1. “Hasta en las mejores familias”: familias en permanente (re)construcción
Las transformaciones y reacomodos sociopolíticos y económicos de la actualidad han contribuido a delinear un perfil para las familias muy diferente al de décadas anteriores. Los cambios más drásticos pueden situarse, incluso, en un periodo de 20 a 25 años en los que los sistemas familiares han evolucionado hacia formas más complejas y difíciles de asimilar a los esquemas tradicionales. Para muchos es casi imposible señalar o encontrar continuidad con lo que sucedía en el pasado, pues las prácticas tradicionales, extremadamente proteccionistas y, al mismo tiempo, autoritarias y represivas, buscaban como es natural la reproducción del sistema imperante, poco democrático e incluyente, y ahora el discurso política y familiarmente correcto incluye estos y otros elementos de renovación.
Desde la religión o las iglesias, muchos de los cambios mencionados en las sociedades son interpretados como golpes al modelo tradicional, deseado por Dios, aun cuando, en rigor, la respuesta global de las iglesias más tradicionales consistió, por un lado, en sacramentar los lazos conyugales y así tratar de fortalecer el vínculo familiar basado en aquellos, pero dado que la secularización ha avanzado dramáticamente, las parejas (y familias) de hoy ya no consideran lo religioso como un factor determinante para su comportamiento. Más bien, ahora las familias se definen y redefinen a partir de la manera en que social y culturalmente se transforman las relaciones humanas en todos los niveles. Desde el momento en que el divorcio se estableció como una práctica estadísticamente más presente, su legitimidad como recurso para recanalizar las vidas de las personas se ha visto y vivido progresivamente como algo ya no condenable como antaño. En países latinoamericanos como Colombia, el hecho de que hasta los años ochenta el control del registro civil estuviera en manos de la Iglesia Católica, hizo que la sociedad asumiera como un desafío libertario la recuperación de un espacio fundamental para la existencia de individuos y comunidades.
Las interpretaciones bíblicas y teológicas también han modificado su apreciación de las familias de la Biblia, muchas de las cuales han perdido su aura ejemplarizante y dejado de ser modelos inamovibles para ser vistas como lo que fueron: familias en conflicto en permanente construcción y reconstrucción, precisamente porque recibían los efectos de la época, la cultura y las mutaciones sociopolíticas. Así, es preciso observar cómo impactaron las migraciones a las familias de los patriarcas: imaginemos la reacción de la esposa y los hijos de Abram al momento de recibir la información de que deberían dejar la ciudad de Ur para atravesar buena parte del Medio Oriente; o a Jacob explicando a sus esposas e hijos que los conflictos tenidos con su hermano Esaú obligaría a que ellas y ellos como familia deberían ir al frente de la caravana para ablandar los sentimientos de su hermano ofendido; o a la familia de Pedro cuando éste anunció formalmente que dejaba el oficio de pescador para dedicarse íntegramente a predicar el Evangelio del Reino de Dios anunciado por Jesús de Nazaret. Cambios, transformaciones y adaptaciones que hasta a las mejores familias les costó, cuesta y costará trabajo reaccionar. Y si a ello agregamos que hoy, debido a los intensos reacomodos, existen familias fragmentadas y personas en busca de reconstruir sus lazos o salir de experiencias difíciles para “volver a empezar”, la situación se complica todavía más.
