sábado, 23 de abril de 2016

Letra 465, 26 de abril de 2016

PADRE NUESTRO, MADRE NUESTRA
Rubem Alves, Transparencias de eternidad

     

Padre… Madre… de ojos mansos,
sé que estás invisible en todas las cosas.
Que tu nombre me sea dulce, la alegría de mi mundo.
Tráenos las cosas buenas en las que te deleitas:
el jardín, las fuentes,
los niños y niñas,
el pan y el vino,
los gestos tiernos, las manos desarmadas,
los cuerpos abrazados…
Sé que deseas darme mi deseo más profundo,
deseo cuyo nombre olvidé…
pero que tú no olvidas nunca.
Realiza, pues, tu deseo para que yo pueda reír.
Que tu deseo se realice en nuestro mundo,
de la misma forma como el mundo late en ti.
Concédenos contentamiento en las alegrías de hoy:
el pan, el agua, el sueño…
Que estemos libres de la ansiedad.
Que nuestros ojos sean tan mansos para las otras personas
como los tuyos lo son con nosotros y nosotras.
Porque, si somos feroces,
no podremos acoger tu bondad.
Y ayúdanos para que no seamos engañados por los deseos malos.
Y líbranos de aquel que carga la muerte dentro de sus propios ojos.

Amén.

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TALLER BÍBLICO
PAUTAS PARA LA INTERPRETACIÓN: LOS LIBROS DE LAS CRÓNICAS
Philippe Abadie

1. Fecha de escritura [R. Ruiz O. / M.E. Paredes / D. Ábrego]
El libro de las Crónicas es un escrito tardío, tanto por su lenguaje como por su temática. Hay varios motivos que invitan a fecharlo en la época persa (538-330 a.C.), como la mención de los “dáricos”, monedas del reinado de Darío (I Cr 29.7) o las huellas del sistema administrativo provincial persa que asocia a Tadmor con Jamat de Sobá en II Cr 8.3-4. Hay que señalar además la ausencia de polémica anti-samaritana, que se desarrollaría al comienzo del período griego, según nos dice Flavio Josefo. Por otra parte, las conquistas de Alejandro no aparecen nunca en el libro, como tampoco el debate abierto con el helenismo. Pero tampoco hay que remontarse mucho en el período persa, ya que en la época del Cronista los cantores y los porteros gozaban de un estatuto levítico, como no ocurre en las listas de Esd 2 y Neh 7. Optamos, por tanto, por una fecha de redacción en torno al 350 a.C., lo cual hace del libro de las Crónicas una de las obras más recientes de la Biblia hebrea. Recordemos que ésta se termina con este libro.

2. El autor: un levita [E. Martínez V. / L. Cabrera B. / D. Palomino]
La lectura un tanto atenta nos permite determinar mejor su ambiente de vida. La comparación entre las dos versiones del relato del traslado del arca a Jerusalén (II Sam 6 y I Cr 15-16) hace ver el lugar destacado que se les concede a los levitas en este último relato. Esta misma conclusión se saca de una comparación entre I Re 8.1-13 y II Cr 5: la instalación del arca en el templo; el ambiente que se respira en el libro de las Crónicas es el de los levitas del segundo templo. Y más concretamente, el de los cantores, grupo al que pertenece el “Cronista”, como se llama al autor anónimo del libro, tanto si su autor es individual como si es colectivo.

3. Relación con Esdras y Nehemías [Ismael Núñez / A.L. Adame / J. Nájera]
Si la determinación del ambiente en que nacieron las Crónicas ofrece pocas dificultades, la cuestión de la extensión de la obra se discute mucho en nuestros días. Tradicionalmente, se entiende por “obra del Cronista” el conjunto que comprende 1 y 2 Crónicas, Esdras y Nehemías. La unidad de autor que se postula se basa en cierto número de criterios literarios (sintaxis, vocabulario) y temáticos (importancia del templo y del culto). Algunos autores recientes discuten, sin embargo, enérgicamente esta unidad de autor. De hecho, al lado de algunas semejanzas innegables debidas a una misma época de redacción, las divergencias entre Crónicas y Esdras-Nehemías son importantes.

4. La estructura (bosquejo) del libro [M. González P. / V. Orozco / O. Palomino]
A. I Cr 1-9: Israel en su tierra: las genealogías
1. De Adán a Israel (1.1-54): los hijos de Noé (1.4-27), los hijos de Abrahán (1.28-54)
2. Los descendientes de Israel (2.1-9.44): los hijos de Israel (21-8.40), lista de los que volvieron del destierro a Jerusalén (9.1-44)

B. I Cr 10-II Cr 9: Israel unido
1. Un contra-modelo: Saúl (I Cr 10)
2. El modelo 1: David (I Cr 11-29)
3. El modelo 2: Salomón (II Cr 1-9)
C. II Cr 10-28: Israel dividido
1. Un contra-modelo: Roboam (II Cr 10-12)
2. Algunas figuras destacadas: Abías (II Cr 13), Asá (II Cr 14-16), Josafat (II Cr 17-21.1)
3. Algunas figuras criticadas: Joram (II Cr 21.2-20), Ocozías (II Cr 22.1-9a), Atalía (II Cr 22-23)
4. Algunas figuras destacadas: Joás (II Cr 24), Amasías (II Cr 25), Ozías (II Cr 26), Jotán (II Cr 27)
5. Un contra-modelo: Ajaz (II Cr 28).

