domingo, 28 de agosto de 2011

Letra 234, 28 de agosto de 2011



PROVOCA LA BIBLIA PASIÓN LECTORA
Dora Luz Haw
El Mañana, 14 de abril de 2009



Objeto de estudio, fuente de inspiración o método adivinatorio, la Biblia ha sido en la vida de intelectuales y coleccionistas un libro cardinal.

Ernesto de la Peña: una relación laica
"Soy un amigo de la Biblia, pero totalmente laico. Me interesa mucho como objeto de estudio", aclara Ernesto de la Peña, quien ha traducido al español parte de sus textos. Nunca la ha leído en orden y hay libros que relee como el de Job, que le parece uno de los más grandes poemas de la humanidad, los salmos, el Cantar de los Cantares, el Eclesiastés y el Libro de Esther.
"Tuve una temporada en que abría al azar la Biblia y ponía el dedo, a ver qué consejo me daba. Solía acertar, o cuando menos eso pensaba yo", cuenta. La biblioteca personal de De la Peña, que está al servicio del Centro de Estudios de Ciencias y Humanidades de la Fundación Telmex, tiene unos 500 volúmenes relacionados con las Sagradas Escrituras.
"Tengo dos ejemplares muy bellos: uno del siglo 17, de cuando ordenaba en Francia Luis XIII. Es la Biblia completa en francés y latín, una edición con láminas hermosas. "Otra que me gusta es el Nuevo Testamento en griego, con variantes de lectura. Es de 1710 y se hizo en Amsterdam. Es una edición bellísima y tiene comentarios tan abundantes que a veces abarcan mucho más que el texto mismo. Además, tiene una alegoría hermosa de María con los evangelistas".
Pero la Biblia que más aprecia es una pequeñita en hebreo, cuyas letras no se pueden leer. La compró en la calle de Gante, donde estaba la Asociación Bíblica, y le costó 6 pesos. "La guardo como un tesoro, la tengo desde que era chamaco".

Cristian Gómez, Suma Ediciones
De niño lo llevaban a una iglesia metodista y aprendió a leerla. Los personajes bíblicos eran como héroes con los que se identificaba, pero conforme Cristian Gómez creció, la curiosidad de comparar diversas versiones lo llevó a hacerse de varios ejemplares.
Hace 30 años que el director del Museo Maná de las Sagradas Escrituras colecciona textos bíblicos y actualmente cuenta con unos 2 mil 500 volúmenes, algunos de más de 450 años.
Entre los ejemplares que más le gustan se encuentra una edición que perteneció a Maximiliano de Habsburgo y que descubrió en una librería de viejo en la colonia Doctores. "Estudié sus exlibris y me encontré en el acervo histórico diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores que, efectivamente, esta edición cardenalicia perteneció a Maximiliano", cuenta.
La primera traducción al español hecha en el continente americano fue la Biblia de Vencé, de 1833, de la que tiene un ejemplar que halló en una caja de papeles que estaba a punto de ser tirada a la basura en una librería. Uno de sus ejemplares más raros es la Biblia de Ginebra, primera que existió en francés en el siglo 16. Esta obra fue encuadernada en el siglo 17 junto con el Libro de los Salmos y música del siglo 16.

Adolfo Castañón: en clave poética
"Soy un humilde lector y pertenezco a una familia laica", aclara Adolfo Castañón, quien se acercó a la Biblia primero por curiosidad y luego por una necesidad literaria. Confiesa que en ocasiones la ha utilizado para practicar la bibliomancia.
Aunque ha tratado de leerla ordenadamente como si fuera una novela, nunca ha podido, ya que siempre se pierde en las genealogías. Al abordarla en clave poética, le han interesado más los libros de Isaías, Job, el Cantar de los Cantares, y en términos filosóficos, el Nuevo Testamento.
Una de las versiones que consulta el escritor es la Biblia Vulgata, una traducción realizada a principios del siglo 5 por San Jerónimo, uno de sus héroes, por ser uno de los escritores más prodigiosos de la historia de la literatura. También lee la Biblia Nácar-Colunga.
"Pero la que ando cargando siempre es la de Cipriano de Valera, texto que no cuesta más de 20 pesos, pero que me encanta porque está escrita en el español del Siglo de Oro".

Alejandro Mayagoitia: alma bibliófila
Bibliófilo desde joven, Alejandro Mayagoitia muestra algunos de los once tomos que posee de la primera edición mexicana de la Biblia, traducida al español por el escolapio Felipe Scio de San Miguel.
"Era un católico ilustrado, de esos modernos del siglo 18. Por encargo de Carlos III hace una de las primeras versiones católicas de la Vulgata Latina. Son extraordinarias las notas que escribió este hombre tan erudito; de hecho, cada uno de los 11 tomos tiene 600 páginas", detalla el profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana.
Es dueño de un raro ejemplar, De la Lección de la Sagrada Escritura en Lenguas Vulgares, de Joaquín Lorenzo Villanueva, publicado en 1791, pero la Biblia que acostumbra consultar es la editada por la Compañía de Jesús, que formaba parte de la biblioteca que compró al abogado Francisco Serralde.
"La escrita en lenguas vulgares la conseguí cuando tenía unos 12 años. Acompañé a mi padre a una mueblería donde había como adorno libros antiguos", recuerda.
"Él me los compró, era una época en que los libros religiosos no tenían valor".
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SE IMPONE EL "NO" A LA ORDENACIÓN DE LAS MUJERES EN LA INPM

Lupa Protestante, 20 de agosto de 2011

Con una votación de 158 contra 14, de manera aplastante se impuso la negación a la ordenación de las mujeres en el pleno de la asamblea general de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM), llevado a cabo los pasados días 17-19 de agosto en la localidad de Xonacatlán, Estado de México, al poniente de la capital del país. Durante los dos primeros días se realizó un concilio teológico organizado por el Ministerio de Educación de esta iglesia, que debió afrontar el cuestionamiento porque dos de sus integrantes estaban anunciados, de última hora (10 de agosto), como ponentes, lo que ocasionó una protesta que fue atendida también de último momento, de modo que los textos fueron presentados por otras personas, invitadas apenas tres días antes del evento.
En el concilio se presentaron cuatro posturas a favor y cuatro en contra. El miércoles 17, el sorteo determinó que la postura a favor se expondría en primer lugar durante cada ronda. En la primera ponencia, L. Cervantes-O. resumió la necesidad de que la Iglesia recupere su rostro inclusivo y propuso que la decisión de la asamblea diera libertad a los presbiterios para ordenar o no a las mujeres, además de que incluyó el texto escrito de las “Doce tesis de Xonacatlán”, con puntos muy concretos para desarrollar. La siguiente ponencia, presentada por Otoniel López, retomó la preparada por la secretaria ejecutiva del Ministerio de Educación (lo cual se reconoció públiocamente) e insistió en que los órdenes bíblicos no incluyen la posibilidad de que las mujeres sean ordenadas. En la segunda ronda, Emmanuel Flores fundamentó en la doctrina de la imagen de Dios la necesidad de la ordenación de las mujeres. José Luis Zepeda, por su parte, enfatizó la inexistencia de textos bíblicos para afirmarla y, aun cuando, aceptó que Dios puede llamar mujeres a su servicio, afirmó tajantemente la improcedencia de la ordenación en la situación actual.
El jueves 18, por la mañana, la única mujer participante, Amparo Lerín, demostró la necesidad de superar las posturas patriarcales y machistas, así como la urgencia de que los pastores conozcan los antecedentes históricos de la ordenación femenina en la historia de la Iglesia e instó a que se exploren dichos datos como insumos para la vida eclesial. Al momento de las preguntas Lerín fue particularmente incisiva en sus respuestas. Nehemías Morales Macario, del Presbiterio Filadelfia, leyó una ponencia que, a todas luces, fue redactada por Ernesto García, secretario de actas tas del Ministerio, lo que se señaló en una observación comentada a regañadientes por el coordinador del evento. El texto refleja un rechazo absoluto a los avances democráticos y sociales de los principios expresados por la Revolución Francesa, a la que calificó insistentemente como “movimiento apóstata” que introdujo perniciosamente el concepto y la práctica de la emancipación de las mujeres.
Finalmente, Alberto Arenas introdujo su ponencia con diversas citas de Juan Calvino relacionadas con la urgencia de mantener la unidad de la Iglesia y trabajó en sus tesis la aparente excepcionalidad de los casos de Hulda y Débora en el Antiguo Testamento y “el sacerdocio universal de las y los creyentes” como fundamento neotestamentario. Héctor Bautista, del Presbiterio del Sur, en su turno, luego de un repaso sesgado de las figuras bíblicas y de la “historia de la ordenación”, cuestionó la validez de la ordenación de Febe como diaconisa (Ro 16.1-2). Atacó a los defensores de la ordenación femenina, con lo que violó las condiciones de respeto establecidas para el concilio por los organizadores, quienes no se manifestaron al respecto. Textualmente, dijo: “Una minoría cuasi liberal (sic), un grupúsculo arrogante no puede abrogarse [sic, quizá quiso decir “arrogarse”] el derecho a poseer una verdad que el testimonio corporativo y general contradice”. A pregunta expresa de quien escribe, momentos después de la ponencia, afirmó que dicho texto es un texto agregado, sin confiabilidad canónica.

