domingo, 29 de marzo de 2015

Un Cordero que asumió el sufrimiento, L. Cervantes-O.

29 de marzo, 2015

Deben saber que han sido liberados de la estéril situación heredada de los mayores, no con bienes caducos como son el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, cordero sin mancha y sin tacha que, existiendo desde antes de la creación del mundo, se ha manifestado al final de los tiempos para el bien de ustedes.
I Pedro 1.18-20, La Palabra (Hispanoamérica)

1. La figura de un cordero indefenso, tomada de Isaías 53 preside toda la imaginería con que los autores del Nuevo Testamento describen la actitud de Jesús de cara al martirio que lo llevó a la cruz para cargar sobre sí los pecados del mundo.

2. Los apóstoles desarrollaron esa imagen y la aplicaron a todos los aspectos de la obra redentora del Señor, considerando que su actitud de entrega y sacrificio marcaría para siempre la fe y el destino de las comunidades.

3. Ninguna actitud triunfalista preside la reflexión de las comunidades a la hora de percibir, con los ojos de la fe, la manera en que el Señor asumió la necesidad de entregarse a una muerte ignominiosa y ofensiva que ganaría la salvación para su pueblo.

4. El apóstol Pedro recuerda con especial intensidad los momentos terribles de la cruz en donde su Señor fue asesinado pero, gracias al milagro de la resurrección, transfigura esa terrible experiencia en una enseñanza profunda sobre el gran regalo que entregó a su pueblo mediante su entrega a la muerte.

5. Los “bienes caducos” a los que se refiere enfatizan la forma en que los creyentes deben relativizar su vida histórica a la luz de los acontecimientos de salvación que los han beneficiado directamente.

6. El “cordero sin mancha” que ha entregado su sangre preciosa, Jesucristo, fue predestinado para llevar sobre sí la tragedia humana y así superarla mediante el amor y el poder de Dios manifestados en su existencia histórica y en su triunfo sobre la muerte.


7. La visión de futuro que preside esta reflexión propone un horizonte de esperanza para todos quienes hacen suyo el impacto del sacrificio del Cordero de Dios en la cruz y su resurrección.

"He aquí el Cordero de Dios...", L. Cervantes-O.

29 de marzo, 2015

Al día siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: —Ahí tienen ustedes al Cordero de Dios [jo ámnos tou theou] que quita el pecado del mundo.
Juan 1.29, La Palabra (Hispanoamérica)

Acercarse una vez más a la última semana de vida de Jesús en los evangelios representa la oportunidad renovada de releer la manera en que los autores del texto sagrado consignaron su visión teológica de los acontecimientos ligados a las acciones salvíficas realizadas en la cruz y confirmadas por la resurrección del maestro galileo. “En el Nuevo Testamento Jesús es presentado como cordero en un triple aspecto, a) Hch 8.32 hace resaltar su paciencia en el sufrimiento; b) 1 Pe 1.19 con las expresiones ‘sin defecto y sin mancha’ pone de relieve la impecabilidad y perfección del sacrificio de Jesús; c) Jn 1.29, 36 señala la fuerza expiatoria de la muerte de Jesús, que quita, es decir, borra el pecado del mundo”.[1] La figura del Cordero de Dios, tal como aparece en la tradición del Cuarto Evangelio y el Apocalipsis es un ejemplo de profundidad simbólica y de una sólida interpretación cristológica del Antiguo Testamento, particularmente del profeta Isaías, aplicada a la persona de Jesús como redentor del mundo. Como parte de ese proyecto, desde el inicio mismo del evangelio aparece en labios de Juan el bautista la afirmación central, al momento de “presentarlo” ante sus propios discípulos y ante quienes serían los testigos de sus actividades. Podría decirse que, luego de la presentación teológica, que se remite hasta la eternidad del Logos (1.1-14), a partir del v. 15 el texto deslinda la figura de Juan para preparar el escenario específico que ocupará Jesús.

“La expresión ‘cordero de Dios’ significa el cordero escogido y predestinado por Dios. Las palabras ‘que quita el pecado del mundo’ (de todos los hombres, sin distinción de religión, raza o nacionalidad) señala a Jesús como a aquel que expía los pecados del género humano y trae la salvación esperada para los últimos tiempos”.[2] Juan, quien ya había dado testimonio de Jesús diciendo que era superior a él (v. 15), y de explicar quién era él a una comisión del Sanedrín con base en Isaías 40.3 (vv. 19-28), al día siguiente pronuncia las solemnes y escuetas palabras de presentación : “Al día siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: —Ahí tienen ustedes al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (vv. 29, 36). Con ellas, aludió al valor expiatorio de la muerte de Cristo, el “cordero del sacrificio”, imagen tomada directamente del Antiguo Testamento, aunque se discute si tal imagen alude al cordero pascual o a los dos corderos que diariamente se sacrificaban en el templo o, más bien, al siervo sufriente de Dios, a quien se compara también con un cordero “que carga con las culpas de todos nosotros” (Is 53.7).[3]