D. II Cr 29-36: Israel entre la restauración y el destierro
1. Modelo 1: Ezequías (II Cr 29-32)
2. Dos contra-modelos: Manasés (II Cr 33,1-20): Amón (II Cr 33.21-25)
3. Modelo 2: Josías (II Cr 34-35)
4. Cuatro contra-modelos: Joacaz (II Cr 36.1-4; Joaquín (II Cr 36.5-8), Jeconías (II Cr 36.9-10), Sedecías (II Cr 36.11-21);
5. De cara al porvenir: el edicto de Ciro (II Cr 36.22-23).

5. Características generales [I. Núñez C. / S. Salgado A. / N. Maldonado]
Como indica esta estructuración del libro, el conjunto constituye una reflexión teológica sobre la historia de Israel, entre su primera instalación (las genealogías) y la vuelta del destierro (el edicto de Ciro). La historia se convierte en pretexto para reflexionar en torno a las figuras modelos y contra-modelos. En el centro, el modelo David-Salomón, repetido en el modelo Ezequías-Josías, es la figura típica de un Israel fiel en torno a la institución del templo y de su culto. En oposición, las figuras de Saúl, Roboam o Ajaz son contra-modelos, infieles tanto a las instituciones cultuales como a su pueblo, lo cual se traduce por la muerte o el cisma. Vemos entonces que la obra del Cronista no es una simple repetición de Samuel y de los Reyes.

6. Un episodio conflictivo: el censo del pueblo (I Cr 21) [L. Adame / R. Núñez /
C. Palomino C.]
El Cronista recoge el relato de II Sam 24, pero lo modifica de forma consecuente en función de sus propios temas. Recordemos brevemente los datos. David confía a Joab la tarea de hacer un censo del pueblo (I Cr 21.11-6). Esta acción le disgusta a Dios, que propone al rey escoger entre tres castigos: tres años de hambre, tres meses bajo la espada de los enemigos, o tres días de peste. David se pone en manos de Dios, y llega la peste (vv. 7-14). Sin embargo, Dios contiene su cólera —el ángel armado de la espada— y David se arrepiente (vv. 15-17). Para responder al deseo de Dios, compra unos terrenos a Arauná y erige allí un altar, que Yahvé honra con su presencia (21.18-22.1). Sobre esta trama recibida de la tradición, el Cronista elabora su propia teología. […]
Con este planteamiento teológico, Yahvé queda libre de toda responsabilidad. La intervención de “Satán” se inscribe en un contexto tardío que ve desarrollarse toda una angelología. El significado del verbo satan es “tratar como enemigo, querer mal a alguien” (por ejemplo, Gn 27.41). Designa a un “adversario” en I Re 5.18 o I Re 11.14, 23; en II Sam 19.23, se trata de Simei, el “acusador” de David. Dos textos pos-exílicos le confieren a este “acusador” un estatuto celestial: en Zac 3.1, “el Satán” acusa ante Dios al sacerdote Josué; y en Job 1.6-12 y 2.1-7, “el Satán” desempeña este mismo papel contra Job en la corte celestial.

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LA IGLESIA NO CAE, CAEN LAS PAREDES

El viernes 15 de abril de 2016, la ciudad de Dolores, Uruguay, fue afectada por un violento fenómeno meteorológico que dejó cuatro muertos y se estima que más de 200 heridos. Como consecuencia del paso del tornado, el templo de la iglesia valdense quedó completamente destruido.
Esa tarde la moderadora de la Mesa Valdense, Carola Tron, se encontraba en una reunión en el salón de la iglesia, junto a varias otras mujeres. Al escuchar fuertes ruidos y ante el desconcierto de no saber qué sucedía afuera, instintivamente deciden refugiarse en el baño y es así que salvan sus vidas milagrosamente.
Fue una catásfrofe de dimensiones históricas para la ciudad de Dolores. Varias zonas quedaron sin luz y sin comunicación telefónica a raíz de la tormenta. A pesar de haber vivido este hecho traumático, el domingo la comunidad se reunió a celebrar el culto para dar gracias a Dios por la vida y pedir por la de todos los que sufrieron el paso del tornado.
Las personas de la comunidad valdense de Dolores sostienen que son personas hermanadas en la fe de Cristo y que lugar de reunión no faltará para fortalecer su espíritu. Como tampoco faltarán dones y voluntades para reconstruir el templo que les dejaron sus antepasados. Aunque muchos tienen grandes historias de encuentros en ese templo, aseguran que podrán seguir escribiendo historias en un templo nuevo en un tiempo nuevo, porque nunca se apagará en ellos la Luz del Reino de Dios.