El ambiente de la asamblea se sintió muy predispuesto hacia el “no” desde el principio y muchos delegados expresaban su descontento hacia las ponencias favorables a través de exclamaciones marcadas por la intolerancia y el descontento, y de preguntas tendenciosas a los ponentes, lo cual fue aprovechado por la presidencia a la hora de tomar las resoluciones. Incluso la propuesta de dejar en libertad a los presbiterios sobre su decisión fue desechada luego de aprobarse la negativa final. Dos delegados, Moisés Zapata y Héctor Bautista, exigieron “mano dura” para quienes ahora se encuentran “fuera de orden” con este acuerdo. Zapata incluso agregó que si ya se habían realizado dos concilios más (en 1980 y 2006, algo que también recordó el ministro de Educación), era tiempo de que ahora se tomaran medidas disciplinarias sin ningún miramiento. Por último, con 102 dos votos se acordó que los presbiterios e iglesias que han ordenado mujeres procedan de inmediato a anular dichas ordenaciones, sin plazo de por medio. Estaba preparado el camino para el acuerdo de romper relaciones con la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos (PCUSA), por la decisión de ésta de ordenar a los ministerios personas con orientaciones sexuales diversas, algo a lo que se refirieron varias personas al momento del concilio teológico. (LCO)

Actividades

OREMOS INTENSAMENTE POR LAS PRÓXIMAS DETERMINACIONES DE LA IGLESIA EN RELACIÓN CON LOS ACUERDOS DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LA INPM


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CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes 30 de agosto, 19 hrs.
HERMOSURA Y GRANDEZA DEL AMOR (Cantares 8)
Modera: Hna. Marena Ponce

CANTARES 8.1-6, DIOS HABLA HOY

¡Ojalá fueras tú un hermano mío,
criado a los pechos de mi madre!
Así, al encontrarte en la calle,
podría besarte y nadie se burlaría de mí;
podría llevarte a la casa de mi madre,
te haría entrar en ella,
y tú serías mi maestro.
Yo te daría a beber del mejor vino
y del jugo de mis granadas.
¡Que ponga él su izquierda bajo mi cabeza,
y que con su derecha me abrace!
Prométanme, mujeres de Jerusalén,
no interrumpir el sueño de mi amor.
¡Déjenla dormir hasta que quiera despertar!
¿Quién es esta que viene del desierto,
recostada en el hombro de su amado?
Bajo un manzano interrumpí tu sueño:
allí donde tu madre tuvo dolores;
allí donde tu madre te dio a luz.
Llévame grabada en tu corazón
¡llévame grabada en tu brazo
El amor es inquebrantable como la muerte
la pasión, inflexible como el sepulcro
¡El fuego ardiente del amor
es una llama divina!

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PRÓXIMAS ACTIVIDADES
SEPTIEMBRE: FE CRISTIANA Y LUCHAS SOCIALES
4 – Comunión/ Reunión de Consistorio
10– Visita a las misiones
11– 5º aniversario del Coro
15– Noche mexicana

18– Testimonio sobre recursos para el crecimiento espiritual

"Comamos el libro": actualidad de la palabra divina

28 de agosto de 2011


Pero hay otros libros que se escriben con la carne y la sangre del autor. Esos no son para ser leídos sino para ser comidos. “¡Come!”, fue la orden que el ángel dio al vidente de Patmos al entregarle un libro. Los libros escritos con carne y sangre hacen que la carne tiemble. Y precisamente, ese temblor de la carne es lo que nos dice que el libro que estamos leyendo fue escrito con la carne y la sangre de quien lo escribió.[1]
Rubem Alves

1. Una gran metáfora de la apropiación de la Palabra
Dos veces en las Sagradas Escrituras se encuentra la orden divina de comerse un libro, de devorar y paladear el vehículo de la Palabra divina y la palabra misma. En la primera de ellas, un profeta procedente de familia sacerdotal que comienza su labor en los inicios del exilio del pueblo de Israel en Babilonia y recibe la presencia del Espíritu para realizar dicha labor, es conminado a “comer” un rollo al mismo tiempo que es enviado a sabiendas de que ese pueblo ha sido rebelde para recibir el mensaje divino. Las implicaciones de una acción de esta naturaleza van más allá del mero simbolismo aludido en otros pasajes bíblicos, como los salmos 19 y 119, que no dudan en utilizar metáforas culinarias para referirse a la exquisitez del sabor de la Ley o de la Palabra divina. Aquí, las circunstancias son diferentes: luego de una profunda crisis espiritual, social y política, el hombre enviado por Dios debe afrontar, literalmente, aunque se trate de una visión, la degustación de un rollo que contiene la voluntad de Yahvé para un pueblo que comienza su cautiverio como castigo por su rebeldía. La condición sine qua non para desarrollar su trabajo es el acto mismo de comer ese rollo.
El trato con los libros y el conocimiento emanado de ellos es tratado por otro libro de las Escrituras hebreas se refiere a la dificultad de tratar con ellos, porque incluso el mucho estudio puede llegar a ser fatiga de la carne (Ecl 12.12). La importancia de la lectura para acceder al mensaje divino, aun cuando ésta estuviera bastante restringida para la mayoría del pueblo, no lo eximía de la responsabilidad de apropiarse del contenido de los textos con familiaridad y profundo apego.
Ezequiel debía realizar este acto simbólico para comprender los alcances del mensaje, de ahí la ambivalencia del sabor del rollo, pues al profeta le sabe a miel (3.3b), aunque su contenido es de “endechas, lamentaciones y ayes” (2.10). Justamente, él tendría que ser el intermediario entre esos dos extremos: por un lado, debía comprender a Dios, quien su afán pedagógico, está por dar al pueblo una serie de lecciones acerca del proceso de la historia de la salvación, ya sin la existencia de un Estado, un territorio, un templo y un sacerdocio, lo cual no era poca cosa, y por el otro, debía valorar muy bien el contexto con que la comunidad enfrentó este inmenso drama nacional. Como explica Sicre: “Las amenazas externas y las revueltas internas fomentan en ellos la esperanza de que el castigo enviado por Dios sea pasajero; piensan que el rey Jeconías será liberado pronto y que todos volverán a Palestina. Lo que menos pueden imaginar es la destrucción de Jerusalén y el aumento del número de deportados”.
[2] Incluso hay quienes han discutido sobre la salud mental de Ezequiel al momento de recibir semejante encomienda: su amor por la Palabra divina no debía estar reñido con la comprensión del momento que vivía su pueblo. Se trataba de una situación extrema y potencialmente dañina para la fe si no se transmitía adecuadamente el mensaje anunciado.

2. “Comamos el libro”: una orden histórica y actual
Comer el libro hoy, como representó la repetición del acto simbólico para el vidente de Patmos (Ap 10.9-11), significa no cejar en la familiaridad con la Palabra divina, pero siempre con la disposición para responder a los desafíos históricos siempre diferentes. La lectura de los signos de los tiempos a través del conocimiento de la Palabra divina es una exigencia que debe producir un discernimiento que no siempre tiene un rostro amable. El encuentro con las realidades históricas, muchas veces contradictorio, contrasta con la manera en que se aprecia el valor de las Escrituras en la vida cotidiana, pues lo que en el nivel macroscópico puede resultar complejo para aceptar, dada la fuerza y la intensidad del mensaje profético, para el nivel microscópico o comunitario puede ser de gran bendición y promesa.
Lo mencionado era el caso para el desterrado en Patmos, quien vivía una experiencia similar a quienes fueron llevados a Babilonia, pero que al escuchar la orden de comer el libro, también recibe la admonición sobre lo que sucederá con su gesto profético: era dulce, pero amargó su vientre, como si la digestión histórica fuera el aspecto más delicado del suceso.
La visión histórica y simbólica de este apóstol lo coloca, igual que hoy y siempre, ante lña disyuntiva de “disfrutar” del sabor de la Palabra, a sabiendas de su carácter dual: anuncio esperanzador para los fieles que aman la voluntad divina, pero denuncia profética sin concesiones para quienes se oponen a la actuación de Dios en la historia. Coyunturalmente, como en el caso de Ezequiel y Juan, muchas situaciones parecen repetirse, aunque las exigencias divinas siempre serán nuevas. “Comamos el libro” para alimentar nuestra fe y nuestra esperanza y no temamos afrontar el aspecto amargo de esta deglución, esto es, la necesidad de ser fieles a proclamar un mensaje que en muchas ocasiones lastimará los oídos de quienes no escuchan y son rebeldes a la voluntad divina.


Notas
[1] R. Alves, cuarta de forros de Saborear el infinito. Antología de textos. México, Dabar-Centro Basilea de Investigación y Apoyo, 2008.
[2] J.L. Sicre, Profetismo en Israel. El profeta. Los profetas. El mensaje. Estella, Verbo Divino, 1992, p. 330.

Ezequiel 2.4-3.3



Traducción en Lenguaje Actual



“Voy a enviarte a ellos, para que les digas lo que yo quiero que hagan. Es muy posible que no te hagan caso, pues son muy rebeldes; pero no te preocupes. Lo importante es que se den cuenta de que no les ha faltado quien les hable de mi parte. Y aunque te parezca que estás rodeado de espinas o en medio de alacranes, tú no les tengas miedo ni te espantes por lo que te digan, ni por la cara que te pongan. Ellos son muy rebeldes, pero tú no seas como ellos. Al contrario, obedece siempre todo lo que yo te ordene. Para empezar, abre la boca y come lo que te voy a dar”.
Entonces vi una mano que tenía un librito; esa mano se extendió hacia donde yo estaba, y comenzó a abrir ese librito delante de mis ojos. Y pude ver que el libro contenía mensajes de luto, de dolor y de tristeza.
Entonces Dios me dijo: “Ezequiel, cómete este libro, y llena tu estómago con él”. Yo tomé el libro y me lo comí, y su sabor era tan dulce como la miel.

sábado, 20 de agosto de 2011

Letra 233, 21 de agosto de 2011



POR UNA LECTURA CRÍTICA DE LA BIBLIA
José Arregui
Éxodo, núm. 99, mayo junio de 2009

No descubro el Mediterráneo si digo que la Biblia es un libro humano, formado de muchos libros, todos ellos grabados por la mano, el corazón, la memoria de hombres y de mujeres muy concretas. Un libro, una escritura, un texto humano. Se dirá además que es un libro inspirado, una escritura sagrada, un texto revelado, y así es. Pero ¿cómo entender lo segundo sin entender lo primero? ¿Cómo leer la Biblia en cuanto revelación de Dios si no sabemos leerla como libro humano? No es seguro que sepamos leer un libro, tomarlo y abrirlo –tolle, lege– como quien espera una visita o aguarda una revelación, como quien recibe y reinventa un oráculo, como quien interpreta un pentagrama, como quien recrea un paisaje, como quien acaricia una piel.



No sabremos leer la Biblia si no sabemos leerla como el libro humano que es, un libro nacido de las entrañas de la tierra, de la vida humana con sus penas y alegrías, de la historia humana con sus sombras y esperanzas. Un libro en el que –como en todos los grandes libros– Dios se revela, pero velándose en la finitud, los límites, los errores y las heridas de la existencia humana. Un libro en el que la presencia infinita, infinitamente viva y consoladora de Dios ha de ser liberada de la finitud del texto. Ésa es la misión de la lectura. Saber leer la Biblia es liberar a Dios de la finitud del texto. Leer es un ejercicio de libertad y de liberación. Leer es recrear. Leer es acariciar un texto hasta que hable como por vez primera. Leer es abrir caminos nuevos a través del texto escrito, más allá del significado, hacia el sentido inscrito en el infinito espacio blanco de las letras, de las líneas, de los márgenes...