2. Rut y la familia: un proceso complejo de reconstrucción humana
Releer la historia que narra el breve libro de Rut obliga a abandonar muchos esquemas y prejuicios sobre el ideal de la familia que surge y se desarrolla a plenitud sin complicaciones mayores. Se trata de una extraordinaria narrativa femenina, en el mejor sentido del término. (En México, pensemos en Rosario Castellanos y Elena Garro, sólo por citar dos ejemplos.) El telón de fondo de la historia situada por sus redactores en la época de los Jueces, aun cuando da muestras claras de pertenecer a otra etapa, es el de un debate social sobre la inclusividad de las personas, es decir, prácticamente uno de los mismos asuntos que nos ocupan hoy. Rut pierde a su esposo tempranamente y, al no tener hijos, experimenta una especie de doble orfandad: no puede regresar en esas condiciones al seno de su familia original, y tampoco, necesariamente, podía permanecer con la familia de su esposo fallecido. Es una viuda pobre, extranjera y sin hijos, es decir, tenía todos los atenuantes en su contra. Su estado era de una anomia social y personal extrema. La primera ruptura del relato sucede desde que el libro no se escandaliza en absoluto de que tanto Mahlón como Quelión tomasen esposas moabitas, pues en ese momento ellos eran los extranjeros. Cuando las circunstancias se desestabilizan y se instala la anomia en la familia con la pérdida de los tres hombres, el protagonismo de Noemí y su decisión de regresar a Israel se presenta como un desafío para sus nueras Orfa y Rut. La primera ejerce su decisión de quedarse en su tierra para retomar su vida (“y sus dioses”, subraya el texto, 1.15b). Rut considera, por el contrario, que existe la posibilidad de ser incluida en una comunidad que la había acogido previamente. La renuncia a su pueblo, cultura y religión es un acto de profunda conversión a otra forma de ser persona humana, pero en sí ella no renuncia a la sexualidad y a la posibilidad de volver a formar otra familia. Porque la mirada asexuada con que a veces se lee la Biblia le impone un horizonte de sentido que borra todo lo que está implícito en su discurso.
Lo primero que se puede decir sobre la resolución de Rut es que se trató de una sólida práctica de solidaridad femenina (hoy diríamos, de género), pues aunque el relato no explica sus razones, ella, en un momento de enorme emotividad, decide sumergirse en la otredad, en la diferencia, que conoció desde que se casó con Mahlón (4.10). El texto subraya, en labios de Booz, que ella se había acogido a la misericordia de Yahvé (“bajo cuyas alas has venido a refugiarte”, 2.12). Sólo que esta reconstrucción vital pasó, en primer lugar, por la indigencia, porque, como decimos en México, Rut fue una pepenadora, es decir, estaba en el piso de la escala social y estaba en peligro de ser una robamaridos. Habría que ver la actitud de las demás mujeres de Belén al respecto ante esta viuda joven y seguramente de no mal aspecto… En esos casos se bloquea con mucha frecuencia la solidaridad femenina.
Pero las mujeres estaban condenadas a la indefensión y las propias Escrituras exponen situaciones límite en las que la Ley, que privilegiaba sobre todo a los varones, dejaba a las mujeres solas sin derecho a la propiedad y, por ende, a la existencia digna (hay que recordar la historia de las hijas de Lot), y ello conducía, eventualmente, a situaciones en donde la moral y la ética podían relativizarse enormemente. Es el caso de Rut, quien debe “sacrificar” su dignidad para prácticamente prostituirse (en la película El piano, una mujer viuda y con una hija hace algo similar a causa del amor por su instrumento y por el único espacio de desarrollo personal que se le había permitido) para y así presionar sobre la indecisión de Booz, quien enfrentaba seguramente a sus demonios personales para resistirse a redimir a esta mujer marginal. También existe testimonio de los sentimientos que experimentaban los hermanos de hombres fallecidos que debían casarse con sus cuñadas y cuyos hijos futuros llevarían el nombre de los difuntos.
3. Conflicto y reconstrucción familiares en el presente
La acción atrevidísima de Rut, aconsejada por Noemí, fue un recurso de dudosa carga ética y moral, pero sirvió para “abrir los ojos” al varón inconsciente y, según el texto, irresponsable, pues la comunidad estaba poniendo en riesgo la reputación de esta mujer que podía incorporarse a otro tipo de mercado laboral, el cual, según se aprecia en el relato, ya existía. ¿Hubo, por ejemplo, relaciones prematrimoniales? Sí, abiertamente, a pesar de los eufemismos del texto para suavizar la narración y no ofender a los lectores. ¿Estaba borracho Booz cuando conoció a Rut? Sí, lo estaba, y en esas condiciones su ánimo fue preparado para lo que haría después. ¿Fue una forma de prostitución la que ejerció Rut para convencer a Booz de su eventual responsabilidad reconstructiva? En efecto, ella canalizó el cumplimiento de la ley a través de un artilugio que se revistió de las llamadas artes femeninas para seducir a Booz… (3.3a) ¡y de allí vendría el linaje de Jesús de Nazaret! El texto asume todos estos riesgos éticos para mostrar los caminos por los que a veces transcurre la reconstrucción de las vidas humanas.