Juan interpretó Isaías 53 a contracorriente de lo que el judaísmo de la época veía en ese texto: su frase “significa que Jesús borra el pecado del mundo ofreciendo su vida en sacrificio, como nuevo cordero pascual dado por Dios para remisión de los pecados del género humano”.[4] Dios entrega al Cordero como sacrificio definitivo y absoluto capaz de abolir todos los demás sacrificios. “Si se sustituye la palabra cordero por ‘sacrificio’, entonces se vuelve comprensible lo descomunal de la afirmación del Bautista. Todos los sacrificios de los hombres no consiguen eliminar el pecado del mundo. él entregó a su único Hijo y no lo escatimó (cf. Rom 8.31-32: probable alusión a Gn 22)”.[5] Esta presentación teológica de Juan marcará todo el ministerio de Jesús tal como es narrado en el Cuarto Evangelio instalando en la mente y la memoria de los discípulos de manera indeleble la huella de la profecía antigua: “…el evangelista dio a las palabras del precursor una forma correspondiente a la idea que de la obra redentora se hacía la conciencia de los primeros cristianos, quienes consideraban a Jesús como el cordero pascual y, al mismo tiempo, hacía alusión a Is 53 (donde el siervo de Dios sufriente es comparado con un cordero llevado a la muerte), como a la profecía fundamental de la muerte de Cristo”.[6]

En la llamada “entrada triunfal” a Jerusalén, el nuevo Cordero de Dios hace una nueva presentación ya en camino directo y mortal hacia la cruz. Se avecinaba la confrontación directa del amor de Dios, expresado en sus palabras y acciones, con los poderes materiales concretados en la fuerza militar romana y la institucionalidad religiosa judía. Cuando los evangelios presentan la llegada de Jesús a la capital de su nación, queda al desnudo la verdadera naturaleza de dichos poderes: son una caricatura degradante del Reino de Dios que está por venir, el cual es anunciado mediante ese gesto profético tan elocuente. El verdadero rey, cuyo poder no consiste de exhibiciones prepotentes, entra a la ciudad en medio de vítores por parte de la gente más pobre, de los marginales del sistema, y se hunde en las entrañas del mismo para ser masacrado impunemente: “Y la gente que estaba con él cuando resucitó a Lázaro y mandó que saliera del sepulcro, contaba también lo que había visto. Así que una multitud, impresionada por el relato del milagro, salió en masa al encuentro de Jesús” (Jn 12.17-28). Allí será sacrificado el mismo día y a la misma hora que los corderos pascuales. “Jesús acepta sin reparos el homenaje de la multitud que lo sigue entre gritos de júbilo, pero la sencillez misma de la escena se encarga de corregir tácitamente sus falsas esperanzas. […] …no es un guerrero a caballo, sino príncipe de la paz, que pone fin a toda guerra y funda un reino pacífico”.[7] Inmediatamente después de la “entrada”, Jesús recuerda y vuelve a anunciar que será “glorificado” (12.23-26), eufemismo juanino para referirse al sacrificio de que será objeto.




[1] J. Gess, “Oveja”, en L. Coenen et al., eds., Diccionario teológico del Nuevo Testamento. III. 3ª ed. Salamanca, Sígueme, 1993 (Biblioteca de estudios bíblicos, 26), pp. 231-232.
[2] Alfred Wikenhauser, El evangelio según san Juan. Trad. Florencio Galindo. Barcelona, Herder, 1967 (Biblioteca Herder, sección de Sagrada Escritura, 95), p. 97.
[3] Idem.
[4] Ibid., p. 98.
[5] J. Gess, op. cit., p. 231.
[6] A. Wikenhauser, op. cit., p. 101.
[7] Ibid., pp. 345-346.

Programa de Semana Santa 2015




29: “He aquí el Cordero de Dios…”
Lecturas bíblicas: Juan 12.12-19; Juan 1.29-42
Expositor: L. Cervantes-Ortiz
Dirige: Blanca Elena Castro M.

29, 17.30, Vésper de Palmas. Un Cordero que asume el sufrimiento
Lectura bíblica: I Pedro 1.13-21
Expositor: L. Cervantes-O.
Dirige: Departamento Infantil

30: El Cordero de Dios es digno de recibir adoración
Lectura bíblica: Apocalipsis 5
Expositor: A.I. Ricardo Ruiz O.
Dirige: A.I. Vicente Orozco G.

31: El Cordero anuncia lo que vendrá
Lectura bíblica: Apocalipsis 6
Expositor: A.I. Hiram Palomino
Dirige: A.I. María Elena Paredes G.

1, 18.45 hrs.
La vida y la muerte en el Apocalipsis
Película: El séptimo sello
Ingmar Bergman (Suecia, 1957)

2: El Cordero cumple el plan divino y llama a la comunión
Lecturas bíblicas: Marcos 14.17-31; 66-72;
Apocalipsis 12.7-18
Expositor: L. Cervantes-Ortiz
Dirige: H. Consistorio

3: El Cordero derrotó en la cruz a los poderes criminales
Lecturas bíblicas: Marcos 15.16-40; Apocalipsis 15.1-4; 17
Expositor: L. Cervantes-Ortiz
Dirige: H. Consistorio

5, 7 A.M.: El Cordero resucitado se une a la iglesia
Lecturas bíblicas: Marcos 16.1-13; Apocalipsis 19.1-10
Expositora: A.I. Marthita Aguilar A.
Dirigen: A.I. Sandra Salgado y A.I. Angelita Martínez L.

5, 11 A.M.: La vida del Cordero y la victoria definitiva de Dios
Lecturas bíblicas: Juan 21.15-23; Apocalipsis 21.9-26
Expositor: L. Cervantes-Ortiz
Dirigen: Lupita Medrano y A.I. Germán Fernández

domingo, 22 de marzo de 2015

Letra 412, 22 de marzo de 2015

DIGNIDAD HUMANA
Karl Barth, Correspondencia con Emil Brunner1916-1966
Instantes. Santander, Sal Terrae, 2005, p. 96.