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AIPRAL ACOMPAÑA LA SITUACIÓN DE LA IEV DE DOLORES TRAS EL PASO DEL TORNADO

A las iglesias miembros de AIPRAL, estimados hermanos y hermanas:
“Testigos de un tiempo de dolor, hoy nos acercamos con fe pidiéndote: escúchanos Señor, confiamos en tu amor, no tardes en responder, danos tu paz. Amén” La letra de esta canción escrita por el Pr. Néstor Míguez nos acerca apenas un poco a la situación difícil que está atravesando la Iglesia Valdense de Dolores, Uruguay, cuando, por obra de la naturaleza, la tardecita noche del viernes pasado un tornado atravesó la cuidad arrasándola. Allí vive la familia de nuestro querido secretario ejecutivo Darío Barolín, y su esposa Carola Tron, quien pastorea la iglesia mencionada.
A Dios agradecemos que preservó sus vidas y a quienes estaban reunidos en ese mismo momento en el salón del templo. Pero el templo y su salón quedaron absolutamente destruidos así como muchas casas, caminos, escuelas, y muchos otros bienes de la ciudad.
Lamentamos y nos solidarizamos con Darío y su familia y rogamos a Dios que les de fuerzas e instrumente los medios para la reconstrucción y ánimo y fortaleza para sostener pastoralmente a su congregación.
Asimismo les rogamos como pueblo de Dios y como hermanos de AIPRAL que se mantengan en oración por la devastación que sufrió esta iglesia hermana y toda la ciudad y su gente.
Si sienten la necesidad y voluntad de colaborar de manera concreta, AIPRAL recibirá donaciones y las canalizará a través de su cuenta bancaria.
Con afecto y amor,

Gabriela Mulder, presidenta
Buenos Aires, 17 de abril de 2016
www.iglesiavaldense.com/

Actividades

LOS ESPERAMOS A TODOS/AS HOY EN EL TALLER BÍBLICO PAUTAS DE INTERPRETACIÓN: EL PRIMER LIBRO DE LAS CRÓNICAS

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CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes 26 de abril, 19 hrs.
Modera: D.I. Odavia Palomino L.

Llamamiento: Isaías 12
Oración de ofrecimiento
Himnos: “Bellas palabras de vida” (13)
                “Cantad alegres al Señor” (81)
Momentos de oración
Lectura bíblica: Isaías 58
Tema: El ayuno auténtico
Himno: “Lugar hay donde descansar” (338)
Ofertorio
Bendición pastoral

EL AYUNO QUE AGRADA A DIOS
Horacio Simian Yofre

E
l profeta proclama una palabra del Señor contra el pueblo a propósito del ayuno. El texto se divide en tres secciones. Is 58,1 es una orden del Señor para que el profeta denuncie ciertos pecados y rebeldías del pueblo, y en particular la práctica de algunas formas de piedad sin tener en cuenta sus exigencias profundas (Is 58,2-5). Hay dos actitudes que están estrechamente unidas en la mente y en la práctica del pueblo: la búsqueda de la voluntad del Señor y el ayuno. Pero es probable que el pueblo espere del Señor sólo las sentencias y decisiones que le convienen (véase Is 30.10-11). Cuando el Señor responde de un modo diferente al previsto, el pueblo se queja de no ser escuchado. Esta búsqueda de la voluntad del Señor está enturbiada por comportamientos injustos (explotación, violencia e hipocresía: Is 58.3-5) que acompañan la práctica del ayuno.
En contraposición a esta manera formalista y meramente ritual de practicar el ayuno, el Señor describe cuál es el auténtico ayuno que él espera: liberación de la opresión y la tiranía, dar de comer al hambriento, vestir al desnudo y evitar la calumnia (Is 58.6-7.9-10). En tales condiciones el Señor se hace presente y acompaña el camino de su pueblo. Como en el desierto, lo precede y lo sigue, se convierte para él en luz en medio de la noche, lo guía y lo alimenta. La mención del desierto (Is 58.11) desemboca en una afirmación de sabor sapiencial: el pueblo mismo se convierte en huerto y en fuente de aguas (véase Is 41.17-20; Sal 1.3).La promesa de Is 58,12 implica que la justicia del pueblo en sus relaciones mutuas es la condición para poder reconstruir la nación.

