LA IGLESIA EN LA SOCIEDAD
Iglesia Evangélica Luterana de EU
La iglesia “en” pero no “del” mundo
A través de la fe en el evangelio, la iglesia ya toma parte en el reinado de Dios anunciado y encarnado en Jesús. Sin embargo, todavía espera la resurrección de los muertos y la realización plena de la creación entera en el futuro prometido por Dios. En este tiempo del "ya... pero todavía no," la iglesia vive en dos eras—la era presente y la era por venir. La iglesia está ‘en' el mundo, pero no es “del” mundo.
El evangelio no arranca a la iglesia del mundo sino que la llama a afirmarlo y a entrar más profundamente en él. A pesar de su cautiverio en el pecado y la muerte, el mundo es la creación agradable de Dios donde, debido a su amor, Dios en Jesucristo se hizo carne. La iglesia y el mundo tienen un destino común en el reinado de Dios. La iglesia actúa en favor del mundo en esperanza y oración: "Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo."
El evangelio no permite la acomodación de la iglesia a las maneras del mundo. La presencia y la promesa del reinado de Dios molesta e inquieta a la iglesia con respecto a la violencia y a las rupturas presentes en el globo. Actuar en favor del mundo de Dios requiere la resistencia y la lucha contra los males del mundo.
La iglesia es "una nueva creación... de Dios" (2 Corintios 5:17-18), pero aún es parte de la humanidad caída compartiendo plenamente la ruptura del mundo. Es una comunidad de santos, un pueblo justificado delante de Dios a causa de la entrega amorosa de Jesús, pero al mismo tiempo es una comunidad de pecadores. Arrepentimiento, perdón, y renovación, caracterizan a la iglesia que vive bajo la cruz con la esperanza de la llegada en plenitud del reinado de Dios.
La responsabilidad de la iglesia en la sociedad
En su testimonio de Jesucristo, la iglesia anuncia que el Dios que justifica espera que todos los seres humanos actúen en pos de la justicia. Las exigencias buenas y justas de Dios consignan a las personas en las obligaciones de sus relaciones y los desafíos del mundo. A través de la actividad divina de la ley, Dios preserva la creación, ordena a la sociedad, y promueve la justicia en un mundo quebrado.
Dios actúa a través de la familia, la educación, la economía, el estado, y de otras estructuras necesarias para la vida en la era presente. Dios instituye, por ejemplo, a las autoridades gobernantes para servir al bienestar de la sociedad.2 La iglesia respeta las autoridades gobernantes y otras estructuras seculares—cuya integridad y tareas son conferidas por Dios—considerándolas responsables ante El.
Esta iglesia tiene que participar en las estructuras sociales críticamente, dado que el pecado también actúa en el mundo. Las estructuras y procesos sociales compaginan dinámicas de vida y de muerte en combinaciones complejas y en grados diversos. Esta iglesia, por lo tanto, debe unir realismo y visión, sabiduría y coraje en su responsabilidad social. Necesita discernir constantemente cuándo debe apoyar y cuándo confrontar los modelos culturales, valores, y poderes de la sociedad.
Como presencia reconciliadora y sanadora, esta iglesia está llamada a ejercer su ministerio ante las necesidades humanas con compasión e imaginación. Procura encontrar nuevos caminos para enfrentar y tratar los problemas sociales emergentes, como asimismo la degradación del medio ambiente. Esta iglesia tiene la responsabilidad de mediar en los conflictos y de abogar por soluciones justas y pacíficas en las discordias globales. Debería apoyar instituciones y políticas que sirvan al bien común, y trabajar con y aprender de otros en el cuidado y la transformación de la sociedad global.
Como presencia profética, esta iglesia tiene la obligación de nombrar y denunciar los ídolos venerados por la gente, identificar el poder del pecado presente en las estructuras sociales, y apoyar con esperanza al pueblo pobre y desposeído de poder. Cuando estructuras, ideologías, o autoridades religiosas o seculares proclaman ser absolutas, la iglesia sostiene que, "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hechos 5:29).3 Junto a Martín Lutero, esta iglesia entiende que "reprender" a aquellos en autoridad "a través de la palabra de Dios proclamada pública y honestamente" no es "sedición," sino que es "una loable, noble, y ... particularmente, un gran servicio a Dios."4
Debido a que la iglesia es tanto humana como divina, tanto pecadora como santa, ella también vive tanto bajo la ley como el evangelio. Al igual que toda comunidad, la iglesia tiene una dimensión institucional. Esta iglesia debe asegurarse de que su propia vida institucional, sus relaciones con otras instituciones, y sus esfuerzos por influir en la sociedad, sean gobernadas por la ley de Dios, expresen su identidad, y sirvan a su misión.
