domingo, 21 de junio de 2009

Doce versos a la sombra de mi padre, Francisco Hernández

Qué abrazo tan oscuro era tu abrazo.
Siendo rayo, olvidabas la luz.
Y ensombrecías la ceiba.
De un solo machetazo la incendiabas.
Las hembras, al oír tu respiración,

recordaban la sangre y salían disparadas.
El mar rompía la esponja de tu pecho.
Era silencio el monte si cantabas.
Los jaguares corrían bajo la luna
Al descubrir tus manos en sus garras.
Así te sabe mi pulso de memoria.
Así te busco detrás de la mirada.

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