sábado, 28 de octubre de 2017

Letra 542, 29 de octubre de 2017

MENNO SIMONS (1496-1561)
100 Personajes de la Reforma Protestante. México, CUPSA, 2017.

Resultado de imagenSacerdote neerlandés nacido en Witmarsum y fallecido en Wustenfelde. “Tuvo una importante educación intelectual en el monasterio de Pingjum. De los veinte a los veintiocho años […] fue aleccionado en “lecturas académicas y disputas sobre teología y filosofía […] los candidatos sacerdotales de la comunidad de los premonstratenses recibieron un entrenamiento académico riguroso. Entre otros, pertenecía a este ámbito la lectura de los padres latinos de la Iglesia como también de otros autores latinos, por ejemplo, Cicerón” (H. Siemens). En 1524, a los 28 años de edad, fue ordenado al sacerdocio católico y nombrado vicario en la parroquia de Pingjum en la Frisia Occidental, cerca de su pueblo natal. Ocupó ese puesto durante siete años y —de acuerdo con su propio testimonio— lo hizo de forma bastante rutinaria. “Pasábamos vanamente el tiempo jugando juntos a los naipes, bebiendo y divirtiéndonos, ay, como es costumbre y hábito de tales gentes inútiles”. Desde su primer año en el sacerdocio empezó a tener dudas en cuanto a la doctrina católica de la transustanciación y más tarde también comenzó a cuestionar el bautismo de infantes.
En 1536, después de leer los escritos de Lutero, se acercó a los anabautistas. Cuando el ala moderada del movimiento se separó del anabautismo revolucionario (Múnster, Ámsterdam), se hizo bautizar de nuevo y fue su “anciano” a partir de 1537. Actuó especialmente en los Países Bajos y el norte de Alemania. Como maestro, pastor y organizador de los sufridos miembros del anabautismo redactó escritos polémicos y de edificación espiritual, entre ellos su obra principal El fundamento de la doctrina cristiana. Los menonitas lo consideran su inspirador. “En el pensamiento teológico de Menno es indiscutible la centralidad de Cristo. Por tal centralidad, entonces, la historia de la Revelación contenida en la Biblia llega a su máximo esplendor en la persona y obra de Cristo. La premisa que se desprende de tal conclusión es que si la Revelación de Dios es progresiva (de luz a más luz), por lo tanto, las creencias y conductas de los creyentes deben cimentarse en la máxima luz, es decir en lo normado por Jesús el Cristo” (C. Martínez García).

Bibliografía
Juan Driver, “Menno Simons y el anabautismo evangélico en los Países Bajos”, en La fe en la periferia de la historia. Guatemala, Semilla, 1997, www.menonitas.org/n3/feph/14.html; Carlos Martínez García, “Un apunte sobre la teología de Menno Simons”, en Magacín, de Protestante Digital, 16 de marzo de 2014, http://protestantedigital.com/magacin/14318/Un_apunte_sobre_la_teologia_de_Menno_Simons; Helmut Siemens, Menno Simons: su concepto de la Biblia, una evaluación. Asunción, CETAP, 2012; Menno Simons, Un fundamento de fe. Asunción, CETAP, 2013; Hans Jörg Urban, “Menno Simons”, en Walter Kasper et al., eds., Diccionario enciclopédico de la época de la Reforma. Barcelona, Herder, 2005, p. 384.
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UNA NUEVA FE PARA UNA NUEVA ÉPOCA: LAS 95 TESIS (IX)
Marco Antonio Coronel Ramos
Universidad de Valencia, 2017

Resultado de imagen para 95 tesis46. Debe enseñarse a los cristianos que, si no son colmados de bienes superfluos, están obligados a retener lo necesario para su casa y de ningún modo derrocharlo en indulgencias.
47. Debe enseñarse a los cristianos que la compra de indulgencias queda librada a la propia voluntad y no constituye obligación.
48. Se debe enseñar a los cristianos que, al otorgar indulgencias, el Papa tanto más necesita cuanto desea una oración ferviente por su persona, antes que dinero en efectivo.
49. Hay que enseñar a los cristianos que las indulgencias papales son útiles si en ellas no ponen su confianza, pero muy nocivas si, a causa de ellas, pierden el temor de Dios.
50. Debe enseñarse a los cristianos que, si el Papa conociera las exacciones de los predicadores de indulgencias, preferiría que la basílica de San Pedro se redujese a cenizas antes que construirla con la piel, la carne y los huesos de sus ovejas.
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Todo ello también queda de manifiesto en el contenido de las tesis siguientes, cuyas afirmaciones podrían ser suscritas por cualquier creyente, y de ahí que pensara que iba a encontrar la anuencia papal. Así, sostiene que es preferible socorrer al pobre que comprar indulgencias (T43); que adquirir una indulgencia y no atender al necesitado atrae la indignación de Dios (T45); y que no hay que descuidar a la familia por gastar dinero en la compra de indulgencias (T46). No cuidar a la familia debidamente era para Lutero un signo de paganismo. Todas estas normas básicas de caridad las infringía el que prefería dedicar su dinero a surtirse de indulgencias por considerarlas más provechosas en materia de salvación que las obras de misericordia. La conclusión de todo ello no puede ser más clara: la caridad despierta lo mejor del hombre; las indulgencias, lo peor (T44), por propiciar la confianza en uno mismo. Por eso, apostilla que cualquier utilidad de las indulgencias es preferible, si estas llevan al hombre a perder el temor de Dios (T49/T32).
Descritos así los peligros de las indulgencias, éstas no pueden ser vistas más que como una opción libre del creyente y no como una obligación (T47). Y todo ello lo dice puntualizando que el papa necesita la intercesión por su persona más que dinero (T48). En estas afirmaciones parece estar intentando conseguir la complicidad de Roma, porque, a su juicio, nadie se opondría ni a sus manifestaciones sobre la caridad ni a esta última de que se rece e implore por el papa. Sin embargo, esa complicidad no era posible, porque, por poner sólo un ejemplo, el cuestionamiento del poder de las llaves socavaba toda la autoridad papal y, con ella, toda la estructura jerárquica de la Iglesia.
Se debe insistir, además, en que la consideración de que la compra de indulgencias es libre (T47), no es simplemente una manera de negarles obligatoriedad. Esa afirmación se asienta en el concepto paulino de libertad, gracias al cual el cristiano se dibuja como ajeno a las prescripciones de la ley (R0 7.6). Las indulgencias serían una suerte de ley, cuyo cumplimiento tendría un efecto casi mágico en la voluntad de Dios. A este tema dedicó la obra La libertad del cristiano (1520), en la que se resume el contenido de esa libertad: “Cree en Cristo; en él te ofrezco toda gracia, justificación, paz y libertad; si crees, lo poseerás, si no crees, no lo tendrás. Porque lo que te resulta imposible a base de las obras y preceptos -tantos y tan inútiles- te será accesible con facilidad y en poco tiempo a base de fe”.
La fe, por tanto, libera de las ataduras de la ley: “San Pedro y san Pablo entendieron la libertad evangélica como una liberación no sólo del pecado y de la muerte, sino también de las cargas establecidas en la ley mosaica y, por supuesto y con mayor razón, del estiércol de tradiciones y opiniones humanas”. Por tanto, sólo de la fe vendrá la auténtica justificación, la pasiva, de la que brota la justificación activa, que sí tiene que ver con las obras. De esta noción de libertad nacerá una ética que implica responsabilidad y, sobre todo, frente a la fórmula tripartita medieval del sacramento de la confesión, una ética del arrepentimiento y del reconocimiento de la culpa —y de la aceptación de la pena—.
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EL PROTESTANTISMO, LA FE INSUMISA
Laurent Gagnebin y Raphaël Picon

