sábado, 10 de enero de 2009

Letra 107, 11 de enero de 2009

FIN A LA VIOLENCIA EN GAZA: UN LLAMADO A ORAR Y ACTUAR PARA DETENER LA VIOLENCIA POR PARTE DE LA ALIANZA REFORMADA MUNDIAL

Debido a que sigue aumentando el número de víctimas en Gaza, la Alianza Reformada Mundial (ARM) llama a sus iglesias miembros a orar por aquellos que sufren esta violencia y conflicto, y porque haya paz y justicia en esta región del mundo. Llamamos también a las partes implicadas a poner fin a la violencia y alcanzar un acuerdo inmediato de cese al fuego. Las fronteras de Gaza deben abrirse para recibir la ayuda médica que se necesita desesperadamente para los heridos. Para ello, es imperativo que las Naciones Unidas y la comunidad internacional consigan que ambas partes detengan la violencia. Ninguna forma de violencia es aceptable. Los cohetes de Gaza dirigidos a Israel son destructivos y los incidentes suicidas de bombas no pueden ser aceptados. Constituyen una violación de la santidad de la vida. Condenamos enérgicamente los asaltos aéreos y terrestres de las fuerzas de defensa israelíes que causan muertes sin sentido y lesionan a cientos de personas. Deben cesar inmediatamente. Mientras que cada esfuerzo debe realizarse para terminar inmediatamente con las hostilidades, reconocemos también que esta violencia en Gaza es sólo un síntoma de largas décadas de fracaso de la comunidad internacional, del gobierno israelí y del liderazgo de la comunidad palestina para alcanzar una paz justa y duradera que garantice la seguridad, el bienestar y la autodeterminación de los pueblos palestino e israelí. Como se ha dicho frecuentemente, la paz no es sólo ausencia de violencia sino también la presencia de justicia. Todos debemos orar y actuar para frenar los bloqueos, secuestros ilegales, bombas suicidas, muros de separación y todas aquellas formas de opresión que impiden a la gente en Palestina e Israel experimentar la vida en plenitud que Dios desea para todos.
Anhelamos el fin de 60 años de incertidumbre, violencia y opresión, los cuales han dejado su huella en todas las partes implicadas sin considerar su ubicación étnica, religiosa o política. Nuestra ferviente oración es por el fin de la violencia actual en Gaza, reconociendo que ninguna paz real puede ser el objetivo si no va
seguida de una nueva determinación de las partes acerca de que es tiempo de ujn genuino compromiso para una paz justa. Llamamos a nuestras iglesias miembros a orar por quienes se ven afectados por estos desarrollos insensibles y a comprometerse en acciones que detengan la matanza y construyan una paz justa y duradera. Clifton Kirkpatrick, Presidente Setri Nyomi, Secretario general
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LA VIOLENCIA EN GAZA DEBE DETENERSE INMEDIATAMENTE, DICE EL SECRETARIO GENERAL DEL CONSEJO MUNDIAL DE IGLESIAS


El secretario general del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), Dr. Samuel Kobia, ha condenado “la violencia contra Gaza” y ha llamado “a los gobiernos de la región y otros más” a conseguir la protección de “quienes se encuentran en riesgo [..] en ambas partes de la frontera”.
“Las muertes y el sufrimiento de los últimos tres días son aterradores y vergonzosos, y no dejarán más que muertes y sufrimiento”, dijo Kobia en una declaración del 29 de diciembre. Se refirió a “las más de 300 personas fallecidas, más de 1000 heridas, y otros miles de afectados” en la franja de Gaza como resultado del “bombardeo de una de las zonas más densamente pobladas del planeta”. Esto debe detenerse “inmediatamente”, agregó. La declaración reitera otros llamados del CMI al “gobierno de Israel y a Hamas a respetar las leyes internacionales humanitarias y los derechos humanos” y advierte que en la presente crisis el uso de fuerzas terrestres israelíes profundizará el desastre”. Además, critica “las políticas de cortar los suministros de alimentos, medicinas y combustibles para 1.5 millones de personas en Gaza, y de lanzar cohetes a través de la frontera como un esquema “quirúrgico”. Asimismo, califica de “un terrible periodo de mortandad y pérdidas que ha degenerado en mayor violencia” y señala “la lógica oficial que rechaza sus responsabilidades y que ha llevado a la pérdida de michas vidas”. Recordando una afirmación del comité central del CMI de febrero pasado, que condenaba la “cacería colectiva” de palestinos de Gaza, así como los “ataques a civiles”, Kobia expresó su esperanzada plegaria de que “el nuevo año traiga nuevo valor, liderazgo y nuevo compromiso con el difícil trabajo de establecer la paz en el medio Oriente”.


