jueves, 24 de diciembre de 2009

¿Es nuestra respuesta "¿cómo?" o "sí", Marco A. Herrera

27 de diciembre de 2009

Buenos días. Es un privilegio para mí compartir con ustedes esta meditación de las Escrituras. Lo que voy a describir ha sido parte de mi propio caminar con El Señor al tratar de entender el carácter de Dios y la forma en que yo trato de escucharlo.

Voy empezar y terminar con una pregunta personal a cada uno de ustedes, así que los invito a que piensen bien su respuesta, pero no me respondan. Las preguntas son para que ustedes se las lleven y piensen en que respuesta van a dar. La primera pregunta tiene que ver con la manera en que respondemos cuando tenemos delante de nosotros una gran responsabilidad. ¿Cómo respondemos cuando nos piden hacer algo aparentemente más allá de nuestras posibilidades, en la Iglesia, la familia, el trabajo, la escuela, la comunidad?

Por ejemplo, si el pastor Cervantes nos pidiera: “quiero que dirija una campaña de evangelismo en esta colonia para fines de enero”. Una reacción posible sería, "¿yo?", pero, más probablemente diríamos "¿cómo?". “Ay, pastor, ya me agarró, usted sabe que yo no soy bueno para eso, el hermano Hiram se pinta sólo para esas cosas.”

Estoy seguro que cada uno ha tenido esta experiencia alguna vez. Muchos de ustedes lo experimentaron cuando decidieron formar esta congregación desde la compra de esta propiedad hasta la formación de una iglesia. ¿Cómo respondemos ante una tarea difícil?, ¿cómo o sí?

Tres casos

Déjenme contarles de tres personaje en la Biblia que cuando fueron confrontados por Dios para hacer algo extraordinario respondieron con una negativa: "¿cómo?".

El primero de ellos es un hombre inválido en Jerusalén. Cuando Jesús le pregunta “¿quieres ser sano?” el respondió “¿Cómo? No hay nadie que me ayude.”

Escuchemos la historia como la narra Juan en su Evangelio, en el capítulo 5:

1 Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
2 Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos.
3 En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua.
4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.
5 Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.
6 Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?
7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.
8 Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.
9 Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo[
a] aquel día.

¿Se fijaron como este hombre le respondió a Jesús? En vez de decirle SI, quiero ser sano, dijo: "¿Cómo? No hay quien me ayude". ¡Por favor! Este hombre tenía 38 años enfermo, bueno, sigamos.

El segundo caso lo conocemos muy bien. Se trata de Moisés cuando Dios le pide que regrese a Egipto para liberar a su pueblo de la esclavitud. Moisés tuvo el atrevimiento de responderle a Dios cinco veces con un "¿cómo?": Éxodo 3 – 4.17.

· No soy nadie. v. 11.
· ¿Cómo les digo que tu me hablaste? v. 13
· ¿No me van a creer? v. 4.1
· No hablo bien. v. 4.10 Esto parece ser otra excusa porque Esteban en el libro de los Hechos describe a Moisés como un orador elocuente: “era poderoso en sus palabras y obras.” (7.22)
· Finalmente Moisés le dice a Dios “envía a otro.” v. 4.14

Es muy claro que Dios nos pide hacer cosas dentro de las posibilidades de nuestros dones, pero a veces respondemos: "¿Cómo?".

Peter Block, un autor en el tema de administración, dice que cuando nos enfrentamos a una tarea difícil dentro del área de nuestra especialidad y desplegamos una actitud de "¿cómo?", realmente estamos encubriendo nuestra irresponsabilidad, ignorando que todo es un asunto de una decisión personal. El escribió un libro interesante sobre este tema, su título es: La respuesta a un cómo es un sí (The answer to how is yes. San Francisco, Berrett-Koehler, 2003).

Uno de mis versículos favoritos está en Eclesiastés 9.10: "Todo lo que te viniere a la mano por hacer, hazlo según tus fuerzas; [empieza el día con un ] porque en el Seol, a donde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría".

El tercer caso de alguien que respondió a Dios "¿cómo?" es un poco chistoso y patético a la vez. Zacarías, un sacerdote en el templo de Jerusalén en el tiempo del nacimiento de Jesús. Zacarías es un hombre viejo, como su esposa Elizabeth, además ella era estéril. Un día cuando él está preparando el incienso en el templo, el ángel del Señor se le aparece y le dice que Dios ha escuchado su oración y que tendrán un hijo. Zacarías entonces le dice al ángel (Lucas 1): “¿Cómo sabré que esto va a pasar? Mi esposa y yo somos viejos.”

El ángel Gabriel se enoja y regaña a Zacarías por no haber creído el mensaje de Dios, y por esa razón, lo deja mudo por nueve meses hasta que su hijo, Juan, nace. ¿Se pueden imaginar a un Sacerdote o Pastor que no pueda hablar por nueve meses? Lo que es patético de este caso es que Zacarías había estado orando por un hijo. Yo creo que por muchos años, desde que se casaron. Por favor, no dudemos que Dios responde a nuestras oraciones.

