sábado, 3 de abril de 2010

La autoridad espiritual de Jesús, José Luis Pérez S.

30 de marzo de 2010
Lucas 20.9-18

En estos días de celebración conocidos tradicionalmente como Semana Santa, nuestros estudios y meditaciones, por lo general, giran alrededor de la figura de Jesús. Nos interesa ver los elementos que le motivaron a tomar ciertas iniciativas y compromisos, a tal grado que le llevó a la cruz. Muchas de las preguntas que a Jesús le fueron planteadas en su momento, hoy día, los creyentes nos seguimos cuestionando.
Una de los planteamientos que Jesús buscó resolver, y que al parecer, aun en estos tiempos seguirnos cuestionando, es el tema de la autoridad. Este cuestionamiento no necesariamente gira en relación a Jesús de Nazaret; sino a las experiencias que tenemos cotidianamente del ejercicio de la autoridad, ya sea en la familia, en la comunidad religiosa, trabajo, en el Estado, entre otras instancias.
¿Qué significa el concepto de autoridad? ¿Qué relación tiene con el poder? En estos tiempos tan complicados, autoridad y poder se han malentendido y mal aplicado, ya que en la actualidad, tanto autoridad y poder se han fusionado a partir de la práctica. El concepto de autoridad apareció en Roma, como opuesto al poder. La autoridad se entendía como un elemento unido a la legitimidad, dignidad, calidad, excelencia de una institución o de una persona. Es lo que desde el punto de vista del Estado, puede ser considerado como el poder ejercido por una persona legitimada por una institución.
[1]
Mientras que el poder, es la voluntad que se imponía a otra por el ejercicio de la fuerza. Cabe señalar, que como van cambiando las sociedades, también sufren cambios las palabras y sus aplicaciones. El Diccionario de la Real Academia Española da seis definiciones del concepto de autoridad, aquí dos de ellas: poder que gobierna o ejerce el mando, de hecho o de derecho; potestad, facultad, legitimidad.[2]
Pero si nosotros entendemos la autoridad en el sentido moderno del término: como atributo de una persona, cargo u oficio que otorga un derecho a dar órdenes; como una relación entre los cargos de superior y subordinado; como una cualidad que hace que una orden se cumpla, y como base de un comportamiento, no habremos de entender así la autoridad que Jesús ejerció en su tiempo.

1. La pregunta sobre la autoridad
Según los evangelios, la figura que presentan de Jesús, es la figura de un hombre libre de prejuicios. Fue un hombre extraordinario, de buen sentido, que tenía una fantasía creadora y original.
[3] Su mensaje, “es un mensaje de radical y absoluta liberación de la condición humana con respecto a todos sus elementos alienantes.”[4] Por tanto cuestionar sobre su autoridad es, en primera instancia, preguntar ¿Quién es él? ¿Quién es Jesús de Nazaret?
Jesús es un personaje lleno de sabiduría, ésta obtenida por las experiencias. Con esta sabiduría distingue lo esencial y lo secundario, y es opuesto a cualquier tipo de exageración. No apela a principios superiores de la moral, “sino que sus palabras y comportamientos inciden de lleno en lo concreto, allí donde la realidad sangra y se ve obligada a tomar una decisión ante Dios.
[5] ¿Quién es Jesús? Para la gente de la época, es el nazareno, el hijo de José y María, un judío artesano, un hombre nada especial. Porque ¿Puede salir algo bueno de Nazaret? (Jn. 1.46)
Cuando Jesús llegó a Jerusalén montado en una asna, mientras unos cuantos se alegraban y cantaban la llegada del Salvador, otros se conmovían y decían: ¿Quién es este? “La gente les respondía: Este es Jesús, el profeta, de Nazaret de Galilea” (Mt. 21.10-11). Jesús es un profeta, un maestro, pero diferente a todos los profetas y maestros de su época. Una diferencia entre Jesús y los rabinos es que, un rabino es un intérprete de las Sagradas Escrituras, en las que lee la voluntad de Dios. En cambio, doctrina de Jesús nunca se reduce a una explicación de textos sagrados, “sino que lee la voluntad de Dios también fuera de las Escrituras, en la creación, en la historia y en la situación concreta.”
[6]
Durante el ejercicio de su ministerio, los adversarios de Jesús siempre fueron los fariseos y los escribas o juristas. Ellos son los que intervienen en el momento de la aclamación de Jesús como rey, muy cerca de Jerusalén, al pie del monte de los Olivos. Para Lucas está claro que el conflicto entre los fariseos y Jesús tenía como base prácticamente todo lo relacionado con aspectos doctrinales, de ortodoxia, la interpretación y el cumplimiento de la Ley.
Ahora, en el trasfondo de nuestro texto, los adversarios de Jesús adquieren otro rostro y otro motivo de fondo. Se trata de los más altos dirigentes: sumos sacerdotes, letrados y ancianos. En este contexto, la discusión que tienen con Jesús no es por problemas doctrinales como en otros momentos. Ellos no tienen interés en discutir sobre aspectos de la Escritura, sino sobre la autoridad y poder de Jesús. (Lc. 20.1-8) Nuestra lectura dice que Jesús está en el templo, cuando le es cuestionado “¿Con que autoridad haces eso? ¿Quién te ha dado esa autoridad?” (Lc. 20.2).
Jesús les responde a la vez con otra pregunta, en este caso sobre la doctrina del bautismo. Los sumos sacerdotes, letrados y ancianos, al no responder la pregunta, no significa que no sepan, simplemente cualquier respuesta les comprometía y no les convenía, porque lo que estaba en juego es la autoridad y el poder que ellos ejercían y que era lo que interesaba. Jesús se dirige al pueblo con una parábola.