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LA INSTITUCIÓN SE CONSOLIDA

Protestante Digital, 14 de noviembre de 2009

Calificada por Dilthey como “la exposición literaria y científicamente más perfecta del cristianismo desde sus orígenes”, esta obra, como toda obra maestra de un gran escritor, tiene una historia fascinante y enriquecedora. Apareció por primera vez en marzo de 1536 en Basilea. Calvino estaba por cumplir 27 años y se había refugiado en esa ciudad para dedicarse al estudio y para defender por escrito a sus hermanos franceses perseguidos. En esta primera edición, la obra, escrita en latín, se divide en seis capítulos: I. De la ley, una explicación de los Diez Mandamientos. II. De la fe, explicación del Credo Apostólico. III. De la oración, exposición de la Oración del Señor. IV. De los sacramentos. V. Declaración de que los cinco restantes sacramentos católicos no lo son. VI. De la libertad cristiana, de la autoridad eclesiástica y de la administración política. Se trata de una exposición sencilla de los principios fundamentales de la fe organizada de la manera tradicional que resume las doctrinas esenciales de la naciente fe reformada. En palabras de Leonard, se trataba que "después de la liberación de las almas (por Lutero) se fundara una civilización [...] Estaba reservado al francés y jurista Calvino el crear más que una nueva teología un hombre nuevo y un mundo nuevo". Tal como lo expresaba él mismo en la Epístola que aparece como prefacio, dirigida al rey Francisco I de Francia, que además de pretender justificar a los protestantes acusados de doctrinas perversas, exponía, más que un sistema, una vida experimentada por un alma profunda y ardiente. La carta al rey está fechada el 23 de agosto de 1535. La segunda edición, publicada en Estrasburgo, conservó el contenido esencial de la primera y está marcada por el profundo acercamiento de Calvino a la carta a los Romanos, a los Padres de la Iglesia, y a los escritos de Lutero, Melanchton y Bucero. Esta nueva edición, de agosto de 1539, expone en su "Epístola al lector" los motivos de la nueva edición: básicamente “preparar e instruir a los que se querrán aplicar al estudio de la teología que fácilmente puedan leer la Sagrada Escritura y aprovecharse de su lección entendiéndola bien”. Los seis capítulos de la edición de 1536 aumentaron a 17: Del conocimiento de Dios; del conocimiento del hombre y del libre albedrío; de la ley; de la fe; de la penitencia; de la justificación por la fe, y de los méritos de las obras; de la similitud y diferencia del Antiguo y Nuevo Testamentos; de la predestinación y providencia de Dios; de la oración; de los sacramentos; del bautismo; de la Cena del Señor; de la libertad cristiana; de la autoridad eclesiástica; de la administración política; de los cinco sacramentos falsos y de la vida del hombre cristiano. La tercera edición latina apareció también en Estrasburgo en marzo de 1543, cuando Calvino ya estaba de nuevo en Ginebra. En la nueva edición, Calvino le dedica a los temas eclesiásticos tres veces más extensión que en las dos anteriores
capítulos sobre los votos monásticos (IV) y las tradiciones humanas (XII), y amplió notablemente el capítulo sobre el bautismo (XVII). casi la cuarta parte de la obra es nueva. La cuarta edición latina apareció en Ginebra a comienzos de 1550; en ella el autor agrega numerosas citas de los padres antiguos para apoyar su argumentación. Trata más ampliamente la doctrina de la Biblia, la cuestión de los santos e imágenes, y, en el capítulo XIII habla ampliamente sobre la conciencia. Los capítulos se dividen en secciones, para una lectura más fácil. Esta misma edición se imprimió en 1553 por Roberto Stephanus en Ginebra, siendo la mejor de las ediciones, porque por primera vez trae las citas bíblicas completas (con versículos, una innovación para la época). La quinta y última edición en latín, base de todas las versiones en otros idiomas (excepto el francés) fue publicada por Stephanus, en Ginebra, en 1559. Fueron días difíciles para Calvino, quien aun estando enfermo revisó completamente la obra, dándole un orden nuevo que es la admiración incluso de sus detractores. La obra quedó dividida en cuatro libros, divididos en 80 capítulos, de la siguiente forma: I. Del conocimiento de Dios (caps. 1-18). II. Del conocimiento de Dios Redentor en Cristo; el cual ha sido manifestado primeramente a los Padres debajo de la Ley, y a nosotros después en el Evangelio (caps. 1-17). III. Qué manera haya para participar de la gracia de Jesucristo, qué provechos nos vengan de aquí, y de los efectos que se sigan (caps. 1-25). IV. De los medios externos o ayudas de que Dios se sirve para llamarnos a la compañía de Jesucristo su Hijo y para entretenernos en ella (caps. 1-20). Los libros I y II forman la tercera parte de la obra, los libros III y IV otra tercera parte cada uno. Aproximadamente la cuarta parte del contenido total es completamente nueva. Las características de esta edición definitiva son cruciales: por un lado, toma en cuenta las controversias teológicas de la época y refuerza las posiciones protestantes frente a las católicas y de los demás grupos disidentes. Calvino escribe para los nuevos pastores, dotándolos de un arma valiosísima para su tarea. Además, incorpora, por otro lado, los resultados de sus propios estudios bíblicos: el estudio de la Biblia le sirve para establecer la verdadera doctrina: la Institución se convierte en una “teología bíblica” que pone en orden todos los conocimientos de acuerdo a la sistematización del autor. La primera edición en francés, aparecida en Ginebra en 1541, lleva como título completo: Institution de la religion chrestienne, “en la cual se comprende una suma de piedad, y casi todo lo que es necesario a conocer la doctrina de salud. Compuesta en latín por Jean Calvin, y traducida en francés por él mismo”. La "Epístola al lector" se convierte, en esta traducción en un "Argumento del presente libro", que presenta a la obra como guía para el estudio de la Biblia. Más tarde, cada edición latina es seguida por una traducción francesa revisada. (LC-O)

Fe, crisis y esperanza: la experiencia del pueblo de Dios, L. Cervantes-O.