Surgido de la Reforma del siglo XVI, el protestantismo es una de las cuatro grandes confesiones que constituyen el cristianismo, al lado de la ortodoxa, del catolicismo y del anglicanismo. Nacido de una protesta teológica contra lo que se percibía como errores y abusos de la Iglesia católica romana, el protestantismo forma una comunidad de Iglesias atravesada por corrientes extremadamente diversas. Bautistas, calvinistas, evangélicos, luteranos, metodistas, pentecostales, por citar a aquellos que tienen una especificidad y una sensibilidad. Sin embargo, todos son protestantes, en razón del lazo que los une a un pedestal de convicciones que trascienden sus particularidades respectivas.
Los reformadores, Lutero, Zwinglio, Calvino, Bucero, Farel y otros, por unanimidad compartieron la convicción que ahora resuena en el corazón del protestantismo: ¡sólo Dios nos puede llevar a Dios! Ninguna institución eclesiástica, ningún papa, ningún clérigo nos puede conducir a él: porque, en primer lugar, Dios es quien viene a nuestro encuentro. Ninguna confesión de fe, ningún compromiso en la Iglesia, ninguna  acción  humana  nos  puede  atraer  la benevolencia de Dios: sólo su gracia nos salva. Ningún dogma, ninguna predicación, ninguna confesión de fe pueden hacernos conocer a Dios: sólo su Palabra nos lo revela. Dios no está sujeto a ninguna transacción posible, su gracia excede cualquier posibilidad de intercambio y reciprocidad. En el protestantismo, Dios es precisamente Dios precisamente en la medida en que nos precede y permanece libre ante cualquier forma de sumisión.
Durante mucho tiempo el protestantismo se definió distinto al catolicismo y en ruptura con él. Llevados a “transformar una respuesta manejada al interior de la Iglesia católica hacia una protesta que en adelante va a actuar afuera de ella” (Jean Baubérot), los reformadores dieron nacimiento a un movimiento teológico y religioso que se emancipó poco a poco de su contexto polémico original. He ahí por qué no podemos comprender el protestantismo sin tomar la justa medida del sistema católico romano al que se refiere, pero he aquí también el protestantismo merece ser pensado por él mismo, en sus características propias, sin ser comparado con aquello de lo que antes se desmarcó. Las Iglesias protestantes, así como sus teologías, sus prácticas religiosas, sus tomas de posición pueden, en efecto, tomar sentido y adquirir legitimidad independientemente del catolicísimo. Si no fuera ese el caso, el protestantismo permanecería tributario de las evoluciones de la Iglesia católica romana. Recibiría de ella, así fuera bajo la forma de un cincel, su verdadera identidad o esperaría que finalmente se disolviera en un catolicismo cercano a las tesis de la Reforma.
Esta singularidad del protestantismo es tanto más tangible como las oposiciones iniciales que casi no se atenuaron. Desde la Reforma, los puntos de ruptura entre el protestantismo y el catolicismo romano se acentuaron. Pensemos en los diferentes dogmas promulgados por el catolicismo que no existían en la época de la Reforma y que están en las antípodas de sus convicciones como la Inmaculada Concepción (1854), la infalibilidad pontifical (1870) o la Asunción (1950). Aquí se trata de un tema histórico y a la vez doctrinal que no se debería descuidar. Dicho lo anterior, los encuentros ecuménicos nos permiten hoy en día evocar esas divergencias en un espíritu de apertura y de confianza recíproca. Esas relaciones no obliteran en nada los términos de un debate que exige tanto claridad como honestidad. Vale más una oposición francamente reconocida y asumida, que un diálogo de apariencia engañosa que ponga sombras y permita la confusión y el relativismo.
El protestantismo es una protesta teológica. Para convencerse, bastaría con acordarse del origen histórico de la apelación “protestante”. […] 19 estados, conducidos por Felipe de Hesse y Jean de Saxe, rechazaron someterse al decreto imperial y redactaron una declaración de protesta. “Nosotros protestamos frente a Dios, así como frente a todos los hombres, que nosotros no consentimos ni nos adherimos al decreto propuesto, en las cosas que son contrarias a Dios, a su santa Palabra, a nuestra buena conciencia, a la salvación de nuestras almas”. […]
El protestantismo no es solamente una doctrina, una práctica religiosa o una expresión teológica particular. Tampoco es exclusivamente un movimiento, una actitud o una manera de ser. Es los dos a la vez. En efecto, predicar un Dios libre e inatrapable, anima la protesta en el encuentro de todo lo que quisiera apropiarse de Dios y poner, en su nombre, a la humanidad bajo su tutela y recusar toda forma de alienación religiosa e ideológica; ello conduce a dar testimonio de un Dios insumiso para siempre frente a todo lo que, precisamente, quisiera sujetarlo.

Traducción: F.J. Domínguez Solano

Actividades

OREMOS POR EL NUEVO PROYECTO DE LA IGLESIA





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500 Años de reformas del Espíritu en la iglesia, L. Cervantes-O.


