jueves, 6 de marzo de 2008

De la clandestinidad al martirio, Carlos Bravo Gallardo

Jesús, hombre en conflicto
Jesús llamó a sus discípulos para que compartieran con él su misión de predicar y curar; ahora el horizonte cambia para Jesús y eso implica un cambio en el seguimiento. Por eso, aunque corre el riesgo de que, cambiadas las condiciones tan duramente, los discípulos ya no quieran seguirlo y lo dejen solo, debe replantear honestamente un nuevo comienzo: “Si alguien [todavía] quiere seguirme”, sepa que ya no se trata de seguir haciendo lo que hasta ahora, sino de renunciar a los propios proyectos de poder e intereses, para cargar con la cruz de una condena de parte del Centro político y religioso. No invita Jesús a sufrir, no piensa en la cruz por la cruz misma, sino en una cruz (condena político-religiosa), consecuencia ineludible de las opciones que ha tomado; cruz ineludible no por decisión de Dios, sino por decisión de los hombres, que hemos decidido hacerle difícil la vida a Dios y a sus hijos en la historia.

Crisis de Jesús y de los discípulos/as
En este momento de crisis (de Jesús y de los discípulos, cf. Jn 6.60, 67ss), el término seguimiento se llena de un nuevo contenido. Y así como Jesús honestamente les plantea el cambio, con la misma honestidad los enfrenta con las exigencias del kairós [tiempo de Dios] y del Reino, y con los criterios para decidir. No deja la respuesta al criterio de la conveniencia fácil, porque lo que está en juego es cuestión de vida o muerte no sólo para el pueblo, sino también para el que es invitado a seguir a Jesús (cf. 10.17, 21, 23-25). [...] Sin pretender determinar la “conciencia mesiánica” histórica de Jesús, podemos decir que el relato de Marcos plantea aquí un correctivo fundamental de la “confesión mesiánica”: no cualquier confesión de Jesús como Mesías es “cristiana”; lo que la hace tal no es la ortodoxia del término usado, sino importa es hasta dónde se está dispuesto a acompañarlo.

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