliz más amargo que podía imaginar (29-30a), dijo la afirmación final, plena de significado por el cumplimiento de su labor antes y durante la experiencia terrible de la cruz. “Todo ha sido cumplido”. Jesús había dicho tajantemente sobre su vida: “Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar” (10.18), expresión que forma parte de la más alta cristología juanina. Era Él quien disponía de su vida, atenazada por los acontecimientos materiales que se habían venido sucediendo, pero quien en medio de tanta crueldad seguía dominando la situación con una conciencia mesiánica profundamente arraigada. Si los demás evangelios usan expresiones equivalentes para mostrar el momento final de su vida, “únicamente Juan […] habla de la muerte de Jesús como de un ‘entregar’ su espíritu, indudablemente porque quiere también que el lector piense en el Espíritu que se otorga como consecuencia de la glorificación de Jesús (7.39; 20.23)”.[6]

Jesús experimentó la consumación total de su trabajo redentor, lo afirmó puntualmente desde la cruz y entregó el espíritu como señal de aceptación completa de su destino como salvador. En este horizonte cristológico, ningún intermediario humano, ninguna otra condición o contingencia, ninguna posibilidad aleatoria, podía contravenir lo que estaba aconteciendo entre Dios y Jesús para cumplir en su totalidad el esfuerzo redentor realizado en la cruz. Esta fe cristológica total fue capaz de transfigurar los acontecimientos visibles en un asunto entre Dios y Jesús con los seres humanos como testigos, destinatarios y beneficiarios del acuerdo entre ellos para rescatar la vida de la humanidad y del cosmos. Para este evangelio:

La cruz es el lugar donde el Hijo va a glorificar a su Padre dando testimonio ante los hombres de la gloria que él recibe del Padre (17.1). […]
Lo que ocurre en la cruz es el instante supremo de una realidad que duró toda la vida del Verbo hecho carne. Lo que vio en el calvario el discípulo predilecto, la sangre y el agua brotando del costado abierto (19.35), la vida naciendo de la muerte, la gloria del Padre sobre su Hijo moribundo, lo vieron también otros desde que Jesús se manifestó entre los hombres y han dado testimonio de ello. Son ellos, y con ellos los hermanos impresionados por su testimonio, los que dicen juntos: “Hemos contemplado su gloria” (1.14). […]
La palabra habitual es la de exaltación, que designa a la vez levantar en la cruz y elevar en la gloria ante el mundo (3, 14; 8, 28; 12, 23.34; 13, 31). […]
Lo que pasa es que Juan concentra en un punto único, la cruz, lo que los sinópticos distribuyen por toda la existencia de Jesús.[7]

La glorificación de Jesús lo ha elevado hasta la cruz y ella ya es el trono contradictorio desde el cual el amor de Dios invadirá todas las esferas de la existencia humana para confrontarla con el designio divino de bendición y aceptación. Por todo ello, podemos unirnos sin dudarlo a la oración de Karl Rahner (1904-1984) quien lo expresó teológicamente con diáfana profundidad:

Está cumplido. Sí, Señor, es el fin. El fin de tu vida, de tu honor, de las esperanzas humanas, de tu lucha y de tus fatigas. Todo ha pasado y es el fin. Todo se vacía y tu vida va desapareciendo. Desaparición e impotencia.... Pero el final es el cumplimiento, porque acabar con fidelidad y con amor es la apoteosis. Tu declinar es tu victoria.
¡Oh Señor!, ¿cuándo entenderé esta ley de tu vida y de la mía? La ley que hace de la muerte, vida; de la negación de sí mismo, conquista; de la pobreza, riqueza; del dolor, gracia; del final, plenitud.
Sí, llevaste todo a plenitud. Se había cumplido la misión que el Padre te encomendara. El cáliz que no debía pasar había sido apurado. La muerte, aquella espantosa muerte, había sido sufrida. La salvación del mundo está aquí. La muerte ha sido vencida. El pecado, arrasado. El dominio de los poderes de las tinieblas es impotente. La puerta de la vida se ha abierto de par en par. La libertad de los hijos de Dios ha sido conquistada. ¡Ahora puede soplar el viento impetuoso de la gracia! El mundo en la oscuridad comienza, lentamente, a arrebolarse con el alba de tu amor.[8]