2. El ejercicio de la autoridad para fines particulares
Aunque Jesús deja aparentemente sin respuesta la pregunta que los dirigentes de Israel le han formulado sobre su autoridad, es obvio que esta parábola es la respuesta a la autoridad con que él enseña, denuncia, anuncia y realiza gestos y acciones. Una característica en la enseñanza de Jesús es por vía de las parábolas, ésta es una comparación a partir de relatos basados en hechos de la vida cotidiana. El contenido de dichos relatos es de tal naturaleza que su interpretación queda abierta y exige, una toma de postura en el oyente.
[7]
“Un hombre plantó una viña, la arrendó a labradores, y se ausentó por mucho tiempo” (v.9). La viña en las Escrituras es una imagen con carga simbólica importante, ya que representa el pueblo de Israel. Un pueblo que ha sido encargado a distintos personajes para su dirección y cuidado. En los versículos 10 al 12, Jesús resume la historia de las relaciones de Dios con su pueblo, marcadas por la desobediencia, la rebeldía y el rechazo a los profetas. En cada envío, el Dueño de la viña buscaba que sus arrendatarios rectificaran su modo de proceder, pero éstos siempre hicieron lo mismo.
El Señor está al pendiente de su viña, enviando en diversos momentos siervos para que éstos recogieran la cosecha. En un sentido podríamos ver que lo que el Señor de la viña ha buscado para encargar esta labor, son hombres que su función es únicamente de servicio. Estos versículos demuestran el carácter de estos viñadores, o de aquellos hombres responsables en la manutención, en el cuidado de la población. Por último, el Amo envía a su hijo amado, pues guardaba la esperanza de que a él sí lo respetarían y que ahora sí, el proyecto original se encarrilaría de nuevo (v. 13).
Con las palabras del versículo 13: “Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizás cuando le vean a él, le tendrán respeto.” Jesús reivindica para sí su ser y su misión de Hijo de Dios y de enviado, y de una vez queda claro que la intención del Padre no es que su hijo muera, sino que los arrendatarios recapaciten, asuman que se trata de una última oportunidad para ponerse al servicio del plan de la justicia y de la vida; mas ellos se empecinan en seguir matando.
¿Porqué asesinar al hijo del señor de la viña? ¿Qué representa este hijo amado? Para los labradores, los sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo, este enviado representa una amenaza. Porque “este es el heredero” (v. 14), para que la heredad sea nuestra hay que asesinarlo, hay que quitar de nuestro camino esta amenaza por nuestro propio bien. ¿Porqué una amenaza? Si lo único que quiere el dueño de la viña es lo que es suyo, los frutos de lo que él ha plantado.
A los labradores se les otorgó una autoridad de cuidado y de administración de la viña, es una labor que se suma a los intereses del dueño. Pero con el paso del tiempo esta responsabilidad se ha transformado en un interés personal, la viña y todo cuanto en ella existe y produce se vuelve codiciable. “La heredad debe ser nuestra”, dicen los labradores. La autoridad que ellos ejecutan, según los evangelios, es una autoridad que legitima a una persona a mandar, a actuar, a oprimir y explotar a la población. Las discusiones de Jesús con los líderes de la religión y del pueblo, giraba en este tenor. Que ellos han desarrollado una autoridad para satisfacer sus propios intereses, para efectuarlo, se han visto en la necesidad de oprimir al pueblo a través de las leyes de Dios, imponiéndoles responsabilidades y prácticas que ni ellos mismos son capaces de llevarlas a cabo.
Anteriormente, antes de la escena que hemos leído, Jesús ha estado criticando las actitudes de estos líderes, que en vez de conducir y guiar al pueblo de acuerdo a los proyectos del Reino de Dios; estaban desarrollando una autoridad lejos de los principios de la justicia, de la misericordia y del perdón de Dios. Ellos se sentían amenazados por Jesús, por la Nueva Enseñanza que estaba compartiendo, porque estaba rompiendo con los estereotipos del momento. Se sentían amenazados y su autoridad como líderes del pueblo estaba siendo cuestionada, porque estaba naciendo un nuevo líder, con un ejercicio de autoridad diferente, y porque comenzaba a ser seguido por diferentes personalidades, sobre todo de aquellos sectores marginados.