11 de enero de 2009
1. ¿Cómo se construye la “experiencia espiritual” de un pueblo?
Una pregunta de este tipo reclama respuestas que vayan más allá de la manera tradicional en que se supone que opera la religión, porque lo que se conoce como “experiencia religiosa” es, en sí misma, una construcción social e ideológica que se transmite y se impone. Acostumbrados como estamos a creer que lo sagrado debe ser asumido por las personas para colocarlas en “un mundo parte”, le damos, inconscientemente, la razón a la famosa frase que dice que “la religión es el opio de los pueblos”. Porque si aceptamos, así sea tácitamente, que esto es verdad, nuestra fe, creencia o experiencia espiritual no será muy diferente de la que se expresa cada 28 de mes en el Centro Histórico de la Ciudad de México y en diversos lugares del país: el recuerdo y la insistencia en un personaje que transmite esperanza y vehicula la fe como pocas veces se había visto. Nadie imaginó la forma en que crecería esta festividad, al grado de que se cierran completamente varias avenidas para dar cabida a la multitud que festeja a San Judas Tadeo.
[1] Y es que en tiempos de crisis, precisamente este tipo de experiencias traen a la luz las profundidades de la mentalidad creyente, como oscila, a veces, entre la magia y la devoción auténtica.
Un enorme desafío para todas las iglesias y creencias es sostener comunidades enteras adheridas a una sana esperanza de recuperación, pues si se pliegan a los discursos oficiales de que no hay crisis o de que se saldrá pronto de ella su función profética pierde credibilidad. Por el contrario, si plantean visiones alternativas, también pueden entrar en contradicción con los gobernantes en turno, debido a que los contra-discursos son siempre mal vistos y poco tolerados. Situarse en un término medio, es decir, sin aceptar la propaganda, tratando de mostrar los aspectos poco visibles de la realidad y, al mismo tiempo, en medio de todo, proveer una fuente de esperanza. Se sabe, también, que la gente más necesitada encuentra, casi siempre, razones y motivos para superar las situaciones, incluso mediante soluciones “enajenantes”, como la inclinación a la fiesta y la concentración en esperanzas que pueden resultar falsas. El recurso bíblico de apegarse a la historia y buscar en ella el encuentro con el Dios liberador sigue siendo válido actualmente, pues en la vorágine social, política y económica, la lucha entre las diversas visiones produce un conflicto mayor para encontrar maneras de recuperar y practicar la esperanza.
El “trabajo espiritual” con la gente para reconstruir la esperanza implica que se conoce suficientemente la historia de la salvación y la historia o el desarrollo de las coyunturas que las afecta directamente. Por ello, las comunidades eclesiales de base (CEB’s) han practicado consistentemente un análisis coyuntural que permita discernir adecuadamente “los tiempos y las sazones” de la voluntad de Dios en el mundo. “Discernir los tiempos” y leer la actuación de Dios en el mundo es un ejercicio espiritual ineludible que debe llevarse a cabo a partir de una conciencia sólida de las intervenciones de Dios en la historia. Fuera de esta plataforma, la influencia de los llamados “falsos profetas” en Israel resultó y resulta perniciosa para canalizar el rumbo espiritual de comunidades y naciones enteras, pues lo único que lograron fue crearles falsas expectativas en relación con su presente y su futuro, especialmente cuando se avecinaba una de las mayores tragedias nacionales.

2. Las “noches oscuras” de la fe y la existencia
Los albores del exilio fueron devastadores para el antiguo Israel, pues esa experiencia llegó para quedarse permanentemente en la vida de ese pueblo, hasta la fecha. Pocas personas como el profeta Isaías atisbaron las características del desastre que vendría sobre el pueblo. Un relato incluido en su libro da fe de la manera en que asumió la posibilidad de vivir en “su” tierra: el cap. 43 narra cómo sus discípulos y amigos tuvieron que llevárselo a Egipto, literalmente a rastras. El profeta había crecido en medio de una comunidad de fe que creía firmemente en que la tierra que habitaban era una dádiva de Yahvé. Pero lo que Jeremías y el resto del pueblo no querían aceptar (aunque lo sabían perfectamente, porque la Ley lo afirmaba) era que la posesión de ese territorio estaba condicionada a su fidelidad a la alianza que habían llevado a cabo con su Dios. De modo que cuando se vino la invasión de Babilonia y los acontecimientos desencadenaron el destierro para una porción significativa del pueblo, tuvo que comenzar un largo y penoso proceso educativo para tratar de desligar la relación con Yahvé de la figura de la tierra. (Ese proceso, por cierto, no parece terminar, pues su resistencia al mismo es lo que conocemos como sionismo, es decir, la obsesión de sectores del judaísmo moderno por asentarse en Palestina, con sus desastrosas y mortíferas consecuencias.)
A la destrucción del estado monárquico, del estado de cosas que Jeremías y su generación conocieron, siguió el exilio, la diáspora y el caos en la mentalidad religiosa de la sociedad. Surgirían nuevas maneras de asumir el trato con Dios, pero para ello el pueblo tuvo que afrontar la tragedia y la destrucción: la “noche oscura” de la fe y la existencia. De la oscuridad y el silencio brotaría una nueva espiritualidad, ya no centrada en lo externo y aparatoso sino en la genuina comunión con el Dios que soñó con un pueblo verdaderamente distinto, una comunidad alternativa que pudiera hacer presente en el mundo la justicia y la paz con igualdad. Lejos estaban los años en los que, según el esquema que encontramos en los libros históricos, Yahvé intentó conducir el destino de Israel de tal forma que esa comunidad distinta pudiera hacerse realidad. La “noche oscura” del pueblo, su crisis más profunda, el abandono de la tierra prometida y el inicio de un camino nuevo, lleno de elementos desconocidos. Las Lamentaciones de Jeremías fueron el primer paso, según Walter Brueggemann para procesar la crisis, la destrucción, pues expresan hasta qué punto la nostalgia (en su sentido etimológico) golpeó el corazón del pueblo y nada, en ese momento, era capaz de calmar el dolor por la pérdida, tan grande era el impacto de la confrontación con los designios de Dios propiciados por la situación a la que habían llegado el pueblo y sus gobernantes.
Como se pregunta José Antonio Pineda Sánchez al comentar el libro de Éloi Lecrerc:

¿Cómo encontrar todavía razones para vivir y para creer, en un mundo donde van desapareciendo los puntos de referencia y diluyéndose las instituciones religiosas? ¿Cómo hacerlo en el contexto de una crisis en la que la fe cristiana se ve rodeada de fuertes objeciones? ¿Cómo atravesar esta ‘noche de la fe’ sin perder el ánimo? […] Desaparecieron, aniquilados, todos los signos de su elección. Jerusalén no era más que un montón de ruinas. El pueblo elegido, deportado, dispersado por el inmenso pueblo caldeo en medio de pueblos paganos, se veía reducido a la desnudez primera del ser humano. Ya no sabía en quien confiar. ¿Qué hacía Yahvé en semejante situación? ¿Cuáles eran sus designios? Ninguna respuesta. Sólo un silencio total, el abandono. (www.camineo.info)

