PROVOCA LA BIBLIA PASIÓN LECTORA
Dora Luz Haw
El Mañana, 14 de abril de 2009
Dora Luz Haw
El Mañana, 14 de abril de 2009
Objeto de estudio, fuente de inspiración o método adivinatorio, la Biblia ha sido en la vida de intelectuales y coleccionistas un libro cardinal.
Ernesto de la Peña: una relación laica
"Soy un amigo de la Biblia, pero totalmente laico. Me interesa mucho como objeto de estudio", aclara Ernesto de la Peña, quien ha traducido al español parte de sus textos. Nunca la ha leído en orden y hay libros que relee como el de Job, que le parece uno de los más grandes poemas de la humanidad, los salmos, el Cantar de los Cantares, el Eclesiastés y el Libro de Esther.
"Tuve una temporada en que abría al azar la Biblia y ponía el dedo, a ver qué consejo me daba. Solía acertar, o cuando menos eso pensaba yo", cuenta. La biblioteca personal de De la Peña, que está al servicio del Centro de Estudios de Ciencias y Humanidades de la Fundación Telmex, tiene unos 500 volúmenes relacionados con las Sagradas Escrituras.
"Tengo dos ejemplares muy bellos: uno del siglo 17, de cuando ordenaba en Francia Luis XIII. Es la Biblia completa en francés y latín, una edición con láminas hermosas. "Otra que me gusta es el Nuevo Testamento en griego, con variantes de lectura. Es de 1710 y se hizo en Amsterdam. Es una edición bellísima y tiene comentarios tan abundantes que a veces abarcan mucho más que el texto mismo. Además, tiene una alegoría hermosa de María con los evangelistas".
Pero la Biblia que más aprecia es una pequeñita en hebreo, cuyas letras no se pueden leer. La compró en la calle de Gante, donde estaba la Asociación Bíblica, y le costó 6 pesos. "La guardo como un tesoro, la tengo desde que era chamaco".
Cristian Gómez, Suma Ediciones
De niño lo llevaban a una iglesia metodista y aprendió a leerla. Los personajes bíblicos eran como héroes con los que se identificaba, pero conforme Cristian Gómez creció, la curiosidad de comparar diversas versiones lo llevó a hacerse de varios ejemplares.
Hace 30 años que el director del Museo Maná de las Sagradas Escrituras colecciona textos bíblicos y actualmente cuenta con unos 2 mil 500 volúmenes, algunos de más de 450 años.
Entre los ejemplares que más le gustan se encuentra una edición que perteneció a Maximiliano de Habsburgo y que descubrió en una librería de viejo en la colonia Doctores. "Estudié sus exlibris y me encontré en el acervo histórico diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores que, efectivamente, esta edición cardenalicia perteneció a Maximiliano", cuenta.
La primera traducción al español hecha en el continente americano fue la Biblia de Vencé, de 1833, de la que tiene un ejemplar que halló en una caja de papeles que estaba a punto de ser tirada a la basura en una librería. Uno de sus ejemplares más raros es la Biblia de Ginebra, primera que existió en francés en el siglo 16. Esta obra fue encuadernada en el siglo 17 junto con el Libro de los Salmos y música del siglo 16.
Adolfo Castañón: en clave poética
"Soy un humilde lector y pertenezco a una familia laica", aclara Adolfo Castañón, quien se acercó a la Biblia primero por curiosidad y luego por una necesidad literaria. Confiesa que en ocasiones la ha utilizado para practicar la bibliomancia.
Aunque ha tratado de leerla ordenadamente como si fuera una novela, nunca ha podido, ya que siempre se pierde en las genealogías. Al abordarla en clave poética, le han interesado más los libros de Isaías, Job, el Cantar de los Cantares, y en términos filosóficos, el Nuevo Testamento.
Una de las versiones que consulta el escritor es la Biblia Vulgata, una traducción realizada a principios del siglo 5 por San Jerónimo, uno de sus héroes, por ser uno de los escritores más prodigiosos de la historia de la literatura. También lee la Biblia Nácar-Colunga.