Habéis sido comprados a un alto precio.
I Corintios 7.23

L

os cristianos pueden y deben reproducir la existencia y la acción de Dios en favor del ser humano, la deferencia con que éste lo trata, de manera que justamente el ser humano sea para ellos el objeto privilegiado de su interés. Precisamente esto es lo que hacen modestamente al buscar, por encima de todo lo demás, al ser humano amado por Dios a pesar de toda su corrupción y su miseria, convirtiéndolo en el auténtico objeto de su interés y haciendo de su derecho, su vida, su libertad y su alegría algo propio. El ser humano les importa. Son “humanistas” desde el principio.
No es posible, por tanto, que una cosa les importe en sí misma; las cosas les interesarán sólo en tanto en cuanto favorezcan o perjudiquen -relativamente, de momento- la causa del ser humano, su dignidad. Ninguna idea, ningún principio, ninguna institución u organización tradicional o de nuevo cuño puede ser para ellos premisa básica de su pensamiento, lenguaje y voluntad. Pues ¿dónde se convertiría el hombre de manera más abominable en lobo para el hombre sino allí donde se creyera obligado a salirle al encuentro en el nombre de algún absoluto? Dado que lo que les importa es el ser humano, a los principios no pueden darles más que un sí o un no relativo, y deben oponer una feroz resistencia a todos los principios que pretendan ser válidos de manera incuestionable.


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CUANDO DIOS ABOMINA QUE LE DEN CULTO
Juan Stam, Protestante Digital, 15 de marzo de 2015

"E
l templo se llenó de humo que procedía de la gloria y del poder de Dios, y nadie podía entrar allí hasta que se terminaran las siete plagas de los siete ángeles" (Apoc 15:8) Este detalle, de un simbolismo muy impactante pero de interpretación algo discutible, remite obviamente a los relatos de la dedicación del tabernáculo y del templo: En ese instante la nube cubrió la tienda de reunión, y la gloria de Yahvé llenó el santuario. Moisés no podía entrar en la Tienda de reunión porque la nube se había posado en ella y la gloria de Yahvé llenaba el santuario. Éxodo 40:34-35 Cuando los sacerdotes se retiraron del Lugar Santo, la nube llenó el templo de Yahvé. Y por causa de la nube, los sacerdotes no podían celebrar el culto, pues la gloria de Yahvé había llenado el templo. 1 R 8:10-11 (2 Cr 5:13-14).
En todo el conjunto simbólico de nubes (o viento o humo) que llenan el templo, la última frase de 15:8 es una excepción; los demás pasajes (Ex 40; 2 R 8; Is 6) simbolizan la gloria y majestad de Dios y no la solemnidad y finalidad de su juicio. Los otros relatos tampoco ponen énfasis en un punto terminal del fenómeno, como hace 15:8, ni menos que la reapertura del templo dependiera de que termine una serie de juicios muy severos.
Es doblemente extraño: el castigo de los impíos no puede seguir adelante sin afectar el culto de los fieles, y el culto de los fieles no puede seguir su curso mientras Dios esté juzgando a los impíos. ¿Qué tiene que ver el uno con el otro? Para todos los buenos cristianos, "ir al templo" es una rutina semanal, que en general se da por sentado como una simple actividad tradicional. Algunos van sin mayores expectativas de posibles sorpresas, otros con gran esperanza y entusiasmo. Pero casi nunca vamos con temor. Sentimos que con asistir estamos haciendo algo bueno, algo que por supuesto agrada a Dios, sin dudar jamás de nuestro derecho de entrada. Si algún día yo llegara al templo y alguien me dijera, "usted no puede entrar hoy", o si encontrara la puerta cerrada con un rótulo, "Templo Cerrado; Dios no está dispuesto a recibirlos", ¡me sentiría muy preocupado!
¿Por qué sería que nadie podía entrar al templo? ¿Qué fuerza tiene una nube, o el humo, para impedir que entren? ¿Por qué tuvieron que suspenderse todos los cultos del templo para la duración de los juicios? ¿Será que los fieles, en vez de alegrarse en el sufrimiento ajeno al contemplar la condena de otros, o felicitarse con confianza presumida que ellos son los justos, más bien ponen la mano sobre el pecho y reconocen su propia indignidad para presentarse ante Dios? Ver la presencia de Dios en la condena de otros les llenó de temor reverente, tanto que no se atrevían a presentarse delante del Señor, hasta que se aclararan todas las cosas.
Entrar en la presencia de Dios no es algo así como un derecho humano, ni un favor que le hacemos a Dios, ni tampoco algo que nosotros podemos merecer. ¿Sería por eso que esta nube de humo vino a interrumpir los rituales del templo? En nuestro mundo actual, de tanta espiritualidad light y tanto evangelio de ofertas y de gracia barata, ¿podría ser también que una nube de humo ha venido entre nosotros y Dios, pero no nos damos cuenta y seguimos adelante con nuestro "show" piadoso?[3] Cuando nos damos cuenta realmente de la santa presencia de Dios, tomamos con temor y temblor el entrar en su templo. Porque Dios está presente ahí, cualquier adoración falsa constituye un sacrilegio frente al mismo rostro del Señor. El culto como espectáculo, como entretenimiento o como masaje en vez de mensaje, no puede ser otra cosa que una blasfemia.
Los profetas hebreos, en la época pre-exílica (que en mucho se parece a la época nuestra), denunciaban con gran vehemencia lo falso e hipócritica de las prácticas religiosas de Israel. El problema no era el culto mismo, sino la osadía de presentarse ante Dios sin hacer su voluntad. El problema tampoco era que estuvieran desatendiendo los cultos y los rituales, sino que pretendían adorar a Dios sin practicar la justicia. Dios mandó al profeta Jeremías pararse en la puerta del templo y advertir a Israel no atreverse a entrar en esos sagrados precintos: Enmienden su conducta y sus acciones... No confíen en esas palabras engañosas que repiten: ¡Este es el templo del Señor!.. Si en verdad practican la justicia los unos con los otros, si no oprimen al extranjero ni al huérfano ni a la viuda, si no derraman sangre inocente en este lugar, ni siguen a otros dioses para su propio mal, entonces los dejaré seguir viviendo en este país... Pero ustedes confían en palabras engañosas... Roban, matan, cometen adulterio, juran en falso, queman incienso a Baal, siguen a otros dioses... ¡y vienen y se presentan ante mí en esta casa que lleva mi nombre... para luego seguir cometiendo todas esas abominaciones! ¿Creen acaso que esta casa es una cueva de ladrones?  Jer 7:1-11.
Comparando a Israel con Sodoma y Gomorra, el profeta Isaías denuncia esta religiosidad falsa: ¡Oigan la palabra del Señor, gobernantes de Sodoma! ¡Escuchen la enseñanza de nuestro Dios, pueblo de Gomorra! ¿De qué me sirven sus muchos sacrificios? -dice el Señor-. Harto estoy de holocaustos de carneros y de la grasa de animales engordados... ¿Por qué vienen a presentarse ante mí? ¿Quién les mandó traer animales para que pisotearan mis atrios? No me sigan trayendo vanas ofrendas; el incienso es para mí una abominación. Luna nueva, día de reposo, asambleas convocadas; ¡No soporto que con su adoración me ofendan! Yo aborrezco sus lunas nuevas y festividades; se me han vuelto una carga que estoy cansado de soportar. Cuando levantan sus manos, yo aparto de ustedes mis ojos; aunque multipliquen sus oraciones, no las escucharé; pues tienen las manos llenas de sangre. ¡Lávense, límpiense!  ¡Aparten de mi vista sus obras malvadas! ¡Dejen de hacer el mal! ¡Aprendan a hacer el bien! ¡Busquen la justicia y reprendan al opresor! ¡Aboguen por el huérfano y defiendan a la viuda! Vengan, pongamos las cosas en claro, - dice el Señor-. Is 1:10-18
Aún más fuertes son las palabras de Amós: Yo aborrezco sus fiestas religiosas; no me agradan sus cultos solemnes. Aunque me traigan holocaustos y ofrendas de cereal, no los aceptaré, ni prestaré atención a los sacrificios... Aleja de mí el bullicio de tus canciones; no quiero oír la música de tus cítaras. ¡Pero que fluya el derecho como las aguas, y la justicia como arroyo inagotable! Amós 5:21-25 Son muy enfáticos en el mismo sentido Os 6:6; Miq 6:6-8, Jer 7:21-23 y 1 Sm 15:22. Todos estos pasajes insisten tajantemente en la práctica de la justicia, e insisten en que sin la justicia, toda la práctica religiosa no es otra cosa que una abominación ante Dios que le da asco. Si no hay justicia, Dios rechaza sus ofrendas (Am 4:4-5), abomina sus festividades y asambleas (Os 2:11; Am 8:10) y no escucha sus cánticos (Os 5:23-24; Am 8:10) ni sus oraciones (Is 1:15; 58:4). […]