[1] J. Guillet, Jesucristo en el evangelio de Juan. Estella, Verbo Divino, 1982 (Cuadernos bíblicos, 31), pp. 62-63, www.mercaba.org/ORARHOY/FOLLETOS%20EVD/031_jesucristo_en_el_evangelio_de_juan_-_jacques_guillet.pdf.
[2] Godofredo Alejandro de Vega Reyes, Jesús y la buena nueva. Trasfondos políticos y sociales en el Nuevo Testamento. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2010.
[3] J. Moltmann, Cristo para nosotros hoy. Madrid, Trotta, 1997, p. 33.
[4] Bruce Vawter, “Evangelio según san Juan”, en R.A. Brown et al., eds., Comentario bíblico san Jerónimo. IV. Madrid, Cristiandad, 1972, p. 518.
[5] Juan G. Bedoya, “María Magdalena, de prostituta a apóstol de los apóstoles”, en El País, 26 de marzo de 2018, https://elpais.com/cultura/2018/03/26/actualidad/1522052801_709590.html. Cf. “María Magdalena, apóstola de los apóstoles”, en boletín de la oficina de prensa del Vaticano, 10 de junio de 2016, https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2016/06/10/apostol.html: “La Iglesia, hoy en día, prosigue resaltando esta importancia —manifestada en el compromiso de una nueva evangelización— y quiere acoger sin distinción, hombres y mujeres de cualquier raza, pueblo, lengua y nación, para anunciarles la buena noticia del evangelio de Jesucristo, acompañarlos en su peregrinación terrena y ofrecerles las maravillas de la salvación de Dios. ¡Santa María Magdalena es un ejemplo de evangelización verdadera y auténtica, es decir, una evangelista que anuncia el gozoso mensaje central de Pascua!”.
[6] B. Vawter, op. cit., p. 519.
[7]J. Guillet, op. cit., pp. 26, 29.
[8] K. Rahner, “Sexta palabra”, en Oraciones de vida. Recopiladas por Albert Raffelt. Introducción de Karl Lehmann.Madrid, Publicaciones Claretianas, 1986, pp. 73-74, http://biblio3.url.edu.gt/Libros/2011/Rahner/Rahner-02.pdf.

"Tengo sed", Pbro. Silfrido Gordillo Borrales

29 de marzo de 2018

"Mujer, he ahí tu hijo... Hijo, he ahí tu madre", Pbro. Héctor Mendoza Núñez


Juan 19:17-30 

Introducción
La mujer, con el hombre, fue creada a imagen de Dios: “… “Y creo Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creo”. (Gn. 1:27)
Desde un inicio queda señalado el hecho de que ambos, varón y mujer, no solamente son colaboradores uno de otro en la construcción del mundo, sino también responsables  ante Aquel de quien reciben instrucciones para darle forma a este.
Hay muchos ejemplos en la Escritura de mujeres importantes que representaron un papel significativo en la vida del pueblo. Por ejemplo: Miriam, Débora, Hulda, etc. Ellas tuvieron una relación personal directa con Yahveh.
Con el correr del tiempo hubo, primeramente, una tendencia cultural, y luego, bajo la enseñanza rabínica, a darle preeminencia al varón, y a asignarle a la mujer un papel inferior y secundario.

De la mayor importancia en el NT es la actitud de Jesús hacia las mujeres, y su enseñanza sobre ellas. Abundan los encuentros de Jesús con mujeres, de acuerdo a los relatos evangélicos. Las perdonó, les enseñó, y ellas a su vez le sirvieron.
Jesús las incluyó en sus ilustraciones al enseñar, dejando bien claro que su mensaje las abarcaba también a ellas.
Honró  a la mujer, la puso en pie de igualdad con el hombre. A ambos les demandó el mismo nivel de conducta; a ambos les ofreció el mismo camino de salvación.
Después de la resurrección las mujeres se unieron con los demás seguidores de Jesús para perseverar “…unánimes en oración y ruego…” (Hch. 1:14).
En la elección de Matías, colaboraron (Hch. 1:15-26); recibieron poder y dones del Espíritu Santo el día de Pentecostés (Hch. 2:1-4, 18).

A María, la madre de Jesús, se le describe como “…bendita entre las mujeres…” (Lc. 1:42) Hubieron muchas cosas en la vida de María que ella no lograba entender, pero ella se las reservaba, guardándoselas y meditándolas en los profundo de su ser (Lc. 2:19). Pero llegaría un momento en que haría públicos los detalles del nacimiento y niñez de Jesús.