Estas páginas se proponen señalar algunas claves de este ejercicio de lectura, del arte de leer la Biblia de tal modo que, liberando a Dios de nuestros viejos significados, Dios nos libere de nuestras viejas cadenas.

La palabra en el límite de la escritura
Eso es la Biblia: palabra de Dios en los límites de una escritura humana. Palabra de Dios encerrada en una lengua, un alfabeto, una gramática particular. Palabra de Dios surgida de una tierra, de una vida, de una historia concreta. Palabra de Dios contenida, como a la fuerza, en los límites estrechos de un libro, un texto, una escritura. Dios no accede a nosotros ni nosotros accedemos a Él “directamente”, como si Dios fuese una realidad separada del mundo. Dios accede a nosotros y nosotros accedemos a Él en toda la realidad y, de manera particular, en la palabra humana convertida en texto. Si aplicamos esta estructura fundamental de la revelación divina a Jesucristo, podemos decir con A. Gesché: “Ya no es posible abordar la cuestión cristológica, sea como historiador sea como creyente, dejando aparte esta cuestión lingüística que constituye algo así como la cuna y la puerta de entrada. A Jesús se le ha narrado”. Los evangelios y el Nuevo Testamento en general vinculan radicalmente la revelación de Dios en Jesús a la finitud, al límite de la escritura humana.




Y, sin embargo, la palabra de Dios tiene el poder de romper y desbordar ese límite desde el interior del mismo. La Biblia constituye esa paradoja: es una palabra que viene siempre de más allá y nos sorprende, y por eso la llamamos “palabra de Dios”; pero es también una palabra que brota de las entrañas oscuras y luminosas del ser humano, y por eso la llamamos “palabra de hombre”. No sería revelación, si no fuera de Dios. Pero no sería creíble, si nos hablara de fuera.
Pero ¿acaso no constituye precisamente ése el milagro y la paradoja de toda palabra humana? ¿No viene ésta siempre de más allá? ¿No brotan todas las palabras de una fuente sin origen ni fondo? ¿No son como inspiradas por un ángel mensajero? ¿No son reveladoras de un misterio indecible? Y todo libro que merece este nombre ¿no es justamente el espacio de una ruptura, de una trascendencia, de una revelación? Así es. Así es en particular en el caso de los libros llamados “sagrados”, de las escrituras “fundantes” de todas las religiones (el Dao de Jing, el Bhagavad-gîta, el Corán, el Popol Vuh...). En realidad, así sucede en todas aquellas escrituras que, siendo “religiosas” o no, alcanzan a expresar el “fondo” humano, pues el fondo humano es fuente divina, y todas las palabras pueden convertirse en palabra y revelación de Dios para quien sepa leerlas.
¿Qué tiene entonces de particular la Biblia? Además de su valor universal y fascinante, la Biblia posee para judíos y cristianos un valor único, no superior ni exclusivo, sino simplemente “propio”: es nuestro lenguaje, nuestro camino, nuestra historia, y en consecuencia el lenguaje, el camino y la historia de Dios para nosotros. No hay ningún lenguaje universal para acoger a Dios, no es posible ningún esperanto religioso ni es deseable la universalización de ninguna lengua particular. Dios no habla en general ni desde arriba ni desde fuera. En este libro humano y particular que es la Biblia hemos aprendido a acoger la presencia universal de Dios. En este texto absolutamente particular y en sus particulares traducciones leemos los cristianos, mejor que en ningún otro texto, las señales reveladoras del misterio de la vida: la gracia originaria y el dolor universal, el Amor samaritano, la invitación a la confianza.



Es precisamente en lo humano de este libro donde atisbamos la presencia de Dios. Sin duda, la palabra de Dios desborda los límites del texto, hace saltar los márgenes, abre una brecha, instituye una alteridad. En una palabra, rompe el ensimismamiento de nuestros conceptos e imaginarios. Pero eso lo hace precisamente desde dentro, justamente desde la evidencia de su límite humano imposible de colmar. Dios no habla –o al menos no sabemos escucharlo– a la manera divina, sino a la manera humana. Dios no habla como nos hablaría un Ente supremo distinto de los entes, separado de este mundo. La palabra de Dios no es una palabra superpuesta o yuxtapuesta a la palabra pluriforme que es el mundo, superpuesta o yuxtapuesta a nuestras palabras humanas siempre particulares. La Biblia no es palabra de Dios porque haya venido de un cielo lejano, o porque no tenga mancha ni error alguno o porque nos proporcione respuestas exactas y definitivas a todas nuestras preguntas. ¿Por qué lo es entonces? Lo es porque refleja la lucha y la fe histórica de un pueblo, y porque nos sumerge enteramente en el fondo de la historia humana, y porque nos hace percibir la Presencia bienhechora en el fondo último de toda persona humana, porque nos revela la palabra originaria de Dios en el origen misterioso de toda palabra humana. Dios habla desde las entrañas de la tierra, de la vida, de nuestras humildes y vacilantes palabras.



Quien entiende la Biblia como palabra de Dios encarnada en un lenguaje y en una escritura humana ¿y cómo podríamos entenderla de otro modo? –¿y ha de estar dispuesto a leer de acuerdo a las leyes y condiciones del lenguaje humano, de la escritura humana.

La lectura como interpretación
Toda lectura humana –no conocemos otra– es interpretación y, como tal, también ella es limitada y particular. Toda lectura de la Biblia es igualmente una interpretación particular y limitada; y cuanto más creyente, más consciente ha de ser de su carácter limitado, parcial, provisional. Si la Biblia es palabra de Dios en los límites del texto humano, la lectura de la Biblia es acceso a la palabra de Dios a través de los límites de la lectura humana.



Uno de los méritos fundamentales de la teología del s. XX es haber tomado conciencia de su carácter de lectura, relectura, interpretación de textos. Siguiendo el giro lingüístico de la filosofía (M. Heidegger, L. Wittgenstein, R. Rorty), en la segunda mitad del s. XX, la teología tomó conciencia de esta verdad sencilla y revolucionaria: ningún texto –por “inspirado” y sagrado que se le considere– y ningún dogma –por definitivo e incontestable que pretenda ser– escapan a su condición lingüística, es decir, al límite histórico del ser humano que habla, que escribe, que lee. La palabra de Dios al ser humano es inseparable de la palabra del ser humano sobre Dios; todos los libros sagrados, incluida la Biblia, son palabra humana y en cuanto tal está sujeta a las condiciones y a las limitaciones de la existencia humana, y esto no afecta solamente al origen del texto, sino también a su lectura. Para entender un texto bíblico –o un dogma cualquiera–, la lectura ha de tener en cuenta tanto las condiciones históricas en que surgió el texto como las condiciones históricas en que se lleva a cabo la propia lectura. La teología es, pues, una lectura histórica condicionada de unos textos históricos condicionados. El Vaticano II asumió esta intuición central de la exégesis y de la teología en cuanto hermenéutica: “Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano; por lo tanto, el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores querían decir y loDurante el siglo XX, la teología en su conjunto dio así un viraje radical: pasó de ser fundamentalmente dogmática a ser fundamentalmente hermenéutica; pasó de ser una exposición de verdades divinas intemporales a ser una interpretación siempre parcial, provisional, histórica, de unos textos que por definición son textos humanos, históricos, y sólo como tales revelan el Misterio de Dios indecible y liberador.



No podemos comprender lo que Dios “quiere decir” en los textos del pasado, sino mirando muy de cerca las condiciones –biológicas, sociológicas, políticas, económicas, ecológicas– en que la humanidad del pasado habló sobre Dios, y las condiciones concretas de la humanidad a la que Dios habla en el presente con las palabras del pasado, y las condiciones históricas y los “intereses” vitales a partir de los cuales leemos hoy la Biblia. Para hablar de Dios “honestamente” (Robinson), la teología ha de ser consciente de su situación; y ha de estar constantemente dando rodeos –los rodeos de la crítica y de la interpretación–, tratando de “comprender” a Dios desde los misteriosos recodos de la existencia humana (Bultmann), desde los senderos cruzados del lenguaje (Ebeling), desde las implicaciones entrelazadas de la experiencia (Schillebeeckx), desde el horizonte siempre abierto de la historia (Pannenberg), desde las conflictivas condiciones socio-políticas de la sociedad y de la esperanza (Metz, Moltmann). Todo eso forma parte del lenguaje humano: el lenguaje con el que los hombres hablan de Dios, el lenguaje con el que Dios habló y sigue hablando a los hombres. […]



Toda teología es siempre sólo una perspectiva, sólo una aproximación fragmentaria. “La teología es búsqueda permanente de hallazgos y de la renovación del significado”. Por la misma razón, tampoco existe ningún magisterio infalible, como la historia nos ha enseñado de hecho y la teología empieza a enseñarnos de derecho. La religión es verdadera en la medida en que infunde ánimo; la teología es verdadera en la medida en que hace patente el Misterio consolador […].
En consecuencia, la teología no ha de rehuir el “conflicto de interpretaciones”, y ha de convertir el conflicto en acicate para el diálogo, para hacerse justamente una teología en “conversación”. La teología –palabra acerca de Dios– debe ser una palabra humilde y compartida, ligada a la verdad de la vida y de la tierra, a la verdad del dolor y de la esperanza, a la verdad de la historia y del futuro.



La transición de la teología dogmática a la teología hermenéutica no estuvo exenta de lamentables incomprensiones y de condenas injustas, y esa transición está aún lejos de ser asumida en todo su alcance por las corrientes más tradicionales del cristianismo –y, en el campo católico romano, por la jerarquía en bloque–. Pero, a pesar de todas las resistencias, la dirección es clara, y será imparable: al igual que nadie defiende ya la creación del mundo en seis días, ni entiende literalmente el relato del arca de Noé, ni sostiene que el sol gira en torno a la tierra, al igual que una hermenéutica al menos parcial ha acabado siendo aceptada –de buen grado o de mal grado–, así se acabará aceptando el carácter radicalmente hermenéutico de todo lenguaje creyente: de toda Escritura, de todo dogma, de todo magisterio, de toda exégesis, de toda teología. que Dios quería dar a conocer con dichas palabras”.




