28 de mayo de 2017
Porque me acuerdo de la fe sincera que tienes. Primero la tuvieron tu abuela Loida y tu madre Eunice, y estoy seguro de que también tú la tienes.
II Timoteo 1.5, Dios Habla Hoy
Introducción
Hoy abordaremos la importancia de la familia como un poderoso elemento donde se difunden los valores del Reino de Dios, tan trascendentales para el sostén de la Iglesia y para apoyo de la sociedad. Para ello, reflexionaremos sobre algunos textos de Segunda de Timoteo del apóstol Pablo.
¿Pero de qué clase de familia estamos hablando? ¿Existe un “modelo” de familia bíblico? Hoy sabemos que la familia “tradicional” ya no es mayoritaria, o quizá nunca lo fue. Existen tantos modos de ser familias, como denominaciones evangélicas, por ejemplo. Las hay conformadas por una mujer y un hombre, llamados esposos, o que viven en unión libre. Se encuentran familias donde están papá, mamá y algún hijo o hijos. Familias donde sólo hay un padre, sea mamá o papá y sus descendientes. Encontramos núcleos familiares conformados por esposos divorciados o viudos que luego volvieron a casarse, con hijos de algún matrimonio o relación pasada y los propios. Actualmente se han venido a añadir también, familias conformadas por dos personas del mismo sexo, que comparten una vida juntos, con o sin hijos. Los ejemplos pueden multiplicarse, y veremos que quizá la familia que hemos concebido como “tradicional” no es mayoritaria. ¿Qué entendemos, bíblicamente hablando, por familia?
El Inegi define a la familia en México como el conjunto de personas que comparten el mismo techo, el presupuesto para comer y el hecho de que al menos alguna persona tenga vínculos de parentesco con el jefe o jefa del hogar, ya sea conyugal, consanguíneo o político.[1]
El Inegi distingue entre diferentes “clases” o “tipos” de familias:
- Familia completa: son los hogares donde están presentes el jefe, el cónyuge y al menos un hijo. En ella puede haber otros parientes o personas sin parentesco.
- Familia consanguínea: aquí están presentes el jefe y otros parientes como padres y hermanos, sobrinos, tíos, abuelos, entre otros. Puede haber personas sin parentesco.
- Familia monoparental: son los hogares formados por el jefe y los hijos, sin haber cónyuge presente. Puede haber otros parientes o no parientes del jefe.
- Familia sin hijos: son los hogares familiares formados por jefe y cónyuge. Puede haber otros parientes o no parientes del jefe.
De esas 4 clasificaciones hay subclasificaciones entre las que se encuentra la familia nuclear y extensa, por mencionar algunas. Todo esto nos dice que en el caso de México y su sociedad, no existe una sola forma de organización familiar, sino que cada uno se adapta a las necesidades de su realidad.
Desarrollo
La Segunda Carta de Timoteo pertenece a ese corpus que la iglesia reconoce como paulino aunque no necesariamente ésta y Primera de Timoteo, así como Tito, (las llamadas cartas pastorales) hayan sido escritas por el apóstol Pablo mismo. No obstante lo anterior, ello no significa que no sean de la escuela paulina, de hecho lo son, de ahí que actualmente a estas cartas se les denomine genéricamente como deuteropaulinas, y que fueron escritas sin duda, por algún miembro connotado de ésas comunidades paulinas. “Recurriendo al fenómeno de la pseudonimia, muy en boga en aquella época, este discípulo anónimo personifica a Pablo, dando forma de carta a sus instrucciones y escogiendo como destinatarios dos personajes insignes del círculo paulino. Probablemente se sentía heredero legítimo de Pablo; o quizá los rivales citaban a Pablo deformando su enseñanza” (La Biblia de nuestro pueblo (Biblia del peregrino), p. 1899).
Un dato importante a resaltar es que estás cartas nos presentan una iglesia más organizada respecto a aquella que conocieron y dejaron los apóstoles del Señor. Muchos han querido ver en esta carta el testamento espiritual del apóstol San Pablo para con su discípulo Timoteo, pero más allá de que sea o no, un testamento espiritual, esta carta nos presenta una eclesiología que los apóstoles no conocieron, y nos evidencian las tensiones que enfrentaron las iglesias cristianas en el siglo II d. C. Tensiones que la teóloga mexicana Elsa Tamez evidencia en su libro Luchas de poder en los orígenes del cristianismo. Un estudio de la Primera Carta a Timoteo. Cantabria, Sal Terrae, Cantabria, 2005 (Presencia Teológica).