   Y, estando al pie de la cruz, Jesús la encomendó al cuidado de un discípulo.
Pero antes de considerar esta encomienda, recordemos las palabras del anciano e invidente profeta Simeón dirigidas a María en ocasión de la presentación del niño Jesús en el templo: “… ( y una espada traspasará tu misma alma )…” (Lc. 2:35)

I.             Las palabras de Simeón a María (Lc. 2:25-35).

   Los enemigos de Jesús no fueron los únicos espectadores en la cruz. Mientras se corría la voz en Jerusalén esa mañana, de que el Señor estaba bajo arresto y había sido condenado a muerte por el sanedrín, algunos familiares más próximos a él concurrieron.
Ver  morir a un familiar es doloroso, pero lo es más si se trata de un hijo o una hija. Lo natural es que mueran los progenitores antes que un hijo o una hija.
Es seguro que María recordaba lo que el anciano Simeón dijo sobre Jesús y ella, cuando aquel fue tomado en sus brazos siendo un recién nacido: “(y una espada traspasará tu misma alma)”
La espada de la que Simeón habló, ahora atravesaba su corazón.
Encontramos a María al principio del evangelio de Juan, y la volvemos a encontrar al final. Leemos de ella en el capítulo dos, y la encontramos nuevamente en el capítulo diecinueve. Los dos capítulos presentan un marcado contraste. En Juan dos, María está en una boda, participa de la alegría de una fiesta. Habla, da instrucciones y organiza. En Juan 19, su silencia es total y evidente. La tristeza la embarga. No cobra vida ninguna iniciática.
En Juan dos, el Señor dio muestra de su poder, tornó el agua en vino. En Juan diecinueve, se mostró débil; moría en agonía y vergüenza.
En Juan dos, era de esperarse que María dijera algo, pero en Juan diecinueve, no sabe qué decir, o si sabe, prefiere guardar silencio.
Junto a la cruz ella experimentaba el clímax de lo que significaban las palabras de Simeón.
Cuando se halló embarazada, no se hizo esperar para ella la vergüenza y el reproche. Rodeada de murmuraciones. Poco tiempo después de nacer Jesús, ella y José tuvieron que huir de Belén para escapar de la espada de Herodes.
¿Qué habrá sentido María al enterarse de que otros niños habían muerto tras el ocultamiento del su menor?

   Ahora, “…junto a la cruz de Jesús…” (v. 25), la espada atravesaba su ser entero porque él moría en una cruz, contado con transgresores.
Se trataba de un acto público. A la vista de todo tipo de gente. Era tan cosmopolita el asunto, que Pilato hizo escribir en tres idiomas la declaración para la cruz.
“Junto a la cruz” la espada atravesaba su alma.


II.            Las palabras de Jesús  a María (v. 26).
  
1.    Jesús la vio.
En medio de su agudo calvario, Jesús se preocupa por su madre. La encomendó al cuidado de Juan, “…a quien él amaba” (v. 26).
A María le dijo: “Mujer, he ahí tu hijo”.
Previsor de un riesgo inminente al que se enfrentaría una mujer que rebasaba apenas los 47 o 48 años de edad.
Con toda probabilidad, viuda, según algunas tradiciones. Habría de quedar expuesta al abandono y la desprotección al no tener una figura masculina que la representara y le ayudara a acceder a lo necesario para vivir.
Cuando Jesús fue arrestado, sus discípulos lo abandonaron. Tuvieron miedo de correr la misma suerte.
Pero durante el suplicio, aparecieron varias mujeres y un solo discípulo, según vv. 25 y 26.
Son las mujeres las que dan la cara cuando los hombres la escondemos.
¿Cuántas Marías (mujeres)  están solas y de pie junto a la cruz?  Entiéndase  “cruz” por cuantas batallas tienen que atravesar para sobrevivir.
Por cada hombre que trabaja duro, hay decenas de mujeres que envejecen más rápido porque llevan una cruz más pesada.
María estaba de pie, junto a la cruz, queriéndole dar alivio, curar sus heridas, consolarlo, acurrucarlo en su regazo.

2.    ¿Por qué Jesús le encomendó el cuidado de su madre a Juan?
a.    José había muerto. Tal vez esa sea una causa.
b.    Otra, que Juan era hijo de Zebedeo y Salomé, hermana de María. Entonces, Juan era primo de Jesús. Esta es otra probable causa.
c.    Pero, hay una más que señalan los comentaristas bíblicos, esta aparece en Juan 7:5: “Porque ni aún sus hermanos creían en él [Jesús]”.
Jesús le encomendó el cuidado de su madre a Juan porque, con toda probabilidad, fue rechazada por su misma familia a causa de su fe.
El evangelio es para personas rechazadas; para personas sin un espacio o lugar en la sociedad.
Jesús inaugura una nueva comunidad, una nueva familia.  La que ama y cuida al necesitado, al desamparado y al afligido.


