sábado, 30 de diciembre de 2017

Letra 551, 31 de diciembre de 2017

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PASAJE DEL AÑO
Carlos Drummond de Andrade (Brasil, 1902-1987)

El último día del año
no es el último día del tiempo.
Otros días vendrán
y nuevos muslos y vientres te comunicarán el calor de la vida.
Besarás bocas, rasgarás papeles,
harás viajes y tantas celebraciones
de aniversario, graduación, promoción, gloria,
dulce muerte con sinfonía y coral,
que el tiempo quedará repleto y no oirás el clamor,
los irreparables aullidos
del lobo, en la soledad.

El último día del tiempo
no es el último día de todo.
Queda siempre una franja de vida
donde se sientan dos hombres.
Un hombre y su contrario,
una mujer y su pie,
un cuerpo y su memoria,
un ojo y su brillo,
una voz y su eco,
y quien sabe si hasta Dios…

Recibe con simplicidad este presente del acaso.
Mereciste vivir un año más.
Desearías vivir siempre y agotar la borra de los siglos.
Tu padre murió, tu abuelo también.
En ti mismo mucha cosa ya expiró, otras acechan la muerte,
pero estás vivo. Una vez más estás vivo.
Y con la copa en la mano
esperas amanecer.

El recurso de embriagarse.
El recurso de la danza y del grito,
el recurso de la pelota de colores,
el recurso de Kant y de la poesía,
todos ellos… y ninguno resuelve nada.

Surge la mañana de un nuevo año.

Las cosas están limpias, ordenadas.
El cuerpo gastado se renueva en espuma.
Todos los sentidos alerta funcionan.
La boca está comiendo vida.
La boca está atascada de vida.
La vida escurre de la boca,
mancha las manos, la vereda.
La vida es gorda, oleosa, mortal, subrepticia.

Versión: Rodolfo Alonso

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LA TEOLOGÍA DE LA CRUZ EN LA DISPUTA DE HEIDELBERG (1518)
Roberto Hoeferkamp

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En abril de 1518, pocos meses después de la diseminación de las Tesis sobre las Indulgencias, Lutero asistió al capítulo trienal de su orden agustina en la ciudad de Heidelberg. Allí expuso y defendió unas Tesis sobre el Pecado y la Gracia, que son de mucho más peso teológico que las 95 Tesis del octubre anterior. En estas Tesis de Heidelberg acuñó la frase Teología de la Cruz, contrapuesta a la Teología de la Gloria, que habría de ser una constante en su mensaje hasta el fin de su vida.
Las Tesis de Heidelberg contienen un ataque contra cierta teología especulativa de la Edad Media, según la cual se intentaba sacar conclusiones acerca de la naturaleza de Dios a partir de las cosas visibles del mundo creado. Según Lutero, este esfuerzo especulativo entraña una presunción vanidosa del teólogo e implica el intento del hombre de salvarse por sus obras, sean éstas ostentosas obras visibles o sean esfuerzos intelectuales de llegar a Dios y apoderarse del cielo. Lutero llama a este intento Teología de la Gloria, que presume captar la gloria de Dios mediante el ascenso del hombre al cielo en la escalera de las propias obras.
Es a tal Teología de la Gloria a la que Lutero contrapone su Teología de la Cruz, que no busca a Dios en la especulación embriagadora sobre la majestad deslumbrante de Dios, sino que lo busca en la locura y en la estulticia de los sufrimientos y la crucifixión de Cristo; quien lo busca allí lo encontrará revelado. En realidad, lo que hace Lutero en estas Tesis es recurrir al Apóstol Pablo, quien anuncia así a los corintios el mensaje de la cruz en I Corintios 1.18-25, 2.1-2.
“Por tanto, es en Cristo crucificado donde está la verdadera teología y el conocimiento verdadero de Dios” (Tesis 20). Por lo demás, el teólogo de la gloria prefiere “Las obras (activas) a los sufrimientos (pasivos); la gloria a la cruz; la sabiduría a la locura, y en general, el bien al mal" (Tesis 21).
En su afán por la especulación deslumbrante, el teólogo de la gloria muestra que tiene fe optimista en la capacidad del intelecto humano —¡las obras!— para llegar a Dios. Desprecia los sufrimientos, tanto los divinos como los humanos, pues según él, Dios no se halla en lo bajo sino en lo alto. Dios no se encuentra en lo que el teólogo de la gloria considera ser "mal", es decir, lo vil, lo ruin, lo despreciado; sino en lo que él considera ser "bien", es decir, lo alto, la gloria, la especulación.
De esta manera: “El teólogo de la gloria llama al mal bien y al bien mal" (Tesis 21). En cambio: “El teólogo de la cruz llama a las cosas como son en realidad" (Tesis 21). En su búsqueda de Dios, desespera de sí y de sus obras tanto prácticas como especulativas y busca a Dios en las obras de Dios. Estas son las que el teólogo de la gloria llama "mal", que son lo vil y menospreciado del mundo, es decir, precisamente los sufrimientos y la cruz de Cristo: "Los amigos de la cruz afirman que la cruz es buena y las obras (humanas) malas, porque por medio de la cruz se destruyen las obras y es crucificado Adán que se erige sobre sus propias obras” (Tesis 21). […]
Dios obra en sentido contrario a lo que el hombre espera. La razón humana es hermoso y magnífico don de Dios, pero cuando el hombre trata de relacionarse con Dios, la pervierte y la tuerce. Cree que Dios es como él imagina que es; cree que Dios se encuentra donde él piensa que está y supone que Dios debe ser buscado en la forma que le es más natural al hombre. Pero en vista de este empleo de la razón humana en asuntos religiosos -podríamos decir que se trata del sentido común religioso- Dios trastorna los valores religiosos humanos y se revela en un acontecimiento que resulta sumamente ofensivo para el sentido común religioso del hombre; Dios se revela y sale al encuentro del hombre en el lugar menos sospechado: en la cruz de Cristo, lugar de escarnio, de dolor, de vergüenza, de desesperanza.
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DESTELLOS DE PAZ PARA LA PENÍNSULA DE COREA Y POR UN MUNDO LIBRE DE ARMAS NUCLEARES
www.oikoumene.org