Bueno, muchos ejemplos de respuestas negativas a Dios. Veamos ahora tres casos de un SI definitivo a Dios ante lo aparentemente imposible.

El primero es Noé. El experto en control de inundaciones y lluvias torrenciales como lo narra Génesis capítulo 6. Noé construye un barco como de 130 metros de largo, pero no hay ningún lago o el mar cerca del sitio. La Biblia dice que Noé hizo conforme a todo lo que Dios le mandó (v. 22). Que tipo tan más loco, que forma de decirle a Dios. ¿Y que me dicen del profeta Isaías?

6.1 En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo.
2 Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban.
3 Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.
4 Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo.
5 Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.
6 Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas;
7 y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.
8 Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.

Isaías inicia su a Dios con un reconocimiento de que la presencia de Dios ocupaba todo el templo. Cuando nosotros reconocemos la soberanía del Señor en nuestras vidas, es posible decirle a Dios.

Finalmente tenemos a Jesús. El es el ejemplo supremo de un a Dios ante una tarea imposible. Primero, él renuncia a su condición de rey y deja su trono. Así dice nuestro himno: “tu dejaste tu trono y corona por mi, al venir a Belén a nacer.” Toma la forma de hombre, no de cualquier hombre, sino de esclavo, siervo. En segundo lugar, nace en un pesebre, no en un palacio. Incluso los magos del oriente se engañan y lo buscan, no en Belén, pero en Jerusalén en el palacio de Herodes. En tercer lugar, él está dispuesto a morir por ti y por mí para liberarnos de las cadenas de la opresión y de la muerte. En este punto en su vida, Jesús ora a Dios tres veces en el huerto de Getsemaní, y le pide a Dios por otra alternativa para completar su misión. El no quiere sufrir, pero le afirma a Dios que está dispuesto a hacer la voluntad de Dios. El afirma con un SI definitivo a Dios la tarea que le ha encomendado: “no sea como yo quiero, sino como tú.” Mateo 26. 36-46.

Jesús está dispuesto a renunciar a si mismo, a despojarse, a vaciarse de todo lo que pueda impedirle hacer la voluntad de Dios. Este es probablemente el verdadero significado de “toma tu cruz y sígueme.” Muchas veces escuchamos decir cuando alguien tiene problemas profundos, enfermedades incurables o situaciones realmente difíciles. “Esta es mi cruz que el Señor me ha dado.” La realidad es que todos pasamos por problemas y sufrimos con ello. Pero la cruz no es un instrumento de sufrimiento, sino de muerte, y el tomar la cruz del Señor es hacer morir todo aquello que nos impide experimentar la presencia de Dios en forma plena. Dios siempre nos dirá, “yo estoy contigo, ¿quieres tu estar conmigo?, entonces toma tu cruz, mata a lo que te impide gozar mi presencia en tu vida en forma plena”

Esta es la segunda pregunta para que ustedes reflexionen personalmente: ¿Qué prácticas, actitudes, ideas, conflictos no resueltos con tus seres queridos y sobre todo aquellos que te cuesta trabajo querer te impiden disfrutar plenamente de la presencia de Dios? ¿Te enojas cuando manejas en esta Ciudad de México, cómo están tus relaciones con tu cónyuge, o con tus hermanos, cómo te llevas con tus hijos, cómo te comportas en el trabajo donde nadie de esta congregación te ve, cuándo vas a perdonar a tu hermano que te ofendió ya hace varios años, o reconciliarte con aquel que ofendiste?

Quiero terminar esta meditación con nuestro primer ejemplo. El hombre inválido del estanque de Betesda.

El ha estado inválido por 38 años. Imagínense a él, cada día alguien de su familia le ayudaba en la mañana para llevarlo al estanque, y regresaba por él en la tarde. ¿Pueden pensar en hacer esta rutina cada día de la semana, de cada año por 38 años, incluyendo sábados y domingos? Recuerden que el fue sanado en un sábado.

¿Por qué Jesús que sabia que el pobre hombre había estado enfermo por todo ese tiempo le pregunta: “quieres ser sano?”. La pregunta parece un poco sarcástica. Sin embargo, no hay sarcasmo en la pregunta de Jesús. Lo que Jesús realmente le está preguntando es: "¿Quieres cambiar tu rutina, tu manera de vivir? Porque después que estés sanado, tú vas a ser radicalmente diferente y no vas a poder continuar arrastrándote por las calles, causándote dolor y dando lástima a los demás. Te vas a poder levantar y caminar. Vas a tener que hacer otra cosa, ocupar tu tiempo en algo diferente".
El hombre inválido fue confrontado con una alternativa radical para su vida. Ustedes conocen el final de esta historia, el hombre terminó proclamando que Jesús lo había sanado y le había dado una vida nueva. Cuando nuestra respuesta es en lugar de ¿cómo?, abrimos la posibilidad para la intervención de Dios en nuestra vida. La posibilidad de un cambio de curso para hacer algo radicalmente diferente. Incluso si ya llevamos 38 años con nuestras viejas rutinas.

Que Dios les bendiga.

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