Guardar el sábado. Is 58.13-14 vuelve sobre el tema de la observancia del sábado, que había sido introducido ya por Is 56.1-8. No es imposible que estos dos versos procuren establecer un equilibrio entre una concepción del ayuno, que alguien habría considerado demasiado espiritual y poco concreta, y una práctica cultual verificable, como son las prescripciones que describen el descanso sabático.
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES

30 – Día del Niño/a

Mayo: Fortalecer la familia, un desafío urgente


1 – Santa Cena / Reunión de Consistorio

El desafío para la iglesia: ser fiel y confiar en la fortaleza divina, L. Cervantes-O.

24 de abril, 2016

Yo, por mi parte,
pondré mi confianza en Dios.
Él es mi salvador,
y sé que habrá de escucharme.
Miqueas 7.7, TLA

La afirmación de la confianza en la fortaleza proveniente de Dios atraviesa la Biblia en todos sus matices, formas y manifestaciones. La certeza de que el Dios de la alianza acompañaba a su pueblo para dotarlo de fuerza se expresó de múltiples maneras para transmitir a las generaciones futuras esa confianza en medio de condiciones adversas y críticas. La variedad de expresiones se manifiesta en que cada creyente, al persistir en esa confianza, acude a las enseñanzas de un pasado cierto y preciso en el que Dios nunca ha dejado de sostener a su pueblo, a pesar de que los signos de los tiempos sean tan ominosos, como lo percibió tan intensamente Miqueas en el siglo VIII antes de Cristo, y señaló arduamente las características del momento.

El profeta rural, defensor de los campesinos de Israel, mira a su alrededor y encuentra un ambiente viciado en todas las relaciones humanas. A partir de ello, hace un recuento minucioso y desencantado, pues su propia situación es complicada: “Yo, Miqueas, soy un miserable,/ y quisiera calmar mi apetito./ Ando en busca de uvas o higos,/ pero no encuentro nada que comer;/ ya todo lo han cosechado” (7-1). Casi un pepenador, el siervo de Yahvé vive en carne propia la miseria que golpea a buena parte del pueblo. El contexto es éticamente cuestionable, como en los tiempos de Abraham, la piedad brilla por su ausencia y cada cual planea dañar a los demás: “Ya no hay en este mundo/ gente buena y que ame a Dios;/ unos a otros se hacen daño./ Sólo esperan el momento/ de matarse unos a otros” (7.2). De los gobernantes e impartidores de justicia no se puede esperar gran cosa, pues también se han corrompido: “Los gobernantes y los jueces/ exigen dinero para favorecer a los ricos./ Los poderosos dicen lo que quieren/ y siempre actúan con falsedad./ ¡Son unos maestros para hacer lo malo! (7.3). La maldad y la hipocresía han llegado a grados extremos: “¡El más bueno y honrado de ellos/ es peor que una mata de espinos!” (7.4a). Pero en medio de todo, el profeta abriga una esperanza y vislumbra la salida puesto que Dios lo ha anunciado: “Pero ya está cerca el día/ en que Dios los castigará,/ tal como lo anunciaron los profetas./ ¡Ese día no sabrán qué hacer!” (7.4b). ¡El mundo que habita Miqueas está devastado por sus gobernantes! Ya antes lo había señalado sin medias tintas en 3.3: “Maltratan mucho a mi pueblo; se lo están comiendo vivo”: “El autor es pesimista, pero no tonto. Afirma que el caos social es provocado especialmente por los que tienen el dinero y el poder. Los únicos responsables que menciona expresamente son los oficiales reales (śar) y los jueces (šopet), acusándolos de codicia y corrupción. Junto a ellos, los poderosos (gadôl) muestran sus ambiciones”.[1]

Estas observaciones y quejas, como tales, no resuelven nada por sí solas, pero tampoco son expuestas para eso; funcionan, más bien, como parte del proyecto profético doble y permanente: denunciar la justicia, anunciar la esperanza y ofrecer alternativas de resistencia. Pero el dilema actual está claro: “Lo importante es pensar si, cuando nos lamentamos por el caos social (cosa que hacen tantos en nuestra época), seguimos el criterio de la nobleza egipcia o el de los profetas de Israel”.[2] La advertencia inicial se centra en no confiar en las palabras interesadas de nadie, en desconfiar crítica y responsablemente de un discurso que persista en seguirlos engañando con falsas promesas, nunca ausentes de procesos similares: “Por eso, no confíen en nadie/ ni crean en lo que otros les digan” (7.5). Es un tiempo muy propicio para los falsos profetas que extravían al pueblo (3.5-7) y que resisten al verdadero mensajero divino que de cualquier manera se hace presente (3.8). Hasta deberían tener cuidado al hablar, pues incluso el ambiente familiar refleja la situación social tan crítica y urgente como parte de la descomposición a que se ha llegado: “Tengan cuidado de lo que hablan,/ porque los hijos y las hijas/ no respetan a sus padres,/ las nueras desprecian a sus suegras,/ y nuestros peores enemigos/ los tenemos en la familia./ ¡Por eso no confíen en nadie,/ ni en su propia esposa!” (7.5b-6).

