24 de enero de 2021
¿Por qué elegir esta historia de Jesús? Conocemos muchísimas
historias de él, sabemos que Dios tiene el control de todo, lo cantamos y
cuando oramos le decimos: “Señor, mi vida está en tus manos”, pero una cosa es
decirlo y otra vivirlo día a día. Habrá días en los que dudemos y eso está
bien, somos humanos. Cuando vivimos algún problema o tenemos una preocupación,
es cuando más llegamos a dudar. Elegí este pasaje porque estamos viviendo
tiempos difíciles y podemos identificarnos con los discípulos. Parece que todo
se nos viene encima.
En este tiempo de pandemia, es cuando más preguntas hacemos y
parece que menos respuestas recibimos. Quisiéramos que Dios nos contestara, por
mensaje o por correo, que todo fuera más rápido. Vivimos con miedo o temor, qué
pasa en el trabajo, la familia, los hijos, las cuentas. ¿Qué hacer? Nos
sentimos atrapadas y atrapados, no podemos salir de nuestras casas o no debemos
salir. Sabemos que al salir nos arriesgamos, pero cómo dejar nuestra vida de
lado por algo que no vemos, por un virus tan pequeño que no podemos ver, pero
que es capaz de enfermarnos al punto de causar la muerte o vivir con secuelas
que aun los médicos no definen bien.
Como pastores o líderes decimos: “Dios tiene el control, confía en
Él”, pero parece que esas palabras no eran las mismas en marzo de 2020 que
ahora en enero de 2021. Una pandemia que esperábamos pasara en unos meses,
confiábamos que todo terminara y volviésemos a nuestra rutina, a nuestra vida y
planes. Pero todo eso quedó de pronto a un lado, para entonces acomodar nuestra
vida y rutina a la realidad que vivimos: tenemos que estar resguardados en
nuestras casas.
Esta pandemia nos ha llevado a reflexionar sobre nuestras
prioridades, qué es lo importante en nuestras vidas: el coche, la ropa, las
fiestas, lo material, o la familia, nuestros hijos, la salud, nuestros padres,
hermanos, los hermanos de la iglesia.
Después de casi un año de pandemia en nuestro país, les invito a
reflexionar en esta pregunta: ¿cuáles eran nuestras prioridades antes de la
pandemia? O podríamos decir: ¿cuáles eran nuestros propósitos el año pasado? Y
este año que empieza, ¿cuáles fueron tus propósitos? ¿Han cambiado?
2020 fue un año difícil y tenemos la esperanza de que este año
será mejor. Al ver esta historia de Jesús en la tormenta, eso me llevó a reflexionar
en que esta pandemia nos mantiene ahora como los discípulos en la barca: hay
una tormenta, estamos viviendo una tormenta que no acaba (el covid en nuestro
planeta). Estamos en un lugar pequeño, el cual se tambalea; nuestro espacio
vital se mueve y nos sentimos preocupados, nos preguntamos y le preguntamos a
Dios: “Qué hacemos, ayúdanos”.
Vemos que confiamos en Dios, pero todo esto nos hace preguntarnos
qué hacer para que todo acabe. Todos estamos angustiados, en nuestra mente se
crean preocupaciones, angustias y en algunas personas tristeza, pero cómo
podemos, entonces, en medio de toda esta tormenta, detener estos pensamientos.
Imaginemos la tormenta en donde estuvieron los discípulos: estaban
preocupados, la barca podía voltearse, había viento y agua entrando por todos
lados. Ésa no era la única barca, seguramente veían las barcas vecinas
tambalearse también tambalearse en el agua y Jesús dormía tan profundamente,
que ni los gritos, el agua o el viento lo despertaron.
¿Se han sentido así en este tiempo?, ¿como que Dios no los
escucha? Por más que gritemos, lloremos, pidamos, llamemos a Dios, supliquemos
por nuestras familias, vemos a nuestro alrededor lo que está pasando con las
familias que conocemos: de pronto nos anuncian que alguien más se enfermó y nos
preocupamos y esperamos que Dios responda
Así se sentían los discípulos, pues sabían que Jesús estaba con
ellos, pero no veían nada más. Cualquiera puede dudar ante circunstancias como
éstas, pero Jesús se despertó y podemos imaginarnos a todos los discípulos
gritando: ¡Maestro! ¿No te importa que nos estemos hundiendo? Cuántas veces le
hemos dicho eso a Dios: “Dios, no te importa cómo me siento, lo que pasa”.