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PRIMER ENVÍO LEGAL DE BIBLIAS A CUBA DESDE EU

Tras largas negociaciones más de 83 000 biblias atraviesan el mar desde Estados Unidos rumbo a La Habana en tres contenedores de 12 m. de altura.
Nuevos caminos se abren para la Palabra de Dios en Cuba. Por primera vez, se produce un envío de biblias de forma oficial desde los Estados Unidos hacia la isla. La Junta de Misiones Internacionales (International Mission Board, IMB por sus siglas en inglés) ha informado que fueron necesarias largas negociaciones para que esto fuese posible. Pero finalmente hay más de 83 000 biblias que viajan camino a las iglesias bautistas de Cuba. Los tres contenedores enviados, de 12 metros de altura cada uno, contienen 83.723 biblias en castellano que serán distribuidos entre las iglesias bautistas de Cuba. La embarcación dejó el sur de la Florida durante esta semana el 15 de marzo y se espera que atraque en La Habana el próximo 25 de marzo. Para hacer posible este envío se creó una asociación entre los ministerios IMB, LifeWay Christian Resources, Convención Bautista de Florida, Church by the Glades en Coral Springs, Florida, y otras entidades y personas. LifeWay donó 60.000 Biblias. Mientras que IMB aportó 100.000 dólares para el proyecto. Los Bautistas de Florida contribuyeron con $2,000 y otros proporcionaron fondos para Biblias y recursos adicionales, así como el costo de envío.
El envío es el tercero que los Bautistas del Sur realizan a la isla desde 1999, con lo que el total de biblias enviadas asciende a casi medio millón, informó Kurt Urbanek, líder de estrategia de la organización. Sin embargo, esta es la primera vez que las biblias se están enviando de forma oficial desde los Estados Unidos. […]
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ALGUNOS DATOS SOBRE EL INICIO DE LA CONGREGACIÓN (VI)
A.I. Hiram Palomino L.