29 de octubre de 2017

Estoy enterado de todo lo que haces, y sé que tienes fama de obedecerme fielmente. Pero la verdad es que no me obedeces. Así que levántate y esfuérzate por mejorar las cosas que aún haces bien, pero que estás a punto de no seguir haciendo, pues he visto que no obedeces a mi Dios. Acuérdate de todo lo que has aprendido acerca de Dios, y vuelve a obedecerlo.
Apocalipsis 3.1-3a

El Espíritu observa, conduce y enjuicia a la iglesia siempre
Una revisión atenta de la historia de la iglesia puede dar cuenta de la manera en que el Espíritu Santo ha obrado en la vida de su iglesia para reencaminarla en obediencia a las enseñanzas del Evangelio de Jesucristo. Cuando sus tendencias se han alejado de la fidelidad a ese mensaje, los correctivos del Espíritu han sido, en ocasiones, bastante radicales. Eso puede apreciarse especialmente en el caso de las iglesias del Asia Menor, pues recibieron reconocimientos, admoniciones y promesas muy específicas para evaluar su presencia en medio del imperio romano. La mirada radical de la literatura apocalíptica alcanza en las epístolas a las siete comunidades una dimensión universal, pues hoy pueden leerse como exhortaciones transversales para todas las iglesias cristianas.[1] En palabras de Elisabeth Schüssler Fiorenza, cada mensaje concreto obedecía a una especie de mirada transversal del Espíritu, que es capaz de percibir en la simultaneidad de sucesos el meollo de lo que está aconteciendo con las comunidades cristianas en un contexto específico:

La mayor parte de las ciudades a las que se dirigen los mensajes proféticos estaban dedicadas a la promoción de esta religión civil romana. Éfeso, la mayor ciudad de la provincia romana de Asia, era sede del procónsul y competía con Pérgamo en el reconocimiento de su primacía. Lo mismo que Esmirna, era un centro del culto imperial, famoso por las luchas de gladiadores. Pérgamo, ciudadela de la civilización helenista en Asia, reclamaba para sí ser el centro del culto imperial. La ciudad había recibido permiso ya en el año 29 a.C. para construir un templo “al divino Augusto y a la diosa Roma”. La referencia del Apocalipsis al “trono de Satán” podía ser una alusión a este templo. En Tiatira, el emperador era adorado también como Apolo encarnado y como hijo de Zeus. El año 26 d.C. Sardes competía con otras diez ciudades asiáticas por el derecho a construir un templo en honor del emperador, pero lo perdió en favor de Esmirna. Laodicea era conocida no sólo como la ciudad más rica de Frigia, sino también como centro del culto imperial.[2]

La atención que presta cada carta a lo que sucede en cada ciudad forma parte de esa visión aguda capaz de definir en trazos ágiles, pero profundos, un diagnóstico lo suficientemente claro de lo que estaba pasando y la manera de afrontarlo. Cada comunidad cristiana se veía atenazada por un ambiente crítico que le exigía una firme determinación sobre sus convicciones, principios y acciones. Cuando se quiere anular ese contexto y se pretende uniformar la comprensión de la misión de la iglesia en el mundo se deja de ver lo específico como parte del conjunto más grande que el Espíritu desea compartir a los integrantes de las comunidades. El ímpetu por adecuarse a la voluntad del Señor de la Iglesia debería prevalecer sobre los intereses, modas u orientaciones predominantes en el momento histórico que se vivan. La alternativa planteada por el Espíritu abarcó todos los aspectos posibles para que la respuesta de la fe fuera consistente ante las dimensiones de las pruebas y los conflictos:

Parece, pues, que Juan exige una postura teológica libre de componendas. Tanto el autor del Apocalipsis como sus seguidores perciben tal potencial de destrucción y opresión teológicas en los poderes deshumanizadores de Roma y sus aliados, que cualquier compromiso con ellos implicaría la negación del poder salvífico de Dios. La retórica visionaria de la visión inaugural insiste, por tanto, en que Cristo está vivo, a pesar de haber sido asesinado. Quienes se resisten a los poderes de la muerte que amenazan con destruir sus vidas ahora, participarán en el futuro del poder real de Dios y de Jesucristo. A quienes ahora viven pobres y explotados, las “promesas del vencedor” les garantizan lo esencial de la vida en el futuro escatológico: alimento, vestido, casa, ciudadanía, seguridad, honor, poder. Estas promesas no van dirigidas a la gente rica, satisfecha e influyente, sino a los pobres y perseguidos de las comunidades de Asia Menor, con intención de animarlos a que resistan impertérritos y a que vivan fieles a su compromiso cristiano.[3]

Las sabias palabras dirigidas a Sardis (3.1-3a) bien podían servir de referencia general para las demás comunidades: “a) Estoy enterado de todo lo que haces, y sé que tienes fama de obedecerme fielmente. (No basta con tener una imagen policiaca de Dios y de su Espíritu, en el sentido de que todo lo conoce y lo vigila. Hay que sobreponerse a esa forma de control y actuar responsablemente, como si esa mirada no estuviese presente, pero con la firme certeza de que se ejecuta la voluntad de Dios.) b) Pero la verdad es que no me obedeces. (Debe reconocerse directamente, cada vez que sea necesario, que se está en estado de desobediencia y que eso amerita contrición verdadera y profundo deseo de cambio.) c) Así que levántate y esfuérzate por mejorar las cosas que aún haces bien, pero que estás a punto de no seguir haciendo, pues he visto que no obedeces a mi Dios. (El reconocimiento divino a lo hecho con anterioridad es una oportunidad de oro para retomar fuerzas, recuperar la visión y lanzarse en nuevas empresas al servicio del reino de Dios.) d) Acuérdate de todo lo que has aprendido acerca de Dios, y vuelve a obedecerlo” (El conocimiento teológico acumulado es un enorme potencial espiritual que poder ayudar a retomar el camino. No debe perderse esa sana tradición cristiana para ponerla por obra).

