viernes, 14 de marzo de 2008

El camino de Jesús: de la clandestinidad al martirio, L. Cervantes-Ortiz

2 de marzo, 2008

1. La acción de Jesús en Marcos
El evangelio de Marcos tiene varias características llamativas: fue el primero en redactarse y, por ello, fue el iniciador del género literario creado específicamente para narrar la vida, muerte y pasión de Jesús de Nazaret; es el más breve, a pesar de que es el que en ocasiones incluye mayores detalles sobre ciertos sucesos; algunos aspectos suyos fueron utilizados por los demás evangelistas para redactar sus propios relatos; y representa una perspectiva de balance inicial de la obra de Jesús para la nueva generación de creyentes del primer siglo. El peso especifico de este evangelio en la construcción de una nueva manera de mirar y entender a Jesús en América Latina se ha consolidado con el paso del tiempo, pues el esfuerzo narrativo del texto ha sintonizado muy bien con la necesidad de delinear lo mejor posible la figura del llamado Jesús histórico, es decir, aquel hombre quien, luego de vivir su infancia y juventud en Galilea, se vio movido a comenzar una serie de acciones discursivas, proféticas, simbólicas y de beneficio para el pueblo pobre en nombre de lo que él denominaba como parte de una tradición religiosa y teológica arraigada en algunos sectores de la población judía, el Reino de Dios, que lo llevaron hasta la capital de su patria para que, ante las acusaciones de los dirigentes religiosos ante el poder romano, fuera arrestado, torturado y masacrado por este, bajo el cargo de sedición y revuelta pública. La razón del atractivo de Marcos para medios colonizados lo explica muy bien Eliseo Pérez:

Jesús echó su suerte con las personas de abajo: las mujeres, los niños, las masas empleadas, subempleadas y desempleadas, la población marginada por los estigmas sociales y religiosos. En pocas palabras, Jesús apostó por las personas que automáticamente interiorizaban la mentalidad colonizada, de minusvalía, de ser indignas del amor de Dios.
Marcos, como ya se dicho, recoge “la visión de los vencidos”.
[1]

Y la recomendación para su lectura es muy precisa: “seamos concretos; acudamos a la pedagogía de la pregunta; nada de domesticar el mensaje radical del Reino; estudiemos en este espejo nuestro rostro tanto personal como social; que nuestra visión y nuestra acción sean consecuentes con las noticias liberadoras de Jesús” (J.L. Bailey).
[2] Al ser Marcos el primero en presentar este esquema de vida como fruto de una evaluación posterior de los sucesos, las posibilidades narrativas que desarrolla lo llevaron a presentar los acontecimientos de tal forma que es posible apreciar, a medida que se le acompaña en la lectura, los conflictos que enfrentó Jesús hasta decidirse a abandonar sus ya precarios limites de seguridad y optar por una ruptura definitiva con el orden establecido y asaltar el corazón del país con su mensaje de arrepentimiento y transformación. La lectura lineal del texto se ve desafiada por los propios resortes teológicos del autor, quien no pudo ocultar que el personaje principal de su relato no sólo buscaba la simpatía de los lectores hacia su acción sino también tomar una determinación con respecto a su mensaje. Esta es una de las grandes diferencias con otras narraciones de la misma época, pues la reconstrucción viva de la figura de Jesús intentaba apelar a quienes entraran en contacto con ella para aquilatar las opciones de Jesús como posibilidades propias de vida para actualizar su enfrentamiento con las fuerzas espirituales, políticas y sociales y su tiempo y poner en marcha un proceso similar de cambio y formación de una comunidad alternativa a los patrones dominantes de vida, marcados por la opresión, la sumisión y la falta de esperanza en un futuro favorable para las mayorías.
Entre varias, cuatro realidades (o conceptos) extraídos de este evangelio desde América Latina, son particularmente relevantes para releer el camino de Jesús: el proyecto histórico de Dios en Jesús, la conciencia mesiánica, la clandestinidad del movimiento de Jesús y el horizonte político de la misión.

