Otro personaje femenino que es el de Magdalena, aparece dos veces [en Jesucristo Gómez, adaptación para teatro de El Evangelio de Lucas Gavilán]: una cuando conoce a Jesucristo y otra cuando va a buscarlo a la fosa común. Su presencia pudiera parecer de poca importancia, pero el diálogo que tiene con Jesucristo es de gran relevancia, ya que habla no sólo la prostituta sino que surge la voz de la mujer marginada, desde la más vulgar y pecadora hasta la más inocente: “Magdalena: Uy, maravillas, maravillas. Y dicen sobretodo que es usted muy bueno para dar consejos... Lástima que estoy así, porque me gustaría contarle lo que sufren las mujeres de por estos rumbos. Aquí no hay peor cosa que ser mujer, maestro, se lo juro por la Virgen Santísima. A las esposas les va como en feria porque los maridos se las traquetean de lo lindo y luego las llenan de hijos. A las jóvenes, ni se diga: violadas desde escuinclas y luego vendidas a los tratantes de blancas”. En este diálogo se puede ver como esta voz hace una fuerte crítica a la esfera social y moral en donde la mujer marginada sufre toda clase de agravios.
Magdalena sabe que ha pecado, sabe quién es y esta autosuficiencia valorativa (he pecado) del ser-existencia (Yo Magdalena) supera precisamente aquello que encubría a Dios; "allí donde yo no coincido en absoluto conmigo mismo, se abre un lugar para Dios". Leñero tituló esta escena La pecadora perdonada.En Magdalena no sólo encontramos a un personaje confesión-rendimiento de cuentas, sino a un ser en busca del otro para encontrarse a sí mismo. Hay una identidad a medias en Magdalena ya que al mirar los ojos del otro (Jesucristo) descubre: "Yo no soy tan [mala] como soy". Este personaje descubre el papel del otro, la necesidad de éste para construir un discurso sobre sí misma. "Se ha descubierto la complejidad del simple fenómeno de verse en el espejo: con ojos propios y ajenos simultáneamente, encuentro e interacción de ojos propios y ajenos, el cruce de los horizontes (suyo y ajeno), la intersección de dos conciencias."
La diferencia de este personaje al de Lucas, la pecadora de este último carece de voz, llora y con su llanto lava los pies de Jesús, los seca con sus cabellos y los unge sin decir una sola palabra, esta actitud aparentemente sumisa, ha sido rescatada y valorada por los actuales teólogos (as) y estudiosos bíblicos, viendo en este gesto un acto subversivo para su tiempo ya que violó las costumbres judías, además de que el ungimiento representa no sólo el reconocimiento mesiánico y profetización de la muerte de Jesús, sino también, el de proclamar por este mismo, a dicha mujer como profeta: "Déjenla tranquila. ¿Por qué la molestan? Es una buena obra la que hizo conmigo."(Mr 14.6) "Yo les aseguro que, en todas partes donde se anuncie el Evangelio, en el mundo entero, se contará también en su honor lo que acaba de hacer" (Mr 14.9) El momento habla por sí mismo, el acto de esta mujer será recordado en cualquier parte del mundo donde se lea el Evangelio nos dice Elisabeth Schüssler e Ivone Gebara afirma que, además de la Buena Nueva, es un reconocimiento a muchas seguidoras y discípulas de Jesús que tuvieron un papel decisivo en la evangelización.
Magdalena sabe que ha pecado, sabe quién es y esta autosuficiencia valorativa (he pecado) del ser-existencia (Yo Magdalena) supera precisamente aquello que encubría a Dios; "allí donde yo no coincido en absoluto conmigo mismo, se abre un lugar para Dios". Leñero tituló esta escena La pecadora perdonada.En Magdalena no sólo encontramos a un personaje confesión-rendimiento de cuentas, sino a un ser en busca del otro para encontrarse a sí mismo. Hay una identidad a medias en Magdalena ya que al mirar los ojos del otro (Jesucristo) descubre: "Yo no soy tan [mala] como soy". Este personaje descubre el papel del otro, la necesidad de éste para construir un discurso sobre sí misma. "Se ha descubierto la complejidad del simple fenómeno de verse en el espejo: con ojos propios y ajenos simultáneamente, encuentro e interacción de ojos propios y ajenos, el cruce de los horizontes (suyo y ajeno), la intersección de dos conciencias."
La diferencia de este personaje al de Lucas, la pecadora de este último carece de voz, llora y con su llanto lava los pies de Jesús, los seca con sus cabellos y los unge sin decir una sola palabra, esta actitud aparentemente sumisa, ha sido rescatada y valorada por los actuales teólogos (as) y estudiosos bíblicos, viendo en este gesto un acto subversivo para su tiempo ya que violó las costumbres judías, además de que el ungimiento representa no sólo el reconocimiento mesiánico y profetización de la muerte de Jesús, sino también, el de proclamar por este mismo, a dicha mujer como profeta: "Déjenla tranquila. ¿Por qué la molestan? Es una buena obra la que hizo conmigo."(Mr 14.6) "Yo les aseguro que, en todas partes donde se anuncie el Evangelio, en el mundo entero, se contará también en su honor lo que acaba de hacer" (Mr 14.9) El momento habla por sí mismo, el acto de esta mujer será recordado en cualquier parte del mundo donde se lea el Evangelio nos dice Elisabeth Schüssler e Ivone Gebara afirma que, además de la Buena Nueva, es un reconocimiento a muchas seguidoras y discípulas de Jesús que tuvieron un papel decisivo en la evangelización.
No hay comentarios:
Publicar un comentario