Obedecer a la voz del Espíritu para reformarse siempre
Como bien escribieron Laurent Gagnebin y Raphaël Picon, la fe de la Reforma Protestantes es siempre “una fe insumisa”, es decir, una fe que encuentra en el beneplácito de Dios la esencia de su acción y pensamiento. Llegado el momento de la protesta en el camino de la reforma de la iglesia en el siglo XVI había que hacerlo y establecer de manera categórica las características del movimiento en marcha:

El protestantismo es una protesta teológica. Para convencerse, bastaría con acordarse del origen histórico de la apelación “protestante”. Ésta nos viene de un suceso bisagra en la historia de la Reforma y del cristianismo occidental: la Dieta de Spira de 1529. […] Diecinueve estados, conducidos por Felipe de Hesse y Jean de Saxe, rechazaron someterse al decreto imperial y redactaron una declaración de protesta. “Nosotros protestamos frente a Dios, así como frente a todos los hombres, que nosotros no consentimos ni nos adherimos al decreto propuesto, en las cosas que son contrarias a Dios, a su santa Palabra, a nuestra buena conciencia, a la salvación de nuestras almas”. El adjetivo “protestante”, fue entonces aplicado por extensión a todos los partidarios de la Reforma. La actitud de esos príncipes contestatarios recela de los dos elementos a los que nos envía la etimología de la palabra “protestante”: el testimonio (testis, en latín) por el que alguien afirma, reconoce, confiesa lo que sabe o cree, y la contestación (protestari) por la cual se expresa una resistencia, una crítica, una protesta.[4]

No siempre la iglesia está en condiciones de obedecer al Espíritu para reformarse lo suficiente y así ser más fiel al Evangelio de Jesucristo. Pero lo que puede hacer es estar dispuesta a escuchar la voz que el Espíritu le presenta en su Palabra. Toda reforma humana será siempre incompleta, pues únicamente el Espíritu puede llegar hasta la raíz de todas las cosas. Dejarse reformar por el Espíritu no es una opción para las iglesias, es todo un desafío, obligación y hasta un destino. Las diversas reformas del pueblo de Dios en la historia han sido la muestra de una voluntad soberana constante de cambio para la fe comunitaria. Los episodios en que el Espíritu ha propugnado cambios profundos son momentos de revelación de la voluntad divina. La iglesia debe vivir en espíritu de reforma en permanente alerta ante sus limitaciones y excesos. Las iglesias de Asia Menor (hoy Turquía) desparecieron, pero forman parte del testimonio bíblico de la acción del Espíritu Santo en medio de su iglesia de todos los tiempos.
Si nos asumimos como protestantes y reformados, hemos de leer las Escrituras siempre en clave de reforma y de protesta, esto es, de inconformidad e insumisión ante los valores dominantes para así poder proclamar proféticamente, una y otra vez, el mensaje liberador de Jesucristo para todos los tiempos. Celebramos estos 500 años de reformas guiadas por el Espíritu Santo, como parte de un enorme abanico de acciones que ha llevado a cabo entre su pueblo a fin de hacer presentes el amor y la justicia divinas. Y con Jacques Ellul afirmamos que, más allá de nuestras esperanzas humanas que puedan cumplirse o no en el tiempo que nos toca vivir, la grandeza de las promesas del Señor relativas a su Reino es vigente y absolutamente actual que nos conduce a una mirada realista de los mundos material y espiritual, pero ya muy lejos de la conciencia medieval, para replantearnos radicalmente la forma en que actúa Dios en el mundo:

Seguramente, una de las más importantes consecuencias de la Reforma bajo la óptica del mundo, fue la desacralización en sus diversas formas. Los reformadores recordaron con vigor que Dios está en el cielo y el ser humano en la tierra; que el mundo es el lugar del Príncipe de este mundo; que el hombre es por naturaleza, y de manera definitiva, pecador y sin ninguna posibilidad de hacer el bien: el mundo es el mundo. Y por ello está habitado por potencias sagradas, y nada en el mundo excede a la grandeza del hombre; no hay misterio en el mundo, no hay barreras naturales que signifiquen algo en sí mismas. […]
La presencia de lo sagrado al interior de este mundo asegura, en efecto, de manera intrínseca, una significación de los sucesos en la historia: los hombres saben por ellos mismos lo que hacen y a dónde van; esto les es dicho y asegurado por la existencia de algo sagrado en la historia; lo mismo sagrado pone además límites a la acción del hombre: hay tabúes, existe lo que se puede y lo que no se puede. […]
…brutalmente, los reformadores intervienen en esta sutil y delicada construcción, he aquí que ellos “rechazan de golpe mil años de teología casi unívoca” y rompen la tela fácilmente tejida. No hay nada sagrado en el mundo y, además, la Iglesia y el Estado no son más sagrados uno que otro. Las cosas son cosas: no hay espíritus en ellas, la materia es materia, incluso si es del hombre. No hay nada de venerable en la naturaleza —la historia no tiene significación por ella misma; nada está, por sí mismo, prohibido; el hombre dejado a sí mismo es un ciego, incapaz de ningún bien y destinado a la muerte. Si la historia tiene un sentido, es por la atribución de una significación extrínseca, que viene de Dios. Si el hombre hace el bien, es por la acción extrínseca de Dios que actúa sobre él por la gracia y no existe ninguna continuidad posible de la naturaleza y de la gracia… El mundo desacralizado, vuelve a ser plenamente el mundo. No un mundo sin ley, sino un mundo que no tiene las mismas leyes que la Iglesia, un mundo que no puede ser cristianizado desde el exterior, bajo la óptica de que no se puede actuar con la hipocresía de hacer como si se fuera cristiano sin serlo, como si lo sagrado que se desea no fuera otra cosa que idolatría, ilusión, mentira y rechazo de Dios. […]
La Iglesia ya no podía ejercer poder ni sobre el mundo ni sobre el hombre, ni tampoco imponerle leyes. Todo lo que si podía era anunciar la Palabra de Dios a ese mundo y a ese hombre, testimoniar por sus obras y por la vida de los cristianos, y por sus palabras, la obra cumplida por Dios en ese mundo y para ese hombre.[5]



[1] Explica E. Schüssler Fiorenza, “Algunos grupos marginados, como los montanistas, los movimientos milenaristas medievales, el ala radical de la Reforma, así como ciertos movimientos utópicos revolucionarios modernos, apelaron a la autoridad profética del Apocalipsis tanto más cuanto más insistía el cristianismo oficial en su marginalidad canónica”, Apocalipsis, visión de un mundo justo. Estella, Verbo Divino, p. 20, http://ebam.org/libros/Libro-Apocalipsis%20Vision%20De%20Un%20Mundo%20Justo-Schussler%20Fiorenza%20Elisabeth%20.pdf.
[2] Ibíd., p. 82.
[3] Ibíd., p. 86. Énfasis agregado.
[4] L. Gagnebin y R. Picon, El protestantisme. La foi insoumise. París, Flammarion, 2000, pp. 11-12. Traducción de Francisco J. Domínguez Solano.
[5] J. Ellul, “Actualidad de la Reforma” (1959), en Com-Unión, año I, núm. 2, julio-diciembre de 2016, pp. 22-23, https://issuu.com/cmirp/docs/02-comuni__n-jul-dic2016. Trad. de F.J. Domínguez Solano.