En una campaña mundial, el Consejo Mundial de Iglesias invita a las personas del mundo entero a hacer brillar “una luz de la paz” para la península de Corea y por un mundo libre de armas nucleares.

El primer domingo de Adviento, el 3 de diciembre, el CMI invita a la comunidad cristiana mundial a expresar su solidaridad con el pueblo coreano y a apoyar los esfuerzos para mitigar las tensiones y fomentar la esperanza.
El segundo domingo de Adviento, el 10 de diciembre, uno de los asociados del CMI, la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares, recibirá el Premio Nobel de la Paz en una ceremonia de entrega de galardones que tendrá lugar en Oslo (Noruega).
Mediante el gesto de encender velas durante las oraciones y los cultos dos domingos seguidos, personas de diferentes naciones y tradiciones religiosas pueden unirse y amplificar las voces de la paz.
En el marco de esta campaña, el CMI publicará oraciones especiales, fotografías en las redes sociales, comunicados de prensa y reportajes en vídeo.

Oraciones
¡Dios de vida, condúcenos a la justicia y la paz! Esta fue nuestra plegaria en Busan (Corea) hace 4 años, y sigue siendo nuestra plegaria hoy, cuando nos llegan las noticias de amenazas de guerra en la península de Corea.
¡Dios de luz, condúcenos a la justicia y la paz! Esta es nuestra oración al dar comienzo este tiempo de Adviento, expresándole nuestra esperanza a la luz del mundo que ha venido a nosotros en Jesucristo, el Príncipe de la paz.
¡Dios de esperanza, condúcenos a la justicia y la paz! Esta es nuestra oración ante la realidad de las injusticias y de los conflictos sin resolver que se extienden y se intensifican, llegando a adquirir dimensiones descomunales; cuando vemos cómo el horizonte se llena de preocupaciones para el futuro de la población de Corea.
Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, dador de vida, salvador y consolador, concédele la paz al pueblo de Corea y a todos los pueblos del mundo.
Señor, permite que nuestra luz brille dondequiera que estemos, para que podamos compartir la vida y la esperanza que nos has dado.
Señor, en tu misericordia, escucha nuestras oraciones. Amén.

Dios de gloria y misericordia, volvemos nuestros rostros y nuestros corazones hacia ti con gratitud por tu profundo amor por tu Creación. Te damos gracias por tu generosidad en los momentos de luz y por tu fidelidad en los momentos de oscuridad.
Elevamos nuestras plegarias en nombre de nuestros hermanos y hermanas de la península de Corea. Seguimos orando por que llegue el día en el que las personas vuelvan a encontrarse y puedan vivir en paz, desde la montaña más recóndita en el norte hasta la montaña más recóndita en el sur.
Fluyen las amenazas, y se cierne la amenaza nuclear, pero confiamos en tu entrega inquebrantable a todos nosotros. Tú eres nuestro refugio y nuestra fuerza. Oramos por que reinen el amor y la paz, y la vida en abundancia para todos tus hijos. Amén.