Actividades

HOY A LAS 17.30 HRS. HABRÁ UNA SESIÓN DE ESTUDIO CON LOS CANDIDATOS ELECTOS PARA OFICIALES DE LA IGLESIA. ¡LOS/AS ESPERAMOS!


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CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes 23 de agosto, 19 hrs.
EXPRESIONES AMOROSAS (II) (Cantares 7)
Modera: A.I. Pablo Gil

CANTARES 7.1-9, DIOS HABLA HOY

¡Qué hermosos son tus pies
en las sandalias, princesa!
Las curvas de tus caderas
son como adornos de oro fino
hechos por manos expertas.
Tu ombligo es una copa redonda
donde no falta el buen vino;
tu vientre es una pila de trigo
rodeada de rosas.
Tus pechos son dos gacelas,
dos gacelas mellizas.
Tu cuello es una torre de marfil;
tus ojos son dos estanques
de la ciudad de Hesbón,
junto a la puerta de Bat-rabim;
tu nariz es como la torre del Líbano
que mira hacia la ciudad de Damasco.
Tu cabeza, sobre tu cuerpo,
es como el monte Carmelo;
hilos de púrpura son tus cabellos:
¡un rey está preso entre sus rizos!
Amor mío, mujer encantadora,
¡qué bella, qué hermosa eres!
Tu porte es como el porte de una palmera;
tus pechos son como racimos.
Yo pienso subir a la palmera

y adueñarme de sus racimos.
Tus pechos serán entonces

como racimos de uvas;
tu aliento, perfume de manzanas;
tu paladar, como el buen vino
que resbala suavemente
por los labios y los dientes.


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PRÓXIMAS ACTIVIDADES

28 – Día de la Biblia/ Aniversario del Coro Laudate Dominum/ Fase final del concurso bíblico: Clase unida


SEPTIEMBRE: FE CRISTIANA Y PROCESOS SOCIALES

"¿Entiendes lo que lees?: Revelación escrita, lectura y cultura, A.I. Vicente Orozco G.

21 de agosto, 2011

Hechos 8.26-31a



Traducción en Lenguaje Actual


Un ángel del Señor se le apareció a Felipe y le dijo: “Prepárate para cruzar el desierto, y dirígete al sur por el camino que va de la ciudad de Jerusalén a la ciudad de Gaza”. Felipe obedeció.

En el camino se encontró con un hombre muy importante, pues era oficial y tesorero de la reina de Etiopía. Ese oficial había ido a Jerusalén para adorar a Dios, y ahora volvía a su país. El oficial iba sentado en su carruaje, leyendo el libro del profeta Isaías. Entonces el Espíritu de Dios le dijo a Felipe: “Acércate al carruaje, y camina junto a él”.

Felipe corrió para alcanzar el carruaje. Cuando ya estuvo cerca, escuchó que el oficial leía el libro del profeta Isaías. Entonces le preguntó: —¿Entiende usted lo que está leyendo?

Y el oficial de Etiopía le respondió: —¿Y cómo voy a entenderlo, si no hay quien me lo explique?

Se impone el no a la ordenación de las mujeres en la INPM




Lupa Protestante, 20 de agosto de 2011



Con una votación de 158 contra 14, de manera aplastante se impuso la negación a la ordenación de las mujeres en el pleno de la asamblea general de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM), llevado a cabo los pasados días 17-19 de agosto en la localidad de Xonacatlán, Estado de México, al poniente de la capital del país. Durante los dos primeros días se realizó un concilio teológico organizado por el Ministerio de Educación de esta iglesia, que debió afrontar el cuestionamiento porque dos de sus integrantes estaban anunciados, de última hora (10 de agosto), como ponentes, lo que ocasionó una protesta que fue atendida también de último momento, de modo que los textos fueron presentados por otras personas, invitadas apenas tres días antes del evento.


En el concilio se presentaron cuatro ponencias a favor y cuatro en contra. El miércoles 17, el sorteo determinó que la postura a favor se expondría en primer lugar durante cada ronda. En la primera ponencia, L. Cervantes-O. resumió la necesidad de que la Iglesia recupere su rostro inclusivo y propuso que la decisión de la asamblea diera libertad a los presbiterios para ordenar o no a las mujeres, además de que incluyó el texto escrito de las “Doce tesis de Xonacatlán”, con puntos muy concretos para desarrollar. La siguiente ponencia, presentada por Otoniel López, retomó la preparada por la secretaria ejecutiva del Ministerio de Educación (lo cual se reconoció públiocamente) e insistió en que los órdenes bíblicos no incluyen la posibilidad de que las mujeres sean ordenadas. En la segunda ronda, Emmanuel Flores fundamentó en la doctrina de la imagen de Dios la necesidad de la ordenación de las mujeres. José Luis Zepeda, por su parte, enfatizó la inexistencia de textos bíblicos para afirmarla y, aun cuando, aceptó que Dios puede llamar mujeres a su servicio, afirmó tajantemente la improcedencia de la ordenación en la situación actual.


El jueves 18, por la mañana, la única mujer participante, Amparo Lerín, demostró la necesidad de superar las posturas patriarcales y machistas, así como la urgencia de que los pastores conozcan los antecedentes históricos de la ordenación femenina en la historia de la Iglesia e instó a que se exploren dichos datos como insumos para la vida eclesial. Al momento de las preguntas Lerín fue particularmente incisiva en sus respuestas. Nehemías Morales Macario, del Presbiterio Filadelfia, leyó una ponencia que, a todas luces, fue redactada por Ernesto García, secretario de actas del Ministerio, lo que se señaló en una observación comentada a regañadientes por el coordinador del evento. El texto refleja un rechazo absoluto a los avances democráticos y sociales de los principios expresados por la Revolución Francesa, a la que calificó insistentemente como “movimiento apóstata” que introdujo perniciosamente el concepto y la práctica de la emancipación de las mujeres.


Finalmente, Alberto Arenas introdujo su ponencia con diversas citas de Juan Calvino relacionadas con la urgencia de mantener la unidad de la Iglesia y trabajó en sus tesis la aparente excepcionalidad de los casos de Hulda y Débora en el Antiguo Testamento y “el sacerdocio universal de las y los creyentes” como fundamento neotestamentario. Héctor Bautista, del Presbiterio del Sur, en su turno, luego de un repaso sesgado de las figuras bíblicas y de la “historia de la ordenación”, cuestionó la validez de la ordenación de Febe como diaconisa (Ro 16.1-2). Atacó a los defensores de la ordenación femenina, con lo que violó las condiciones de respeto establecidas para el concilio por los organizadores, quienes no se manifestaron al respecto. Textualmente, dijo: “Una minoría cuasi liberal (sic), un grupúsculo arrogante no puede abrogarse [sic, quizá quiso decir “arrogarse”] el derecho a poseer una verdad que el testimonio corporativo y general contradice”. A pregunta expresa de quien escribe, momentos después de la ponencia, afirmó que dicho texto es un agregado, sin confiabilidad canónica.


El ambiente de la asamblea se sintió muy predispuesto hacia el “no” desde el principio y muchos delegados expresaban su descontento hacia las ponencias favorables a través de exclamaciones marcadas por la intolerancia y el descontento, y preguntas tendenciosas a los ponentes, lo cual fue aprovechado por la presidencia a la hora de tomar las resoluciones. Incluso la propuesta de dejar en libertad a los presbiterios sobre su decisión fue desechada luego de aprobarse la negativa final. Dos delegados, Moisés Zapata y Héctor Bautista, exigieron “mano dura” para quienes ahora se encuentran “fuera de orden” con este acuerdo. Zapata incluso agregó que si ya se habían realizado dos concilios más (en 1980 y 2006, algo que también recordó el ministro de Educación), era tiempo de que ahora se tomaran medidas disciplinarias sin ningún miramiento. Por último, con 102 dos votos se acordó que los presbiterios e iglesias que han ordenado mujeres procedan de inmediato a anular dichas ordenaciones, sin plazo de por medio. Estaba preparado el camino para el acuerdo de romper relaciones con la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos (PCUSA), por la decisión de ésta de ordenar a los ministerios personas con orientaciones sexuales diversas, algo a lo que se refirieron varias personas al momento del concilio teológico. (LCO)

sábado, 13 de agosto de 2011

Letra 232, 14 de agosto de 2011




EL RETO DE LEER LA BIBLIA
Franco Gamboa Rocabado

http://www.laprensa.com.bo/

La lectura de la Biblia plantea la necesidad de poseer conocimientos históricos y teológicos, aunque representa una experiencia única porque actualmente estamos lejos de cualquier interpretación oficial, o al margen de recibir imposiciones institucionales que destruyen toda espiritualidad. ...
Leer libremente la Biblia abre una serie de respuestas antropológicas y políticas para repensar la ética y el existencialismo. El primer episodio es romper con el temor de no entender la palabra de Dios, o encerrarse en la derrota de creer que existe algo totalmente inescrutable en cualquier texto bíblico. Si hubiera algo impenetrable, entonces el hombre no podría comprender ni su naturaleza ni la de Dios; por lo tanto, interpretar la Biblia ayuda a pensar nuestra existencia y la fe en términos antropomorfos, lo cual significa mirar la Biblia como un producto, simultáneamente sagrado, literario y humano.
Las historias más interesantes son, precisamente, aquéllas contenidas en los evangelios donde se describe la vida, pasión y muerte de Jesucristo, quien es al mismo tiempo un ser humano extraordinario y divino. A diferencia de otras religiones, el cristianismo marcó una inmensa huella en la historia al mostrar de forma violenta e impresionante la manera cómo Dios envió a su único hijo sabiendo que sería sacrificado por medio de una muerte tormentosa. La lección es sorprendente porque el verdadero rey, es decir, el hijo de Dios, es reducido a un hombre sencillo, humilde, sufrido y sobrenatural que predicó una política donde todo poder en la tierra es relativo y débil al final de cuentas, pues los últimos serán los primeros y los privilegios deberán convertirse en su opuesto: el servicio y sacrificio, con lo cual Jesús invitó a todos a seguirlo.
¿La vida de Jesús es un llamamiento existencial a ser como él? ¿Podemos alcanzar el desafío, o los evangelios son una metáfora que instruye angustiosamente sobre los extremos hasta donde llega la maldad humana? La Biblia tiene varios núcleos utópicos, relacionados con la probabilidad de cambiar lo más hondo de nuestra identidad, junto a la promesa de seguir vivos después de la muerte. La oferta del más allá es una figura política que visualiza un nuevo orden, pero desconocido. Leer la Biblia implica caminar con confianza hacia una exégesis sincera, reconociendo las incertidumbres sobre cómo imitar el ejemplo de Cristo, pues esto exige subvertir cualquier orden injusto y destruir toda forma terrenal de poder.