Apocalipsis 3.1-13

Escribe al ángel de la iglesia de Sardes: “Yo tengo los siete espíritus de Dios y las siete estrellas. Escucha lo que te voy a decir: Estoy enterado de todo lo que haces, y sé que tienes fama de obedecerme fielmente. Pero la verdad es que no me obedeces. Así que levántate y esfuérzate por mejorar las cosas que aún haces bien, pero que estás a punto de no seguir haciendo, pues he visto que no obedeces a mi Dios. Acuérdate de todo lo que has aprendido acerca de Dios, y vuelve a obedecerlo. Arrepiéntete. Si no lo haces, iré a castigarte cuando menos lo esperes; llegaré a ti como el ladrón, que nunca sabes cuándo llegará a robar.

4 Sin embargo, en Sardes hay algunas personas que no han hecho lo malo. Por eso, andarán conmigo vestidos con ropas blancas, símbolo de victoria y santidad, pues se lo merecen.

5 A los que triunfen sobre las dificultades y mantengan su confianza en mí, los vestiré con ropas blancas, y no borraré sus nombres del libro de la vida. Y los reconoceré delante de mi Padre y de los ángeles que le sirven.

6 Si alguien tiene oídos, que ponga atención a lo que el Espíritu de Dios dice a las iglesias.

7 Escribe al ángel de la iglesia de Filadelfia: Yo soy el verdadero Hijo de Dios. Yo gobierno sobre el reino de David. Cuando abro una puerta, nadie puede volver a cerrarla; y cuando la cierro, nadie puede volver a abrirla. Ahora escucha lo que te voy a decir: 8 Estoy enterado de todo lo que haces, y sé que, a pesar de que tienes poco poder, me has obedecido en todo y nunca has negado conocerme. Por eso, pon atención: Voy a darte la oportunidad de servirme, y nadie te lo podrá impedir. Yo te he abierto la puerta, y nadie podrá cerrarla. Ya verás lo que haré con esos mentirosos que pertenecen a Satanás. Dicen que son judíos, pero en realidad no lo son. Haré que se arrodillen delante de ti, para que vean cuánto te amo.

10 Todos en el mundo tendrán dificultades y sufrimientos. Pero a ti te protegeré, porque tú me obedeciste cuando te ordené que no dejaras de confiar en mí. 11 Pronto regresaré. Sigue creyendo fielmente en mí, y así nadie te quitará tu premio.
12  A los que triunfen sobre las dificultades y mantengan su confianza en mí, les daré un lugar importante en el templo de mi Dios, y nunca tendrán que salir de allí. En ellos escribiré el nombre de mi Dios y el de la ciudad celestial, que es la Nueva Jerusalén que vendrá. También escribiré en ellos mi nuevo nombre.
13 Si alguien tiene oídos, que ponga atención a lo que el Espíritu de Dios les dice a las iglesias.

domingo, 22 de octubre de 2017

Letra 541, 22 de octubre de 2017

MARINA DE GUEVARA (¿?-1559)
100 Personajes de la Reforma Protestante. México, CUPSA, 2017.

Resultado de imagen para marina de guevara libroMonja española que, al momento de su ejecución, tenía más de cuarenta años. Participó en el círculo reformista de Valladolid. “Era hija de don Juan de Guevara, vecino de Treceño, en las montañas de Santander. Por su madre, doña Anade Tabar, estaba emparentada con los Rojas y con don Alfonso Téllez Girón. Lorente extracta su proceso, del cual resulta que el arzobispo de Sevilla, movido por los ruegos de sus parientes, tenía interés en salvarla; pero como se negó a declarar muchas cosas que se le preguntaron, y en sus testimonios se contradecía, tuvo que condenarla ‘por’ ficta y simulada ‘confidente’” (M. Menéndez y Pelayo).
El testimonio en su contra provenía principalmente de las hermanas y de la madre abadesa, pero también de un hombre que la había visitado y le había hablado a través de una ventana enrejada. El proceso verbal completo es revelador de todo lo que acaecía en un convento. Por otra parte, es preciso saber que algunos de los testigos fueron ellos mismos sospechados y seguidamente ajusticiados. La doctora Cazalla fue a dar un sermón a las monjas y les dijo que las buenas obras no contribuían a la salvación, pero eran la prueba de la salvación. La contribución no es una condición de la salvación, pero sí una señal de la acaecida justificación. Las abstinencias debían ser prescritas como sentimientos interiores. Tres años antes se había sometido a penitencias tan ásperas que la abadesa le había advertido de tener cuidado de su propia salud. La abadesa pidió que a Marina le concedieran recibir la extremaunción, porque parecía en punto de muerte, y dijo que siempre había tenido una conducta absolutamente ejemplar. Fue juzgada culpable de herejía y sometida al brazo secular (es decir autoridad civil, porque la iglesia aborrece desparramar sangre). Después de la proclamación de la sentencia, el auto de fe lo presenciaron el rey Felipe II y su hermana Juana de Portugal, junto con el príncipe heredero don Carlos, la corte y los prelados, todos sentados en la tribuna pública de la plaza de Valladolid, el 8 de octubre de 1559.