III.          Las palabras de Jesús a Juan (v. 27).

“Después dijo al discípulo: He ahí tu madre”
El pastor había sido herido, y las ovejas dispersas. Juan, al parecer, había salido huyendo, abandonando a Jesús. Los demás discípulos hicieron lo mismo. Pero aquí lo vemos de regreso hasta la cruz.
La cruz no era el lugar más seguro para resguardarse.
En Juan 13:23 leemos que Juan “…estaba recostado al lado de Jesús…”, pero en nuestro capítulo de hoy leemos que estaba al pie de la cruz.
Allí en lo privado, en el aposento alto, estar recostado en el pecho de Jesús es una experiencia muy distinta a ponerse en público al pie de la cruz.
Regresar a la cruz requería valentía. Por otro lado, contrario a la costumbre, Jesús no amonestó a sus propios hermanos cuidar a su madre.
Cualquiera que haya sido la razón para no dejar a María al cuidado de sus otros hijos, la nueva relación entre Juan y María pone de manifiesto las provisiones hechas para nosotros en el cuerpo de Cristo, la nueva familia de Dios.
San Pablo, en el libro de los Hechos de los apóstoles (20:28), dice que Cristo adquirió la iglesia de Dios al precio de su sangre.
Uno de los obsequios que Jesús dio desde la cruz fue la iglesia. No como institución.
No una institución con formalismos, reglas, y ciertas exigencias. Factores que en muchas ocasiones son causas de su inoperancia y desaciertos, pues obstaculizan o frenan su dinamismo y desvirtúan su naturaleza.
Entonces, nos regaló la iglesia: cariñosa, generosa, sustentadora, esperanzadora familia más allá de la misma familia natural.
La preocupación de Jesús por María va más allá del futuro económico y social, aunque sin duda era de suma importancia.

Conclusión
Jesús propone una nueva relación. No la de un benefactor con una indigente, sino una relación que se caracteriza por un profundo amor, compasión, respeto, consuelo, esperanza, fortaleza, deseos de continuar, cobijo y abrigo.
Es un legado muy intenso. Implica reciprocidad en esta nueva relación.
Juan y María habrán de descubrirse ofreciendo y recibiendo de quien nunca pensaron hacerlo. En realidad no tienen obligación alguna desde las costumbres naturales y sociales, de entregarse al otro en esta magnitud.
Estamos influidos  por la noción de que sólo la familia es merecedora de nuestra atención, sacrificio y provisión, pero escuchar esta frase en labios de Jesús, pronunciada antes de su muerte, nos mueve el piso.
Nos señala que los alcances del amor no los establece ningún vínculo sanguíneo.

"De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso". A.I. Ricardo Ruiz Ocampo


(LUCAS 23: 34b-43)

Esta noche hermanos el Señor hablara a nuestro corazón mostrándonos el momento en que Jesús lleno de sufrimiento amargo no solo por el brutal castigo físico que recibió, sino también por el escarnio espiritual al que estaba siendo sometido por parte de toda la gente que aparentemente creía en Él, inclusive por los soldados y especialmente el caso de los dos criminales crucificados a su lado.    De los cuales, por una parte encontramos al que está lleno de odio y rencor y se burla no cesando de injuriarlo hasta su muerte,  haciéndonos pensar que no alcanzo la salvación y sigue pagando por sus crímenes hasta el día de hoy y por siempre.    Pero por otra encontramos al hombre que se arrepintió de sus burlas y sus injurias y finalmente cree las palabras de Jesús alcanzando la salvación.    

Y sin pasar por alto la oración perfecta de Jesucristo al Padre pidiendo para sus verdugos  perdón por su ignorancia.  Así mismo analizaremos  la posibilidad de que estos hombres pudieron ser discípulos de Jesús y no simples criminales como se puede pensar, sin especular sobre algo que no dice la Escritura, y concluiremos relacionando las circunstancias que llevaron al “ladrón arrepentido” a creer en Jesús con las circunstancias que nos han hecho creer a nosotros en Él.  

El versículo 34.-  Muestra que Jesús a pesar del momento tan oscuro y amargo que lo hundía en el abismo en ningún momento piensa en sí mismo, sino que concentrado en la misión que le había sido encomendada  y en perfecta obediencia, intimidad y confianza con el Padre consiente de que estaba haciendo lo necesario para alcanzar la misericordia para nosotros le suplica “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen” Él era el Cordero de Dios sin mancha,  representaba el sacrificio perfecto por el pecado del mundo, por eso suplicante hacia lo posible porque el Padre perdonara a los pecadores   "porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos. " (Marcos 10:45).