La vocación bautismal de los cristianos
Una de las maneras por la cual la iglesia participa en la sociedad es a través de sus miembros. Muriendo al pecado y resucitando con Cristo en el bautismo, los cristianos son llamados a "caminar en una nueva vida" (Romanos 6:1-11). Cumplen su vocación bautismal en la vida diaria como miembros de familia, amigos, ciudadanos, trabajadores, y como participantes de asociaciones voluntarias. Siendo que "la vida diaria es el marco principal para el ejercicio del llamado cristiano,"5 es en esta instancia donde los cristianos sirven a Dios y al prójimo.
Esta iglesia sostiene a sus miembros bautizados en sus diversos llamados a través del ministerio de la Palabra y los Sacramentos. Los dones del Espíritu forman y transforman al pueblo de Dios para el discipulado en la vida diaria. En el cuerpo de Cristo, el carácter, la perspectiva, y las convicciones morales de los cristianos son moldeadas de maneras distintivas. Jesús libera a los cristianos para servir a los demás y para caminar con el pueblo hambriento, olvidado, oprimido y despreciado. El ejemplo de Jesús invita a los cristianos a reconocer como "prójimo" a gente cercana y lejana, pueblos de todas las razas, clases, y culturas, amigos y extraños, aliados y enemigos.
Los cristianos valoran la familia y el matrimonio, y perciben sus oficios y quehaceres como un medio por el cual pueden expresar su vocación bautismal. En estas instancias experimentan tanto gozo como sufrimiento, y descubren el poder sustentador de la fe. Este poder los capacita para subsanar relaciones, desafiar lo que deshumaniza, confrontar los obstáculos estructurales que impiden la justicia, y procurar gestiones y medidas más humanizantes en sus espacios de responsabilidad.
Los cristianos también ejercitan su llamado siendo ciudadanos sabios y activos. Para algunos, esto puede significar el servicio en un cargo público. Junto a todos los ciudadanos, los cristianos tienen la responsabilidad de defender los derechos humanos y de luchar por la libertad, la justicia, la paz, la protección del medio ambiente, y el buen orden en la vida pública.
Deben reconocer el rol vital de la ley en la protección de la vida y la libertad, como así también en el mantenimiento del bien común. Los cristianos deben interesarse en los métodos y contenidos de la deliberación pública. Deberían ser críticos cuando grupos o sectores de la población se encuentran inadecuadamente representados en los procesos y decisiones políticas que afectan sus vidas.
Un modo significativo por el cual los cristianos ejercen su ciudadanía es a través de la participación en asociaciones y movimientos voluntarios, tanto religiosos como seculares. En ciertas ocasiones estos grupos pueden servir una función profética cuando protestan en contra de ciertos males, cuestionan suposiciones asumidas, desafían prácticas inmorales e injustas, y cuando organizan y promueven cambios estructurales en el lugar de trabajo, la comunidad local y en el mundo en general.
Una comunidad de deliberación moral
Los cristianos cumplen su vocación de maneras diversas, y cuentan con una variedad de dones derramados por el Espíritu. Por lo tanto, en numerosas ocasiones pueden encontrarse en profundo desacuerdo sobre las maneras y formas de responder a las cuestiones sociales.
Unidos a Cristo y a todos los creyentes en el bautismo, los cristianos acogen y celebran su diversidad. Debido a que comparten convicciones comunes de fe, están libres, en realidad obligados, a deliberar de manera conjunta sobre los desafíos que enfrentan en el mundo.
La deliberación en esta iglesia presta atención tanto a la Palabra de Dios como al mundo de Dios, a la vez que a la relación entre ambas. Esta iglesia percibe al mundo a la luz de la Palabra de Dios, y comprende esta palabra desde su contexto en el mundo. Esta iglesia tiene que basarse en la revelación de Dios, el don de la razón otorgado por Dios, y la guía del Espíritu Santo.Las Escrituras son la fuente normativa en la deliberación de esta iglesia. A través del estudio de las Escrituras, los cristianos procuran discernir lo que Dios requiere en la iglesia y en el mundo. Debido a la diversidad en las Escrituras, y debido a la distancia del mundo contemporáneo con respecto al mundo bíblico, es necesario escudriñar cuidadosamente los textos en su propio contexto, e interpretarlos fielmente para el mundo de hoy. En su testimonio a la Palabra de Dios, los credos ecuménicos y las confesiones luteranas guían el enfoque de esta iglesia con respecto a las Escrituras. La historia de la iglesia y las diversas tradiciones la instruyen en su deliberación.