El oráculo precedente dejó claro que no hay derecho ni justicia. Éste confirma que no hay lealtad entre los hombres. Y lo hace con profunda amargura, detectándolo en todos los niveles y extendiéndolo a todas las personas. Ya estamos acostumbrados a oír hablar de asesinatos, extorsiones, corrupción de la justicia, fraudes. Pero es la primera vez que nos dicen que la mentira llega a los reductor más íntimos, afectando a la misma familia. Y, por vez primera, nadie escapa a este veredicto (v. 2).[3]

Yahvé desea continuar con el pacto, pero desde nuevas bases:

Dios habla sin querer romper su relación con todo el pueblo. Detecta la infidelidad, pero desea que se supere. Por eso interroga, instruye, exhorta (6.1-8). Los oráculos siguientes pretenden convencer a los israelitas de la necesidad de volver a Dios y a la alianza, reflejando, como diría Jeremías, “que es duro y amargo abandonar al Señor, tu Dios” (Jr 2,19). Este aspecto se advierte sobre todo en 7.1-6: la deslealtad no merece un castigo futuro, porque ella misma supone el mayor castigo. Cuando el hombre advierte que no puede fiarse de su amigo, su esposa, su hijo, su familia, ha tocado fondo en su soledad y no puede esperar nada peor.[4]

Es ahí de donde surge la afirmación personal de confianza “Yo, por mi parte,/ pondré mi confianza en Dios./ Él es mi salvador,/ y sé que habrá de escucharme” (7.7). Si Yahvé reitera su disposición para recomponer las cosas (con la dura condición de que la explotación simbolizada por el templo de Jerusalén desparezca), se mantiene la certeza de que la fortaleza divina seguirá sosteniendo al pueblo.

La oración con que concluye el libro (7.14-20), es un modelo de reconocimiento de las pasadas acciones divinas y una extraordinaria petición por que el presente y el futuro contengan nuevas intervenciones de Yahvé en la historia, pues la base de todo es su misericordia: “Dios nuestro,/ cuida de tu pueblo;/ cuida de este rebaño tuyo./ Aunque vivimos en tierras fértiles/ parecemos ovejas perdidas en el bosque./ Tú eres nuestro pastor,/ ven y ayúdanos/ como lo hiciste en otros tiempos. […] / No hay otro Dios como tú./ Somos pocos los que quedamos con vida./ Tú perdonas nuestra maldad/ y olvidas nuestro pecado./ Tan grande es tu amor por nosotros/ que tu enojo no dura para siempre./ ¡Vuelve a compadecerte de nosotros,/ y arroja todos nuestros pecados/ a lo más profundo del mar!/ Déjanos disfrutar de tu amor y fidelidad,/ porque así lo prometiste/ a Abraham, a Jacob,/ y a todos nuestros antepasados”.





[1] José Luis Sicre, “Con los pobres de la tierra”. La justicia social en los profetas de Israel. Madrid, Cristiandad, 1984, p. 307.
[2] Ídem.
[3] Ibíd., p. 306.
[4] Ibíd., p. 311.

Miqueas 7.1-7, TLA

Yo, Miqueas, soy un miserable,
y quisiera calmar mi apetito.
Ando en busca de uvas o higos,
pero no encuentro nada que comer;
ya todo lo han cosechado.
Ya no hay en este mundo
gente buena y que ame a Dios;
unos a otros se hacen daño.
Sólo esperan el momento
de matarse unos a otros.
Los gobernantes y los jueces
exigen dinero para favorecer a los ricos.
Los poderosos dicen lo que quieren
y siempre actúan con falsedad.
¡Son unos maestros para hacer lo malo!
¡El más bueno y honrado de ellos
es peor que una mata de espinos!
Pero ya está cerca el día
en que Dios los castigará,
tal como lo anunciaron los profetas.
¡Ese día no sabrán qué hacer!
5-6 Por eso, no confíen en nadie
ni crean en lo que otros les digan.
Tengan cuidado de lo que hablan,
porque los hijos y las hijas
no respetan a sus padres,
las nueras desprecian a sus suegras,
y nuestros peores enemigos
los tenemos en la familia.
¡Por eso no confíen en nadie,
ni en su propia esposa!
Yo, por mi parte,
pondré mi confianza en Dios.
Él es mi salvador,
y sé que habrá de escucharme.

domingo, 17 de abril de 2016

La fidelidad de Dios y la fortaleza de la fe, Lic. Martha González Pérez

17 de abril de 2016

Doy gracias a Dios porque me abren sus puertas y por invitarme a aprender con ustedes.

Oremos: Dios te damos gracias porque celebramos la vida en el aniversario de esta tu Iglesia. Te rogamos que abras nuestra mente y nuestro corazón a tu enseñanza y que dejemos que el Espíritu que obra en nosotros nos ayude a que aprendamos cómo responder a tu amor y fidelidad permanentes. En Cristo Jesús Señor nuestro, quien fielmente permanece  en nosotros y entre nosotros. Amén.