Los versículos del 35-38.- Nos narran como el pueblo desconcertado miraba como los gobernantes religiosos en una actitud de venganza por la posesión del poder y la razón sobre el conocimiento de la Escritura ahora aparentemente habían triunfado y recuperado su credibilidad y dominio sobre la religiosidad del pueblo judío.   Mientras Jesús no pronuncio una sola palabra en contra de ellos, con el rostro inclinado oraba, oraba y oraba incesantemente por estas personas que le escarnecían.
Los soldados también hicieron su fiesta a costillas de Jesús, echando suertes sobre sus ropas se las repartieron, burlándose y ofreciéndole vinagre y retándole a que se salvara a sí mismo, y  demostrara que en verdad era el rey que decía ser.   Pero el hombre admirado por sus enseñanzas y proezas milagrosas ahora se encontraba inerte y vencido entregándose a la muerte.
La Escritura nos dice que había un título escrito con toda la saña e injuria del mundo,  con letras griegas, latinas y hebreas: “Este es el Rey de los Judíos”     Porque según los Evangelios, Jesús fue condenado a muerte por subversivo político (Mc. 15:2), por rebelde (Luc.23:2) y por agitador social (Luc.23:5)   Aunque eso no significa que lo fuera.      Pero sí las autoridades romanas escucharon las denuncias de los líderes religiosos judíos  que lo acusaban de esto,  ellos lo consideraron como tal.    El hecho de que sobre su cabeza pusieran un cartel para justificar  su condena “El Rey de los judíos” (Mc. 15:26), confirma que la causa de su sentencia fue política y no religiosa. Jesús, pues, fue ejecutado por los romanos por sedicioso.
Antes de adentrarnos en el punto central del tema que nos ocupa echando mano de los historiadores, analizaremos la posibilidad de que estos malhechores como eran llamados en el versículo 39, fueran discípulos de Jesús, toda vez que los evangelios no lo describen con exactitud.   Y en virtud de que es muy remota la posibilidad de que no estén vinculados tres hombres que fueron condenados a ser crucificadas el mismo día, a la misma hora, en el mismo lugar, por la misma causa y por el mismo gobernador.          Por otra parte no había levantamientos políticos todos los días en Judea como para suponer que eran perturbadores sociales de otra rebelión diferente a la de Jesús.
Flavio Josefo nos aporta la posible solución. En su libro “La guerra de los Judíos”, cuenta que a mediados del siglo I la palabra lestés (que las Biblias traducen por “bandido”) había adquirido un nuevo significa-do.     Dice Josefo: “Una nueva especie de bandidos surgió en Jerusalén: los sicarios” (2,254). O sea que, al momento de escribirse los Evangelios, el término lestés no se refería a cualquier bandido sino a los sicarios, es decir, a los judíos sublevados contra Roma.    Por lo tanto, los “bandidos” crucificados con Jesús no eran ladrones, sino agitadores sociales.
Esta primera conclusión nos lleva a preguntarnos: ¿qué relación tenían con Jesús de Nazaret?    Ahora bien, si los hombres que estaban a su lado también fueron condenados por agitadores sociales, es lógico preguntarse: ¿tenían alguna conexión con Jesús? Los Evangelios no los vinculan para nada.     Solo los presentan de repente: “Con Él crucificaron a dos bandidos” (Mc 15:27).   No dicen de dónde vinieron, ni por qué estaban allí. Únicamente figuran como un añadido a los sucesos del Gólgota.
Además, los Evangelios sostienen que cuando los soldados arrestaron a Jesús en el Monte de los Olivos, éste se defendió diciendo: “¿Han venido a prenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido” (lestés)?  (Mc. 14:48; Mt. 26:55; Luc.22:52). Los evangelistas nos indican que Jesús fue considerado un lestés, es decir un sedicioso, el mismo título que ellos utilizan para designar a los otros dos hombres crucificados, sin que quepa la posibilidad que Jesús fuera considerado un bandido.
Esto nos permite sacar una segunda posible conclusión: los dos condenados pudieron ser discípulos de Jesús, apresados y juzgados por el mismo delito de sedición. Por eso terminaron muriendo junto a Él.
Una confirmación indirecta puede encontrarse en las palabras de uno de ellos, el llamado “buen ladrón”, cuando al defender a Jesús de los insultos del otro crucificado, le dice: “¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? (Luc.23:40).      Aunque esta escena no parece ser histórica, nos señala que, para el evangelista Lucas, los compañeros de suplicio sufrían “la misma condena” que Jesús, es decir, habían sido condenados por idéntico motivo. La palabra “condena” (en griego kríma) no alude sólo al castigo, sino a todo el proceso judicial. O sea que los tres habían sido juzgados y condenados por una causa similar.
Pero si los dos crucificados con Jesús eran discípulos suyos, ¿por qué, según los Evangelios, cuando lo apresaron, sólo detuvieron a Jesús y dejaron libres a los demás? Entonces  ¿Cuándo detuvieron a esos discípulos?.     Una lectura más atenta de los textos revela que no fue así.     Las autoridades también intentaron atraparlos a ellos.    Por ejemplo, en el momento del arresto de Jesús en el huerto de Getsemaní, sus discípulos “lo abandonaron y huyeron todos” (Mc 14:50). El hecho de que escaparan rápidamente revela que también quisieron detenerlos.
Mientras que (Mc. 14:52)  narra cómo aprenden a un joven que lo seguía y que logra escapar desnudo.  Por lo tanto, los discípulos también estaban en la mira de las autoridades.