Culto de fin de año

CULTO DE FIN DE AÑO
19 hrs.
Dirige: H. Consistorio

Introito                             Salmo 91
Vivamos bajo el cuidado
del Dios altísimo;
pasemos la noche bajo la protección
del Dios todopoderoso.
Preludio al piano       Jacobo Núñez C.

Afirmamos la esperanza
Ministro: Él es nuestro refugio,
el Dios que nos da fuerzas,
¡el Dios en quien confiamos
! […]
Mujeres: Ni de día ni de noche
tendremos que preocuparnos
de estar en peligro de muerte. […]
Hombres: El Dios altísimo
es nuestro refugio y protección.
Todos/as: Dios dice:
“Mi pueblo me ama y me conoce;
por eso yo lo pondré a salvo.
Cuando me llame, le responderé
y estaré con él en su angustia;
lo libraré y lo llenaré de honores,
le daré muchos años de vida,
y lo haré gozar de mi salvación”. Amén.
* Oración de ofrecimiento
* Himno: “Grande es tu fidelidad” (50)

Nos otorga su favor
M: Porque el Señor no nos ha pagado conforme a nuestras rebeliones y estamos sometidos a su justicia y amor.
Confesión comunitaria (En silencio; quien preside hace una oración audible)
C: Afirmamos el primado de su perdón en nuestra vida y nos comprometemos a vivir según sus designios y mandamientos.
* HimnoMaravillosa gracia” (237)

Damos fe de sus acciones
Momento de testimonios
* Himno “Me guía Él” (346)
Proclamamos su mensaje
* Lectura del Antiguo Testamento
Jeremías 31.1-6
* Lectura del Nuevo Testamento
Romanos 8.31-39

Reflexión

EL AMOR DIVINO FRENTE AL TIEMPO TRANSCURRIDO (II)

Renovamos la comunión
* Himno: “Dios, nuestro apoyo” (59)
Celebración de la Santa Cena
Pase de lista de hermanos/as en la presencia del Señor

Con gratitud permanente
D: Entrégale a Dios tu amor,
y él te dará lo que más deseas. […]
C: Ni antes cuando era joven,
ni ahora que ya soy viejo,
he visto jamás gente honrada
viviendo en la miseria, […]
Cuando la gente honrada regala algo,
siempre lo hace con generosidad;
Salmo 37.4, 25-26

Siempre guiados por Él
* Bendición comunitaria, unidos/as
Salmo 84.11-12
D: Señor y Dios nuestro,
tú nos das calor y protección;
nos das honor y gloria.
C: Tu bondad no tiene medida
para los que siempre hacen lo bueno.
Dios del universo,
¡bendice a los que en ti confían!
* Bendición congregacional
   Himno “Roca de la eternidad” (642)


Postludio

El amor divino frente al tiempo transcurrido, L. Cervantes-O.


31 de diciembre de 2017

I. El amor materno y eterno de Dios

Cuando me enojé contigo,
me alejé de ti por un poco de tiempo,
pero muy pronto tuve compasión de ti
y te manifesté mi amor eterno.
Isaías 54.8, TLA

Isaías 54 pertenece a la segunda sección del libro profético y tiene como base histórica lo acontecido al pueblo de Israel a partir de la caída de Jerusalén y, más tarde, en el exilio babilónico. Analizados teológicamente, los sufrimientos y humillaciones del pueblo personificado en Sión tendrían que dar sus frutos, puesto que de esa manera podría haber continuidad directa con el pacto y las promesas de Dios. En otras condiciones, ese pueblo pudo haber desaparecido sin dejar mucho rastro o memoria. Pero la persistencia de la alianza y el testimonio continuo de una relación directa con Dios produjeron una reacción de esperanza en medio del pueblo que los profetas supieron canalizar en mensajes concretos y directos. Nadie hubiera esperado que una nación reducida a servidumbre pudiera reconquistar siquiera su nombre. Algo que intuyó muy bien después San Agustín (citado por Rubem Alves): el pueblo es cuando un puñado de personas comienza a soñar el mismo sueño. Es un sueño mayor, más grande que el sueño de cada uno. Y ese sueño debía poseer el corazón de los integrantes del pueblo: los profetas, guiados por Dios, tuvieron la capacidad de reformular esos sueños para presentarlos como nuevas y fragantes utopías capaces de movilizar a las personas incluso en momentos tristes y difíciles.