C

omo cristianos reconocemos que nuestro Dios guía y gobierna los destinos de los pueblos en cumplimiento de sus promesas, permitiendo que nuevas hermanas hermanos asuman el compromiso de participar en los procesos no sólo históricos de la iglesia, así como el crecimiento espiritual y cuidado de cada persona. Es así como los ministerios del ancianato y diaconado se renovaron y fortalecieron al ser elegidos otras hermanas y hermanos. Estamos convencidos de que en la búsqueda del desarrollo en el servicio, cada persona que asume los distintos ministerios debe esforzarse por ser más que amantes de las novedades, asegurarnos de la dirección del Espíritu Santo. Por eso, la decisión de defender la postura sobre los ministerios femeninos llevó a tomar la determinación de salir del seno de la Iglesia Nacional, pues luego de varias consultas y en reunión congregacional, la iglesia tomó esta decisión con la certeza de que Dios guía el destino de la comunidad hacia horizontes de renovación y cambio, junto con otras comunidades que tienen esperanzas comunes. El futuro nos depara lo que Dios ha preparado y hemos de asumirlo con humildad y valor, siempre dispuestos a obedecer sus mandatos.

Actividades

ESPERAMOS A TODOS LOS/AS DIÁCONOS/ISAS HOY A LAS 17:30 PARA LA 2ª SESIÓN DE CAPACITACIÓN Y ACTUALIZACIÓN

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CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes 24 de marzo, 19 hrs.
Modera: A.I. Pablo Gil M.

Llamamiento: Habacuc 1.12-17
Oración de ofrecimiento
Himnos:
         “Santo Espíritu, dirige” (272)
         “Lo que respira” (706)
Momentos de oración
Lectura bíblica: Oseas 8
Tema: Contra la idolatría de Israel
Himno: “Usa mi vida” (604)
Ofertorio
Bendición pastoral

OSEAS, EL TEÓLOGO
Jesús M. Asurmendi

L
a Escritura es teología, discurso sobre Dios. El libro de Oseas se inscribe de manera directa en este discurso, que vuelve a trazar la historia de las relaciones entre Israel y su Dios. La obra del profeta constituye un eslabón importante de esta historia. Se puede decir que el libro de Oseas es una obra teológica en el sentido genuino de la palabra. Se puede concebir la teología como el encuentro creativo de la experiencia humana del creyente y de las experiencias fundadoras de la fe. Oseas fue teológicamente creador.
En el terreno de la política, Oseas quiso expresar en su tiempo y para su tiempo hasta qué punto la salvación verdadera no se encontraba para Israel en las alianzas políticas con Egipto o con Asiria, sino tan sólo en el Dios de Israel. Desde este punto de vista, su mensaje no es muy diferente del de Isaías, que por aquella misma época predicaba incansablemente lo mismo.
Pero donde Oseas se revela verdaderamente teólogo es en el terreno de la vida cotidiana, en la manera de concebir y de representarse las relaciones con la divinidad. Porque Oseas fue un innovador al utilizar las imágenes “padre-hijo” y “marido-mujer” para hablar de las relaciones entre Dios y su pueblo. Oseas utilizó, por primera vez probablemente, el lenguaje afectivo, y hasta erótico o sexual, para representar las relaciones entre Israel y su Dios. Crear un nuevo lenguaje en el terreno de la teología significa hacer obra de teólogo, sobre todo cuando se trata, como en el caso de Oseas, de utilizar un lenguaje nuevo que transmita representaciones teológicas nuevas y cuando éstas arrastran igualmente concepciones de las relaciones entre Israel y su Dios, diferentes de las que existían hasta entonces. […]
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES

Semana Santa: “Un cordero degollado”: La Pasión según el Apocalipsis
29 – Domingo de Palmas

Crecer a contracorriente en un mundo adverso, L. Cervantes-O.

22 de marzo, 2015

Por entonces, al crecer extraordinariamente el número de los discípulos, surgió un conflicto entre los creyentes de procedencia griega y los de origen hebreo. Aquellos se quejaban de que estos últimos no atendían debidamente a las viudas de su grupo cuando distribuían el sustento diario. […] El mensaje de Dios se extendía y el número de discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén. Incluso fueron muchos los sacerdotes que abrazaron la fe.
Hechos 6.1, 7, La Palabra (Hispanoamérica)

Toda comunidad cristiana es un “laboratorio de eclesiología” y, como tal, reproduce, en su tiempo y circunstancia, los pasos de las primeras comunidades del Nuevo Testamento, socialmente y en el esquema cristológico de vida-muerte-resurrección. La “eclesiogénesis” es un proceso de formación, reproducción e inserción de las formas comunitarias cristianas en medio de las diversas sociedades históricas, las cuales no siempre reaccionan favorablemente a dicho proceso. La eclesiogénesis es “hacer nacer a la Iglesia”, un “recomenzar de la Iglesia”. En palabras de Leonardo Boff: “No se trata de la expansión del sistema eclesiástico vigente, asentado sobre el eje sacramental y clerical, sino de la emergencia de una forma distinta de ser Iglesia, basada sobre el eje de la Palabra y del seglar [laico/a]. Es previsible que de este movimiento que se está adueñando de la Iglesia universal surja un nuevo tipo de presencia institucional del cristianismo en el mundo”.[1]