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IGLESIAS PRESBITERIANAS Y REFORMADAS PIDEN ELECCIONES SIN VIOLENCIA
Prensa Libre, Guatemala, 10 de agosto de 2011

Representantes de las iglesias presbiterianas y reformadas de América Latina, reunidos en la Asamblea de la Alianza de Iglesias Presbiterianas y Reformadas de América Latina- AIPRAL en esta ciudad, exhortaron este miércoles a las autoridades guatemaltecas a garantizar el próximo 11 de septiembre unas elecciones sin violencia con el fin de fortalecer la democracia.
El secretario ejecutivo de AIPRAL, pastor Germán Zijlstra, dijo en rueda de prensa que han visto con preocupación la situación de violencia e inseguridad que prevalece en el país. El proceso electoral, añadió, “ha estado cargado de tensiones y amenazas a la institucionalidad responsable de un ejercicio democrático, transparente y eficiente”.
Zijlstra hizo un llamamiento a las autoridades para que garanticen a la población ejercer su derecho al voto el próximo 11 de septiembre en un marco de paz y tranquilidad. Las elecciones, puntualizó, “deben celebrarse en un clima de paz, sin violencia, para que se reafirme la democracia”.
Según cifras de la Procuraduría de Derechos Humanos (PDH) de Guatemala, al menos 35 personas, entre candidatos y activistas políticos, han sido asesinadas en los últimos meses en el marco del proceso electoral. En un comunicado, AIPRAL, que aglutina a unos 2,5 millones de cristianos y cristianas de 18 países, también hizo un llamamiento a los partidos y sus candidatos para que desarrollen una campaña electoral con respeto a los contendientes. Además, instan a los y las guatemaltecas a acudir a las urnas a elegir libremente a sus próximas autoridades.
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AIPRAL REALIZA CONSULTA CONTINENTAL SOBRE EL AGUA
Mayra Rodríguez

Guatemala, 12 de agosto de 2011 (ALC). En el marco de su Asamblea General, la Alianza de Iglesias Presbiterianas y Reformadas de América Latina (aipral) dedicó, el jueves último, una jornada completa a la “Consulta sobre el Agua como don de Dios y derecho humano, para la vida plena en la tierra”, partiendo de que el mayor reservorio de agua dulce que hay en el mundo se localiza en el continente americano; sin embargo la polución, la contaminación y la tendencia a la privatización del vital líquido, lo han convertido en un bien escaso al que no tienen acceso los más excluidos y empobrecidos de los países de la región.
La pastora valdense Carola Tron, el presbiteriano Carlos Tamez y el luterano José Pilar Álvarez, fueron los tres expertos en la temática que, con sus aportes, facilitaron la plataforma para una reflexión generadora de compromisos hacia un trabajo local y regional de incidencia de las iglesias, en la defensa del derecho humano al agua y a la vida plena. Guiados por la reflexión teológica de Carola Tron, los delegados fueron invitados a compartir la relectura de los tiempos, desde la eco-teología, y recordó el compromiso asumido con la Confesión de Accra, en la que se afirma hay una convergencia drástica entre el sufrimiento de las personas y el daño hecho al resto de la Creación. Tron criticó la forma en que muchas veces se ha utilizado el relato bíblico del Génesis para justificar la supremacía del ser humano sobre el resto de lo creado, en un sentido de dominación, y dijo que “hemos colocado a la humanidad como centro, porque hemos reproducido el modelo patriarcal y, quizá por omisión, hemos perdido nuestra perspectiva protestante-reformada”.
Las iglesias reformadas y presbiterianas fueron desafiadas a trabajar en una relectura calvinista, que si bien no contemplaba a la ecología dentro de sus horizontes históricos, si hablaba de una vida sobria, justa y piadosa, tres pilares que orientan a una teología de lo suficiente. “Es necesario encontrar el límite, lo suficiente marca el límite. Es decir ¡basta! Suficiente es una medida justa”, expresó la teóloga latinoamericana, y dijo que “una teología de lo suficiente nos brindará las herramientas de sanación frente a los síntomas, cada vez más evidentes, de una sociedad enferma por falta de límites”.
Por su parte, Carlos Tamez, pastor de la Iglesia Evangélica Presbiteriana de Costa Rica, quien realizó un análisis de la situación del derecho al agua en el contexto regional, advirtió que vivimos una crisis transversal sobre los temas centrales del medio ambiente y, por lo tanto, la incidencia sobre el derecho humano al agua exige un abordaje integral que requiere de legislaciones más severas sobre la emisión de gases, la construcción de una cultura ambiental ciudadana, el desarrollo de políticas y prácticas para la prevención, mitigación y adaptación al Cambio Climático, así como de legislaciones más efectivas en torno a la protección de la biodiversidad y las áreas de reserva.
Tamez hizo un recuento de la normativa internacional vigente para incorporar el derecho al agua como un derecho humano, lograda a partir de diferentes foros y debates, los cuales han sido generados luego de intensas jornadas de movilización social; sin embargo, dejó claro que hay una tarea pendiente en la aplicación de las mismas. Especial énfasis dio a la Declaración Ecuménica de Berna, emitida en abril del 2005, donde se plantea la exigencia de que el derecho al agua se reconozca a nivel local e internacional de la misma manera como el derecho a una alimentación adecuada, demanda, también, ha sido planteada por la ONU (Organización de Naciones Unidas), la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) y el UNFPA (Fondo de Población de las Naciones Unidas). En dicho documento también se señala que el agua es una fuerza de la fe, y no solamente un bien económico, sino también de valor social, cultural, médico, religioso y místico.

En su intervención, Carlos Tamez denunció que hay una facilitación encubierta del Banco Mundial para privatizar el agua en América Latina y México, dio a conocer millonarias cifras en dólares invertidos en empresas, así como las presiones en los países para incorporar proyectos de privatización del agua en las legislaciones nacionales y la tendencia a entregar el vital líquido y otros activos a transnacionales, para un doble uso del vital líquido: la apropiación/privatización para su comercialización y como vehículo de traslado de deshechos industrializados contaminantes.
Finalmente, José Pilar Álvarez, pastor de la Iglesia Luterana guatemalteca, compartió la experiencia local de lucha por su derecho humano al agua, a través de un proceso comunitario de más de ocho años, acompañado por las iglesias, en la defensa de la Montaña Las Granadillas, que de 200 alcanza los 1,800 metros sobre el nivel del mar, cuya importancia radica en que es la principal fuente de agua para abastecer a unas 300 comunidades entre Zacapa y Chiquimula, región ubicada a unos 150 kilómetros de la Ciudad de Guatemala y catalogada como la más árida de Centroamérica.
Álvarez mencionó que el trabajo fue iniciado por la Iglesia Luterana guatemalteca a partir de caer en cuenta de que no había una justa distribución ni acceso al esencial recurso, lo que les llevó a elaborar una estrategia de movilización y articulación social, y la construcción de un diagnóstico participativo, que dieron origen a la creación de la Asociación para la Protección y Defensa de la Montaña Las Granadillas; y que con lemas como “Unidos por la Montaña”, “El agua no viene del chorro, viene de Las Granadillas” y “Por nuestro derecho al agua”, iniciaron una intensa jornada de incidencia que les valió la criminalización de sus líderes, los cuales han enfrentado, exitosamente cuatro procesos penales, en los que se pone en evidencia la complicidad entre los finqueros del lugar, que se dedican a la explotación maderera, y los funcionarios públicos de la localidad.
“Hemos tenido que salir de lo local y recurrir a las autoridades en la Ciudad de Guatemala, pero, en este tiempo de lucha, hemos logrado el acompañamiento técnico y solidario para salir adelante, y ahora contamos con una primera propuesta de ley para declarar, como reserva protectora de manantiales, la Montaña Las Granadillas… seguimos adelante”, dijo el pastor luterano.
En la Consulta sobre el Agua, impulsada por AIPRAL, se delegó en un equipo la redacción de un documento con las conclusiones y los compromisos a presentar en la Asamblea General, tomando en cuenta los aportes de los expertos, las reflexiones y contribuciones de los delegados y las delegadas a fin de proteger y contribuir al derecho humano al agua, que cubre el 75 por ciento de la superficie del Planeta, pero que apenas el 3 es agua dulce y, peor aún, el 0,01 es agua disponible para el consumo humano.

Actividades

Oremos todos/as por el Concilio Teológico de la INPM los días 17 y 18.
¡Que nuestro Señor manifieste su voluntad y toque los corazones!

***


CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes 16 de agosto, 19 hrs.
EXPRESIONES AMOROSAS (I) (Cantares 6)
Modera: Hna. Lidia Martínez M.

CANTARES 6.1-9a
DIOS HABLA HOY

¿A dónde se ha ido tu amado,

oh la más hermosa de todas las mujeres?
¿A dónde se apartó tu amado,
Y lo buscaremos contigo?

Mi amado descendió a su huerto,

a las eras de las especias,
Para apacentar en los huertos,

y para recoger los lirios.

Yo soy de mi amado, y mi amado es mío;
Él apacienta entre los lirios.
Hermosa eres tú, oh amiga mía, como Tirsa;
De desear, como Jerusalén;
Imponente como ejércitos en orden.

Aparta tus ojos de delante de mí,
Porque ellos me vencieron.
Tu cabello es como manada de cabras
Que se recuestan en las laderas de Galaad.
Tus dientes, como manadas de ovejas que suben del lavadero,
Todas con crías gemelas,
Y estéril no hay entre ellas.
Como cachos de granada son tus mejillas
Detrás de tu velo.

Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas,

Y las doncellas sin número;
Mas una es la paloma mía, la perfecta mía;
Es la única de su madre,
La escogida de la que la dio a luz.