Transformada por la fe, esta iglesia en su deliberación cuenta con las aptitudes humanas otorgadas por Dios de querer, pensar y sentir. Esta iglesia se halla abierta para aprender de las experiencias, conocimientos, e imaginación de toda la humanidad, a fin de poseer la mejor posible información y conocimiento del mundo de hoy. Para actuar justa y efectivamente, esta iglesia necesita analizar críticamente los temas sociales y del medio ambiente, e indagar las razones por las cuales la situación se encuentra en su presente estado.
La deliberación en esta iglesia debería incluir gente—ya sea en persona o a través de sus obras u otras expresiones—con diversas experiencias de vida, perspectivas e intereses. En la medida de lo posible, personas como las siguientes deberían deliberar entre ellas y con otras:
· aquellas personas que son afectadas y sufren con el problema a tratar;
· aquellas personas cuyos intereses o seguridad estén en juego;
· pastores, obispos, teólogos, eticistas y otros maestros de esta iglesia;
· personal embarcado en tareas de abogacía;
· expertos en las ciencias sociales y naturales, las artes y las humanidades.
Como comunidad de deliberación moral, la iglesia busca “discernir cuál es la voluntad de Dios—que es lo bueno, lo aceptable y lo perfecto” (Romanos 12:2). Los cristianos se enfrentan juntos a los problemas sociales, a fin de discernir mejor cómo vivir fiel y responsablemente desde el ámbito de su vocación. Los procesos de deliberación deben informar y guiar el testimonio como cuerpo de esta iglesia en la sociedad. Al tratar abierta y creativamente con el desacuerdo y la controversia, esta iglesia espera contribuir a la búsqueda del bien individual y común en la vida pública.
Iglesia Evangélica Luterana de EU
La iglesia “en” pero no “del” mundo
A través de la fe en el evangelio, la iglesia ya toma parte en el reinado de Dios anunciado y encarnado en Jesús. Sin embargo, todavía espera la resurrección de los muertos y la realización plena de la creación entera en el futuro prometido por Dios. En este tiempo del "ya... pero todavía no," la iglesia vive en dos eras—la era presente y la era por venir. La iglesia está ‘en' el mundo, pero no es “del” mundo.
El evangelio no arranca a la iglesia del mundo sino que la llama a afirmarlo y a entrar más profundamente en él. A pesar de su cautiverio en el pecado y la muerte, el mundo es la creación agradable de Dios donde, debido a su amor, Dios en Jesucristo se hizo carne. La iglesia y el mundo tienen un destino común en el reinado de Dios. La iglesia actúa en favor del mundo en esperanza y oración: "Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo."
El evangelio no permite la acomodación de la iglesia a las maneras del mundo. La presencia y la promesa del reinado de Dios molesta e inquieta a la iglesia con respecto a la violencia y a las rupturas presentes en el globo. Actuar en favor del mundo de Dios requiere la resistencia y la lucha contra los males del mundo.
La iglesia es "una nueva creación... de Dios" (2 Corintios 5:17-18), pero aún es parte de la humanidad caída compartiendo plenamente la ruptura del mundo. Es una comunidad de santos, un pueblo justificado delante de Dios a causa de la entrega amorosa de Jesús, pero al mismo tiempo es una comunidad de pecadores. Arrepentimiento, perdón, y renovación, caracterizan a la iglesia que vive bajo la cruz con la esperanza de la llegada en plenitud del reinado de Dios.
La responsabilidad de la iglesia en la sociedad
En su testimonio de Jesucristo, la iglesia anuncia que el Dios que justifica espera que todos los seres humanos actúen en pos de la justicia. Las exigencias buenas y justas de Dios consignan a las personas en las obligaciones de sus relaciones y los desafíos del mundo. A través de la actividad divina de la ley, Dios preserva la creación, ordena a la sociedad, y promueve la justicia en un mundo quebrado.
Dios actúa a través de la familia, la educación, la economía, el estado, y de otras estructuras necesarias para la vida en la era presente. Dios instituye, por ejemplo, a las autoridades gobernantes para servir al bienestar de la sociedad.2 La iglesia respeta las autoridades gobernantes y otras estructuras seculares—cuya integridad y tareas son conferidas por Dios—considerándolas responsables ante El.