Lo mismo nos dice el Cuarto Evangelio. Cuando el Sumo Sacerdote interroga a Jesús para averiguar más sobre él, no sólo le preguntó sobre sus enseñanzas sino también trató de sacarle información sobre sus discípulos (Jn18:19).  Esto muestra que las autoridades los consideraban políticamente peligrosos.

Así mismo, en las tres negaciones de Pedro (Mc 14: 66-71) leemos que hubo quienes reconocieron a éste como uno de sus partidarios, pero él lo negó enfáticamente, con maldiciones y juramentos, lleno de temor  hasta el punto de romper la promesa de lealtad que le había hecho a su maestro (Mc 14:31).
Más allá de que el relato tenga o no base histórica, el enorme miedo que manifiesta Pedro sólo se explica si los discípulos temían a ser reconocidos y sufrir el mismo destino que su líder por eso corrieron a esconderse.     Debemos concluir, pues, que los representantes de la ley no sólo tenían interés en capturar a Jesús, como líder del supuesto movimiento rebelde, sino también a sus seguidores.
El versículo 39.- Indica que uno de los dos malhechores le injuriaba incesantemente incitándolo a que se salvara y los salvara a ellos también de la situación que estaban viviendo, lo cual deja entrever que sabía que Jesús tenía el poder para hacerlo por eso lo retaba y lo incitaba, no concebía la razón por la cual teniendo la capacidad para hacerlo no lo hacía.
Versículo 40.- Es entonces cuando entra en escena el “ladrón arrepentido” reprendiendo al otro ladrón diciéndole si no tenía temor de Dios estando en la misma condenación.
Versículo 41.- Mostrando su arrepentimiento el “ladrón arrepentido” reconoce que en honor a la verdad y la justicia ellos se merecen el castigo que están recibiendo por sus hechos; pero le hace ver a su compañero,  que Jesús es inocente que Él nada hizo para merecer el castigo que le están propinando.     Es decir cambio de actitud, cuando cesaba el tumulto ya en silencio, pensativo, quizás recordó haber visto antes a Jesús, y de lejos entre el gentío le haya oído hablar de su reino, entonces  dejo de injuriarlo.

Que fue lo que movió al ladrón para no dejarse llevar más por la  influencia de la gente al escuchar  los  reproches, injurias y burlas de todos cuanto pasaban sintiéndose decepcionados de verlo ahora tan frágil, impotente y  como su cuerpo debilitado iba entregando su vida sin oponer la menor resistencia, de una manera tan inexplicable para la gente que lo había escuchado y que esperaba que con su poder  derrocara al imperio romano.
¿Dónde estaba el Mesías?, el hijo de Dios lleno de poder que hacia portentosos milagros y que contaba con la ayuda y aprobación de su padre para salvar a su pueblo de la opresión, de la marginación y  la miseria a la que estaban sometidos, ¿se podía creer en un salvador bajo esas circunstancias?
Tal vez si nos psicoanalizamos en lo profundo de nuestro pensamiento y sentimientos podemos encontrar que nuestra fe esta cimentada en una hermosa historia bíblica de un Dios todopoderoso creador y sustentador de toda la creación y de nosotros mismos,  para darnos cuenta de que esa fe no puede estar ahí, ociosa, esperando que el Espíritu Santo nos obligue a obedecer las tareas que nos encomendó Jesucristo antes de partir, sino que tiene que hacerse efectiva, tomar vida, el amor a nuestro prójimo es el segundo mandamiento más importante después de amar a Dios sobre todas las cosas y ¿estamos cumpliendo ambos?, o solo le decimos a Jesucristo que lo amamos con todo nuestro corazón sin dar muestras de involucrarnos en su causa, en su reino, ¿Cómo podemos decir que pertenecemos a una causa sin dar muestras de ello?.
Quizás nosotros en algún momento como el “ladrón arrepentido” también dentro de nuestras circunstancias podemos haber dudado de las promesas de Jesús, nuestra fe en nuestro redentor puede estar  flaqueando al vernos rodeados de tanta corrupción, impunidad, prostitución, drogadicción, violencia, desapariciones, miseria e incertidumbre y el temor a que si hacemos algo en contra de los que tienen el poder, nos haga estar en contra de Dios, porque Él es quien pone a los gobernantes o ¿no hermanos?.    
Pero cuando en esos gobernantes tanto civiles, como religiosos no hay honestidad, verdad, igualdad, justicia y equidad entonces debemos pensar como Jesús,    Él nunca incito a la violencia, sino al amor hacia los demás, nunca aprobó el gobierno abusivo que tenía esclavizado al pueblo sumido en la miseria,   sino que defendió siempre a los marginados, a los que no eran considerados dignos de que se les otorgaran los derechos básicos del ser humano:   alimento, trabajo oneroso y salud.   Entonces ¿qué debemos hacer?    Solamente unirnos a su causa para que esto cambie: no ser corruptos, decir la verdad, buscar la justicia, la igualdad y la equidad para todos.