***


PRÓXIMAS ACTIVIDADES

17-18 – Concilio Teológico sobre la ordenación de mujeres
21 – Capacitación y actualización de oficiales
28 – Día de la Biblia/ Aniversario del Coro Laudate Dominum/ Fase final del concurso bíblico

"Ocúpate en la lectura...": Revelación escrita y voluntad de Dios, L. Cervantes-O.

14 de agosto de 2011


Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.

Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años, vengadora,
libra, ¡oh, gran don Iosef!, docta la emprenta.

En fuga irrevocable hoye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.
[1]
Francisco de Quevedo y Villegas, “Desde la Torre”

1. Un contacto permanente con la revelación escrita
Las Sagradas Escrituras dan por sentado y enseñan que Dios quiso servirse del lenguaje humano para dar a conocer su voluntad. A esto se le llama revelación especial o escrita. Los vaivenes y la arbitrariedad del lenguaje para nombrar las diversas realidades son un enorme desafío para acercarse y acceder al conocimiento de lo que Dios quiere seguir haciendo en el mundo para manifestar sus designios. El salmo 19 relaciona muy bien los dos aspectos de la revelación y la divide en general (“los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia las obras de sus manos”, v. 1) y especial, la escrita: la ley del Señor, que es capaz de hacer sabio al sencillo o ignorante (v. 7b). La segunda es muy superior a la primera, con todo y que la creación divina es capaz de expresar la grandeza del creador, pero ciertamente el lenguaje hablado, articulado y escrito le confiere una capacidad de percepción y comprensión mayor. El propio Dios, da a entender el salmo, requirió del lenguaje para transmitir su voluntad. Con ello, entró a un proceso de comunicación fluido que, con sus altas y sus bajas, se manifiesta en las Escrituras.
Llama la atención que en los salmos 19 y 119 no se insista tanto en el acto mismo de la lectura, como sucede en otros lugares. Acaso se reconocía la dificultad de que todo el pueblo tuviera acceso a esta capacidad o habilidad (Is 29.12), por lo que se delegaba a los responsables de la dirección espiritual (sacerdotes y escribas) la responsabilidad de dar a conocer el contenido de la Ley y se confiaba, sobre todo, en la memoria y en la tradición oral para preservar y mantener viva la presencia de la Palabra divina en medio de las tribus, comunidades y familias. El primero destaca la manera en que es recibido el mensaje divino, con una actitud relacionada con el paladar, como un auténtico manjar enviado por Dios.
El salmo 119, a su vez, despliega una enorme variedad de afirmaciones, metáforas y alusiones sobre la familiaridad con que el creyente está relacionado con el mensaje divino. La figura misma de la Ley es reelaborada insistentemente, al grado de que ésta es personificada como una compañía permanente y significativa para la comunidad y sus miembros, comenzando, como plantean los vv. 9-16, desde los más jóvenes. “Guardar los dichos de Dios…” (v. 11a) es mantener esa familiaridad en un buen régimen y, además, buscar la aplicación de sus horizontes éticos en la vida diaria, atendiendo a las situaciones cambiantes de la misma.

2. Ocuparse en leer, tarea cristiana
Pablo deseaba que su discípulo Timoteo tuviera ocupada su mente y la enriqueciera con la práctica constante de la lectura, para que mientras él regresaba pudiera tener avances en su comprensión de la vida y la misión que Dios mismo le había encomendado a través de él. El apóstol resume en tres verbos la labor que el joven aspirante a pastor y líder debía desarrollar ante y al interior de la iglesia: leer, exhortar y enseñar (I Tim 4.13b), precisamente aquellas que no se han destacado necesariamente a la hora de describir las cualidades juveniles de Timoteo, aunque claro, por delante va el buen ejemplo en todas sus dimensiones (v. 12). No obstante, en el momento que Pablo se refiere a las “labores ministeriales” como tales, pone por delante la labor intelectual y cognoscitiva ligada al desarrollo de las facultades ligadas al conocimiento de las Escrituras: leer es, así, un ejercicio dinámico de apego a la revelación escrita de Dios a fin de acceder a las fuentes de la exhortación y la enseñanza.
Leer es, entonces, una tarea eminentemente espiritual, además de que es sumamente recomendable porque agiliza la mente y capacita para poder utilizar el lenguaje de la mejor manera y en toda circunstancia. Pablo desea que Timoteo tenga un magnífico “aprovechamiento” y que éste sea advertido por todos (v. 15). Practicar estas cosas lo harán un excelente “candidato al santo ministerio”, pero esto no nos debe distraer o hacer creer que únicamente los pastores/as son quienes deben leer intensa y extensamente. Por el contrario, si algo debe caracterizar a la Iglesia reformada como “Pueblo del Libro” que es, siguiendo la más genuina tradición bíblica, es la enorme familiaridad que debemos tener con la literatura, la gramática y el uso adecuado del idioma. Sólo así podremos hacernos entender con propiedad en el momento de “dar razón de nuestra esperanza”.
La literatura ha sido un ingrediente insustituible en la labor evangelizadora y misionera. Por ello, la exhortación apostólica a “estar ocupados en la lectura” no es una indicación gratuita ni una invitación irresponsable a olvidar las demás responsabilidades. Más bien, consiste en recordar que Dios se ha querido manifestar, revelar, por medio de la palabra escrita a los seres humanos y que esta realidad atraviesa también por un esfuerzo intelectual, cultural y espiritual para tener acceso, de una manera compresible y actual, a la voluntad divina con la que podemos encontrarnos en la lectura, reflexión y análisis constante de la Biblia, libro sagrado que contiene la Palabra eterna de vida y esperanza.

Nota

[1] Francisco de Quevedo, Antología poética. Pról. y sel. de J.L. Borges. 2ª ed. Madrid, Alianza, 1985, p. 24.

I Timoteo 4.11-16

Traducción en Lenguaje Actual


Enseña estas cosas, y diles a todos que las obedezcan. No permitas que nadie te desprecie por ser joven. Al contrario, trata de ser un ejemplo para los demás cristianos. Que cuando todos oigan tu modo de hablar, y vean cómo vives, traten de ser puros como tú. Que todos imiten tu carácter amoroso y tu confianza en Dios.
Mientras llego a visitarte, sigue leyéndoles la Biblia a los miembros de la iglesia, y no dejes de animarlos ni de enseñarles. No dejes de usar las capacidades especiales que Dios te dio cuando los líderes de la iglesia pusieron sus manos sobre tu cabeza. El Espíritu Santo habló con ellos y les ordenó hacerlo. Haz todo eso y dedica tiempo para ello, para que todos vean que cada día eres mejor. Timoteo, compórtate como es debido, y ten cuidado de lo que enseñas. Sigue haciendo esto, y no sólo te salvarás a ti mismo, sino que también salvarás a los que te escuchen.

sábado, 6 de agosto de 2011

Letra 231, 7 de agosto de 2011



LA LECTURA DE LA BIBLIA
www.ucab.edu.ve

El redescubrimiento de la Biblia por parte de los grupos creyentes más comprometidos en su vida de fe, constituye una razón para la esperanza; este movimiento espontáneo, pero fuerte, minoritario aún pero entusiasta, de regreso a la Palabra de Dios, que se está dando entre nosotros es un don de Dios.

Una difícil ocupación para los creyentes
Sería ingenuo pensar que, por ser necesaria, la lectura de la Biblia es una lectura fácil. Jamás lo ha sido y nunca lo será. Dos son las causas que originan esta dificultad; ambas provienen de una doble encarnación: encarnación de la Palabra en una literatura antigua y encarnación del creyente lector en el mundo moderno.
Como cualquier documento histórico, nuestra dificultad de entender la Biblia aumenta en proporción a nuestro alejamiento de las épocas que la vieron nacer y de los hombres que la produjeron. La pérdida de contemporaneidad con personas y sucesos bíblicos se nos convierte n serio obstáculo para lograr hacernos oyentes del Dios que, a través de ellos, nos quiere hablar. Nuestra modernidad constituye nuestro irrenunciable impedimento para la escucha de la Palabra y para su seguimiento obediente.
Hoy nos nace, en efecto, frente a la Biblia sentimientos de extrañeza y de incomodidad. El mundo que en ella se refleja nos sorprende: esos hombres y ese Dios no se comportan según nuestras normas; a menudo, su actuación y las razones que la motivan hieren nuestra sensibilidad o, cuando menos, se nos hacen indignas de nosotros. ¿Cómo ‘oír’ y ‘asentir’ a voces tan anticuadas? ¿Sería legítimo consentir con usos y mentalidades superadas? ¿No correremos el riesgo de hacernos extraños a nuestro mundo, si seguimos el ideal de vida propuesto en las narraciones bíblicas? ¿Habrá que dejar de ser hombre de nuestro tiempo para empezar a ser creyentes?
Pero la mayor dificultad no le nace al creyente moderno de esa sensibilidad cultural que comparte con los hombres de su tiempo. El problema más arduo lo provoca, precisamente, su actitud de creyente, que le impide poder identificar su experiencia personal de Dios con el Dios que se le manifiesta en los relatos bíblicos y que le obstaculiza aventurarse a un diálogo duradero con ese extraño Dios. Para el creyente moderno no es tan penoso intentar comprender a ese su Dios; podría, con esfuerzo, lograr un cierto grado de entendimiento de Él, pero sin que le exigiera un compromiso por iniciar y mantener una mutua relación de confianza y fidelidad. El Dios bíblico fue siempre un extraño amante y un amigo difícil.
La verdadera dificultad para la lectura bíblica no reside tanto en la Biblia como en cuantos la leen; el texto bíblico es de difícil comprensión no por ser un libro antiguo, sino por pretender la conversión del lector, por ser un libro que busca comprometer. Los problemas que hacen penosa su lectura no son, en primer lugar, de orden intelectual, sino que se sitúan en el dominio de su libertad: lo que quiere decir la Biblia no es introducir conocimientos nuevos ni ensanchar saberes antiguos, sino iniciar cambios y motivar fidelidades. Su lectura no pretende informar a hombres curiosos ni formar sabios, sino encontrar hombres que oigan y hacerlos obedientes. Puesto que a sí misma se propone como Palabra de Dios, la Biblia no pide comprensión ni explicación, no precisa definición ni aclaraciones; única respuesta que espera es realización. Fue puesta por escrito para que, siempre que encuentre lectores interesados, sea puesta en práctica.
Si ellos es así, la mejor lectura de la Biblia no será necesariamente la más preparada, la más lógica, aquélla que es producto de análisis penoso y consecuencia de largos esfuerzos, aquélla que es meta de métodos seguros y críticos. A la Biblia no hay que acercarse con un buen dominio de los métodos actuales de lectura, sino con buenos motivos para leerla. El acceso a su mensaje no queda facilitado tanto por el empleo de procedimientos razonados cuanto por la disposición de búsqueda y de aceptación de lo encontrado que exista en el lector: en una palabra, no son los ‘como’ de la lectura, sino su ‘por qué’ la condición previa e imprescindible de una lectura creativa de la Biblia. La lectura que crea lo que lee es la de quien cree en el texto leído. Ésta es la clave de lectura que hace de la Escritura Palabra de Dios. Porque no es quien mucho sabe sobre la Biblia quien mejor la lee y la comprende; ni es su mejor intérprete quien mejor conoce las preguntas. El mejor lector de la Biblia es y será siempre quien sea el creyente mejor.
Quien viva ya lo que lea y lea para vivirlo, entenderá la Palabra de Dios, sin necesidad de intermediarios. Quien mejor habla y con más frecuencia con Dios, le entenderá mejor cuando Dios le hable.