Esta iglesia tiene que participar en las estructuras sociales críticamente, dado que el pecado también actúa en el mundo. Las estructuras y procesos sociales compaginan dinámicas de vida y de muerte en combinaciones complejas y en grados diversos. Esta iglesia, por lo tanto, debe unir realismo y visión, sabiduría y coraje en su responsabilidad social. Necesita discernir constantemente cuándo debe apoyar y cuándo confrontar los modelos culturales, valores, y poderes de la sociedad.
Como presencia reconciliadora y sanadora, esta iglesia está llamada a ejercer su ministerio ante las necesidades humanas con compasión e imaginación. Procura encontrar nuevos caminos para enfrentar y tratar los problemas sociales emergentes, como asimismo la degradación del medio ambiente. Esta iglesia tiene la responsabilidad de mediar en los conflictos y de abogar por soluciones justas y pacíficas en las discordias globales. Debería apoyar instituciones y políticas que sirvan al bien común, y trabajar con y aprender de otros en el cuidado y la transformación de la sociedad global.
Como presencia profética, esta iglesia tiene la obligación de nombrar y denunciar los ídolos venerados por la gente, identificar el poder del pecado presente en las estructuras sociales, y apoyar con esperanza al pueblo pobre y desposeído de poder. Cuando estructuras, ideologías, o autoridades religiosas o seculares proclaman ser absolutas, la iglesia sostiene que, "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hechos 5:29).3 Junto a Martín Lutero, esta iglesia entiende que "reprender" a aquellos en autoridad "a través de la palabra de Dios proclamada pública y honestamente" no es "sedición," sino que es "una loable, noble, y ... particularmente, un gran servicio a Dios."4
Debido a que la iglesia es tanto humana como divina, tanto pecadora como santa, ella también vive tanto bajo la ley como el evangelio. Al igual que toda comunidad, la iglesia tiene una dimensión institucional. Esta iglesia debe asegurarse de que su propia vida institucional, sus relaciones con otras instituciones, y sus esfuerzos por influir en la sociedad, sean gobernadas por la ley de Dios, expresen su identidad, y sirvan a su misión.
La vocación bautismal de los cristianos
Una de las maneras por la cual la iglesia participa en la sociedad es a través de sus miembros. Muriendo al pecado y resucitando con Cristo en el bautismo, los cristianos son llamados a "caminar en una nueva vida" (Romanos 6:1-11). Cumplen su vocación bautismal en la vida diaria como miembros de familia, amigos, ciudadanos, trabajadores, y como participantes de asociaciones voluntarias. Siendo que "la vida diaria es el marco principal para el ejercicio del llamado cristiano,"5 es en esta instancia donde los cristianos sirven a Dios y al prójimo.
Esta iglesia sostiene a sus miembros bautizados en sus diversos llamados a través del ministerio de la Palabra y los Sacramentos. Los dones del Espíritu forman y transforman al pueblo de Dios para el discipulado en la vida diaria. En el cuerpo de Cristo, el carácter, la perspectiva, y las convicciones morales de los cristianos son moldeadas de maneras distintivas. Jesús libera a los cristianos para servir a los demás y para caminar con el pueblo hambriento, olvidado, oprimido y despreciado. El ejemplo de Jesús invita a los cristianos a reconocer como "prójimo" a gente cercana y lejana, pueblos de todas las razas, clases, y culturas, amigos y extraños, aliados y enemigos.
Los cristianos valoran la familia y el matrimonio, y perciben sus oficios y quehaceres como un medio por el cual pueden expresar su vocación bautismal. En estas instancias experimentan tanto gozo como sufrimiento, y descubren el poder sustentador de la fe. Este poder los capacita para subsanar relaciones, desafiar lo que deshumaniza, confrontar los obstáculos estructurales que impiden la justicia, y procurar gestiones y medidas más humanizantes en sus espacios de responsabilidad.
Los cristianos también ejercitan su llamado siendo ciudadanos sabios y activos. Para algunos, esto puede significar el servicio en un cargo público. Junto a todos los ciudadanos, los cristianos tienen la responsabilidad de defender los derechos humanos y de luchar por la libertad, la justicia, la paz, la protección del medio ambiente, y el buen orden en la vida pública.
Deben reconocer el rol vital de la ley en la protección de la vida y la libertad, como así también en el mantenimiento del bien común. Los cristianos deben interesarse en los métodos y contenidos de la deliberación pública. Deberían ser críticos cuando grupos o sectores de la población se encuentran inadecuadamente representados en los procesos y decisiones políticas que afectan sus vidas.