Jesús, con la tranquilidad que le caracterizaba en esas circunstancias, sólo
ordenó al viento y al agua calmarse. Todo volvió a la tranquilidad, pero para
los discípulos no fue así, dado que se encontraban confundidos. Ellos conocían
a Jesús, habían visto algunos milagros, lo conocían, pero aun así dudaron y se
preguntaron quién era Jesús.
Nosotros somos muchas veces esos discípulos: conocemos a Dios,
conocemos todo lo que puede hacer, conocemos la vida de Jesús, conocemos lo que
dice la Biblia, pero cuando estamos en medio de una tormenta, podemos dudar un
poco, sólo un poquito o por un instante. ¿Y por qué sólo dudamos un poco o por
un instante? Porque reconocemos la presencia de Dios en cada una de nuestras
preocupaciones y en cada una de las situaciones que vivimos día a día, sabemos
que Dios está ahí, sabemos que Dios nos cuida, ponemos siempre nuestra vida en
sus manos. Él está en esta barca contigo, no nos ha dejado, no nos ha soltado,
no pensemos que Él está dormido plácidamente, mientras nosotros estamos en esta
pandemia. Él nos dice al oído cada noche: “No tengas miedo, todo pasará, ten calma,
ten fe”.
Vivíamos en un mundo (lo digo en pasado) en el que pensábamos que
todo debía ser rápido. En la actualidad, esta pandemia nos obligó a guardarnos
en nuestras casas, tener paciencia y esperar. A veces Dios hace eso, dice:
“Cálmate, respira y entenderás”. En esta mañana de domingo, Dios está contigo,
no nos ha dejado solos, ni está dormido. Él está ahí contigo en tu casa, con tu
familia, Él calmará todo este vaivén. Él hará que todo deje de moverse; en tus
preocupaciones o miedos, Él te abrazará. Lo único que nos pide es tener fe y
que dejemos en sus manos lo que nos preocupa, lo que nos aflige, lo que no nos
deja dormir.
Sé que es difícil, ya que esta pandemia no parece que acabará de
aquí a un mes o dos, pero esperemos, y dentro de lo que podamos hacer desde
nuestros hogares: hablarle al hermano de la iglesia que sabemos que está solo,
hablar con la familia, con los amigos, comunicarnos. Dios está esperando eso de
nosotros, mientras este mundo cambia, sabemos que esta pandemia va a cambiar,
pero tengamos fe, nuestra vida puesta en Dios, así como Jesús es nuestra imagen
de esperanza en una tormenta, que de pronto nos deja anonadados y confundidos,
así es Dios en nuestras vidas. A veces no entendemos lo que está pasando, pero
Dios está contigo hermano, en tu casa, en tu trabajo, con tu familia, en tus
decisiones.
Esperemos que la pandemia no dure todo este año, esperemos que
pronto podamos volver a reunirnos en nuestras iglesias, con nuestras familias.
No vamos a regresar a nuestra vida de antes, eso lo sabemos, pero regresaremos
a un mundo donde podamos reflexionar sobre dar prioridad a lo que realmente es
importante, a lo que el texto bíblico nos enseña: “Ama a tu prójimo”. Dios nos
llama a tener esperanza, esa esperanza que ahora tenemos que vivir en nuestros
hogares, junto con la familia. Compartámosla con nuestros vecinos, con quienes
compartimos en este tiempo. Compartamos esta fe que nos sostiene como
cristianos y que puede sostener a muchos más que tal vez no conocen a Cristo,
pero ustedes pueden compartir cómo Dios ha cambiado sus vidas.
Les invito, hermanas y hermanos, a reflexionar acerca de cuáles fueron los cambios en nuestros propósitos del año pasado en relación con los de este año. Tal vez no son los mismos: ¿cuáles son nuestras prioridades ahora?
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