Como relatos, símbolos, oraciones, mandamientos o reflexiones, las alusiones a la dimensión económica de la vida humana recurren a lo largo de toda la Biblia. No podría ser de otra manera en un libro que consiste en gran medida en el relato de momentos, personas, acontecimientos. Y, sea cual fuere nuestra interpretación, la actividad económica —lo que el ser humano hace para mantener y reproducir su vida— lo acompaña en todos los tiempos y lugares. Naturalmente, a lo largo de casi mil años, las condiciones económicas, los sistemas de su funcionamiento, las estructuras que se van generando, son diversas. El camino entre el nomadismo pastoril de los patriarcas y la economía del Imperio Romano es largo y tortuoso. Ni siquiera puede definirse en etapas uniformes y sucesivas, pues distintos modos de producción, distribución y consumo y las relaciones sociales (familiares, políticas, culturales) que los acompañan, vehiculan y condicionan, se superponen y combinan de diversas maneras en el tiempo y el espacio.
Ocurre, sin embargo, que la Biblia es a la vez una serie de escritos diversos, un ‘canon’ que la comunidad cristiana asume en su totalidad y un ‘libro sagrado’ que se supone debe guiar la comprensión y la conducta de los creyentes. El problema de la interpretación de esa ‘dimensión económica’ en la Biblia se plantea, por lo tanto, por lo menos a tres niveles: uno es la ubicación de una determinada alusión bíblica a lo económico en el espacio y las condiciones en que se generó; otro tiene que ver con la interrelación entre esas varias alusiones, en búsqueda de analogías, correspondencias o desarrollos que pudieran apuntar a una ‘visión bíblica de lo económico’ y una tercera es, ¿cómo ‘releer’ una y otra cosa en el presente. En esta breve presentación he elegido unos pocos ejemplos de interpretaciones de textos con referencia económica en distintos momentos de la historia de la interpretación bíblica.
El tema de la riqueza, los pobres, la caridad ejerció una particular atracción para los padres de los primeros siglos. Su preocupación es predominantemente pastoral y dirigida a la perfección de esa vida espiritual que era para ellos el sentido esencial del Evangelio. ¿Cómo se alcanza esa plena participación del alma en lo divino y qué papel juegan las cosas terrenales en esa búsqueda? Relatos como la historia del ‘joven rico’, o Zaqueo, parábolas como las de ‘el rico y Lázaro’ o del tesoro escondido, aparecen frecuentemente en las homilías y tratados.
Clemente de Alejandría toma la historia del joven rico como eje de su reflexión acerca de “¿Quién es el rico que ha de salvarse?” Clemente plantea el tema con una pregunta decididamente antropológica y ética: “¿Qué es lo que persuade [al joven rico] a alejarse del Señor y del ruego, la esperanza y la vida que antes había buscado con ardor?” Sin duda, la orden de abandonar sus posesiones. Y, ¿por qué esa orden?: no es simplemente para desposeerlo sino para que “destierre de su alma sus nociones acerca de la riqueza, su excitación y sentimientos mórbidos con respecto a ella, las ansiedades que son las espinas...que ahogan la simiente de la vida”. El propósito del Señor no es desposeerlo sino guiarlo a “liberarse de las pasiones del alma”.
Y para eso no es solo necesario abandonar las riquezas sino “hacer buen uso de ellas”: reconociendo que las posee “más a causa de sus hermanos que de sí mismo”. La riqueza en sí no es mala, pero se torna peligrosa “porque es difícil para el alma no ser seducida y corrompida por los lujos y los floridos encantos que acompañan a una gran riqueza”. Sin duda, el sentido dominante del texto es ‘espiritual’: El mayor peligro que corremos, al escuchar un texto como éste es “escuchar sus palabras en forma carnal”; mas bien debemos “con la debida investigación e inteligencia, buscar y aprender el significado oculto en ellas”. “El renunciamiento, pues, y la venta de todas las posesiones, debe entenderse referido a las pasiones del alma”. Sin embargo, en forma subordinada, aparecen también dos temas claros a los padres: el peligro de las riquezas y la obligación de compartir y, por consiguiente, la administración de las riquezas para beneficio de los demás.Estos dos temas aparecen con mayor radicalidad en otros padres, particularmente en comentarios a la parábola de “el rico y Lázaro”.
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