Un modo significativo por el cual los cristianos ejercen su ciudadanía es a través de la participación en asociaciones y movimientos voluntarios, tanto religiosos como seculares. En ciertas ocasiones estos grupos pueden servir una función profética cuando protestan en contra de ciertos males, cuestionan suposiciones asumidas, desafían prácticas inmorales e injustas, y cuando organizan y promueven cambios estructurales en el lugar de trabajo, la comunidad local y en el mundo en general.
Una comunidad de deliberación moral
Los cristianos cumplen su vocación de maneras diversas, y cuentan con una variedad de dones derramados por el Espíritu. Por lo tanto, en numerosas ocasiones pueden encontrarse en profundo desacuerdo sobre las maneras y formas de responder a las cuestiones sociales.
Unidos a Cristo y a todos los creyentes en el bautismo, los cristianos acogen y celebran su diversidad. Debido a que comparten convicciones comunes de fe, están libres, en realidad obligados, a deliberar de manera conjunta sobre los desafíos que enfrentan en el mundo.
La deliberación en esta iglesia presta atención tanto a la Palabra de Dios como al mundo de Dios, a la vez que a la relación entre ambas. Esta iglesia percibe al mundo a la luz de la Palabra de Dios, y comprende esta palabra desde su contexto en el mundo. Esta iglesia tiene que basarse en la revelación de Dios, el don de la razón otorgado por Dios, y la guía del Espíritu Santo.Las Escrituras son la fuente normativa en la deliberación de esta iglesia. A través del estudio de las Escrituras, los cristianos procuran discernir lo que Dios requiere en la iglesia y en el mundo. Debido a la diversidad en las Escrituras, y debido a la distancia del mundo contemporáneo con respecto al mundo bíblico, es necesario escudriñar cuidadosamente los textos en su propio contexto, e interpretarlos fielmente para el mundo de hoy. En su testimonio a la Palabra de Dios, los credos ecuménicos y las confesiones luteranas guían el enfoque de esta iglesia con respecto a las Escrituras. La historia de la iglesia y las diversas tradiciones la instruyen en su deliberación.
Transformada por la fe, esta iglesia en su deliberación cuenta con las aptitudes humanas otorgadas por Dios de querer, pensar y sentir. Esta iglesia se halla abierta para aprender de las experiencias, conocimientos, e imaginación de toda la humanidad, a fin de poseer la mejor posible información y conocimiento del mundo de hoy. Para actuar justa y efectivamente, esta iglesia necesita analizar críticamente los temas sociales y del medio ambiente, e indagar las razones por las cuales la situación se encuentra en su presente estado.
La deliberación en esta iglesia debería incluir gente—ya sea en persona o a través de sus obras u otras expresiones—con diversas experiencias de vida, perspectivas e intereses. En la medida de lo posible, personas como las siguientes deberían deliberar entre ellas y con otras:
· aquellas personas que son afectadas y sufren con el problema a tratar;
· aquellas personas cuyos intereses o seguridad estén en juego;
· pastores, obispos, teólogos, eticistas y otros maestros de esta iglesia;
· personal embarcado en tareas de abogacía;
· expertos en las ciencias sociales y naturales, las artes y las humanidades.
Como comunidad de deliberación moral, la iglesia busca “discernir cuál es la voluntad de Dios—que es lo bueno, lo aceptable y lo perfecto” (Romanos 12:2). Los cristianos se enfrentan juntos a los problemas sociales, a fin de discernir mejor cómo vivir fiel y responsablemente desde el ámbito de su vocación. Los procesos de deliberación deben informar y guiar el testimonio como cuerpo de esta iglesia en la sociedad. Al tratar abierta y creativamente con el desacuerdo y la controversia, esta iglesia espera contribuir a la búsqueda del bien individual y común en la vida pública.
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LA COMUNIDAD TEOLÓGICA DE MÉXICO SE SOLIDARIZA CON LAS MUJERES PRESBITERIANAS
ALC Noticias, 1 de septiembre de 2011
Ante la decisiones tomadas recientemente por la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM), negando el acceso femenino a los distintos ministerios ordenados de esta iglesia, así como la revocación de la ordenación para mujeres que ya han sido consagradas en algunas iglesias locales como en distintos presbiterios, la Comunidad Teológica de México, del Consejo Directivo de la misma y de cada una de las organizaciones que la componen, dio a conocer una carta donde manifiesta solidaridad con las mujeres presbiterianas.
“Desde nuestra perspectiva, fundada en las palabras del apóstol Pablo que reflejan la esencia del Evangelio de Jesucristo, estas son decisiones que contravienen los principios evangélicos de amor, justicia e igualdad”, dice. […]
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