La fidelidad de Dios confronta diariamente nuestra vida y choca con el sinnúmero de realidades de sufrimiento que se viven desde nuestra persona, en nuestra familia, comunidad, Iglesia y en todo el país. Muchas experiencias de sufrimiento inmerecido como la muerte de niños/as, la desaparición de jóvenes, la desaparición y el asesinato de mujeres, las violaciones de niñas/os, la trata de personas, todos los actos de violencia cotidianos que ya se toman como una manera de vida ‘natural’, los genocidios, las torturas, la violación permanente de los derechos humanos. La violencia hacia el planeta que genera reacciones naturales en los ecosistemas y que generan  desastres naturales. La muerte prematura de un hijo/a, un padre, una madre, un hermano. La separación de las familias por no saber resolver los conflictos. La explotación de la tierra y de los seres humanos que habitan el sur de los continentes en el mundo. El desempleo, la falta de oportunidades de los jóvenes para desarrollarse. Estos son algunos de entre tantos males que llevan al ser humano y a todo ser vivo al sufrimiento casi permanente y natural.
Ante el sufrimiento del ser humano, por lo general muchos se siguen preguntando ¿por qué Dios permite que pase todo esto? ¿Por qué no hace nada? ¿Dónde está su misericordia? ¿Dónde está su amor hacia su creación? ¿Dónde está su cuidado, protección y fidelidad?
Esta porción bíblica en especial tiene un eje trasversal pedagógico ue es el sufrimiento humano sumiso. En el que un hombre expresa su dolor, la angustia que le aqueja pero que  a la vez es la angustia de todo el pueblo al que pertenece.
Estos versículos están precedidos por  lamentos que son el resultado de un día o un periodo de dolor intenso en el que los autores/as nos dejan su legado para que nos unamos a ellos en el dolor de su historia y de la historia, lo cual es reflejo de nuestra propia historia.
Menciona Kasper que “Desde la antigüedad se han realizado reiterados intentos de justificar a Dios a la vista del sufrimiento y el mal existentes en el mundo”[1] a esto se le conoce como la teodicea. Pero ustedes y yo sabemos que la tradición oral que permitió que estas lamentaciones que acabamos de leer llegaran a nosotros,  no  conocía nada de la ‘teodicea’. El texto Bíblico parte de la experiencia de la fidelidad de Dios en las diferentes situaciones difíciles de la vida humana expresada de manera poética en los libros conocidos como sapienciales, entre ellos el libro de Lamentaciones, también están los salmos de lamentaciones como el 6; 13; 22; 31; 44; 57; entre otros. Experiencias vividas de manera reiterada en la historia del pueblo de Dios. Cuya vida refleja nuestras propias situaciones difíciles de sufrimiento personal y colectivo. Situaciones de aflicción y abandono “de Dios” que sienten vivir casi  todas las personas, cuya experiencia genera crisis existenciales.

1. Infidelidad en el ser humano (Ver)
Cada uno de quienes nos encontramos en este lugar puede remitirse a su historia de vida personal, familiar, eclesial y comunitaria y pensar la infinidad de veces que hemos sido infieles a Dios. Entendida la infidelidad como aquella falta de respuesta que Dios exige a su pueblo ante las injusticias que se cometen cada día hacia sus hijas e hijos en todas las dimensiones de la vida.
Todos/as podemos  recordar cuántas veces hemos participado o ejercido de manera consciente o inconsciente en acciones que  provocan dolor hacia otros/as, acciones de odio, venganza, crueldad, inhumanidad, engaño, indiferencia hacia los sufrimientos de las personas, indiferencia hacia los torturados, perseguidos, encarcelados, condenados a morir por luchar en causas justas. La infidelidad al amurallarnos dentro de un espacio cúltico y cerrar los ojos y los oídos ante el sufrimiento humano.
Quizá nosotros mismos/as hemos sufrido esta indiferencia cuando hemos vivido experiencias directas como las mencionadas arriba y hemos sentido el dolor y el abandono de quienes dicen querernos pero sus actos y sus hechos están lejos de ser ciertos.
Casi todos/as hemos vivido experiencias de vida parecidas que nos han puesto en un estado similar al orante de la ‘tercera lamentación”. Experiencias que al final quienes tienen fe y saben de la fidelidad de Dios, terminan en bonanza, porque al igual que el orante, saben que Dios está cerca y tiene cuidado de nosotros.
Perder la esperanza es una reacción natural del ser humano ante las tragedias, creo que en la iglesia hemos visto cómo muchos hermanos y hermanas ante situaciones difíciles simplemente se apartan pensando que Dios no existe ya para ellos porque permitió que vivieran un acontecimiento difícil en su vida.