Sin asideros visibles, el pueblo tuvo que retornar a lo esencial del pacto con Dios: sinceridad y disposición del corazón, autenticidad en el culto, apego a la Palabra divina. Era un regreso a la simplicidad del desierto, el lugar del verdadero encuentro con Dios y desde dónde Él había planeado la liberación de la opresión. La aridez y la soledad se volvieron condiciones necesarias para retomar el camino, justo aquél que se había perdido cuando la brújula se perdió en las ambiciones caras y volátiles. Hoy, cuando se vislumbran y se viven ya tiempos difíciles, de prueba, duda y desolación, nuevamente es posible decirle al pueblo de Dios que éste se encuentra escondido en los intersticios del sufrimiento y que, más que nunca, sobre todo debido a la acción servicial, incondicional, de Jesucristo, está atento a los vaivenes del ánimo, de la fe que amenaza con marchitarse, pero que siempre será restituida por la esperanza inquebrantable en su amor y su gracia.

Nota
[1] “Arquidiócesis de México publica aclaración sobre San Judas y la ‘santa muerte’”, en www.aciprensa.com/noticia.php?n=23256.

El pueblo de Dios en la noche, de Éloi Leclerc

11 de enero de 2009

¿Cómo encontrar todavía razones para vivir y para creer, en un mundo donde van desapareciendo los puntos de referencia y diluyéndose las instituciones religiosas? ¿Cómo hacerlo en el contexto de una crisis en la que la fe cristiana se ve rodeada de fuertes objeciones? ¿Cómo atravesar esta "noche de la fe" sin perder el ánimo? Releyendo en el Antiguo Testamento la experiencia del exilio del pueblo de Israel en Babilonia —-una experiencia que nos hace pensar en la situación actual—, Éloi Leclerc nos propone una meditación tonificante de la Palabra de Dios. Ni optimismo ingenuo ni repliegue sobre el pasado. Se trata de acoger nuestra "noche de la fe" del modo en que lo hizo el pueblo de Israel en el exilio: no como una catástrofe, sino como una prueba misteriosa que lleva ya en sí misma la esperanza de una renovación. Tal vez Dios esté más cerca que nunca en los momentos en que nos sentimos más pobres y alejados de Él. “En medio de un paisaje desolado, el almendro en flor representa un adelanto luminoso de superación. Y la rama florida luce como el alba en medio de la noche”.
Vivimos en un mundo en el que no resulta fácil creer. Nuestra sociedad se ha organizado al margen de toda referencia religiosa; cree bastarse a sí misma sobre una base enteramente profana. El itinerario del creyente se ha convertido en un asunto puramente privado. Tanto las Iglesias como otras instancias religiosas, tenidas por alejadas de este mundo, acampan al margen de la sociedad. El creyente por su lado se encuentra solo, sin apoyo, en un mundo pluralista, frente a una cultura agnóstica dominante que ya no ofrece signo alguno.
Sólo desde el interior de la fe se puede afrontar el desafío que la misma fe supone. Este libro muestra, a la luz de la Biblia, cómo el momento más sombrío en la historia del pueblo de Dios se convirtió en el más fecundo, el más "creativo", tanto en el plano de la vida espiritual como en el de la fe y el pensamiento teológico.


El exilio del pueblo judío que siguió al desastre nacional del año 587 a.C. y que duró unos 50 años, supuso de hecho una larga travesía nocturna. Vivieron entonces una noche total de las instituciones que servían de coordenadas al pueblo y constituían su identidad: la monarquía, el templo, el sacerdocio, la misma tierra prometida… todo les fue arrebatado. Desapare-cieron, aniquilados, todos los signos de su elección. Jerusalén no era más que un montón de ruinas. El pueblo elegido, deportado, dispersado por el inmenso pueblo caldeo en medio de pueblos paganos, se veía reducido a la desnudez primera del ser humano. Ya no sabía en quien confiar. ¿Qué hacía Yahvé en semejante situación? ¿Cuáles eran sus designios? Ninguna respuesta. Sólo un silencio total, el abandono. El pueblo de Dios tuvo que caminar a tientas en la noche. La Palabra de Dios ya no podía descender de las alturas fulgurantes del Sinaí; tan sólo podía emerger de las profundidades del "corazón quebrantado". A partir de esa pobreza esencial, los hijos de Israel fueron invitados a redescubrir la Alianza, una Alianza inscrita ahora en el corazón. Cuando Dios se calla en la historia del mundo es cuando hay que prestar la mayor atención. Pues es la hora en que quiere hablar al corazón de cada ser humano: "Por eso voy a seducirla; voy a llevarla al desierto y le hablaré al corazón" (Os. 2,16). Lo importante en esos momentos es saber escuchar con nuestro corazón la Palabra de Dios. […]


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sábado, 3 de enero de 2009

Introducción a los Proverbios (I), Arturo Pérez

Libros Sapienciales: Job, Proverbios y Eclesiastés
  • Tratan con la ciencia del saber y procuran llegar a ciertas conclusiones sobre la vida humana y el mundo en general.
  • No es literatura exclusiva de Israel; era cultivada en Oriente. Ej. Egipto y Mesopotamia, o la de China. Los hebreos recibieron influencia literaria aunque no copiaron de ella, sino que por la influencia del Espíritu de Dios, alcanzaron una profundidad de pensamiento y una expresión emocional mayores, basadas en la verdad absoluta de Dios.
  • Moral y Religiosa. (Pr.1:7). Énfasis en un Dios viviente y verdadero que distingue y separa esta sabiduría de todas las demás naciones. La verdadera sabiduría es la divina. Pr.22:17-19.
    Más práctica que teórica. No es un simple ejercicio filosófico o intelectual. Para el hebreo la sabiduría es el arte de llevarse bien con Dios y con los hombres. El sabio es el que responde correctamente a las situaciones críticas. José (Gn.41:39); Salomón (1Re.3:16-28); Daniel (Dan.2:20)

Proverbios

  • “Se descubre el genio, el ingenio y el espíritu de una nación en sus proverbios” (Francis Bacon)
  • Mucha gente de la época antigua no conocía la escritura y los manuscritos eran escasos. Así que los proverbios tenían la virtud de encerrar grandes enseñanzas expresadas concisamente para fortalecer la educación oral de aquel tiempo.
  • La mejor forma de enseñar era con enunciados simples y precisos pero de gran profundidad, que fueran fáciles de recordar. Se probaba la habilidad religiosa por la memorización de los proverbios. Caso de Cristo (Luc.4:23; Mat.13:57) y de Pablo.