Criterios para una lectura cristiana de la Biblia
No toda la lectura de la Biblia es una lectura creyente, ni toda comunidad lectora es, por el simple hecho de leer la Escritura, una comunidad cristiana. La Biblia se deja leer con métodos y actitudes previas, pero no habla si no encuentra actitudes nuevas o deseos de iniciarlas: el mejor lector de la Biblia es su mejor oyente; quien mejor la interpreta más la obedece. Hay, pues, criterios de lectura bíblica que no dependen del talento del lector, sino que provienen directamente del ser mismo de la Escritura. Ellos son los que garantizan el que cualquier lectura, espontánea o reflexiva, sea lectura creyente, una lectura que cree y crea lo que lo que está leyendo.

1. Criterio literario
La Biblia es y se nos presenta como Libro. Hay que partir, por tanto, de la aceptación consecuente de la literalidad de la Palabra de Dios. El que Dios hable por medio de una obra escrita impone ciertos condicionamientos a nuestra lectura. Esta voluntad de encarnación de la Palabra de Dios ha de ser respetable por nosotros; tendremos que adquirir literaria, conocer los recursos expresivos de la obra escrita, sus formas y géneros, su historia peculiar, de la misma manera que todo conocimiento sobre la Palestina del siglo primero nos ayuda a captar la originalidad de Jesús de Nazaret.
No puede considerarse como una coincidencia que la exégesis moderna de la Biblia comenzara cuando se empeñó a considerarla como literatura. Y por más obvio que resulte el hecho, no deja de tener consecuencias; si toda palabra tiene que ser dicha y necesita oyentes para ser verdaderamente una palabra, el peligro que atenaza a la Palabra de Dios consiste precisamente en su presentación literaria: con facilidad la podemos tomar por palabra antigua, sin sentido para nosotros hoy, sólo porque está redactada según los modos y los medios literarios del pasado.

2. Criterio comunitario
Es la comunidad oyente la que restituye la vida a la Palabra escrita. Si hay un Libro es porque hubo antes una comunidad creyente que lo creó; es el medio de esa comunidad donde la Escritura se celebra como Palabra. La comunidad eclesial, cuando lee la Escritura, devuelve a sus orígenes lo que lee, la hace palabra pública y viva; únicamente en medio de una comunidad creyente podemos proclamar el Libro como Palabra de Dios. Y siempre que lo hacemos, lo confesamos con agradecimiento. Para que la Biblia deje de ser un libro más, material de Biblioteca, ha ce volver al lugar de origen y allí originarse como Palabra proclamada al mundo; ese ‘lugar’ es la comunidad viva de creyentes.
Ello implica que cualquier lectura de la Biblia que pretende llegar hasta la Palabra que la vivifica, tiene que ser una lectura comunitaria. Una lectura, en primer lugar, que se haga en común por gentes que comparten su fe y su referencia frente a la Palabra, su agradecimiento y su disposición para la obediencia. Esta es la única lectura que saca de su extrañeza a la Biblia y la hace actual: es entre hermanos donde el Libro habla con voz propia. En segundo lugar, una lectura privada de la Escritura sólo es legítima cuando el lector se sabe y se quiere miembro vivo de esa comunidad; quien se quiera ‘enviado’ por su comunidad a oír la Palabra de Dios ése sentirá oír a Dios y volverá a su comunidad a decirles cuanto ha escuchado de su Dios; este redescubrimiento del grupo de hermanos es la garantía de que lector, encontrándose con la voz de Dios, se ha hecho oyente de su palabra.

3. Criterio cristiano
La Palabra de Dios no tiene más contenido que Jesús el Cristo: Biblia e historia de Jesús de Nazaret son dos momentos de una única encarnación de Dios tomó carne en Jesús y letra en la Escritura: ambos extremos pertenecen al mismo misterio. Y los primeros cristianos ya lo percibieron cuando para explicarse y explicarnos qué había sucedido buscaron en la Escritura fue y sigue siendo un atestiguar que Jesús es el Cristo: dicho de otra forma, Dios no tiene más Palabra que Cristo Jesús.
Lo que significa que, como criterio de lectura, todo lo que sepamos sobre la Biblia es saber sobre Jesús: en ella todo nos habla de él, todo se puede reducir a él. Y esto incluye dos consecuencias: de un lado, la mejor exégesis de toda la Escritura es la vida de Jesús. Quien está viviendo lo que lee hará revivir la palabra escrita: para el cristiano la Biblia es Cristo, la Palabra eterna del Dios Vivo.

De otro lado, la mejor narración de la vida de Jesús, la más completa y la más profunda, empieza cuando la Palabra creó el mundo y acabará cuando nos lo recree de nuevo; lo que nos narra la Biblia sobre la Palabra todavía no está acabado, aún faltan algunas ‘palabras’ al diálogo que Dios inició con el hombre y con el mundo a través de su Palabra; todavía falta a la ‘vida de Jesús’ algunas acciones que realizar: por eso, ahí tenemos razones para la esperanza. Quien lee la Biblia en cristiano, no sólo recuerda sino que confía; no es sólo la memoria agradecida lo que se ejercita con la lectura cristiana de la Escritura, sino sobre todo la esperanza ilusionada.

4. Criterio práctico
Entendido de esta forma, la Biblia es un Libro inacabado. Es el relato de una vida: la de Dios que se quiso hacer de los nuestros. Pero que, como narración de una forma de ser Dios, tiene por intención motivar una vidas nuevas: la de unos hombres y tiende a querer producir continuamente esa misma relación. El lector creyente no lee por curiosidad ni siquiera por interés; quien lee en cristiano se sabe ya comprometido con lo que lee y se siente obligado a realizarlo en su vida.
La lectura de la Biblia no es un capricho gratuito ni un pasatiempo útil para el creyente; quien hace la lectura de la Escritura ha de escribir con su vida lo que ha leído. El lector de la Biblia está emplazado por el mismo texto leído a vivir –y escribir su ‘quinto evangelio’. Este es el criterio que garantiza, de forma definitiva, que hemos leído cristianamente la Escritura: el que le hayamos concedido nuestra vida para que ella sea Palabra de nuestro Dios. Encarnando con nuestra vida la Palabra de Dios que leemos haremos de ella Biblia cristiana: entonces, sólo entonces, sabremos “leer” la Escritura Sagrada.

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POR PRIMERA VEZ SE CELEBRARÁ ASAMBLEA DE AIPRAL EN CENTROAMÉRICA
Mayra Rodríguez

Bajo el lema de “El fruto de la justicia se siembra en comunión y paz”, se celebrará aquí, del 8 al 14 de agosto próximo, la XI Asamblea General de la Alianza de Iglesias Presbiterianas y Reformadas de América Latina (aipral), convirtiéndose Guatemala en el primer país centroamericano donde tiene lugar tan importante reunión.
La anfitriona será la Iglesia Evangélica Nacional Presbiteriana, la cual viene trabajando con mucho entusiasmo para que los participantes se sientan bien recibidos y tengan una buena estadía en este hermoso, pero conflictivo país, en un contexto socioeconómico y político caracterizado de la siguiente manera.
Con una extensión territorial de 108,890 kilómetros cuadrados y 14.7 millones de habitantes, paisajes hermosos mezcla de la época colonial y el posmodernismo con la magnificencia de la naturaleza, Guatemala es una nación que no supera las condiciones de pobreza y los bajos índices de desarrollo humano que dieron pie a 36 años de conflicto armado interno y que, 14 años después de haberse firmado la paz, los niveles de violencia han alcanzado, incluso, hasta las 22 muertes violentas diarias, constituyéndose la inseguridad ciudadana en el problema más sentido por la gente.
En términos de población, conviven en el país 24 diferentes culturas expresadas en 22 idiomas mayas, un garífuna y un xinka, siendo el español el idioma oficial. […]

viernes, 5 de agosto de 2011

"Bienaventurado el que lee": el milagro de la lectura, L. Cervantes-O.

Cursiva7 de agosto de 2011


Toda mi vida modifica el libro que estoy leyendo. [1]

Jorge Luis Borges


Aparte de la poesía, memorizar fragmentos de la Biblia fue para mí un ejercicio indispensable [recita]: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra estaba desordenada y vacía, y el Espíritu de Dios se movía, aleteaba, por encima de las aguas”. Todo esto tenía para mí muchísimo sentido, y yo creo que lo que introdujo la Biblia en mi vida es la belleza de la sonoridad del lenguaje; el lenguaje como un instrumento, al principio, de placer acústico, y luego del reconocimiento de la belleza que sólo radica en la palabra.[2]
Carlos Monsiváis

1. La Biblia y la lectura: un reconocimiento humano y espiritual
Una pregunta resulta forzosa (y forzada) en el momento de abordar este asunto: ¿queremos seguir honrando la tradición evangélica y protestante (lo uno por lo otro…) de apego irrestricto a la lectura de la Biblia? Y otra más que se desprende, irremediablemente, de ella: ¿o deseamos engrosar las estadísticas educativas y culturales que exhiben nuestra pertenencia a un país que lee muy poco o casi nada?, pues como dice H.J. Martin: “El libro ya no ejerce el poder que antes tenía, ya no es más el señor de nuestro razonamiento o de nuestros sentimientos, debido a los nuevos medios de información y comunicación de que ahora disponemos”.
[3] ¡Bendita sea la memorización! ¡Bienaventurados los/as que memorizaron porque de ellos ha sido propiedad el contenido de las Sagradas Escrituras! Es verdad, aunque según el testimonio de la propia Escritura, Dios no quiere lectores/as de un solo libro, aunque sea el suyo… La lectura, y no sólo la bíblica, hace pensar, abre universos, permite dialogar con el pensamiento de los diversos autores y permite, además, afrontar la vida de otra manera. Nada menos.