Hoy en día nuestros más grandes pensadores, filósofos, científicos y periodistas no tienen algún concepto y sentido de la historia.   Pueden tener la capacidad de anotar y sistematizar personajes y acontecimientos, es más  hasta pueden atreverse a forjar héroes aunque no lo hayan sido, o a cambiar los hechos verdaderos basados en supuestas investigaciones que solo el Dios de la historia sabe si son fidedignas o no.
Por ejemplo G. N. Clark, en su discurso inaugural en Cambridge, dijo “no hay secreto ni plan en la historia que falte descubrir”. André Maurois, biógrafo crítico y novelista francés, opina “El universo es indiferente. ¿Quién lo creó? ¿Por qué estamos en este insignificante montón de barro que gira en el espacio infinito?. Yo no tengo la menor idea y estoy convencido de que nadie la tiene” y así otros personajes que podrían ser menos sinceros se encuentran en las mismas circunstancias.

Los griegos antiguos consideraban la historia como un círculo o un ciclo que siempre se repite por lo tanto no tiene un destino específico, ni una meta identificable.     Para ellos la existencia era un misterio impenetrable.      Mientras que la filosofía que abrazaron los más modernos cronistas seculares es que no saben lo que es la existencia opinan que para ellos y gran parte del mundo la historia es una simple sucesión de crisis sin sentido, sin propósito y sin un destino inteligente, o de la existencia de la raza humana ellos no saben de dónde venimos ni a dónde vamos.   
Todo ser es un vasto enigma incomprensible. La filosofía de la historia que sustentan es una filosofía de ignorancia, frustración y desesperación. (1ª Cor.3:18-20)
En los tiempos modernos esta filosofía fue popularizada por el francés Jean Paul Sartre, que enseño que cada hombre existe en un compartimiento impermeable, como individuo aislado en un universo sin propósito.      Puesto que no podemos saber quiénes somos, de dónde venimos y a donde vamos; puesto que no entendemos el pasado y no tenemos esperanza del futuro, todo lo que importa es el vibrante momento presente.    Solo lo que entendemos en el presente inmediato es lo que tiene importancia y significado.    Lo distante no tiene validez, por lo tanto, sacrificar el presente en aras de un futuro es absurdo es una estupidez.    De esta filosofía surgió la “generación del ahora mismo” la generación que no puede esperar.      El placer del momento es la única meta racional de la existencia. “Que siga el baile, que el placer no tenga restricciones” “Comamos y bebamos, que mañana moriremos” (1ª Cor.15:32).
Las nuevas generaciones saturadas con esta filosofía existencialista de libertinaje, vanidad y desesperanza naturalmente se levantan en violencia revolucionaria, incendiaria, dedicándose al terrorismo, al secuestro, al narcotráfico, a la trata de personas, a la pornografía infantil, al tráfico de órganos, y todo esto bajo el auspicio de la más corrupta y sucia política y marrullera de los gobiernos.    
De la noche a la mañana la sociedad se está viendo invadida por todos estos acontecimientos que pervierten al hombre y lo alejan de Dios, este es el resultado de la filosofía de la ignorancia en cuanto al pasado y de la falta de esperanza para el futuro.
 
¿Y la iglesia hermanos?    ¿Y el cuerpo de Cristo y sus enseñanzas?   ¿Y el Espíritu de Jesucristo que nos dio cuando creímos? ¿Está realmente en cada uno de nosotros para luchar en este mundo por la causa de Jesucristo?, ¿somos sus testigos, sus embajadores? ¿Estamos haciendo efectiva nuestra fe y salvación obedeciendo sus mandatos de llevar las buenas nuevas a esas personas que se encuentran extraviadas del camino? ¿En realidad nosotros si entendemos y vemos a Jesús como el Dios resucitado?  Que dio su vida por  nuestros pecados y venciendo a la muerte ahora nos promete una vida eterna  ¿O queremos irnos por el atajo? pensando que si Jesús perdono al ladrón que crucificaron a su lado y que al igual que él si nos arrepentimos y le mostramos al Señor en los últimos instantes de nuestra vida un arrepentimiento sincero y nuestra fe ¿estaremos del otro lado?    
Esto es algo sumamente delicado que solo cada uno de nosotros nos podemos responder con la ayuda del Espíritu Santo y la Palabra de Dios que es el único libro infalible del origen, el presente y el futuro del hombre y del universo. (Rom.8: 27-30)