Nombre: “Proverbios de Salomón”

  • En 3 ocasiones el libro menciona que esos eran los “Proverbios de Salomón”, y de ahí el nombre del libro (1:1; 10:1; 25:1).
  • El título hebreo de este libro es Mišelēy Šelōmōh, o “los Proverbios de Salomón. La primera palabra del libro es mãšãl.
  • Mãšãl, proviene de una raíz que significa “paralelo” o “similar” o “ilustración”; de ahí que el proverbio es una “descripción a manera de comparación”.

Autores de los Proverbios

  • Salomón (1Re.4:31-32) “pronunció” 3,000 proverbios. Tres referencias dentro (Pr.1:1; 10:1; 25:1); No significa que Salomón haya sido el autor o compositor de todos los proverbios, sino que de la antología de proverbios que hoy conocemos, Salomón compiló algunos propios y otros ajenos.
  • “Hombres sabios” (22:17)
  • “Varones de Ezequías” (25:1)
  • Agur (Pr.30:1)
  • Lemuel (Pr.31:1)

Fechas y periodos de escritura

La mayoría de estos Proverbios fueron “coleccionados” por Salomón (1:1)y terminados de compilar en el tiempo del rey Ezequías (Pro.25:1)
Rango de fechas desde el tiempo de Salomón hasta el tiempo de Ezequías, esto es, desde el 950 al 700 a.C. aproximadamente 250 años.

¿Tema central?

  • Al igual que el libro de Salmos, no consiste en una secuencia temática rigurosa. Más bien se trata de una colección de refranes aunque se pueden agrupar de ciertas maneras.
    “Dichos sabios para instruir acerca de los asuntos prácticos de la vida cotidiana enfatizando el tema del Señor”.
    Palabras claves:
  • “Sabio”, “sabiduría” – 119 veces
    “Instruir”; “instrucción” – 26 veces
    “Hijo mío” – 22 veces (ejemplo, 1:8,10; 21; 3:1; 4:1; 5:1). Estas frecuentes referencias al “hijo mío” enfatizan el deber de instruir a los jóvenes y guiarlos a una vida sabia, basada en el temor de Dios.
  • Textos claves: Pr.1:7; 9:10.

Propósito del libro

  • La función primordial del libro de Proverbios es docente; enseñar sabiduría práctica a la gente y especialmente a los jóvenes que están entrando al mundo adulto. El libro de Proverbios establece este propósito para su escritura: “para entender sabiduría y doctrina” (Pr.1:2-7).
  • Comunicar sabiduría e instrucción;
  • Ayudar a comprender palabras llenas de sentido;
  • Hacer sagaces a los jóvenes inexpertos;
  • Darles conocimiento y reflexión;
  • Enseñar que “la sabiduría no consiste en la contemplación de los principios abstractos que gobiernan el universo, sino en una relación de conocimiento reverente de Dios que se traduce en una conducta acorde con tal relación en situaciones concretas.”
    El temer al Señor nos hace conducirnos de la manera más adecuada en cada ocasión.

Letra 106, 4 de enero de 2009

INSTITUCIÓN DE LA RELIGIÓN CRISTIANA: 470 AÑOS
Protestante Digital, 7 de noviembre de 2006


En marzo de 2006 se cumplieron 470 años de la publicación de la Institución de la Religión Cristiana, la primera y más famosa obra teológica del reformador francés Juan Calvino. Impresa en Basilea, apareció después de su estudio sobre De Clementia, de Séneca (1532). Hacía poco tiempo que Calvino se había convertido al protestantismo. Luego de un conflicto en La Sorbona y de la proscripción del grupo protestante, abandonó París (1534) y se estableció en Basilea, un centro protestante donde vivió bajo el seudónimo de Martinus Lucanius. Allí se consagró al estudio de la teología, concentrándose en la Biblia, así como a la revisión de los Padres Apostólicos y de teólogos contemporáneos como Lutero y Bucero.
La mayor parte de su conocimiento sobre teología católica la adquirió de dos textos medievales: las sentencias de Pedro Lombardo y los decretos de Gracián. El resultado de semejante estudio fue precisamente la Institución de la Religión Cristiana, que en su forma inicial era un catecismo ampliado, en latín, organizado a la manera tradicional las doctrinas esenciales del protestantismo naciente. Contenía también un material suplementario contra los sacramentos que veía como falsos, y algunas ideas sobre la organización de la iglesia.
Esta obra pronto le ganó prestigio como vocero autorizado del protestantismo. Fue la obra de su vida, pues la revisó, tradujo y amplió sustancialmente en ediciones subsecuentes. La edición latina definitiva apareció en 1559, la francesa en 1560, y la primera en castellano, traducida por Cipriano de Valera, en 1597. De 85 mil palabras pasó a 450 mil. La Institución llegó a ser un manual sistemático y completo de la teología dogmática, el más influyente, de hecho, producido durante la Reforma.
Lucien Febvre escribió acerca de esta obra:

Equívoco, confusión, desamparo. Fue entonces cuando se alzó un hombre. Y apareció un libro. El hombre: Juan Calvino. El libro: la Institución Cristiana [...]. ¿Qué aportaba? Una doctrina clara, lógica, coherente, perfectamente ordenada por un maestro al cual, de vez en cuando, resulta tentador aplicar las palabras destinadas a Ario: “una lucidez autoritaria”… Desde luego, y ello no supone disminuir su valor. Lo esencial, sin embargo, es otra cosa —si es verdad que la gran obra histórica de Calvino no fue componer libros, pronunciar sermones, formular y defender dogmas. Fue “educar hombres”. Calvino ha creado, ha formado, ha moldeado un tipo humano que puede o no gustar, con el que pueden o no sentirse afinidades: tal y como es, constituye uno de los fermentos de nuestro mundo, y no sólo de nuestra Francia.( L. Febvre, “Una puntualización. Esbozo de un retrato de Juan Calvino”, en Erasmo, la Contrarreforma y el espíritu moderno. [1957] Trad. de C. Piera. Barcelona, Orbis, 1985 (Biblioteca de historia, 14), pp. 142, 148-149.

La Institución es un trabajo destinado a influir en el rey de Francia para que tratase con benevolencia y comprensión a aquellos profesaban la fe protestante. Es asimismo una declaración de las doctrinas evangélicas y bíblicas a las cuales el autor se hallaba ya definitivamente adherido. A la edad de 27 años Calvino es ya un reformador maduro y un excelente exegeta de las Escrituras. En su epístola dirigido al rey de Francia, Francisco I, explica cómo su intención original ha sido la de suministrar una especie de manual elemental de instrucción para sus compatriotas cuya mayoría esta sufriendo hambre y sed de Cristo y tan poco conocimiento tienen de él. Es sorprendente el arrojo y la intrepidez con que Calvino se dirige a su soberano.
El propósito de Calvino de edificar e instruir mediante este libro a aquellos que se acercaban a la luz de la fe Reforma, no sólo fue alcanzado, sino sobrepasado. El libro, más bien pequeño, que comprendía sólo 6 capítulos sobre la ley, el Credo, la Oración del Señor, los sacramentos, los cinco falsos sacramentos y la libertad cristiana, el poder eclesiástico y la administración pública fue vendido rápidamente. La segunda edición apareció en 1539. Había crecido de tamaño hasta casi tres veces la edición original, con un total de 17 capítulos.
El desarrollo del pensamiento de Calvino se refleja en el hecho de que los dos primeros capítulos están dedicados al conocimiento de Dios y el conocimiento del hombre. El conocimiento de la criatura está ligada al conocimiento de su creador, y este conocimiento es fundamentalmente para todos los demás conocimientos. De acuerdo con esto, forma una magnífica introducción para una gran obra de teología cristiana. En la edición de 1539 encontramos la famosa sentencia inicial, que fue impresa en todas la ediciones subsiguientes: “Casi la totalidad de la suma de nuestra sabiduría que debe ser considerada como verdadera y sólida sabiduría consiste en dos partes: el conocimiento de Dios y el de nosotros mismos”. En la “Epístola al Lector” Calvino declara que su objeto fue preparar y entrenar candidatos en sagrada teología por la lectura de la divina palabra, de tal forma que pudiesen tener una fácil introducción a la misma y proseguir luego en ella con paso inalterable.
La versión francesa (1541) muestra sus progresos literarios, al grado de ser capaz de eludir los artificios. Su prosa trata, sobre todo, de ser vehículo de la verdad. La dignidad, la sinceridad y completa sencillez de propósito son los contrastes del hombre y sus criterios.
La obra, en su versión final, está dividida por Calvino en cuatro libros separados, que a su vez están subdivididos en un total de 80 capítulos. El primer libro se titula “Del conocimiento de Dios creador”, el segundo, “Del conocimiento de Dios redentor, en Cristo, que fue manifestado primero a los padres bajo la ley y a nosotros, después, en el Evangelio”; El tercero, “El medio de obtener la gracia de Cristo: qué beneficios fluyen de ella para nosotros y qué efectos siguen”; y el cuarto, “De los medios externos o auxilios por los cuales Dios nos invita ala unión con Cristo y nos mantiene en ella”. En otras palabras, queda cubierta la totalidad del campo teológico y bíblico. Procede después con lo relativo al pecado, la caída, la servidumbre de la voluntad, la exposición de la ley moral, la comparación del Antiguo y el Nuevo Testamento y la persona y la obra de Cristo como mediador y redentor. Sigue luego con una consideración de la obra del Espíritu Santo en la regeneración, la vida del hombre cristiano, la justificación por la fe, la reconciliación, las promesas de la ley y el Evangelio, la libertad cristiana, la oración, la elección eterna y al escatología (las últimas cosas). Finalmente trata la doctrina de la Iglesia y su ministerio, su autoridad, su disciplina, los sacramentos y el poder del estado. Estamos, pues ante un monumento teológico cuya validez se ha mantenido con el paso del tiempo.
Después de la publicación de la Institución en 1536, Calvino salió de Basilea y fue a Ferrara, Italia, donde la duquesa Renata hija de Luis XII de Francia, toleraba a los protestantes, quizá él, como humanista que era, tenía muchos deseos de conocer Italia. Poco tiempo después salió rumbo a Estrasburgo, pero la guerra entre Carlos V y Francisco I le obligó a desviarse y pasar por Ginebra. El resto de la historia es muy conocido. (LC-O)

Galilea, año 30: para leer el Evangelio de Marcos

Carlos Bravo Gallardo

El evangelio de Marcos fue escrito para una comunidad perseguida, amenazada por las tendencias judaizantes que querían centrarla en el pasado y por movimientos espiritualizantes que vaciaban de contenido humano la persona del Señor resucitado. Marcos hace una corrección fundamental: lo que define al cristiano no es qué dice de Jesús o cómo lo confiesa, sino si lo sigue, prosiguiendo su causa. Al mismo tiempo ayuda a comprender que no cualquier cruz es la cruz de Jesús, sólo la que es consecuencia del compromiso con el Reino de Padre.