"Pero la que ando cargando siempre es la de Cipriano de Valera, texto que no cuesta más de 20 pesos, pero que me encanta porque está escrita en el español del Siglo de Oro".
Alejandro Mayagoitia: alma bibliófila
Bibliófilo desde joven, Alejandro Mayagoitia muestra algunos de los once tomos que posee de la primera edición mexicana de la Biblia, traducida al español por el escolapio Felipe Scio de San Miguel.
"Era un católico ilustrado, de esos modernos del siglo 18. Por encargo de Carlos III hace una de las primeras versiones católicas de la Vulgata Latina. Son extraordinarias las notas que escribió este hombre tan erudito; de hecho, cada uno de los 11 tomos tiene 600 páginas", detalla el profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana.
Es dueño de un raro ejemplar, De la Lección de la Sagrada Escritura en Lenguas Vulgares, de Joaquín Lorenzo Villanueva, publicado en 1791, pero la Biblia que acostumbra consultar es la editada por la Compañía de Jesús, que formaba parte de la biblioteca que compró al abogado Francisco Serralde.
"La escrita en lenguas vulgares la conseguí cuando tenía unos 12 años. Acompañé a mi padre a una mueblería donde había como adorno libros antiguos", recuerda.
"Él me los compró, era una época en que los libros religiosos no tenían valor".
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SE IMPONE EL "NO" A LA ORDENACIÓN DE LAS MUJERES EN LA INPM
Ernesto de la Peña: una relación laica
"Soy un amigo de la Biblia, pero totalmente laico. Me interesa mucho como objeto de estudio", aclara Ernesto de la Peña, quien ha traducido al español parte de sus textos. Nunca la ha leído en orden y hay libros que relee como el de Job, que le parece uno de los más grandes poemas de la humanidad, los salmos, el Cantar de los Cantares, el Eclesiastés y el Libro de Esther.
"Tuve una temporada en que abría al azar la Biblia y ponía el dedo, a ver qué consejo me daba. Solía acertar, o cuando menos eso pensaba yo", cuenta. La biblioteca personal de De la Peña, que está al servicio del Centro de Estudios de Ciencias y Humanidades de la Fundación Telmex, tiene unos 500 volúmenes relacionados con las Sagradas Escrituras.
"Tengo dos ejemplares muy bellos: uno del siglo 17, de cuando ordenaba en Francia Luis XIII. Es la Biblia completa en francés y latín, una edición con láminas hermosas. "Otra que me gusta es el Nuevo Testamento en griego, con variantes de lectura. Es de 1710 y se hizo en Amsterdam. Es una edición bellísima y tiene comentarios tan abundantes que a veces abarcan mucho más que el texto mismo. Además, tiene una alegoría hermosa de María con los evangelistas".
Pero la Biblia que más aprecia es una pequeñita en hebreo, cuyas letras no se pueden leer. La compró en la calle de Gante, donde estaba la Asociación Bíblica, y le costó 6 pesos. "La guardo como un tesoro, la tengo desde que era chamaco".
Cristian Gómez, Suma Ediciones
De niño lo llevaban a una iglesia metodista y aprendió a leerla. Los personajes bíblicos eran como héroes con los que se identificaba, pero conforme Cristian Gómez creció, la curiosidad de comparar diversas versiones lo llevó a hacerse de varios ejemplares.
Hace 30 años que el director del Museo Maná de las Sagradas Escrituras colecciona textos bíblicos y actualmente cuenta con unos 2 mil 500 volúmenes, algunos de más de 450 años.
Entre los ejemplares que más le gustan se encuentra una edición que perteneció a Maximiliano de Habsburgo y que descubrió en una librería de viejo en la colonia Doctores. "Estudié sus exlibris y me encontré en el acervo histórico diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores que, efectivamente, esta edición cardenalicia perteneció a Maximiliano", cuenta.