2. La crisis de Jesús y sus discípulos antes de dirigirse a Jerusalén
En ese sentido, hay un momento relevante de decisión en la historia de Jesús de Nazaret, que va a determinar el rumbo de sus acciones: la llamada “confesión mesiánica” de uno de los discípulos de Jesús, precisamente aquel cuyas memorias se supone utilizo Marcos para redactar el evangelio. Es uno de los momentos climáticos de la historia, pues a partir de allí Jesús empieza a anunciar su destino final: el martirio. Es la ruptura definitiva con el sistema, pues ahora el abandonara la clandestinidad y el secreto para centrar su acción en la manifestación abierta de los propósitos de Dios: establecer su Reino entre los seres humanos, a contracorriente de los poderes políticos y espirituales que oprimen, marginan y deshumanizan. El proyecto de Jesús se manifestara abiertamente desde ese momento y ya no habrá margen para dar marcha atrás, de ahí las preguntas expresas: ¿quién dicen los demás que soy yo?, ¿para ustedes quien soy yo?, ¿están dispuestos a seguir conmigo a pesar de la cruz en el horizonte? La respuesta casi inmediata de Pedro no consideraba suficientemente los alcances del mesianismo de Jesús ni sus características diferenciales, pues sólo estaba dicha en clave de poder: él mismo tendrá que clarificarla.
Semejante claridad en el proyecto renovador de Jesús no le impidió darse cuenta del grado de oposición al que llegaría al confrontarlo con el proyecto oficial, definido desde Roma e impuesto con la fuerza de las armas. La fuerza del proyecto de Jesús, viniendo de Dios, seria la de la fe comunitaria dispuesta a compartir los bienes necesarios para la vida y no la aceptación pasiva de las migajas de los poderosos. El anuncio de su muerte no era una especie de fatalismo, pues Jesús no quería morir irresponsablemente, más bien se dio cuenta y supo leer las consecuencias de su llamado a la conversión hacia una sociedad igualitaria y solidaria. Estuvo dispuesto a afrontar dichas consecuencias y advirtió a sus seguidores/as de las dimensiones de esta lucha por el cambio en todos los niveles de la existencia humana.

3. El camino de Jesús y sus implicaciones para hoy
Tales consecuencias han sido difuminadas muchísimo con el paso del tiempo, pues el impulso radical de transformación de la acción del movimiento de Jesús ha penetrado en diversos ambientes y se ha uniformado, mimetizado o domesticado. El referente principal de Marcos, la lucha de Jesús por mejorar las condiciones de vida de sus contemporáneos, sigue vigente hoy mientras se siga repitiendo el patrón de conducta de los poderosos y los sometidos: los primeros, en su afán por mantener sus privilegios, acudirán a la fuerza en todos sus niveles para mantener el régimen que los beneficie a ellos; los segundos, sumidos en la desesperación y la pasividad, requieren factores de movilización que los levante y les otorgue el valor, en los dos sentidos, de coraje y valía psicológica y social, para asumir el control de su vida y destino. Jesus nos sigue llamando a confesarlo como Mesías, pero no solo de dientes para afuera, sino en el compromiso ético, espiritual y práctico de construcción de nuevas relaciones entre Dios y la humanidad, y de la humanidad consigo misma.
El camino de Jesús hacia el martirio, paso, positivamente, por el esfuerzo de demostrar, en el acompañamiento a los mas afectados por las políticas oficiales, que es posible vivir dignamente, de otra manera, en el entendido de que el amor de Dios rebasa los estamentos impuestos por la iniquidad y el orgullo de los grupos humanos que, según ellos, se han adueñado del favor de Dios y son los verdaderamente escogidos para disfrutar sus beneficios. Contra eso se levanto Jesús y vivió las dos etapas necesarias: la de la clandestinidad solidaria y la del martirio público como denuncia de la maldad intrínseca del sistema en el cual vivió y que fue el que finalmente lo llevo a la muerte, en la forma mas ignominiosa de su tiempo.

[1] Eliseo Pérez Álvarez, Marcos. Minneapolis, Augsburg, 2007 (Conozca su Biblia), p. 8.
[2] Ibid., p. 10.

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