Bibliografía
Roland Bainton, “Mujeres de la Reforma: Marina de Guevara”, en Women of Reformation, en ALC Noticias, 26 de octubre de 2015, http://alc-noticias.net/es/2015/10/26/mujeres-de-la-reforma-marina-de-guevara/, traducción de versión italiana, de Lucy Tufani; “Segundo auto de fe, día 8 de octubre”, en Juan Antonio Llorente, Historia crítica de la Inquisición de España [1870], http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080015867_C/1080015872_T4/1080015872_012.pdf); José Ignacio Tellechea Ydígoras, Doña Marina de Guevara, ¿monja cisterciense luterana? Edición y comentario de un proceso inquisitorial. Madrid, Fundación Universitaria Española, 2004.
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UNA NUEVA FE PARA UNA NUEVA ÉPOCA: LAS 95 TESIS (VIII)
Marco Antonio Coronel Ramos
Universidad de Valencia, 2017

Resultado de imagen para lutero tesis40. La verdadera contrición busca y ama las penas, pero la profusión de las indulgencias relaja y hace que las penas sean odiadas; por lo menos, da ocasión para ello.
41. Las indulgencias apostólicas deben predicarse con cautela para que el pueblo no crea equivocadamente que deban ser preferidas a las demás buenas obras de caridad.
42. Debe enseñarse a los cristianos que no es la intención del Papa, en manera alguna, que la compra de indulgencias se compare con las obras de misericordia.
43. Hay que instruir a los cristianos que aquel que socorre al pobre o ayuda al indigente, realiza una obra mayor que si comprase indulgencias.
44. Porque la caridad crece por la obra de caridad y el hombre llega a ser mejor; en cambio, no lo es por las indulgencias, sino a lo más, liberado de la pena.
45. Debe enseñarse a los cristianos que el que ve a un indigente y, sin prestarle atención, da su dinero para comprar indulgencias, lo que obtiene en verdad no son las indulgencias papales, sino la indignación de Dios.
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La realidad, sin embargo, parecía ser muy distinta, y de ahí que el mal uso de las indulgencias hubiera conducido a lo que él considera una interpretación perjudicial del poder de las llaves y del tesoro de la Iglesia, al que alude en la T37 cuando menciona los beneficios de Cristo. Descrito el tema de esta manera, Lutero muestra la imposibilidad intelectual de conciliar las indulgencias con la contrición (T39). Este hecho será explicado en La cautividad babilónica de la Iglesia como un intento consciente y continuado de confundir al pueblo, a pesar de que, con ello, «no han dejado hueco alguno para la fe en Cristo», y ha propiciado determinadas costumbres -peregrinaciones, vigilias o ayunos que convencen al pueblo “de que [el Reino de Dios] llegará en virtud de estas prácticas”.
El reformador inserta en su escrito ahora las T40-51, en las que sintetiza su doctrina sobre el perdón. La T40 le sirve de enlace con las proposiciones anteriores, ya que es la afirmación manifiesta -y a su juicio incontrovertible- de que la auténtica contrición no busca evitar las penas. Póngase esto en relación con la definición de perfecto en la Teología alemana y que recuerda aquel famoso anónimo soneto castellano que empieza diciendo: “No me mueve, mi Dios, para quererte / el cielo que me tienes prometido, / ni me mueve el infierno tan temido / para dejar por eso de ofenderte”.
Las indulgencias, entendidas como salvoconducto hacia el cielo, sólo servirían para tranquilizar vanamente al pecador, y de ahí que éste pueda caer en el error de preferir comprar una indulgencia a practicar las obras de caridad (T41). El mismo pensamiento aparece en los Artículos de Esmalkalda (1537), donde se insiste en la peligrosidad de dar seguridad al pecador en sí mismo, porque ese sentimiento es contrario a la humildad de la conversión y “porque el mérito de Cristo no se consigue a fuerza de obras nuestras o de nuestros peniques, sino por la fe en la gracia, sin dinero alguno y sin mérito; no se ofrece por la potestad ministerial del papa, sino por la predicación o por la palabra de Dios”.
La T40 es, igualmente, el punto de partida de una suerte de teoría de la misericordia, que Lutero elabora en las proposiciones siguientes, para mostrar cómo las indulgencias avivan la yesca del pecado. Rogará entonces, en concreto, que se evite que el pueblo prefiera las indulgencias a las obras de caridad (T41). Lutero se niega a creer que esa fuera la intención del papa al firmar las bulas de indulgencias (T42). Esta T42 es clave para poder explicar las 95T no como un intento de romper con Roma, sino como un eslabón más dentro de las múltiples llamadas que se venían haciendo en pro de la reforma de la Iglesia.
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PROTESTANTISMO
Aleandro Moreno, El Financiero, 13 de octubre de 2017

El 31 de octubre de 1517, el monje Martín Lutero dio a conocer sus 95 tesis, clavándolas, según se dice, en el portón de la iglesia del castillo en Wittenberg. El episodio marca el inicio de la Reforma protestante, hace 500 años.
En una biografía reciente de Lutero, Lyndal Roper apunta que las 95 tesis eran tan sólo una semilla de todo un pensamiento reformista que se fue gestando durante varios años (1). Las ideas de la Reforma protestante se fueron construyendo en los intercambios y debates de Lutero y otros ‘rebeldes’ con la Iglesia católica y con el Sacro Imperio Romano y, popularizándose gracias al magistral manejo que Lutero hizo de la nueva tecnología de información en ese entonces: la imprenta. 
En su historia de las redes sociales, Tom Standage estima que de seis millones de panfletos impresos durante la primera década de la Reforma protestante, Lutero era responsable de un tercio, lo cual lo hacía un autor viral. Imagine a un tuitero hoy acaparando 30 por ciento de los tuits. Con un discurso ferozmente antiestablishment, alternando latín para las élites y alemán para las masas, Lutero era el principal y más grande tuitero. 
En México, Inegi reporta que el catolicismo ha bajado, mientras que otras religiones ligadas con el protestantismo han aumentado. El censo de 1990 registró 90 por ciento de católicos, proporción que bajó a 88 por ciento en 2000 y a 83 por ciento en 2010. Agregando a los diversos grupos de religiones protestantes históricas o reformadas, a los cristianos evangélicos, a los pentecostales y a otros grupos bíblicos (como testigos de Jehová, adventistas y mormones), todos en su conjunto representaban 4.9 por ciento en 1990, 7.3 por ciento en 2000, y 9.7 por ciento en 2010.
De acuerdo con estos datos, uno de cada diez mexicanos comparte hoy una fe con orígenes en la Reforma protestante. No todos son afectos de votar, ni de involucrarse en los asuntos del César, o mejor dicho, del Estado, particularmente los de las vertientes bíblicas. Sin embargo, apegados a nuestra usual curiosidad de saber cómo vota la gente, ¿a qué partido político son más afines los protestantes y los evangélicos en México?
Las encuestas nacionales de El Financiero realizadas en 2016 y 2017 han preguntado la religión como parte de su catálogo usual de preguntas demográficas. Agregando las siete encuestas nacionales nos permite tener siete mil 936 entrevistas en total, de las cuales 925 encuestados reportaron pertenecer a alguna fe o religión de origen protestante, como las mencionadas anteriormente. Esta proporción está ligeramente por arriba de lo que indica el censo de hace siete años, por lo que quizás capta un crecimiento posterior.
Las preferencias partidistas según la religión de los entrevistados nos indican que el PAN y el PRI atraen más simpatizantes entre los electores católicos, mientras que los protestantes tienden a preferir en mayor instancia a Morena. Las diferencias no son tan marcadas, pero algo dicen: el apoyo al PAN es cuatro puntos mayor entre los católicos que entre los protestantes, mientras que la brecha en el PRI es de cinco puntos. Por el contrario, Morena atrae un apoyo cinco puntos más alto entre protestantes que entre católicos.
El resto de los partidos no muestran diferencias notables, salvo Encuentro Social, donde el apoyo protestante es dos a uno sobre el católico.
Parece que los dos partidos más tradicionales y longevos, PAN y PRI, cuentan con un mayor apoyo católico. En contraste, el partido más de izquierda y más anti-sistémico, Morena, es el que atrae más votos protestantes.
Quién hubiera pensado que el legado de lo que fue anti-sistémico hace 500 años en un pueblo alemán sea hoy lo más anti-sistémico en México rumbo a las elecciones de 2018. Otro aspecto a tener en mente.
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JOCABED, MADRE PRIVADA DE SU HIJO (II)
Margot Kässmann