“El profeta describe los tiempos cercanos, llenos de gozo y de felicidad, semejantes al gozo y a la alegría que siente la mujer que era estéril y despreciada y que ahora es fecunda y de nuevo acogida (cf. 1 S 2.5; Sal 113.9)” (Biblia de Nuestro Pueblo). Otra imagen también familiar para el pueblo era la de la mujer repudiada y de nuevo acogida como esposa. Oseas había utilizado en su tiempo la misma figura (Os 1.16s). Israel es presentado como la esposa del Señor (54.4-5a) y, por lo tanto, como una persona con la que ha vivido multitud de situaciones en esa relación matrimonial a lo largo del tiempo. Ese tiempo transcurrido había sido, siempre, para el pueblo un espacio de salvación, gracia y justicia, sobre todo cuando se obedecía la voluntad de Dios. Jerusalén, al personificar al pueblo, recibe una palabra de esperanza en medio de la desolación (v. 1): abandonada y afligida, Yahvé busca una reconciliación con ella (v. 6). “Olvidarás la vergüenza de tu juventud y no recordarás más el oprobio de tu viudez” (v. 4). Allí está el tiempo transcurrido de dolor y pena, pero Dios anuncia tiempos nuevos, una nueva situación de felicidad y alegría.

“Dios promete amor eterno; y no es que quiera reiniciar, en sentido estricto, esta relación con su pueblo, Él jamás lo ha abandonado, su aparente ocultamiento fue sólo un instante (7). El pueblo puede estar seguro y confiado del amor perpetuo de su Dios (cf. Dt 4.37; 10.15; Jr 31.2; Miq 1.2), sobre todo porque es un amor gratuito. Dios no se ‘enamoró’ de Israel porque fuera una nación ‘buena’ y ‘santa’, sino porque era un pueblo esclavizado que ni siquiera le conocía (cf. Dt 7.7s); mas cuando le conoció, tampoco fue un modelo de santidad ni fidelidad” (Ídem). Ahí radica precisamente la gratuidad del amor divino: Dios ama sin méritos suficientes, contra viento y marea, en medio de todas las circunstancias: “Las montañas podrán cambiar de lugar,/ los cerros podrán venirse abajo,/ pero mi amor por ti no cambiará./ Siempre estaré a tu lado/ y juntos viviremos en paz./ Te juro que tendré compasión de ti” (v. 10).


II. El amor fiel e incondicional de Dios en todo tiempo

Pueblo de Israel,siempre te he amado,
siempre te he sido fiel.
Por eso nunca dejaré
de tratarte con bondad.
Jeremías 31.3, TLA

Jeremías 31 es una etapa más en el notable desarrollo del pensamiento religioso en Israel. Ante una etapa complicada para la historia del pueblo, la sensibilidad del profeta tocada por la inspiración divina le hace exponer una cadena de afirmaciones que recuerdan el pasado de la alianza y sus rumbos difíciles. La memoria se va hasta la época del éxodo, referencia ineludible para hablar del origen del pueblo y de la alianza misma. Ahora el desierto nuevamente es un espacio que debe atravesarse para recuperar la relación directa con Dios en la tierra de la promesa: “La mención del desierto evoca el lugar geográfico que atravesó Israel cuando salió de Egipto y se dirigió a la tierra prometida; el desierto será de nuevo paso obligado para retornar a la tierra” (Biblia de Nuestro Pueblo). Debe tomarse en cuenta el valor simbólico que el desierto posee en la Biblia como paso obligado de una conciencia de oprimido a una conciencia liberada y liberadora, el paso de la esclavitud a la libertad, del pecado a la gracia. “Es en el desierto, no antes, donde Israel nace al mundo como pueblo; es en el desierto donde se ejercita para vivir la libertad, la solidaridad y la igualdad; es en el desierto donde el Señor le hablará al corazón de su amada Israel para conquistarla de nuevo (cf. Os 2.16)”. Más tarde, en el desierto es donde los evangelios sinópticos colocan las escenas del último de los profetas de la antigua alianza y del Mesías mismo).