Como protestantes, con frecuencia olvidamos que en el ámbito hispano-católico venimos de una muy prolongada era (la llamada Cristiandad) en la que ser creyente o no nunca fue una opción real para las personas Fue necesario que esa forma de ser creyentes en comunidad corporativa, autoritaria e impuesta por la fuerza de la costumbre y hasta de las armas, literalmente muriera para dar paso, entonces, al “nacimiento de la iglesias”. Así lo planteó desde los años 70 una magnífica obra del pensador chileno Pablo Richard. La muerte de la Cristiandad significó, por tanto, que la iglesia tenía, por fin, la posibilidad de desenvolverse en el mundo con sus propias armas y recursos y ya no depender de las imposiciones derivadas de su maridaje con los poderes políticos y económicos del momento. Así se lo preguntaba muchos años después: “¿Cómo nosotros, desde los pobres y sin poder alguno, podremos superar un modelo de cristiandad que tiene tanta estructura y poder? Ése es el reto. Aunque desde ya podemos decir, para trabajar con esperanza, que el modelo de cristiandad tridentino tiene mucha estructura y poder, pero poco Espíritu y Teología”.[2]

Habiendo discutido ya los dilemas del crecimiento numérico de la iglesia y esbozado los problemas que plantea la necesidad actual, y a veces hasta obsesiva, por tal crecimiento, es necesario confrontarse con los elementos escriturales y la historia misma de la iglesia para observar, analizar y preguntarle a los textos sagrados en qué momento surgió esa necesidad y si responde efectivamente a la dinámica planteada por ellos en algún momento. Precisamente Richard se ha ocupado de buscar en el libro de los Hechos el transcurrir del movimiento de Jesús antes de convertirse en iglesia institucional y encuentra que el énfasis no se encuentra, aunque se consigna (6.1, 7) en el crecimiento numérico de la comunidad sino en la manera en que estaba construyéndose a sí misma sobre la base de sus nuevas características raciales, sociales y culturales, como es el caso del conflicto entre las familias griegas y hebreas, conflicto obligado podría decirse, en un contexto intercultural. Richard lo comenta así: “No es, por tanto, un problema práctico de falta de servidores a las mesas, sino un problema profundo de discriminación de los Helenistas. […] La solución al problema de la discriminación de los Helenistas no es, por ende, aumentar el número de los servidores de las mesas, sino legitimar y organizar el grupo de los Helenistas”.[3]

La comunidad crece, en todos los sentidos, cuando está bien alimentada por la Palabra y la presencia del Espíritu. En Hechos 6 aparece claramente la voluntad incluyente de la comunidad al abrir sus puertas, no sin dificultades, a los que cada vez eran más diferentes a ellos. El cosmopolitismo de los helenistas desafiaba a los de origen judío a seguir en el camino de la inclusión motivada e instalada por el Espíritu, de modo que el crecimiento numérico de las comunidades, ayer y hoy, no necesariamente es un criterio para establecer juicios de valor sobre la calidad o la intensidad con que se viva la fe. Decir esto no es “curarse en salud” ante la realidad de las comunidades pequeñas sino, más bien, marcar una sana distancia con los énfasis triunfalistas y tratar de asumir el crecimiento integral, tal como aparece en las Escrituras. Al mundo a veces no le conviene que las iglesias crezcan, en otras no le importa en lo más mínimo, pero de cualquier manera los conflictos aflorarán tarde o temprano según se logre el ideal de este “crecimiento integral” al que somos llamados.



[1] L. Boff, Eclesiogénesis. Las comunidades de base reinventan la iglesia. 4ª ed. Santander, Sal Terrae, 1984 (Presencia teológica, 2), p. 10.
[2] P. Richard, “40 años de Teología de la Liberación en América Latina y El Caribe (1962–2002)”, en Rebilac, http://ar.geocities.com/rebilac_coordcont/richardtdl.
[3] P. Richard, El movimiento de Jesús antes de la iglesia. Interpretación liberadora de los Hechos de los Apóstoles. Santander, Sal Terrae, 1998 (Presencia teológica, 105), pp. 76-77.

Hechos 2.1-7


1 Por entonces, al crecer extraordinariamente el número de los discípulos, surgió un conflicto entre los creyentes de procedencia griega y los de origen hebreo. Aquellos se quejaban de que estos últimos no atendían debidamente a las viudas de su grupo cuando distribuían el sustento diario. 2 Los doce apóstoles reunieron entonces al conjunto de los discípulos y les dijeron: —No conviene que nosotros dejemos de proclamar el mensaje de Dios para ocuparnos en servir a las mesas. 3 Por tanto, hermanos, escojan entre ustedes a siete hombres de buena reputación, que estén llenos de Espíritu Santo y de sabiduría, y les encomendaremos esta misión. 4 Así podremos nosotros dedicarnos a la oración y a la proclamación del mensaje.
5 Toda la comunidad aceptó de buen grado esta propuesta, y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás, un prosélito de Antioquía. 6 Los presentaron a los apóstoles, quienes, haciendo oración por ellos, les impusieron las manos.
7 El mensaje de Dios se extendía y el número de discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén. Incluso fueron muchos los sacerdotes que abrazaron la fe.

sábado, 14 de marzo de 2015

Letra 411, 15 de marzo de 2015

ACEPTAR LOS LÍMITES
Karl Barth, Predigten 1954-1967, pp. 215-217
Instantes. Santander, Sal Terrae, 2005, p. 95.