Versículo 42.-  El ladrón una vez arrepentido y movido por el Espíritu Santo para pedir misericordia a Jesús, le ruega que se acuerde de él cuando venga en su reino. ¿Cómo sabia el ladrón que iba a volver?  Ahora al ladrón no le importaba la situación tan precaria y deplorable en que se encontraba Jesús, aun viéndolo así, creyó en sus palabras, en el sentido de que volvería a establecer su reino, ya no le importo lo que estaba pasando, sino lo que pasaría cuando Jesús regresara.      ¿Cómo comprender esto? ¿Qué interpretación se le podía a dar a lo que estaba sucediendo inexplicablemente en la vida del ladrón arrepentido?
Debemos reflexionar un poco en porque cambio de actitud el ladrón,. Y aunque Jesús ahora moría, el ladrón todavía creía que Él tenía un reino más allá de la tumba;  no tenía la menor idea de que Él volvería a la vida para reinar en gloria.    Es  sorprendente como este hombre que convivio tan poco tiempo con Jesús en cierto aspecto puso en vergüenza a sus discípulos pues comprendió y le creyó mejor que sus amigos más íntimos que estuvieron conviviendo con Él durante dos años y en el momento de su sepultura ellos allá escondidos mientras las mujeres lo enterraban junto con José de Arímatea.  
Por otra parte, Jesús se había esforzado en enseñarles que su reino no era de este mundo, sino un reino  celestial  todavía los discípulos fueron “tardos de corazón” todo lo que vivieron junto a Jesús y aun resucitado no le creían, lo cual se describe en el evangelio de juan capitulo veinte.    Y hermanos ¿cuánto tiempo tenemos nosotros de conocer a Jesús y convivir con el Espíritu de Dios y estamos dando muestras de haberle creído?

Versículo 43.- “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”     Este es el Hijo de Dios, es el hombre pendiente de una sangrienta cruz en medio de las burlas y los insultos de los que pasaban en el último suspiro de su vida bajo estas circunstancias salvando la vida de un malhechor,  sin importarle su dolor y su vituperio,  porque “ Él es antes de todas las cosas…(Col. 1:17) . Él es el punto de partida de la historia, porque “todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho fue hecho” (Jn.1:3) y la historia  que comenzó en Él ha sido y es formada y controlada por Él, “quien regula el universo con su poderosa palabra” (Heb.1:3).
El universo fue creado con el propósito de dar una habitación a la raza humana.    La raza humana fue creada a la imagen de Dios con un propósito:   proporcionar compañía eterna al Hijo.     
Y el Mesías vino con una intención única: dar nacimiento a la Iglesia y de este modo obtener su esposa, luego entonces la Iglesia, el cuerpo redimido de la humanidad aparece en la historia como el objetivo central, es decir la meta no solo de la historia mundana sino de todo lo que Dios ha estado haciendo en todas las esferas de la eternidad.
Todo el universo esta ordenado con este propósito, porque todas las cosas pertenecen a la Iglesia y son para su beneficio (1ª Cor.3:21-23)   
Pero hermanos debe movernos lo glorioso que es el nombre de Jesús nuestro Salvador, porque  ciertamente nos ama  tanto a los pecadores  que aun en los últimos instantes antes de morir logro convertir al ladrón que lo injuriaba y  volvió a su Padre llevando en sus brazos el alma de este ladrón, como primicias de su misión de redimir al mundo.

BIBLIOGRAFIA:
“La santa Biblia” Casiodoro de Reina 1569. Revisión 1960. Sociedades Bíblicas Unidas.
“La Biblia de Estudio Dios habla hoy” Tercera Edición 1994. Sociedades Bíblicas Unidas
“Compendio Manual de la Biblia” Henry H. Halley.  Editorial Moody
“Diccionario Expositivo Vine”  W. E. VINE. Editorial Grupo Nelson. Edición 2007.
“Nuevo Diccionario de la Biblia” A. LOCKWARD.  Editorial UNILIT. Primera Edición 1999.
“Concordancia Completa de la Santa Biblia” William  H. Sloan. Editorial Libros CLIE.  Edición 1987 
PROFECIA EN LA BIBLIA “Estudios Bíblicos” Lucas 23: 39-43

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

29 de agosto, 2021   Yo, Juan, soy su hermano en Cristo, pues ustedes y yo confiamos en él. Y por confiar en él, pertenezco al reino de Di...