Plan de la obra (I)

1. JESÚS, EL MESÍAS, EL HIJO DE DIOS
Para situarse
Aquel gran hombre llamado Juan
Tocan a conversión
¿Papá-Dios u otro Dios?
La decisión
Es tiempo de que Papá-Dios responda al pobre
Compañeros para el Reino

2. JESÚS, RESPONSABLE POR LA VIDA
Contra lo que deshumaniza al hombre
La tentación
Palabras mayores
Conflictos con los buenos. Claves para interpretarlos correctamente
Días después se supo que estaba en su casa
¿Por qué come con pecadores?
El Reino no es un parche
De comidas y de sábados
El sábado, la vida o la muerte
Seguimiento y perseguimiento
La gente y los Doce: seguimiento
La familia y los jefes judíos: perseguimiento
A protegerse llaman
Para que no cualquiera entienda

La fe ante nuevos tiempos, L. Cervantes-Ortiz

4 de enero de 2009
1. Los cambios de época, desafíos para la fe
La fe siempre enfrenta desafíos en medio del tiempo: cada nueva época se presenta como un enigma que debe ir descifrándose a medida que avanza. El cristianismo de hoy no puede vivirse como hace 15, 20 o 30 años, eso sería casi un suicidio, pues la relevancia de la espiritualidad para nuestro tiempo sólo de mide en función del sentido que otorga a las personas para sobrevivir en medio de las crisis. Ahora mismo, cuando la economía mundial vive un estremecimiento que no se veía desde hace casi un siglo, se necesitan recursos espirituales frescos que ayuden a los individuos y comunidades no solamente a “medio vivir”, sino a vivir von esperanza suficiente para atisbar nuevos y mejores horizontes.
Las Escrituras son un testimonio fehaciente de que la actitud del pueblo de Dios ante nuevas circunstancias siempre fue creativa y expectante, pues cada vez que vivía contextos distintos, se preguntaba la forma en que debía ubicarse ante ellos. Es posible observar cómo su actitud estaba dominada por una observación crítica de las actitudes conformistas, pesimistas o acomodaticias, pues la perspectiva profética siempre llamó la atención a que la vida del pueblo oscilaba entre el amor y el juicio de Dios. De esa forma, cuando las cosas no parecían andar bien, se experimentaban las pruebas y conflictos como enromes desafíos para renovar la fe, el culto y la práctica. Por ejemplo, en el exilio babilónico se consideró casi obsoleta la necesidad de grandes santuarios y surgió la sinagoga como un espacio de refugio, reflexión y cambio, todo ello centrado en la atención primordial a la Palabra. La mirada sacrificial cedió su lugar a la disposición por buscar comunitariamente la voluntad divina en los textos sagrados mediante un ejercicio interpretativo constante. Algo similar debemos hacer ahora ante los nuevos tiempos que corren y demandan respuestas concretas de fe y acción.
Israel tuvo que luchar permanentemente contra el tiempo circular, “el eterno retorno”. Yahvé se le manifestó como una divinidad capaz de romper el círculo mediante nuevas manifestaciones de su voluntad y enseñó al pueblo que debía ir más allá de las tradiciones anquilosadas como forma de encuentro con él. Yahvé se relacionó con el futuro de tal forma que el esfuerzo de fe del pueblo a veces iba muy atrás de lo que Dios quería para ellos. En ese aspecto, los liderazgos cumplieron una función
En el Deuteronomio, por ejemplo, nuevas circunstancias hicieron que el pueblo tuviera que reescribir y reinterpretar la Ley. El viejo mandamiento del amor a Dios debía desdoblarse en acciones concretas que actualizaran su vigencia para las nuevas situaciones. Los cambios generacionales obligaban a situar la fe antigua en nuevos contextos y la reconstrucción de las grandes gestas debía tener la capacidad de comunicar la presencia y actuación del Yahvé liberador a quienes no habían sido testigos de esos hechos. Como escribe Shigeyuki Nakanose:

La liturgia era la fuente de abastecimiento de la memoria de la liberación (Dt. 16,1.3.6.12) y del compromiso de la alianza. Así, en el corazón de la vida del pueblo las leyes son preservadas como expresión de su fe en el Dios de la vida y en sí mismo. Como memoria de la liberación de una situación de injusticia para una situación de fraternidad, la liturgia se vuelve un espacio de concientización y apertura a las cuestiones sociales: el compartir y la solidaridad son las consecuencias de la alianza con Dios. La gratitud al Dios vivo y liberador tiene que ser expresada no sólo con el culto, sino con el servicio a los hermanos más pobres y necesitados: el extranjero, el pobre, el huérfano y la viuda (Dt. 24,4s), para concretar una sociedad en la que no haya pobres (Dt. 15,4). La participación en el culto integra a la comunidad —siervos, siervas, esclavos, levitas—; todos son convocados a festejar y alegrarse delante del Dios de la vida (cf. Dt. 12,12). La memoria de la situación de esclavitud y del acto liberador de Dios es expresado en leyes o mandamientos que ayudan al pueblo a vivir la alianza (Dt. 15,15). Con el paso del tiempo, esas leyes son releídas y reciben añadidos en dos dimensiones: en la línea profética de la defensa del pobre y oprimido, y en la línea del Estado que se apropia de ellas y las manipula según sus intereses.
Al inicio, la transmisión de esas leyes y principios tribales era hecha oralmente en las familias (Ex. 12,25-27), en las celebraciones (Dt. 26,5-10), y tenía como base de sustentación la memoria de la liberación de Egipto. Textos posteriores presentan señales de esa memoria: “Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: “¿Qué son estos dictámenes, estos preceptos y estas normas que Yahvéh nuestro Dios os ha prescrito?”, dirás a tu hijo: “Éramos esclavos de Faraón en Egipto, y Yahvéh nos sacó de Egipto con mano fuerte” (Ex. 6,20s).
[1]