La primera traducción al español hecha en el continente americano fue la Biblia de Vencé, de 1833, de la que tiene un ejemplar que halló en una caja de papeles que estaba a punto de ser tirada a la basura en una librería. Uno de sus ejemplares más raros es la Biblia de Ginebra, primera que existió en francés en el siglo 16. Esta obra fue encuadernada en el siglo 17 junto con el Libro de los Salmos y música del siglo 16.
Adolfo Castañón: en clave poética
"Soy un humilde lector y pertenezco a una familia laica", aclara Adolfo Castañón, quien se acercó a la Biblia primero por curiosidad y luego por una necesidad literaria. Confiesa que en ocasiones la ha utilizado para practicar la bibliomancia.
Aunque ha tratado de leerla ordenadamente como si fuera una novela, nunca ha podido, ya que siempre se pierde en las genealogías. Al abordarla en clave poética, le han interesado más los libros de Isaías, Job, el Cantar de los Cantares, y en términos filosóficos, el Nuevo Testamento.
Una de las versiones que consulta el escritor es la Biblia Vulgata, una traducción realizada a principios del siglo 5 por San Jerónimo, uno de sus héroes, por ser uno de los escritores más prodigiosos de la historia de la literatura. También lee la Biblia Nácar-Colunga.
"Pero la que ando cargando siempre es la de Cipriano de Valera, texto que no cuesta más de 20 pesos, pero que me encanta porque está escrita en el español del Siglo de Oro".
Alejandro Mayagoitia: alma bibliófila
Bibliófilo desde joven, Alejandro Mayagoitia muestra algunos de los once tomos que posee de la primera edición mexicana de la Biblia, traducida al español por el escolapio Felipe Scio de San Miguel.
"Era un católico ilustrado, de esos modernos del siglo 18. Por encargo de Carlos III hace una de las primeras versiones católicas de la Vulgata Latina. Son extraordinarias las notas que escribió este hombre tan erudito; de hecho, cada uno de los 11 tomos tiene 600 páginas", detalla el profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana.
Es dueño de un raro ejemplar, De la Lección de la Sagrada Escritura en Lenguas Vulgares, de Joaquín Lorenzo Villanueva, publicado en 1791, pero la Biblia que acostumbra consultar es la editada por la Compañía de Jesús, que formaba parte de la biblioteca que compró al abogado Francisco Serralde.
"La escrita en lenguas vulgares la conseguí cuando tenía unos 12 años. Acompañé a mi padre a una mueblería donde había como adorno libros antiguos", recuerda.
"Él me los compró, era una época en que los libros religiosos no tenían valor".
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SE IMPONE EL "NO" A LA ORDENACIÓN DE LAS MUJERES EN LA INPM
Lupa Protestante, 20 de agosto de 2011
Con una votación de 158 contra 14, de manera aplastante se impuso la negación a la ordenación de las mujeres en el pleno de la asamblea general de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM), llevado a cabo los pasados días 17-19 de agosto en la localidad de Xonacatlán, Estado de México, al poniente de la capital del país. Durante los dos primeros días se realizó un concilio teológico organizado por el Ministerio de Educación de esta iglesia, que debió afrontar el cuestionamiento porque dos de sus integrantes estaban anunciados, de última hora (10 de agosto), como ponentes, lo que ocasionó una protesta que fue atendida también de último momento, de modo que los textos fueron presentados por otras personas, invitadas apenas tres días antes del evento.