Una de estas “luchas de poder” al interior de la iglesia y que la tensionan, es la supuesta enseñanza del apóstol Pablo para que la mujer sea silenciada en la iglesia: “La mujer debe escuchar la instrucción en silencio con toda sumisión. No acepto que la mujer dé lecciones ni órdenes al varón. Quiero que permanezca callada…” (1 Tim 2:11-12). Una palabra que en nuestros días no podría seguirse. No obstante esta “palabra apostólica” tan severa hacia las mujeres, Pablo reconoce en Segunda de Timoteo, el valor de las mujeres en el desarrollo e instrucción de la familia, al reconocer que Timoteo ha sido instruido por su abuela Loida, y su madre Eunice. Note que no hay una sola mención al padre de Timoteo en este texto, sino sólo a su abuela y a su madre. Lucas sin embargo, sí menciona el origen griego del padre de Timoteo. (Hch 16:1-3)
La familia de Timoteo, y según los cánones que durante mucho tiempo se nos quiso imponer, al hablarnos de un “modelo bíblico” de familia, rompe ese supuesto patrón bíblico porque su familia está constituida por dos mujeres creyentes, Timoteo mismo, y un padre no-creyente y quizá también ausente. La referencia que nos da Lucas, es que cuando Pablo encuentra a Timoteo en la región de Derbe y Listra, el creyente Timoteo, ni siquiera está circuncidado como exigiría la costumbre judía. No obstante que la Escritura no nos presente ningún modelo válido de familia, sino que éstas, sin importar cómo estén constituidas, sí nos dice cómo deben convertirse en asideros de la fe bíblica. Ése es el caso de la familia de Timoteo, Pablo rescata y reconoce el valor de la instrucción materno-filial, cuando dice: “5 Porque me acuerdo de la fe sincera que tienes. Primero la tuvieron tu abuela Loida y tu madre Eunice, y estoy seguro de que también tú la tienes.” (1:5). La familia de Timoteo era “mixta”, convivían en ella, creyentes y no-creyentes, y no obstante, resulto una familia exitosa en la transmisión de los valores del Reino de Dios. Estas dos mujeres lograron sentar las bases de una fe auténtica, sincera, sin fisuras, sobre la que después Pablo construiría su herencia apostólico-teológica. El mejor ejemplo que hoy podemos apropiarnos de la experiencia de la familia de Timoteo, para los nuevos tiempos cristianos es que los padres y madres cristianos/as tomemos a nuestros hijos como auténticos discípulos/as para instruirlos en los desafíos de nuestra fe.
La familia de Timoteo, era una donde la lectura y enseñanza de la Escritura estaba profundamente arraigada: “14 Tú, sigue firme en todo aquello que aprendiste, de lo cual estás convencido. Ya sabes quiénes te lo enseñaron. 15 Recuerda que desde niño conoces las sagradas Escrituras, que pueden instruirte y llevarte a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús.” (3:14-15, DHH). Así la familia de Timoteo, fue receptora del cambio de paradigma que se operó desde el AT, en relación con el papel que las mujeres vinieron a jugar dentro de la dinámica familiar.
La fe bíblica paulatinamente fue cambiando en su visión de la mujer dentro de la sociedad israelita, ya que en la “relectura” de los 10 mandamientos que se hace en el capítulo 19 de Levítico, se ve que la mujer ha pasado al primer lugar en la referencia a la honra que los hijos le deben a sus padres: “Cada uno temerá a su madre y a su padre, y mis días de reposo guardaréis. Yo Jehová vuestro Dios.” (Levítico 19.3). Los cambios de “honra” (Ex 20.12 y Dt 5.16) por “temer” (Lv 19.3) y de “padre y madre” por “madre y padre”, podrían parecer insignificantes, pero no lo son, si se toma en cuenta que se trata de una sociedad patriarcal, donde la “fe del padre” juega un papel fundamental. Una nueva realidad implica una nueva relectura bíblica Ex 20 y Dt 5. Levítico 19 relee los 10 mandamientos, para Jesús este capítulo resume toda la ley. Ex y Dt dicen “honra a tu padre y a tu madre”, Lv dice “teme” (respeta, como en los libros sapienciales, Pv 1.7, es una palabra técnica para definir como nos relacionamos con Dios). La relación con mis padres haya su relación o paralelo en mi relación con Dios. El orden de las palabras es muy importante: “a tu madre y a tu padre”, es una verdad muy profunda e importante. Ya en el AT se da un rescate muy poderoso de la mujer como formadora del ámbito familiar. Ya no hay razón teológica de la creación ni de la redención para guardar el sábado.
El giro lingüístico nos permite entender que una adecuada relación con Dios –guardar el día de reposo, por ejemplo- pasa antes, por tener una adecuada relación de respeto y reconocimiento para con nuestros padres, pero especialmente, para con nuestra madre. Es interesante resaltar también, que la palabra hebrea traducida por “temerá” en este versículo, se usa profusamente en la literatura sapiencial, para describir la adecuada relación que se entabla con el mismísimo Dios: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Pr 1.7). Así, lo que el texto bíblico nos está enseñando es que no podemos honrar adecuadamente al Señor, si no obedecemos, respetamos, honramos y tememos a nuestros viejos, especialmente a nuestra madre. Nuevamente Proverbios dice: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre” (1.8). ¡Que ésta sea la consigna de nuestra vida como hijos e hijas!
Más allá de modo como estén constituidas nuestras familias, no deja de ser importante recalcar una vez más, la importancia que aquéllas tienne en el desarrollo y transmisión de la fe bíblica. El AT sabe mucho de eso, el Shemá (Dt 6:4-9) coloca como lugar privilegiado de instrucción a la familia y al hogar. Y toda la literatura sapiencial también lo hace, el epílogo del libro de Proverbios (cap. 31) es el mejor ejemplo de esto. Y aquí, la mujer cobra un sentido pleno como instructora de la vida y de la fe bíblica para con sus hijos. Pablo sabe esto, y alaba el modo en cómo Loida y Eunice lo llevaron a la práctica en el caso de Timoteo. A partir de relaciones domésticas sólidas, donde la fe es trasmitida de padres a hijos, del hogar como núcleo social fundamental, la iglesia puede ejercer una estrategia de penetración social más eficaz y efectiva que aquella de “No te metas con mis hijos”, que haga de las familias cristianas una auténtica unidad de avanzada.
[1] Las familias mexicanas. 2a. ed. México, Inegi, 1999. http://www.inegi.org.mx/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/estudios/sociodemografico/fmexicanas/1998/fmexicanas.pdf.
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