domingo, 7 de septiembre de 2008

La Iglesia, símbolo de la nueva humanidad, José Luis Velazco M.

7 de septiembre de 2008

La Iglesia de Jesucristo no es el resultado del ingenio de los seguidores de Jesús. El puñado de discípulos en Jerusalén en espera de la "promesa" todavía no es la iglesia sino hasta el día de Pentecostés cuando el Espíritu Santo se manifiesta y derrama sobre ellos (Hch 2.1-11).
La Iglesia es creación del Espíritu Santo dotando de poder a los discípulos de Jesús para formar una nueva comunidad en el mundo como símbolo de la nueva creación y la nueva humanidad. Todas las barreras de separación caen por tierra y gentes de diferentes razas escuchan en su propia lengua "las maravillas de Dios y, después de la predicación de Pedro, se unen a una nueva comunidad (Hch 2.7-11; 2.43-47).
La tarea de esa nueva comunidad, de esa nueva creación, es ser testigos de las grandes acciones de salvación y liberación de Dios por medio de Jesucristo en el mundo y proclamar la buena nueva del Reino (Hch 1.8; I P 2.9-10), especialmente a los oprimidos del diablo por estructuras injustas, a los pobres, a los marginados y a los que viven en sombra de muerte acosados por el hambre, el desempleo, la drogadicción, etcétera. La multiplicidad de iglesias no debe confundirnos. Hay una sola Iglesia, la Iglesia creada por Dios. Nuestra denominación debe aspirar a ser una manifestación clara y evidente de esa única Iglesia. Es decir, que hay que procurar que en su práctica la Iglesia Presbiteriana haga a la Iglesia lo más vivible posible. […] El pastor presbiteriano Zwinglio Dias ha escrito lo siguiente: "El N.T. llama a la Iglesia cuerpo de Cristo como designación profunda y clara. De este modo, la Iglesia no es una comunidad religiosa de los que vienen a Cristo sino „Cristo que ha tomado forma entre los hombres‟. La Iglesia puede llamarse cuerpo de Cristo porque en el cuerpo de Cristo el ser humano y, por consiguiente, todos los seres humanos han sido elegidos. La Iglesia no es más que el fragmento de humanidad en el que Cristo ha tomado forma realmente". La forma que la Iglesia es llamada a tomar es la forma de Cristo. Formar su cuerpo es tomar la forma de ser de Cristo. […] Es a partir de esta realidad que la Iglesia comienza a definir su misión en el mundo. […]

La Iglesia, como esposa de Cristo, es llamada a ser el cuerpo de Cristo en el mundo, en la historia, en cada época y aun en nuestro propio tiempo y país. Cristo está presente así en donde quiera que dos o tres se reúnen en su nombre para el servicio de adoración, alabanza, oración y estudio de su Palabra y después se disperan para ser testigos del Evangelio a través de sus vidas en forma personal en el mundo. A la vez, corporativamente hablando, la Iglesia, en su instancia denominacional, institucional y/o nacional, puede ser el cuerpo de Cristo ejecutando acciones que proclamen el Evangelio, manifiesten el amor de Dios y declaren todo el consejo de Dios al mundo. Una iglesia denominacional puede tomar acuerdos para ensanchar su trabajo misionero. Este trabajo puede consistir en el envío de médicos enfermeras, ingenieros agrónomos, técnicos en comunicación, pastores, diaconisas, teólogos, profesores para seminarios teológicos, evangelizadores, etcétera. Otra forma de ser cuerpo de Cristo en el mundo, corporativamente, es cuando una iglesia denominacional o el conjunto de varias denominaciones deciden tomar una posición profética frente a situaciones de injusticia y opresión contra el pueblo. Tal fue el caso de las denominaciones protestantes en Chile cuando el 29 de agosto de 1987 presentaron una carta reclamando al gobierno de Augusto Pinochet detener la represión y hacer justicia a favor del pueblo. Versión popular, actualizada y amplificada de la Confesión de fe de Westminster. México, CUPSA; 1990.

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