En el concilio se presentaron cuatro posturas a favor y cuatro en contra. El miércoles 17, el sorteo determinó que la postura a favor se expondría en primer lugar durante cada ronda. En la primera ponencia, L. Cervantes-O. resumió la necesidad de que la Iglesia recupere su rostro inclusivo y propuso que la decisión de la asamblea diera libertad a los presbiterios para ordenar o no a las mujeres, además de que incluyó el texto escrito de las “Doce tesis de Xonacatlán”, con puntos muy concretos para desarrollar. La siguiente ponencia, presentada por Otoniel López, retomó la preparada por la secretaria ejecutiva del Ministerio de Educación (lo cual se reconoció públiocamente) e insistió en que los órdenes bíblicos no incluyen la posibilidad de que las mujeres sean ordenadas. En la segunda ronda, Emmanuel Flores fundamentó en la doctrina de la imagen de Dios la necesidad de la ordenación de las mujeres. José Luis Zepeda, por su parte, enfatizó la inexistencia de textos bíblicos para afirmarla y, aun cuando, aceptó que Dios puede llamar mujeres a su servicio, afirmó tajantemente la improcedencia de la ordenación en la situación actual.
El jueves 18, por la mañana, la única mujer participante, Amparo Lerín, demostró la necesidad de superar las posturas patriarcales y machistas, así como la urgencia de que los pastores conozcan los antecedentes históricos de la ordenación femenina en la historia de la Iglesia e instó a que se exploren dichos datos como insumos para la vida eclesial. Al momento de las preguntas Lerín fue particularmente incisiva en sus respuestas. Nehemías Morales Macario, del Presbiterio Filadelfia, leyó una ponencia que, a todas luces, fue redactada por Ernesto García, secretario de actas tas del Ministerio, lo que se señaló en una observación comentada a regañadientes por el coordinador del evento. El texto refleja un rechazo absoluto a los avances democráticos y sociales de los principios expresados por la Revolución Francesa, a la que calificó insistentemente como “movimiento apóstata” que introdujo perniciosamente el concepto y la práctica de la emancipación de las mujeres.
Finalmente, Alberto Arenas introdujo su ponencia con diversas citas de Juan Calvino relacionadas con la urgencia de mantener la unidad de la Iglesia y trabajó en sus tesis la aparente excepcionalidad de los casos de Hulda y Débora en el Antiguo Testamento y “el sacerdocio universal de las y los creyentes” como fundamento neotestamentario. Héctor Bautista, del Presbiterio del Sur, en su turno, luego de un repaso sesgado de las figuras bíblicas y de la “historia de la ordenación”, cuestionó la validez de la ordenación de Febe como diaconisa (Ro 16.1-2). Atacó a los defensores de la ordenación femenina, con lo que violó las condiciones de respeto establecidas para el concilio por los organizadores, quienes no se manifestaron al respecto. Textualmente, dijo: “Una minoría cuasi liberal (sic), un grupúsculo arrogante no puede abrogarse [sic, quizá quiso decir “arrogarse”] el derecho a poseer una verdad que el testimonio corporativo y general contradice”. A pregunta expresa de quien escribe, momentos después de la ponencia, afirmó que dicho texto es un texto agregado, sin confiabilidad canónica.
Con una votación de 158 contra 14, de manera aplastante se impuso la negación a la ordenación de las mujeres en el pleno de la asamblea general de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM), llevado a cabo los pasados días 17-19 de agosto en la localidad de Xonacatlán, Estado de México, al poniente de la capital del país. Durante los dos primeros días se realizó un concilio teológico organizado por el Ministerio de Educación de esta iglesia, que debió afrontar el cuestionamiento porque dos de sus integrantes estaban anunciados, de última hora (10 de agosto), como ponentes, lo que ocasionó una protesta que fue atendida también de último momento, de modo que los textos fueron presentados por otras personas, invitadas apenas tres días antes del evento.