Leemos la Biblia y ella, inevitablemente también, nos lee, nos deconstruye como seres humanos, nos devuelve un mundo nuevo y quiere devolvernos al mundo transfigurados en mejores personas para transformarlo en un espacio mejor para vivir según la voluntad de Dios.[4] Las iglesias siempre han sido talleres de lectura sin estar muy conscientes de ello y han tenido que surgir, a veces fuera de ella y, a contracorriente de sus ímpetus autoritarios, iniciativas que coloquen la lectura como una tarea placentera y al mismo tiempo formativa. De ahí el interés por rescatar las frases bíblicas dedicadas a ella: “Bienaventurado el que lee”, “Ocúpate en leer”, “¿Entiendes lo que lees?” y “Me comí el libro”, entre otras, que resumen la manera en que el acceso a la literatura sagrada es la posibilidad de trasponer el umbral de una experiencia insustituible.


Varios libros de la Biblia se refieren a la lectura como acto humano, cultural y religioso. En la historia de la lectura, el acceso a los documentos sagrados siempre planteó que las palabras e incluso las letras tenían una capacidad casi mágica para transmitir la voluntad divina y que habían sido dictadas por la divinidad, de ahí que el trato con las palabras y el mensaje que éstas transmitían entraba a un espacio casi metafísico y, al mismo tiempo, a un proceso en el que no se distinguía entre hablar y leer. Como explica Alberto Manguel: “Los idiomas primordiales de la Biblia —arameo y hebreo— no distinguen entre el acto de leer y el de hablar y designan a los dos con la misma palabra”.[5] Jorge Paredes resume bien el origen de la lectura en un ambiente relacionado también con el origen del pueblo elegido: “La frase es de Proust: la lectura es un fructífero milagro de comunicación en medio de la soledad. Un celebrado acto solitario que no es innato, sino aprendido, y que el ser humano comenzó a desarrollar hace por lo menos 5 300 años en la antigua Mesopotamia cuando aparecieron los primeros sistemas de escritura”.[6]

2. La bienaventuranza y el milagro de la lectura en la Biblia y actualmente
Las primeras menciones de la lectura están ligadas a al pacto y a la Ley: “Después tomó el libro del pacto y se lo leyó a los israelitas. Entonces ellos dijeron: ‘Cumpliremos todo lo que Dios nos ha ordenado’” (Éx 24.7). La lectura se ligó, desde entonces, al compromiso comunitario de una relación con Dios basada en la obediencia. E incluso ante los ajustes socio-políticos, quedaba en la esfera del poder también esa responsabilidad para cuestionar proféticamente su origen: “Cuando el rey que ustedes nombren comience a reinar, ordenará que le hagan una copia del libro que contiene los mandamientos de Dios. Esa copia quedará bajo su cuidado, y deberá leerla todos los días. Así el rey jamás se sentirá superior a los demás israelitas, sino que aprenderá a obedecer a Dios y a respetar todos sus mandamientos” (Dt 17.18-19). Esa misma perspectiva revisionista se acerca a los cambios que la sociedad requería para restablecer la igualdad: “Luego les dio esta orden: ‘Cada siete años se celebrará el año del perdón de deudas. Cuando llegue ese año, y todos los israelitas estén reunidos en el santuario de Dios para celebrar la fiesta de las enramadas, se leerán estas enseñanzas’” (Dt 31.11).

Ya en otra época, la lectura de la voluntad divina expresada en la Ley adquirió otros tonos y resonancias, todos ellos en términos de la vida comunitaria deseada por Yahvé: “Luego, Josué leyó en voz alta todo lo que está escrito en el libro de la Ley, incluyendo las bendiciones y las maldiciones. Todos los israelitas estaban presentes: hombres, mujeres, niños y extranjeros” (Jos 8.34). Como se ve, se confiaba en la lectura para despertar los sentimientos del pueblo en relación con la memoria histórica de la salvación obrada por Dios en la historia, lo cual no era poca cosa. La lectura, con su capacidad de vocación, invocación (apelación), convocación (hacer presente), evocación (recuerdo) e incluso revocación (suspensión o anulación),[7] debía resultar también en una provocación profética, que actualizara la eficacia de la Palabra divina en la vida del pueblo, para resistir las influencias de todo tipo que lo acechaban y lo seducían para alejarse de los planes originales de Dios.


Al replantear el problema de la lectura de la Biblia en las iglesias, enfrentamos el mismo problema educativo y cultural que se vive en nuestro país de manera general: se supone que tenemos “malos hábitos de lectura”, que deben ser mejorados.[8] Esta forma tan simplista de exponer el asunto requiere matizarse y profundizarse para encontrar ya no digamos algunas vías de solución sino apenas para tratar de entender las razones del desapego por la letra escrita. En el medio evangélico se ha aceptado como normativa y casi exclusiva, una cierta manera “fundamentalista” de la oralidad, que se ha impuesto con el peso de la fuerza de ciertas tradiciones religiosas nuevas que identifican los textos escritos con el intelectualismo y la racionalidad. Pero el texto apocalíptico dice que es dichoso quien lee, es decir, quien se acerca, mediante un código común con los escritores/as a descifrar el mensaje y aprender a aplicarlo en la realidad.


En suma, seremos felices al leer, según Apocalipsis 1.3, cuando nos dejemos re-educar por la Palabra en todos los sentidos: desde la reconstrucción de nuestro imaginario y nuestros valores, hasta la instalación de prioridades nuevas, es decir, aquellas que Dios mismo desea que funcionen como motor de nuestra existencia completa. “Escuchar” y “guardar” las palabras de esa profecía y, por extensión, de la totalidad de la enseñanza bíblica, es la intención divina acerca de su Iglesia como un pueblo lector. Dios quiere producir lectores (“oidores”) y “practicantes” de su Palabra (Stg 1.22). Y para ello no solamente se sirve de las iglesias sino de todos los agentes divulgadores posible, aunque esta afirmación sea dolorosa para ellas… Por eso afirmamos que “la lectura es un milagro que se resiste a ser vicio”.


Notas

[1] Conferencia sobre la Cábala, Montevideo, Uruguay, 14 de diciembre de 1981, cit. por Lisa Block de Behar, Una retórica del silencio. Funcionesa del lector y procedimientos de la lectura literaria. 2ª ed. México, Siglo XXI, 1994, p. 36.

[2] Juan Domingo Argüelles, "Carlos Monsiváis: el futuro de la lectura depende del futuro de los lectores", en Historias de lecturas y lectores. Los caminos de los que sí leen. México, Paidós, 2005 (Croma, 31),pp. 255-256.
[3] H.J. Martin, “Le message écrit: la réception”, conferencia presentada en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, París, 1993.
[4] Eduardo Arens, La Biblia sin mitos. Una introducción crítica. 3ª ed. Lima, Paulinas-CEP,2006, p. 84: “Yo interpreto la Biblia desde el momento en que la leo, ¡y ella también me interpreta a mí! Pero la Biblia misma ya viene interpretada, pues el texto que leo es producto de un autor que interpretó lo que recibió como tradición, o al menos los acontecimientos y circunstancias sobre las cuales escribió”. Cf C. Martínez García, “Teología de la lectura. Breves notas (II)”, en Magacín, supl. de Protestante Digital, 7 de agosto de 2011, www.protestantedigital.com/ES/Magacin/articulo/4017/Teologia-de-la-lectura-breves-notas-ii.
[5] A. Manguel, Una historia de la lectura. Trad. de J.L. López Muñoz. Bogotá, Norma, p. 69.
[5] Jorge Paredes, “Lectura, plan lector, Internet y el milagro de leer”, en http://caobac.blogspot.com/2008/11/lectura-plan-lector-internet-y-el.html.
[6] Cf. Lisa Block de Behar, Una retórica del silencio. Funcionesa del lector y procedimientos de la lectura literaria. 2ª ed. México, Siglo XXI, 1994, p. 90.

[7] Cf. Gregorio Hernández Zamora, “Encuesta nacional de lectura: ¿hacia un país de lectores?”, en D. Goldin, ed., Encuesta Nacional de Lectura. Informes y evaluaciones. México, UNAM-Conaculta, 2006, pp. 216-217: “Mientras en México se sigue planteando el asunto en términos de “deficiencias en los hábitos de lectura” (lo que implica un diagnóstico a priori: “hay malos hábitos”, y una solución: “mejorar los hábitos”), a nivel internacional la investigación sobre las prácticas de lectura reconoció desde hace décadas el carácter de la lectura como una práctica social diversa (en géneros, propósitos, contextos, modos) e inseparable de prácticas sociales más amplias (trabajo, comercio, religión, política, derecho, periodismo, arte, ocio, educación). En este sentido, sabemos desde hace décadas, que el ejercicio de prácticas culturales como leer o escribir, no depende de hábitos puramente psicológicos e individuales, sino del lugar que las personas (los lectores) ocupan en las relaciones sociales, institucionales y culturales, que son las que hacen accesibles o restringen ciertas prácticas de leer, escribir, hablar y pensar”. (Énfasis agregado.) También: G. Hernández Zamora: “La vida no es color de rosa. Las mentiras sobre la lectura”, en Masiosare, supl. de La Jornada, 4 de mayo de 2003, www.jornada.unam.mx/2003/05/04/mas-gregorio.html: “La visión predominante u oficial sobre la lectura en nuestro país se basa en ideas implícitas, según las cuales leer es un proceso individual y asocial (el lector aislado de relaciones e identidades sociales), conductista (lectura como "hábito"), lingüísticamente incompleto (formar lectores, es decir, consumidores y no productores de textos), restringido a un género y tipo de material (texto literario/libro) y prescriptivo en cuanto a su significado y función (sólo es lector quien lee "por gusto y placer").”

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

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