2. Nuevos tiempos, nueva existencia, nuevo pensamiento
No siempre cada paso que se da en el desarrollo histórico representa un auténtico avance en la comprensión de la voluntad de Dios. Hoy, por ejemplo, que celebramos la fiesta cristiana de la Epifanía, hay que ver en lo que se ha convertido, con todo y que la imaginación la ha transformado, sobre todo, en una celebración cuyo sentido es captado mayormente por los niños. Para el significado original de la Epifanía, la presencia de los “reyes magos” (como explica Lisandro Orlov: “ni eran reyes, ni eran tres”), ligada a la sospechosa práctica de la astrología, los coloca lado a lado con los fieles seguidores del Mesías:

Estas personas, cuyo número permanece en el misterio más profundo y que hemos hecho que sean tres porque tres son los regalos, proceden de un grupo que está fuera de la comunidad de fe. Otro escándalo. Díos se revela a aquellos grupos que por diversas razones se han colocado o los hemos colocado fuera de los límites de la comunidad de fe. Esta manifestación a estos magos pone en tela de juicio que la salvación no exista más allá de las hipotéticas fronteras que hemos establecido para limitar la acción de Dios a los grupos que consideramos políticamente correctos. Esta realidad puede tener una fuerza sumamente importante para fundamentar nuestra acción pastoral, nuestra reflexión bíblica y la construcción de nuevos paradigmas teológicos. La acción de Dios va más allá de todo lo que podemos comprender y lo peor, más allá de los que podemos tolerar. […]
Indudablemente estos magos están algo confundidos y ellos mismo no han comprendido totalmente la acción de Dios. Realmente los astros, la naturaleza, los pocos y bonitos ríos y lagos que aún no han sido contaminados, ni los cielos con o sin nubes nunca pueden revelar la verdadera naturaleza de la forma de revelarse de Dios. Ni astros ni flores nos pueden revelar a este Dios que para revelarse escoge el esconderse en aquello que nos cuesta aceptar. Si bien la estrella no los dirige hacia el centro del poder político, ellos igualmente y por una concepción teológica tradicional, es decir, desde una teología de la gloria va al palacio porque piensan que allí conocen todo. Es siempre esa tentación de buscar ser validados y reconocidos por los centros de poder. Ese poder busca el asesoramiento de teólogos y estudiosos funcionales al sistema, que siempre los hay en gran cantidad. Conocen las Escrituras pero no las entienden ni las aplican. Su conocimiento de las Escrituras son un obstáculo a la comprensión de los signos de los tiempos.
[2]

Con todo, en la nueva época, Dios los recibe como “paganos” para incorporarlos a la fe mesiánica. Todo un dilema para los puristas… Pablo también advertía sobre el advenimiento de los nuevos tiempos en Colosenses 2.1-15, con una preocupación típicamente pastoral acerca de los retos para los creyentes en relación con el conflicto entre creencias que podían minar su visión de la divinidad de Jesucristo. Porque periódicamente hay embates ideológicos que ponen en riesgo los cimientos de la fe. Ante estos riesgos, propone Pablo hay que situarse consecuentemente para salir airosos de los diversos debates, pues los nuevos tiempos traen también oleadas de nuevas ideas que deben ser evaluadas con criterios sólidos para salir airosos. Hemos de desmenuzar las nuevas ideas que nos esperan para saber hasta qué punto nos desafían para, por un lado, abrirnos nuevos horizontes de comprensión y de exigencia de lectura de los signos de los tiempos, y por otro lado, en qué medida son un reto para superar y así lograr que la fe se sostenga firme en medio de lo desconocido. Dios nos espera siempre más allá de nosotros mismos.
Notas
[1] S. Nakanose, “Para entender el libro del Deuteronomio. ¿Una ley a favor de la vida?”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 23, 1996, en www.claiweb.org/ribla/ribla23/para%20entender%20el%20libro%20de%20deuteronomio.html.
[2] L. Orlov, “Ni eran reyes, ni eran tres”, en www.claiweb.org/predicaciones/nuevo_testamento/mateus/2112_lisandro.html.

La fe ante nuevas épocas


4 de enero de 2009


La fe siempre enfrenta desafíos en medio del tiempo: cada nueva época se presenta como un enigma que debe ir descifrándose a medida que avanza. El cristianismo de hoy no puede vivirse como hace 15, 20 o 30 años, eso sería casi un suicidio, pues la relevancia de la espiritualidad para nuestro tiempo sólo de mide en función del sentido que otorga a las personas para sobrevivir en medio de las crisis. Ahora mismo, cuando la economía mundial vive un estremecimiento que no se veía desde hace casi un siglo, se necesitan recursos espirituales frescos que ayuden a los individuos y comunidades no solamente a “medio vivir”, sino a vivir von esperanza suficiente para atisbar nuevos y mejores horizontes.


Las Escrituras son un testimonio fehaciente de que la actitud del pueblo de Dios ante nuevas circunstancias siempre fue creativa y expectante, pues cada vez que vivía contextos distintos, se preguntaba la forma en que debía ubicarse ante ellos. Es posible observar cómo su actitud estaba dominada por una observación crítica de las actitudes conformistas, pesimistas o acomodaticias, pues la perspectiva profética siempre llamó la atención a que la vida del pueblo oscilaba entre el amor y el juicio de Dios. De esa forma, cuando las cosas no parecían andar bien, se experimentaban las pruebas y conflictos como enromes desafíos para renovar la fe, el culto y la práctica. Por ejemplo, en el exilio babilónico se consideró casi obsoleta la necesidad de grandes santuarios y surgió la sinagoga como un espacio de refugio, reflexión y cambio, todo ello centrado en la atención primordial a la Palabra. La mirada sacrificial cedió su lugar a la disposición por buscar comunitariamente la voluntad divina en los textos sagrados mediante un ejercicio interpretativo constante. Algo similar debemos hacer ahora ante los nuevos tiempos que corren y demandan respuestas concretas de fe y acción. (LC-O)

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

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