En el concilio se presentaron cuatro posturas a favor y cuatro en contra. El miércoles 17, el sorteo determinó que la postura a favor se expondría en primer lugar durante cada ronda. En la primera ponencia, L. Cervantes-O. resumió la necesidad de que la Iglesia recupere su rostro inclusivo y propuso que la decisión de la asamblea diera libertad a los presbiterios para ordenar o no a las mujeres, además de que incluyó el texto escrito de las “Doce tesis de Xonacatlán”, con puntos muy concretos para desarrollar. La siguiente ponencia, presentada por Otoniel López, retomó la preparada por la secretaria ejecutiva del Ministerio de Educación (lo cual se reconoció públiocamente) e insistió en que los órdenes bíblicos no incluyen la posibilidad de que las mujeres sean ordenadas. En la segunda ronda, Emmanuel Flores fundamentó en la doctrina de la imagen de Dios la necesidad de la ordenación de las mujeres. José Luis Zepeda, por su parte, enfatizó la inexistencia de textos bíblicos para afirmarla y, aun cuando, aceptó que Dios puede llamar mujeres a su servicio, afirmó tajantemente la improcedencia de la ordenación en la situación actual.
El jueves 18, por la mañana, la única mujer participante, Amparo Lerín, demostró la necesidad de superar las posturas patriarcales y machistas, así como la urgencia de que los pastores conozcan los antecedentes históricos de la ordenación femenina en la historia de la Iglesia e instó a que se exploren dichos datos como insumos para la vida eclesial. Al momento de las preguntas Lerín fue particularmente incisiva en sus respuestas. Nehemías Morales Macario, del Presbiterio Filadelfia, leyó una ponencia que, a todas luces, fue redactada por Ernesto García, secretario de actas tas del Ministerio, lo que se señaló en una observación comentada a regañadientes por el coordinador del evento. El texto refleja un rechazo absoluto a los avances democráticos y sociales de los principios expresados por la Revolución Francesa, a la que calificó insistentemente como “movimiento apóstata” que introdujo perniciosamente el concepto y la práctica de la emancipación de las mujeres.
Finalmente, Alberto Arenas introdujo su ponencia con diversas citas de Juan Calvino relacionadas con la urgencia de mantener la unidad de la Iglesia y trabajó en sus tesis la aparente excepcionalidad de los casos de Hulda y Débora en el Antiguo Testamento y “el sacerdocio universal de las y los creyentes” como fundamento neotestamentario. Héctor Bautista, del Presbiterio del Sur, en su turno, luego de un repaso sesgado de las figuras bíblicas y de la “historia de la ordenación”, cuestionó la validez de la ordenación de Febe como diaconisa (Ro 16.1-2). Atacó a los defensores de la ordenación femenina, con lo que violó las condiciones de respeto establecidas para el concilio por los organizadores, quienes no se manifestaron al respecto. Textualmente, dijo: “Una minoría cuasi liberal (sic), un grupúsculo arrogante no puede abrogarse [sic, quizá quiso decir “arrogarse”] el derecho a poseer una verdad que el testimonio corporativo y general contradice”. A pregunta expresa de quien escribe, momentos después de la ponencia, afirmó que dicho texto es un texto agregado, sin confiabilidad canónica.
El ambiente de la asamblea se sintió muy predispuesto hacia el “no” desde el principio y muchos delegados expresaban su descontento hacia las ponencias favorables a través de exclamaciones marcadas por la intolerancia y el descontento, y de preguntas tendenciosas a los ponentes, lo cual fue aprovechado por la presidencia a la hora de tomar las resoluciones. Incluso la propuesta de dejar en libertad a los presbiterios sobre su decisión fue desechada luego de aprobarse la negativa final. Dos delegados, Moisés Zapata y Héctor Bautista, exigieron “mano dura” para quienes ahora se encuentran “fuera de orden” con este acuerdo. Zapata incluso agregó que si ya se habían realizado dos concilios más (en 1980 y 2006, algo que también recordó el ministro de Educación), era tiempo de que ahora se tomaran medidas disciplinarias sin ningún miramiento. Por último, con 102 dos votos se acordó que los presbiterios e iglesias que han ordenado mujeres procedan de inmediato a anular dichas ordenaciones, sin plazo de por medio. Estaba preparado el camino para el acuerdo de romper relaciones con la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos (PCUSA), por la decisión de ésta de ordenar a los ministerios personas con orientaciones sexuales diversas, algo a lo que se refirieron varias personas al momento del concilio teológico. (LCO)
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