2. Fidelidad de Dios (Juzgar)
v. 18. Situaciones en las que hemos sentido que  “Se han agotado la fuerza y la esperanza que viene del Señor”. En la Biblia de lenguaje sencillo Isha dice: Me parece que de Dios ya no puedo esperar nada.
Esta última frase fue la expresión de una mujer muy cercana que vive en Guadalajara y que tiene a su hijo desaparecido desde hace varios años. Ella no espera nada de Dios, y ese abandono del que se siente presa la ha inmovilizado y vive en un estado depresivo permanente. Su sentido de vida lo ha perdido. Ya no desea vivir.
Ella a diferencia del orante del verso 20 quien quiere dejar el pasado atrás y que recuerda que no todo está perdido. Ella se siente abandonada por Dios porque no hay quien le haga justicia, porque cada día pide saber si su hijo vive o está muerto. La fuente de sus  lágrimas se ha secado. Nadie la oye ni la ve.
A diferencia de Libia, otras madres como las de los 43 jóvenes desaparecido de la Normal de Ayotzinapa,  reconocen que la esperanza no está perdida del todo, al igual que lo hace el poeta, quien recapacita en su corazón y  decide esperar.
V. 21 Muchos empleados que han perdido en estos días su fuente de trabajo, al igual que el poeta “quieren traer a la memoria todo lo que pueda darles esperanza” y expresan: “Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré”. Siempre los recuerdos sirven de fundamento a la esperanza, que mantiene al orante a la expectativa de que se cumpla la promesa, pero mientras, él aguarda con mucha resistencia. Muchas familias de los desempleados apelan a la ‘economía solidaria familiar’ en la cual los familiares que tienen todavía trabajo, que son de los privilegiados explotados se solidarizan con los que no tienen y comparten el pan, el agua, la sal, la alegría, rogando que pronto pase la situación. 
Menciona Kasper que en la época del Antiguo Testamento para el pueblo “la promesa de fidelidad de Dios fundamenta la esperanza aún en esa extrema situación carente de salida desde un punto de vista humano que es la muerte en vida, y la misma muerte,  así como la confianza en el triunfo de la justicia definitiva y en la vida eterna”[2] de ahí que el orante exclame en el siguiente verso:
v. 22-23 “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias; Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad”. Esto lo cantan quienes han pasado por diversas situaciones  de enfermedades terminales. Estos versos los oí cantar hace unos días a una doctora de 90 años quien ha sido intervenida de dos enfermedades de cáncer y Dios le libró de la muerte. Ella canta alegre y afirma que las misericordias de Dios son nuevas cada mañana y por eso sigue dando vida a través de su profesión. Seguramente ustedes tendrán muchos testimonios en estos XXI años de vida de la Iglesia.
Las lamentaciones nunca terminan sólo en queja, acusación o gritos de desesperación, porque al final, por la misericordia, la fidelidad y el amor de Dios, terminan en cantos de alabanza y gratitud.
Dios tiene compasión de su pueblo y cada mañana se renueva su amor y fidelidad. El orante reconoce que la misericordia del Señor no se extingue ni se agota. El arcoíris, la primavera de la lealtad de Dios lo abarca todo y se construye la esperanza. Es decir que cada día Dios da a todos los seres humanos la capacidad  de renovarse. Por eso cada día, para la doctora Graciela o para cualquier persona de Fe,  puede llegar lo inesperado a su vida. Cada mañana es el Kairós de Dios, el tiempo de su fidelidad, de su misericordia, de su gracia inescrutable según el Sl. 30.5b “Por la noche durará el lloro, y a la mañana llegará la alegría” (BRV); Sl. 90,14 “¡Permítenos comenzar el día llenos de tu amor, para que toda la vida cantemos llenos de alegría”. (BLS).
V. 24. “Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré”, Este verso hace  pensar que cada persona, cada familia, cada  iglesia y cada comunidad, tienen parte de la divinidad de su creador, por eso el poeta sabe que debe esperar. Muchas mujeres presas siguen con la esperanza de que al salir, todavía su familia las abrace, porque ellas a diferencia de los hombres presos, no son visitadas por casi nadie, casi todos sus seres queridos y conocidos se avergüenzan de ellas. De tal forma que algunas organizaciones civiles han realizado proyectos de ‘Arte’ como la enseñanza de técnicas de pintura para que puedan expresar su dolor y sufrimiento generado por sus cautiverios.  (mostrar el libro).
V. 25-26 “Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que lo busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová”. La bondad de Dios justifica la actitud de sumisión  del poeta y la no violencia. Y recurre a la fórmula del silencio. (Éx. 14,14). “Jehová peleará por vosotros y vosotros estaréis tranquilos”.