Cada cosa tiene su tiempo.
Qohélet 3.1

Q

ue la criatura puede pervivir gracias a que es sustentada por Dios, significa que puede, como tal criatura, existir dentro de sus límites. Puede tener su lugar en el espacio, su plazo en el tiempo. Puede empezar aquí y acabar allá. Puede llegar, permanecer y partir de nuevo. Puede comprender la tierra y no comprender el cielo. Puede estar aquí libre, y allí atada; aquí abierta, y allí cerrada. Puede entender esto y no lo de más allá; ser capaz de tal cosa y no de otra; Puede realizar esto y no aquello... No es se debe a ninguna imperfección ni a ningún hado funesto el que pueda existir así, dentro de esos límites. Tiene la libertad de experimentar y realizar lo suyo, de hacer lo que pueda, y de tener bastante con ello.
Precisamente en esa libertad la conserva Dios y está inmediatamente referida a Dios como origen y como meta. Precisamente en esa libertad está preparada para hacer realidad su destino, es decir, para vivir de la gracia de Dios en virtud de su gracia. Su oportunidad estriba precisamente en que existe aquí y ahora, en que es así y no de otra manera. Y precisamente pudiendo admitir esta oportunidad suya y haciendo de ella el debido uso, alaba a su Creador. “Quiero cantar al Señor toda mi vida, tocar para mi Dios mientras exista”. La criatura sólo tropieza con la imperfección, con el hado funesto, cuando quiere alabar a Dios por su cuenta, cuando no quiere reconocer o aceptar sus límites.

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2ª sesión vespertina

MODELOS DE IGLESIA PARA HOY (II)
LA VIDA EN COMUNIDAD: MATEO 18
Gustavo Gutiérrez, RIBLA, núm 27

Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. Algo les digo también: si dos de ustedes se ponen de acuerdo, aquí en la tierra, para pedir cualquier cosa, mi Padre que está en el cielo se la concederá. Pues allí donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Mateo 18.18-20, LPH

Los seguidores de Jesús deben vivir en comunidad su fe en el Dios de la vida. Mateo es atento a la riqueza, pero también a las dificultades de esa convivencia; al recordarlo reflexiona la experiencia eclesial que sustenta su evangelio. Por ello da normas muy precisas para ese compartir.

1. Atención a los pequeños
El v. 5 indica ya un primer requisito para la vida en comunidad: dejar de lado toda búsqueda de privilegios y toda preferencia por personas de alto rango social (cf. la carta de Santiago). El mayor en el Reino es el menor en este mundo, el despreciado. Aquellos que siguen esta norma de conducta no deben preocuparse más por saber quién es ‘el más grande’ en la comunidad cristiana, en la Iglesia. Colocando al niño ante sus discípulos, Jesús le quita el piso a esa inquietud desorientadora.
Pero, además, cuando, contrariamente al pedido de acogida hecho por el Señor, se rechaza a los pequeños escandalizándolos, el resultado para quienes lo provocan será el opuesto al que Jesús promete. Quienes así proceden en lugar de entrar en el Reino serán separados definitivamente de él (cf. v. 6). ‘Pequeños’ (mikroi) es un término muy usado por Mateo; se trata de la gente sencilla que los “sabios e inteligentes” menosprecian y tienen por ignorantes, pero a quienes Dios se revela complaciente (cf. 11,25). Ellos son los personajes dominantes de los vv. 6-14; son creyentes en los que se resalta su pequeñez, su fragilidad en la sociedad; vale decir, la misma realidad a la que apuntaba el término niño.
Escándalo significa tropiezo en un caminar. En esta ocasión estamos ante un tropiezo a la fe, y por consiguiente a la vida en comunidad. No se trata en nuestro texto de un hecho aislado y accidental, de una falla individual; sino de una realidad sistemática presente también en el tiempo de la Iglesia. Señalarlo es una de las preocupaciones, y advertencias, de Mateo. El mal es para él un elemento constitutivo de la historia humana. Es una realidad, pero no debe ser algo fatal (cf. v. 7), hay responsabilidad personal en el escándalo. De allí la dureza de las expresiones de los vv. 8-9.
Escandalizar a los pequeños es un impedimento para entrar en el Reino, llamado aquí significativa y escuetamente, sin añadir ningún adjetivo, “la vida”. La sinonimia (presentada varias veces en los evangelios) es particularmente dicente. El párrafo concluye con una norma clara para la convivencia comunitaria y para más allá de ella: “cuídense de menospreciar a uno de estos pequeños” (v. 10). El término empleado para decir menospreciar tiene el matiz de un desdén notorio e insultante, observable por cualquiera. Mirarlos así, ya lo sabemos, es ofender a Dios. Esta conducta no está dictada necesariamente por los méritos morales de la gente sencilla, sino porque son personas sin mayor significación social; en última instancia porque se debe amar como Dios, gratuitamente.
Lo dicho es ilustrado por la célebre parábola de la oveja perdida. El pequeño animal extraviado, necesitado de ayuda, debe ser la primera preocupación del pastor, que hará bien en ir a buscarlo —el texto subraya su iniciativa— dejando momentáneamente a las 99 ovejas. No es una cuestión de números y de mayorías, sino de necesidades y urgencias. Aquella que se encuentra en peligro y distante pasa antes de las 99 que están en resguardo. Aquí no se habla de los pequeños en plural, uno solo es suficiente para motivar el comportamiento aludido. Cada persona tiene un valor decisivo. Otra expresión de la gratuidad, que esta vez impulsa, dejando el terreno seguro y conocido, a una búsqueda inquieta.
La parábola recuerda cuál debe ser la prioridad pastoral de la ecclesia: los pequeños. No sólo no escandalizarlos, se debe también ir en busca de ellos. Se cierra así el círculo abierto en el v. 6 acerca de no poner obstáculos en el camino de la fe de la gente sencilla: “no es voluntad de su Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños” (v. 14). Pero es posible ir más lejos, la parábola tiene también un sesgo misionero. Si bien la Iglesia debe cuidar de los que están dentro de ella, es imperativo igualmente ir más allá de sus fronteras. La Iglesia es misión, Jesús es pastor universal.