El amor divino es incansable e incuestionable, pues a pesar de los vaivenes sociales, políticos y espirituales del pueblo ha permanecido firme, contra todo y contra todos, por lo que el profeta se solaza en afirmarlo: “…siempre te he amado,/ siempre te he sido fiel./ Por eso nunca dejaré/ de tratarte con bondad” (v. 3) Ésa es la razón por la que, una vez más, el Señor viene en auxilio de su pueblo, pero esta vez para levantarlo de las cenizas y la destrucción, lo que será motivo de gran alegría: “Volveré a reconstruirte,/ y volverás a danzar alegremente,/ a ritmo de panderetas” (v. 4). Los sueños del pueblo se cumplirán nuevamente y la situación dará lugar a un nuevo inicio, lleno de buenos presagios. Se plantarán viñedos para producir buen vino y el culto se restaurará (vv. 5-6). Volverán del exilio y reiniciarán su vida en donde siempre debieron vivir, aun cuando esa experiencia llegaría a ser fundamental para las nuevas condiciones de fe. Quienes regresen, quebrantados corporalmente incluso (v. 8) serán testigos del nuevo trato con Yahvé (v. 8). Su arrepentimiento será genuino, que es lo que su Dios esperaba (9). Todas las naciones deberán enterarse de eso, incluyendo a sus verdugos (vv. 10-11). Las nuevas bendiciones producirán enorme alegría, cotidiana y litúrgica (11-12). Las lágrimas se terminarán (16-18) y Dios los aceptará de nuevo ante su súplica (18b).

El cariño de Dios por su pueblo ha pasado por grandes pruebas, pero es innegable (20) y ahora se manifestará de una manera nueva e inesperada (21-22). El sueño de Jeremías se cumplirá (23-26) y una nueva alianza se asoma en el horizonte (31-34) basado en la responsabilidad personal de cada uno. La pastora y teóloga afro-estadunidense Renita Weems lo ha resumido admirablemente: “La meta del pacto era la formación de un orden mundial completamente diferente que comienza con una nueva humanidad que será capaz de escuchar la voz de Dios y de ser su pueblo. Dios es alguien que tiene empatía con el mundo para identificarse con sociedades rotas, comunidades exiliadas, víctimas torturadas y tierras perdidas. Debemos volver una y otra vez al libro de Jeremías porque nos recuerda lo que a veces es tan inimaginable: que de la ruina puede surgir la resurrección y de un corazón malo la compasión y la empatía hacia el otro” (Global Bible Commentary. Nashville, Abingdon, 2004, p. 225). En el anuncio de un “nuevo pacto” está contenida la posibilidad de una nueva era, de nuevos tiempos que transcurrirán como parte de la gran bendición de Dios. En eso creemos también hoy.

Isaías 54.1-8, TLA

Isaías dijo:
"Jerusalén,
tú que nunca has sido madre
ni has podido tener hijos,
lanza gritos de alegría,
entona alegres canciones,
porque Dios dice:
Jerusalén, mujer abandonada,
tendrás más hijos que la mujer casada.
2-3 Nación de Israel,
agranda tu tienda de campaña,
extiende las cuerdas
y clava bien las estacas,
porque te vas a extender
de un extremo al otro.
Tus hijos conquistarán muchas naciones
y ocuparán las ciudades
que ahora están deshabitadas.
No tengas miedo,
pues no te insultarán
ni pasarás vergüenza.
Cuando eras joven
pasaste la vergüenza
de no tener hijos.
Después te quedaste sola
como una viuda.
Pero no volverás a acordarte
de tu vergüenza,
porque Dios es tu creador
y te tomará por esposa.
El Dios santo de Israel
es tu salvador;
es el Dios todopoderoso
y reina en toda la tierra.
Pueblo de Israel,
tú eras como una esposa joven,
que quedó abandonada y afligida,
pero tu Dios vuelve a llamarte
y te dice:
Sólo por un momento
te dejé abandonada,
pero con gran ternura
te aceptaré de nuevo.
Cuando me enojé contigo,
me alejé de ti por un poco de tiempo,
pero muy pronto tuve compasión de ti
y te manifesté mi amor eterno”.

jueves, 21 de diciembre de 2017

Letra 550, 24 de diciembre de 2017

SERMÓN DE NAVIDAD
Martín Lutero
Roland H. Bainton, Martín Lutero. México, CUPSA, 1989, pp. 397-400.