Más tarde, cuando la madre se convenció de que no podría seguir escondiendo al hijo, cuando se hizo imposible mantener oculto al alegre chiquillo, fue imperioso preguntarse: “¿Qué hacer? ¿Qué sucederá si los guardias del faraón lo descubren? ¿Qué pasará si algún vecino nos traiciona?”.
El embarazo hace extremadamente frágil a la mujer. No sólo experimenta profundos cambios en su cuerpo; la necesaria reorganización de su vida y las fluctuaciones hormonales sobrecargan también su psique. La futura madre se enfrenta ahora a problemas totalmente nuevos, entre los cuales está el de cuidar al hijo que crece en su vientre. ¿Qué va a pasar? ¿Cómo puedo proteger a mi hijo? ¿Cómo voy a crear condiciones que garanticen el pleno desarrollo de mi hijo? Los milenios transcurridos desde entonces han cambiado muchas cosas, las condiciones de vida son hoy muy distintas en el mundo, pero hay algo que sigue siendo igual: los miedos que suscitan en una mujer el embarazo y el parto, los pensamientos y las preocupaciones por la vida que comienza.


Actividades



OREMOS POR EL NUEVO PROYECTO DE LA IGLESIA



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TERCERA CONFERENCIA SOBRE LOS 500 AÑOS DE LA REFORMA PROTESTANTE
Miércoles 25 de octubre, 19 hrs.




Francisco Prieto es dramaturgo, narrador y ensayista. Estudió Comunicación, Antropología social y la maestría en Filosofía en la Universidad Iberoamericana, en donde fue profesor de literatura, historia de la cultura y comunicación interpersonal, así como director del Departamento de Comunicación; productor y conductor de programas culturales de radio y televisión. Traductor del francés. Shakespeare y yo se estrenó en 1964. Colaborador de Comunidad, Vuelta, Proceso, La Cultura en México, Diorama de la Cultura. Autor de Lutero o el criado de Dios y Tres novelas del deseo y la culpa.

PELÍCULA ESPECIAL, HOY, A LAS 17.30 HRS.
LUTERO, EL REVOLUCIONARIO RENUENTE


D
ocumental que integra una visión autobiográfica del reformador, al final de su vida, con opiniones contemporáneas sobre él. La Iglesia Católica utilizó todo su poder para acallarlo, utilizando incluso acusaciones de herejía y excomunión. Protegido por su soberano, Federico el Sabio, Lutero continuó escribiendo críticas radicales sobre la Iglesia. Mientras tanto, desarrolló un nuevo sistema de fe que posicionó la libertad del creyente sobre los rituales de la Iglesia.
Ayudado por los medios de comunicación escritos recientemente inventados, sus ideas se extendieron rápidamente. Fue llamado ante el Parlamento Imperial alemán en la ciudad de Worms y se le advirtió que debía retractarse.
Arriesgándose a la tortura y a la ejecución, Lutero lo rechazó, proclamando su inalienable derecho a creer en lo que desease. Su postura se convirtió en una leyenda que inspiró la revolución en toda Europa, derrocando a la milenaria hegemonía de la Iglesia. Pero a medida que la reforma se expandió en un movimiento para la libertad social, Lutero se encontró abrumado por el ritmo del cambio, y declaró que sus seguidores deberían implicarse más con Dios en todas las esferas.
Public Broadcasting Service,
Estados Unidos, 2016
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES

29 – Domingo de la Reforma/ Culto unido
30-31 – Coloquio internacional Protestantismo y mundo moderno: a 500 años del inicio de la Reforma luterana y su influencia en Iberoamérica 
30 – Concierto coral, Gante 5, 19 hrs.
31 – Culto Magno, Gante 5, 19 hrs.

sábado, 21 de octubre de 2017

Legado y actualidad de la labor reformadora en la iglesia, L. Cervantes-O.

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22 de octubre de 2017

Si alguien tiene oídos, que ponga atención a lo que el Espíritu de Dios les dice a las iglesias. […] Así, todas las iglesias sabrán que yo conozco los pensamientos y deseos de todos…
Apocalipsis 2.17, 23a, TLA