Ya “en su juicio”, Booz reconoce que esa relación no sería sólo de una noche y que lo marcaría para siempre. Por lo tanto, da los pasos legales para regularizar lo que ha comenzado: llama a los líderes de la comunidad y explica lo sucedido. ¡Por fin reaparece un hombre, y además responsable, en la historia! Porque aquél fulano (y ésa es la palabra con que traduce Casiodoro de Reina) tampoco estaba cumpliendo la ley y cuando entran en juego factores adicionales como el acercamiento y la convivencia, las cosas se transforman dramáticamente. Porque hay que preguntar: ¿Booz estaba sólo apegado a la ley y no le afectó la seducción que practicó Rut? Mal haríamos en seguir la línea de una lectura idealizada de los textos: ¡hay que contaminarla con una dosis de picardía!, tal como sugiere Marcella Althaus-Reid, con su teología indecente, es decir, una teología que se atreve a llamar las cosas por su nombre.
Noemí logró reconstruir su familia, dice el texto, aun a costa de una acción moralmente reprobable, la cual, paradójicamente, el texto mismo no enjuicia. La inclusividad humana se estaba cumpliendo en apego a la voluntad divina de superar las divisiones raciales, pues el relato responde a la realidad nueva que vivía el pueblo de Dios en la época en que Israel como tal ya no existía y la recomposición racial y étnica lo había transformado en una nación multicultural. Esta familia reinicia su camino luego de asumir los conflictos con creatividad y realismo práctico, algo que a veces escasea entre nosotros. La lección bíblica es clara: la cotidianidad muestra en su estructura cómo las necesidades de las personas deben ser resueltas con apego a líneas dominantes de derecho, pero también con una actitud abierta ante los cambios que golpean, ciertamente, a las familias. Las personas solas no deben ser mal vistas en su búsqueda de afectividad y pueden reiniciar su camino con la certeza de que Dios no los abandona ni los condena a la soledad perpetua. La comunión con él es fundamental, pero no constituye un sustituto arbitrario e impuesto para quienes requieren reconstruir su vida en todos los sentidos.
Referencias bibliográficas
Lucio Rubén Blanco, “Booz: hacia una espiritualidad de donación”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, 56, 2007, pp. 35-47.
Mercedes Lopes, “Alianza por la vida: una lectura de Rut a partir de las culturas”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, 26, 1997, pp. 96-101, www.claiweb.org/ribla/ribla26/alianza%20por%20la%20vida.html.
_____, “El libro de Rut”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, 52, 2005, pp. 69-78, www.claiweb.org/ribla/ribla52/el%20libro%20de%20rut.html.
Carlos Mesters, Ruth: ¡pan, familia, tierra! México, Palabra, 1989.
José Enrique Ramírez Kidd, El libro de Rut: ternura de Dios frente al dolor humano. San José, Universidad Bíblica Latinoamericana, 2004.
La Iglesia Presbiteriana Ammi-Shadday es una comunidad cristiana que adora y sirve al Dios único y verdadero, Padre, Hijo y Espíritu Santo. En ella se reúnen hombres y mujeres de todas las edades y de todas las condiciones para celebrar agradecida, gozosa y conscientemente el amor divino revelado en Jesucristo, y para ofrecer humilde pero sinceramente el afecto fraterno a todas las personas que buscan el consuelo de Dios y el calor de la comunidad humana.
miércoles, 28 de mayo de 2008
Familias en conflicto, familias en construcción (Rut 4), L. Cervantes-Ortiz
25 de mayo, 2008
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