El Evangelio es tan claro que no necesita muchas interpretaciones. Sólo requiere que lo miremos y contemplemos y que lo dejemos penetrar hasta lo más hondo de nuestro corazón. Sólo aprovecha a los que, aquietando su corazón, se olvidan de todas las cosas y sólo ponen la atención en sus páginas. Es como el sol sobre las aguas quietas: vemos sus reflejos y nos calienta. Mas el sol, sobre las aguas agitadas, no se ve, y tampoco nos calienta. Si queréis, pues, iluminación y calor, la gracia divina y sus milagros; si queréis tener el corazón ardiente, alumbrado, devoto y alegre, id allí donde encontráis quietud y las imágenes penetran en vuestro corazón, y hallaréis milagro sobre milagro.

¡Cuán sencilla y simplemente tienen lugar en la tierra los sucesos que tan ensalzados son en el cielo! En la tierra sucedió de esta guisa: Había una pobre y joven esposa, María de Nazaret, entre los pobladores más pobres de la aldea, tan poco estimada que nadie se dio cuenta de la gran maravilla que ella llevaba. Era callada, no se vanagloriaba, sino que servía a su marido, José, pues no tenían sirvienta ni mozo. Ellos simplemente abandonaron su casa. Quizá tenían un asno para que María cabalgara, aunque los evangelios no dicen nada de él, y bien podemos suponer que fuera a pie. El viaje era, por cierto, de más de un día desde Nazaret de Galilea hasta Belén, en el país judío que se halla al otro lado de Jerusalén. José había pensado: “Cuando lleguemos a Belén, esteramos entre parientes y podremos pedir prestado todo”. ¡Buena idea! Ya era bastante malo que una joven desposada, casada hacía solamente un año, no pudiera tener un hijo en Nazaret en su propia casa y tuviera que hacer todo ese viaje de tres días estando encinta. ¡Cuánto peor aun el que cuando llegara no hubiera lugar para ella! La posada estaba llena. Nadie quiso ceder su habitación a una mujer embarazada. Tuvo que ir a un establo y allí dar a luz al Hacedor de todas las criaturas a quien nadie quería hacer lugar.


¡Qué vergüenza, malvado Belén, habría que haber pegado fuego a esa posada! Pues aun cuando la virgen María hubiera sido una pordiosera o no hubiera estado casada, todos en ese momento deberían haberse alegrado de poder prestarle ayuda. Hay muchos de vosotros en esta congregación que pensáis: “Si yo hubiera estado allí! ¡Cuán pronto hubiera estado para ayudar al Niño! Le hubiera lavado los pañales. ¡Ojalá yo hubiese tenido la suerte, como los pastores, de ver al Señor yaciendo en el pesebre!”. Sí, ahora lo haríais, porque conocéis la grandeza de Cristo, pero en aquel entonces no os hubierais comportado mejor que la gente de Belén. ¡Qué pueriles y tontos pensamientos son ésos! ¿Por qué no lo hacéis ahora? Tenéis a Cristo en vuestro prójimo. Debéis pues lo que hacéis a favor de vuestro prójimo necesitado lo hacéis al Señor Jesucristo mismo. El nacimiento fue aún más lastimoso. Nadie se compadeció de esa joven esposa que daba luz a su primogénito; nadie la atendió; nadie reparó en su vientre grávido; nadie se dio cuenta de que en ese extraño lugar no tenía la menor cosa para un parto. Allí estaba sin nada preparado: sin luz, sin fuego, en plena noche, sola en la obscuridad. Nadie le prestó la ayuda habitual. Todos están beodos y alegres en la posada, un pulular de huéspedes de todas partes, de modo que nadie se ocupa de esa mujer. También creo que ella misma no se había percatado que su alumbramiento no estaba tan próximo; si no, se hubiera quedado en Nazaret. Y podéis imaginar qué clase de paños pueden haber sido aquellos en que lo envolvió. Quizás su velo, pero no por cierto los pantalones de José, que ahora se exhiben en Aquisgrán.

Pensad, mujeres, que allí no había nadie para bañar al Niño. Nada de agua caliente, ni siquiera fría. Ningún fuego, ninguna luz. La madre tuvo que ser ella misma comadrona y criada. El frío pesebre fue cama y baño. ¿Quién enseñó a la pobre muchacha lo que debía hacer? Nunca antes había tenido un hijo. Me maravilla que el pequeño no muriera de frío. No hagáis de María una piedra. Pero cuanto más altas están las gentes en el favor de Dios, tanto más frágiles son.