3. La autoridad como servicio, amor y entrega
Cuando hay una amenaza, hay un temor a perder el puesto, el control, el status. Porque lo que motiva a ejercer la autoridad es un bien o un interés particular. De esto ¿Qué tipo de autoridad ejerce Jesús? Cuando leemos los evangelios, hay un carácter especial en este personaje, en distintos momentos afirma: “no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Jn. 5.30), “Esta es la voluntad del padre” (Jn. 6.39).
La autoridad de Jesús no parte de una motivación de un deseo particular, para su seguridad y bienestar. La motivación de ejercer una autoridad es motivada por los deseos del padre, por tanto, las características de esta autoridad es de servicio, amor y entrega. “El mensaje de Jesús no intenta transformar un tipo de poder sobre la tierra, quiere superarlo.”
[8] A diferencia de los líderes políticos y religiosos de su tiempo, no ocupa la violencia para transformar las cosas.
Para Jesús, el método o la forma en cómo se ha ejercido la autoridad en el nombre de Dios, ha sido muy enfermiza, ya que las prácticas están alejadas de los valores del reino. De aquí que las predicaciones de Jesús sobre el Reino de Dios, “no afecta sólo a las personas en su exigencia de conversión. Afecta también al mundo de las personas como liberación del legalismo, de los convencionalismos absurdos, del autoritarismo y de las fuerzas y potestades que sojuzgan al ser humano.”
[9]
En los tiempos de Jesús, los que distribuían la justicia, solucionaban los casos y velaban por el orden público, eran los escribas y fariseos. Los escribas eran rabinos, teólogos que estudiaban la ley mosaica y las Escrituras en general; y los fariseos eran parte de una congregación laica fervorosa y pietista. Estos líderes observaban todo al pie de la letra y se preocupaban de que el pueblo también las cumpliera, estos eran los policías del pueblo judío.
¿Qué autoridad tiene Jesús sobre ellos? Sería la pregunta que ellos mismos se plantearían. Jesús es de Nazaret, un carpintero, ¿Qué autoridad puede tener sobre los escribas, fariseos, y de los ancianos líderes del pueblo? Jesús no viene de una tradición sacerdotal, no es levita. Es cuestionada su autoridad, sobre todo porque era una autoridad que cuestionaba el ejercicio tradicional y acostumbrado por la gente. Ya que Jesús enseña, que para ser parte del Reino de Dios, no basta con cumplir las leyes, urge una transformación vital y un cambio total de los fundamentos, a los cuales se oponen los fariseos.
La autoridad que ejerce Jesús es una función de servicio. Lo que escandaliza al sistema establecido en el momento, son las declaraciones de Jesús: “el que quiera llegar a ser grande, debe ser un servidor, el que quiera ser el primero, debe ser el pequeño, el sirviente” (Mt. 20.25-27); “los publicanos y las rameras llegaran antes que ustedes al reino de Dios” les dice a los fariseos (Mt. 21.31). ¿Con que autoridad dice estas cosas? No nace de sí mismo, porque así le place; más bien porque es un personaje que escucha la voz del Padre, y lo único que hace es hacer su voluntad.