3. Re-acción a la fidelidad de Dios como muestra de una fe fortalecida (Actuar)
V. 28-30 El orante invita al pueblo a sufrir en silencio y con esperanza. Pero atención, el silencio se refiere a la acción en la que todo el pueblo debe negarse a desesperar. No es momento de hablar con Dios sino de guardar silencio porque  en el silencio Dios hace la obra en el interior del ser humano y Dios habla. El ser humano cuando escucha a Dios puede entonces pensar en acciones que contrarresten su situación de muerte y se conviertan en situaciones de vida y de vida plena.
v. 31-33 Dios no se goza en vernos sufrir, Dios quiere que todo ser humano viva.
V.34-36. Pero, es la presencia de la injusticia lo que desagrada a Dios. Es el mal que el ser humano hace hacia sus semejantes lo que trae destrucción, muerte, desastres humanos y de la naturaleza. Dios conoce los crímenes contra la humanidad pero no controla la historia, aunque es el Dios de la historia. Ha dado a sus hijas e hijos la capacidad para insertarse en la historia de vida, para que el ser humano sea salvado de su inhumanidad y vuelva su vida a Dios.
Ante tal situación el poeta invita y grita:
v. 40 “Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos a Jehová (BRV); “pensemos en qué lo hemos ofendido” (BLS)
El poeta llama al arrepentimiento y a la conversión, invita a pensar en el pecado social y personal en que se vive. Pecado significa todo aquello que conspira contra la humanización del ser humano según el modelo de Jesucristo.  También encontramos la idea de pecado expresada en Hb 12,1-2, aquí el autor o autora, invita a que dejemos todo aquello que nos quita vida y le quita vida a otros/as y que de esta forma ya despojados de todos esos estorbos, podamos correr hacia la meta que es Cristo, quien va adelante.
Actualmente casi todas las personas formamos parte del llamado pecado individual y social, porque vivimos y formamos parte consciente o inconscientemente de la destrucción, violencia, muerte, genocidios, idolatría, en fin, sistemas y estructuras que pareciera que tienen como fin y origen el hacer daño, y la mayoría de las veces permanecemos callados, en silencio haciéndonos cómplices de quienes los cometen.
El pecado entendido como todo aquello que impide al ser humano marchar a la meta de la vida que Dios le pone por delante. Jesucristo es a quien tenemos por delante y él dio ejemplos de la fidelidad de Dios, de su amor y misericordia hacia él y hacia todos los seres humanos sin excluir a nadie.

 Jesús nos enseñó que una de las formas (no la única) es la de la solidaridad con los que sufren por diferentes causas. La solidaridad no como una mera ‘ayuda’ humanitaria ante algún problema o situación eventual de los acontecimientos inevitables de la vida.
“La solidaridad entendida como aquellas acciones que desencadenan corresponsabilidad humana que hace de esa corresponsabilidad una exigencia ética ineludible y del ejercicio de esa corresponsabilidad algo bueno, pleno”.[3] Por eso la iglesia solidaria se inserta en los movimientos que demandan justicia hacia los grupos vulnerados incluso dentro de sus propios miembros.
La solidaridad de la Iglesia muestra en cada celebración litúrgica los signos de su solidaridad como parte de la ofrenda consagrada a Dios en la comunión que celebra la vida en recuerdo del Dador de la vida.
La Iglesia solidaria hace vivo a Jesucristo cuando levanta la copa y reparte y comparte el pan con los violentados por los sistemas de muerte.
La iglesia solidaria celebra sus aniversarios con nuevos proyectos de vida hacia quienes se les ha mermado la vida como consecuencia de los proyectos de muerte.
Sólo siendo una iglesia solidaria podemos  responder a la invitación del orante quien grita al pueblo:

¡Dirijamos al Dios del cielo nuestras oraciones más sinceras y corrijamos nuestra conducta!

Para que así, en la vida de iglesia solidaria y no solitaria consagremos al Dios de la vida nuevos proyectos encaminados hacia actos de justicia que den vida, ésta es la reacción a la fidelidad y misericordia de Dios hacia nuestra persona, iglesia y comunidad y juntos/as podemos unirnos a la alabanza del orante.

Dios, a través de esta lamentación, invita a la iglesia a pegar su boca al polvo para guardar silencio y poder pensar hacia dónde se debe caminar, qué proyectos pueden surgir de la iglesia de Cristo y juntos cantemos:

¡Levantemos nuestros corazones y manos solidarias como una ofrenda de amor a Dios en los cielos!

Que el Dios fiel y misericordioso, el amor y la solidaridad enseñadas por  Jesucristo y la acción del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia siga fortaleciendo nuestra fe para que respondamos en acción a su amor, a su misericordia y a su fidelidad, desde ahora y hasta que él nos llame. Amén.




[1] Walter Kasper. La misericordia, clave del evangelio y de la vida cristiana. Basaury, Vizcaya, Sal Terrae, 2012, p. 123.
[2] Ibid. p. 125.
[3] Jon Sobrino. El principio misericordia. Bajar de la cruz a los pueblos crucificados. Bilbao, Sal Terrae, 1992. P. 220.

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

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