2. El amor al hermano
Siguen tres perícopas que nos recuerdan que la Iglesia está formada por justos y pecadores, o más exactamente por personas que son las dos cosas a la vez. El acento ahora está puesto en la vida dentro de la comunidad. La primera de ellas nos habla de la corrección fraterna. El tratamiento es detallado, sólo puede venir de una experiencia eclesial interna. La vida en comunidad no puede basarse en actitudes fáciles y componedoras. El amor cristiano rechaza el amiguismo que se traduce en una especie de coexistencia pacífica. Nada más lejos de una auténtica comunidad, ésta supone fraternidad pero también exigencia mutua.
Si un hermano, un miembro de la Iglesia comete una falta, por ejemplo, la señalada anteriormente como desprecio u olvido de los pequeños, hay que hablarle con franqueza acerca de su alejamiento del Evangelio de Jesús. Para ello es conveniente proceder por etapas que protejan al hermano en dificultad y eviten toda precipitación. Tal vez haya en esto una polémica contra el rigorismo que se vivía en ese entonces en la sinagoga judía. Lo primero es un discreto pero eficaz tú a tú, un diálogo; si se es escuchado, se “ha ganado a un hermano” (v. 15). Eso es lo que debe buscarse. Si esto no da resultado el asunto debe comprometer a otros miembros de la comunidad porque es ella la que está en cuestión. Si la nueva exhortación es desoída será necesario apelar a la comunidad, la ecclesia dice el texto explícitamente (cf. v. 17). Hemos llegado a la última instancia.
Después de ella sólo queda la separación del miembro de la comunidad que se niega a aceptar la Buena Nueva. La alusión a “gentil y publicano” puede chocar, pero como en otros pasajes de los evangelios significa aquellos  que  no  son,  salvo  cambio
posterior, miembros de la comunidad creyente. El v. 18 deja el esquema del procedimiento para el tratamiento de estos casos (que ha seguido una pauta de severidad creciente) y dar el fundamento de estas reglas disciplinarias: lo que se ate o desate en la tierra, lo será igualmente en el cielo. La actitud frente al hermano equivocado no es simplemente una cuestión de oportunidad, ni se limita a una opinión humana; es una exigencia que viene de lejos, ella expresa la vocación y el papel de la Iglesia en la historia humana. Se trata de una autoridad acordada a toda la Iglesia, pero de la que ella no puede hacer uso sino con delicadeza, persuasión y diálogo fraterno.
Plantado a mitad del capítulo se halla un elemento capital de la vida comunitaria: la presencia de Jesús en medio de ella. Esa presencia asegura el valor de la oración en comunidad, ella llegará al Padre. Si nos comportamos como auténticos hermanos, porque de lo contrario las normas de disciplina recordadas pierden sentido. La habitación de Dios en la historia que alcanza su punto más alto en la Encarnación se prolonga en la Iglesia en tanto signo visible del Reino.
La oración es siempre una experiencia de gratuidad, de una cierta ‘inutilidad’ por decirlo así; ella debe poner su impronta en el amor por Dios y por los demás. Sin práctica orante no hay vida cristiana. En ella se da la síntesis de la gratuidad, marco y sentido de este capítulo, y dimensión comunitaria, tarea de la Iglesia. Estos versículos (19-20) nos recuerdan que Cristo es el corazón de la asamblea de los creyentes.
La exigencia frente al hermano recordada líneas arriba, no excluye, por el contrario demanda, saber perdonar. A la pregunta, de un matiz cuantitativo del impulsivo Pedro: ¿“cuántas veces tengo que perdonar”? (v. 21), el propio Pedro insinúa una respuesta generosa: “¿hasta siete veces?”; generosa, dado que el número siete simboliza una cierta plenitud. […]
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ALGUNOS DATOS SOBRE EL INICIO DE LA CONGREGACIÓN (V)
A.I. Hiram Palomino L.

Al mismo tiempo, se ha desarrollado una labor permanente de testimonio y evangelización en diversas actividades, entre ellas, las reuniones de estudio bíblico en hogares, reuniones evangelísticas en parques públicos y desayunos. De la misma manera que cuando iniciamos y no teníamos idea del camino que habríamos de transitar, hoy, al celebrar estos años, y especialmente este último año, estamos descubriendo que para cumplir los propósitos de Dios ha sido necesario cuestionar la sabiduría común y sustituirla por la enseñanza bíblica del sacerdocio universal de los creyentes.

Como cristianos reconocemos que nuestro Dios guía y gobierna los destinos de los pueblos en cumplimiento de sus promesas, permitiendo que nuevas hermanas hermanos asuman el compromiso de participar en los procesos no sólo históricos de la iglesia, así como el crecimiento espiritual y cuidado de cada persona. Es así como los ministerios del ancianato y diaconado se renovaron y fortalecieron al ser elegidos otras hermanas y hermanos. Estamos convencidos de que en la búsqueda del desarrollo en el servicio, cada persona que asume los distintos ministerios debe esforzarse por ser más que amantes de las novedades, asegurarnos de la dirección del Espíritu Santo.

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

29 de agosto, 2021   Yo, Juan, soy su hermano en Cristo, pues ustedes y yo confiamos en él. Y por confiar en él, pertenezco al reino de Di...