Cuando meditamos, pues, sobre el Evangelio del Nacimiento, hay que imaginar que todo sucedió del mismo modo que con nuestros hijos. Contemplad a Cristo yaciendo en el regazo de su joven madre. ¿Qué cosa puede ser más dulce que el Niño, qué más encantador que su madre? ¿Qué cosa más hermosa que su juventud? ¿Qué cosa más tierna que su virginidad? Mirad al Niño, ¡cuán inocente es! Sin embargo, todo lo que existe le pertenece, para que vuestra conciencia no le tema sino que busque consuelo en él. No dudéis. Para mí no hay mayor consuelo dado a la humanidad que éste, que Cristo se convirtiera en hombre, en un niño, un infante que jugaba en el regazo y en el pecho de su graciocísima Madre. ¿A quién no reconforta esta visión? Ahora ya está vencido el poder del pecado, de la muerte, del infierno, de la conciencia y de la culpa, si os acercáis a este Niño que juguetea y creéis que ha venido no para juzgarnos sino para salvarnos.

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El Dios eterno se ató a la carne por amor, L. Cervantes-O.

24 de diciembre de 2017

Por eso Dios le otorgó
el más alto privilegio,
y le dio el más importante
de todos los nombres,
para que ante él se arrodillen
todos los que están en el cielo,
y los que están en la tierra,
y los que están debajo de la tierra;
para que todos reconozcan
que Jesucristo es el Señor.
Filipenses 2.9-11, TLA

Humillación histórica en camino a la exaltación final
El prestigio y el honor eran asuntos muy relevantes en la época del Imperio Romano. La “ubicación jerárquica en la vida social, especialmente en el espacio público, constituía la base del sentido del honor y de la persona honorable. Defender esa ubicación y mejorarla a través de mayor número de personas dependientes o subordinadas con respecto a uno mismo, constituía una de las expectativas en torno de la actuación social” (Néstor Míguez, “Filipenses: la humildad como propuesta ideológica”, pp. 38-39). Sólo los grandes propietarios podían acceder al poder y a los “primeros lugares” a fin de enriquecerse, tal como refirió el Señor Jesucristo en algún momento (Mt 12.38-40). Los grandes tenían privilegios para eludir la acción de la justicia y los pequeños quedaban a merced de los funcionarios de turno, con las consiguientes injusticias. Pablo se presenta en la carta como “esclavo de Jesucristo”, y también lo es del imperio, pues escribe desde la prisión; eso lo colocó en un estrato social bajo.

Una de las exhortaciones de la carta es a la humildad (2.3). No obstante, es notable su referencia a Jesús como alguien exaltado después de haber sido humillado:

Es desde la identidad con los más humildes de los humildes, con las no-personas de la esclavitud que se revela la voluntad liberadora del Dios trascendente. Es en ese crucificado de la historia que se muestra la gloria del Dios eterno, ante la cual tendrán que inclinarse los que hoy se creen victoriosos y poderosos, se creen eternos de una eternidad que se sostiene en base a las armas y un prestigio alimentado por su propia ambición. Este poema central de la carta pone en evidencia justamente el sentido del camino liberador, desde la humildad, confrontado con el camino del opresor, que es el que esclaviza, el que destruye y crucifica (N. Míguez).

Jesús tomó “forma de esclavo” (2.7b) según afirma la carta a los Filipenses mediante una profundización que va más allá de la mera afirmación de la encarnación al incluir el aspecto social. La carne o el cuerpo eran (son) espacios históricos en los cuales también se define mucho de lo que acontece en el ámbito socio-político y económico. La experiencia mesiánica, liberadora, promovida por el apóstol, se basa en relaciones de gratuidad: “No [se trata de] el esclavo obediente que muere trabajando para su patrón o agotado en las explotaciones imperiales. Es el esclavo que en su humildad se hizo obediente a su libre condición humana, y afronta la muerte (de allí que sea ‘muerte de cruz’)”.

El enorme esfuerzo del Hijo de Dios para asumirse y mantenerse como ser humano implicó acceder a la igualdad con los demás y, asimismo, dedicarse a servir a todos como un siervo como un esclavo. La igualdad con Dios lo preparó, le enseñó a servir, en este caso a sus criaturas, que ahora vendrían a ser sus iguales. “Lejos de ser motivo de ansiedad y amargura, esa experiencia de ‘abajamiento’ social debe resultar en gozo, por ser el lugar desde donde se ofrece el testimonio de la fuerza del evangelio” (Míguez).