Conclusión
La autoridad de Jesús no es para ejercer el poder o la fuerza, sino para ejercer el servicio, la humildad, en amor y entrega según la voluntad de nuestro Padre. ¿Qué hará con ellos el dueño de la viña? El v. 16 dice: “Irá, terminará con aquellos viñadores y entregará la viña a otros”. En el diálogo con Jesús, ellos salen mal librados porque Él los atrapa en sus propias redes. Sabemos que este tema (autoridad y poder) seguirá creciendo dramáticamente y que Jesús no estará dispuesto a ceder ni autoridad ni poder, porque en su propuesta, estas dos realidades son servicio, amor y entrega; ceder en esto es “bendecir” o darle crédito al status quo establecido.
Esta parábola es un llamado a la reflexión ya que sacude al pensamiento humano. A tal grado que incomoda, porque toca las raíces del deseo humano, un deseo meramente satisfactorio en el orden terrenal e individual. Sacude y cuestiona lo que a nuestro parecer es bueno y lo que debe seguirse practicando. Esto explica la actitud de los letrados y sumos sacerdotes, que intentaron detenerlo en ese momento por que la parábola iba dirigida hacia ellos; pero nuevamente, la inseguridad les apodera, porque sabían que lo que defendían efectivamente era una autoridad al servicio del bienestar particular, alejado del proyecto del reino. No actuaron, porque temieron al pueblo, un pueblo que ha sido víctima de este tipo de autoridad que ellos ejecutaban.
¿Con qué autoridad hace Jesús lo que hace? su forma de vida nos dará la respuesta, con la autoridad de que es un mensajero de Dios, en tiempos de dificultad y que viene a anunciar el reino. Con la autoridad del padre que le manda como profeta a describir las señales del reino, de ser maestro de sabiduría. Su autoridad radica en el servicio y en su entrega por el reino. La autoridad espiritual de Jesús, radica en que es un maestro y un profeta, que escucha la voz de Dios; y lo único que hace es ejecutarlo para el bien de la humanidad. Porque nos ha enseñado un ejercicio de autoridad que libera, que genera esperanza, que refleja misericordia y perdón. Porque usando esa autoridad para servir y amar y de esta forma dar su vida por nosotros, es por eso que en este día, en esta semana le estamos celebrando. Agradeciendo por tanto amor y cuidado hacia esta viña, nosotros su pueblo.

Notas
[1] José Antonio Marina, La recuperación de la autoridad. Madrid, Versátil, 2009, 192 pp.
[2] Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española, en línea. Ver en: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=Autoridad
[4] Leonardo Boff, “Jesús, hombre de extraordinario buen sentido, fantasía creadora y originalidad”, en Jesucristo Liberador. Ensayos de cristología crítica para nuestro tiempo, Trad. Jesús García-Abril, 6ª ed., Santander, Sal Terrae, s/f, p. 95.
[5] Ibid., p. 96.
[6] L. Boff, op. cit., p. 97.
[7] Jon Sobrino, “Misión y fe en Jesús”, en Jesucristo liberador. Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret. México, CTR-UIA, 1994, p. 127.
[8] Xabier Pikaza, “Maestro de sabiduría: la palabra del reino”, en El evangelio I. Vida y pascua de Jesús. 2ª ed., Salamanca, Sígueme, 1993, p. 161.
[9] L. Boff., op cit., p. 86.

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