La labor reformadora, obra exclusiva del Espíritu
Cuando se habla de la enorme necesidad de que las iglesias obedezcan la voz del Espíritu Santo, tal como está plasmada en las cartas de Apocalipsis 2-3 a las comunidades de Asia Menor, y modifiquen su mentalidad, frecuentemente se cuestiona el papel histórico de las reformas religiosas del siglo XVI, pues se considera que, por encima de los propósitos de quienes las dirigieron está el plan divino para conducir a su iglesia. Y eso es verdad, solamente que la forma que había alcanzado la iglesia en esa época Se dice también que en esos movimientos prevalecieron los intereses políticos y económicos de las clases dominantes y que la iglesia únicamente cambió de dueño, pues a partir de entonces ella obedeció a los caprichos de los príncipes y gobernantes. Es posible que este tipo de críticas que, en rigor, hacen poca justicia a las situaciones históricas con que se estableció la Reforma en tantas regiones de Europa y después fuera de ella, suenen bien para algunos oídos poco acostumbrados a reconocer la manera en que el Espíritu ha conducido el rumbo de la iglesia.
Algunas lecciones de las cartas de Ap 2-3 tienen que ver, primero, con el reconocimiento explícito de aquello que se está haciendo bien en cada comunidad específica. Obtener el reconocimiento del Espíritu proporciona a la iglesia una plataforma de fe suficiente para continuar la marcha con un mínimo de confianza en que la labor cotidiana marcha por el sendero adecuado. Así sucedió con las siete comunidades destinatarias de tales cartas. El carácter de las mismas está signado por su contexto: el profeta perseguido y exiliado muestra “su exigencia ante ellas, pues piensa que pueden perder su identidad cristiana (dejar su comida y fidelidad comunitaria), ajustándose al entorno social y religioso del Imperio”.[1] Esas siete comunidades “son compendio y signo de todas las iglesias (vinculadas como única esposa-ciudad en 19.7”.[2] Al reconocimiento le sigue, en cada caso, el llamado concreto a recuperar fuerzas, perseverar y mejorar, y, finalmente, aparece una promesa. Pérgamo (2.12-17) es una “comunidad dividida en la que algunos de sus miembros han sufrido martirio por Jesús (Antipas), pero otros toleran la doctrina de Balaam o los nicolaítas, pactando con Roma (idolocitos y prostitución). A quien permanezca fiel, le ofrece Jesús la comida verdadera, el maná escondido”.
“Si la Reforma conserva alguna significación actual para nuestra sociedad, seguramente no es gracias a una fidelidad formal externa a los principios que la inspiraron. Sería la negación de la Reforma misma querer mantenerla en la forma en que estos la establecieron, así como la comprensión de la Escritura, la formulación de tal dogma, la institución eclesiástica o la inserción en la sociedad”.[3] Estas palabras del pensador reformado francés Jacques Ellul (1912-1994) resumen muy bien la forma en que hemos de valorar el legado de la Reforma y la necesidad de seguir su labor en nuestro tiempo en una actitud reformadora permanente. Tenemos que releer los episodios de las Reforma y actualizarla para nuestras propias necesidades y circunstancias: “No podemos considerar a los doctores de la Reforma como intérpretes infalibles de la voluntad de Dios y, por ello, enclavados en la inmortalidad. Sería rechazar precisamente la parte más alta de su enseñanza, el cuestionamiento de todo lo adquirido en lo religioso y en lo eclesiástico por la Palabra de Dios misma, y, en lo que concierne a la presencia en el mundo, el hecho de que justamente estuvieron muy atentos a la realidad concreta de este mundo, directamente mezclados con sus tendencias y sus tentaciones; y nuestra sociedad no es la suya”.

La visión reformadora del Espíritu para su iglesia
Tiatira es la “iglesia-modelo” entre las siete comunidades, aunque no deja de tener conflictos propios. Su reconocimiento es magnífico. “Sé muy bien que me amas y que no has dejado de confiar en mí; también sé que has servido a los demás, y que ahora los estás ayudando mucho más que al principio” (2.19). Pero la problemática ideológico-doctrinal es preocupante: “Juan y ‘Jezabel’ disputan no sólo por razones ‘dogmáticas’, sino por cuestión de poder. Parece claro que ella ha empezado venciendo: Juan no ha logrado cambiarla (2.21) ni impedir su influjo y magisterio dentro de la iglesia, y por eso, ahora, en el Apocalipsis, la amenaza, caricaturizándola de forma insultante (al llamarla Jezabel)”.[4] El conflicto ideológico es una constante en la historia de la iglesia y aquí no es la excepción; solamente que la preocupación pastoral del autor de Apocalipsis es mayúscula: “Juan se encuentra en el exilio y ella sigue, al parecer tranquila, en Tiatira; Juan defiende el martirio, ella parece haber buscado componendas con el poder. No sabemos cómo ha terminado la disputa en plano externo. Juan ha recogido en su libro las razones (y la ira condenatoria) de un ‘perdedor’. Es posible que los ‘hijos’ (discípulos) de Jezabel hayan terminado siendo gnósticos (¿o montanistas?)”.[5]
El Espíritu siempre tiene a la vista un proyecto profético para la iglesia, consistente y de amplio alcance. Las reformas del siglo XVI se asomaron a esa realidad y, por momentos, la encarnaron con enorme coherencia y fidelidad al Evangelio. Cuando fallaron, se debió precisamente a su falta de un enfoque adecuado de las enseñanzas del Evangelio. Por ello, Ellul volvió a la carga en su búsqueda de la actualidad de la Reforma: “Los reformadores nos enseñan, en todo caso que la Iglesia no puede estar separada del mundo y replegada en ella misma, no más que siendo directora y regente en un mundo sometido a ella”.[6] Como ellos, nuestra fidelidad y obediencia a la palabra divina deben ser los factores básicos de nuestro compromiso cristiano aquí y ahora:

Pero la doble dificultad de la comprensión de su acción sobre la sociedad comienza con el hecho de que esta acción nunca fue para ellos más que la consecuencia de su fidelidad a la Revelación, a la Palabra del Señor. Si ejercieron tal o cual influencia, no fue en virtud de sus ideas políticas, de sus doctrinas metafísicas o de su ideología social, y no más en función de pertenencias a medios específicos, ni de sus intereses de clase o su inserción en algún grupo sociológicamente determinado. Fueron hombres de la Palabra y, conscientemente, voluntariamente, intentaron actuar sobre la sociedad en función de esta única pertenencia, de esa única voluntaria determinación.[7]

A partir de esta sólida práctica de obediencia a la Palabra del Señor y a la voz de su Espíritu, la iglesia, cada iglesia, puede ser capaz de someterse a la voluntad suprema de Dios que la desea llevar por los caminos de su Reino a fin de instaurarlo plenamente en el mundo.




[1] Xabier Pikaza Ibarrondo, Apocalipsis. Estella, Verbo Divino, 1999, p. 19.
[2] Ídem.
[3] J. Ellul, “Actualidad de la Reforma”, en Foi et Vie, 1959; en español: Com-Unión, México, CMIRP, año I, núm. 2, julio-diciembre de 2016, traducción de Francisco J. Domínguez Solano, p. 21, https://issuu.com/cmirp/docs/02-comuni__n-jul-dic2016.
[4] X. Pikaza, op. cit., p. 69.
[5] Ídem.
[6] J. Ellul, op.cit., p. 21.
[7] Ídem.

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

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