A la humillación de Jesús, en v. 6-8, se contrapone, en v. 9-11, la exaltación. Esta es consecuencia de su obediencia en el sufrimiento y consiste en la instauración en el señorío no sólo sobre la comunidad, sino sobre todo el cosmos. Al concederse a Jesús el nuevo nombre de kyrios, la comunidad confiesa que en la exaltación se da la victoria de Cristo, es decir, el cambio de señorío sobre el cosmos (cf. Col 1,19.20). (D. Müller, “Altura, profundidad, exaltación”, en DTNT I, p. 106)

Jesús llegó al nivel más alto de la creación y del cosmos (2.9-11) luego de haberse abajado profundamente y de representar la forma en que Dios se enamoró de la carne humana, de la historia, de la finitud, a fin de lograr que el ser humano también sea exaltado. Asumir la carne, la debilidad histórica y el sometimiento voluntariamente es la gran lección de Dios para obtener la salvación. En contraste: “El imperio tendrá su fin, la realidad, incluso la realidad física, conocerá otra dimensión, se organizará por medio de la experiencia de amor que trae la manifestación gloriosa del Mesías, crucificado de acuerdo a la ley judía y al poder imperial, pero triunfante en la vida de sus humildes seguidores” (Míguez).

El Dios eterno se ató amorosamente a la carne en la persona de Jesús y eso implicó un profundo reacomodo trinitario capaz de incorporar lo histórico y mortal, transformado, en el interior mismo de la divinidad. Semejante milagro es el que se celebra cuando se habla de la Navidad, el rostro más visible de la encarnación de Dios, la parte más superficial del misterio del Dios humano, del hombre-Dios que fue y sigue siendo Jesús de Nazaret.

Culto de Navidad, 19 horas

CULTO DE NAVIDAD
19 hrs.
Dirige: H. Consistorio

Introito                     Isaías 7.14
Dios mismo les va a dar una señal:
La joven está embarazada,
y pronto tendrá un hijo,
al que pondrá por nombre Emanuel,
es decir, “Dios con nosotros”.

Preludio al piano       Jacobo Núñez C.

Alabanza sincera y profunda
Ministro: Si de un tronco viejo sale un retoño,
también de la familia de David
saldrá un nuevo rey.
El espíritu de Dios estará sobre él
y le dará sabiduría,
inteligencia y prudencia.
Comunidad: Será un rey poderoso,
y conocerá y obedecerá a Dios.
No juzgará por las apariencias,
ni se guiará por los rumores,
pues su alegría será obedecer a Dios.
Todos/as: Defenderá a los pobres
y hará justicia a los indefensos.
Castigará a los violentos,
y hará morir a los malvados.
Su palabra se convertirá en ley.
Siempre hará triunfar la justicia y la verdad. Amén.
* Oración de ofrecimiento
* Himno: “Gozo del mundo es el Señor” (123)

El anuncio de la esperanza
* Lectura del Antiguo Testamento
Isaías 60.1-7 (En pantalla)

* Lectura del Nuevo Testamento
Filipenses 2.1-11 (Impresa)

Vela de Navidad
Al encender esta vela queremos simbolizar la gran realidad que celebramos: la venida del Hijo de Dios al mundo para hacer presente el amor de Dios y redimirlo de toda la maldad e injusticia. Proclamamos la esperanza plena en la acción de Dios a favor de los necesitados y de los marginados de la historia. ¡Él ha tomado partido por nosotros y ha venido a hacer su morada a nuestro lado!
*Himno “Cristianos, alegraos” (117)

Reflexión
EL DIOS ETERNO SE ATÓ A LA CARNE POR AMOR

Dios vive entre nosotros
* Himno: “Oíd un son en alta esfera” (127)

La respuesta del corazón agradecido
D: Dios nuestro, todas estas riquezas que hemos dado para construirte un templo, en realidad te pertenecen a ti.
C: Son tuyas; tú nos diste todo, y ahora sólo te regresamos lo que de ti habíamos recibido.                             
II Crónicas 29.14-15

Llevamos su luz por todas partes
* Bendición comunitaria, unidos/as
D: El Señor dice: “Yo soy la luz que alumbra a todos los que viven en este mundo. Síganme y no caminarán en la oscuridad, pues tendrán la luz que les da vida”.
C: …la conducta de ustedes debe ser como una luz que ilumine y muestre cómo se obedece a Dios. Hagan buenas acciones. Así los demás las verán y alabarán a Dios, el Padre de ustedes que está en el cielo. Amén.

* Bendición congregacional
   Himno “Noche de paz” (133)


Postludio

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

29 de agosto, 2021   Yo, Juan, soy su hermano en Cristo, pues ustedes y yo confiamos en él. Y por confiar en él, pertenezco al reino de Di...