sábado, 3 de abril de 2010

Resurrección y vida para todos/as, L. Cervantes-O.

4 de abril de 2010
Sólo me mueve, oh Dios, para quererte,
la promesa que en ti tiene sentido,
ni temo a tanto mal hoy tan temido
cuando apruebo el pecado hasta perderte.
Ya me inspira este afán por conocerte
soportando la cruz y revivido,
me conmueve saber lo que has sufrido
y de rodillas vuelvo hasta tu muerte.[1]
Frank Estévez Guerra

1. Muerte, sepultura, resurrección, apariciones: la dinámica de la esperanza
El cap. 24 del evangelio de Lucas es la culminación de la primera parte de su obra narrativo-teológica. Allí, mediante cuatro secciones claramente diferenciadas, se instala una sólida dinámica querigmática que establece la secuencia muerte-sepultura-resurrección-apariciones (Hch 13.28-31) como el desarrollo casi natural de la experiencia de Jesús que se transferirá a sus seguidores/as a fin de tomarla como testimonio que deberá predicarse desde Jerusalén hasta todo el mundo conocido, Roma incluida (Lc 24.47; Hch 1.8). Como tal, obedece a una de las convicciones más arraigadas en las comunidades cristianas iniciales, cuya certeza sobre el sepulcro vacío es el fundamento de su esperanza. Las mujeres, conocedoras de primera mano de la tumba vacía (Lc 24.1-12), los caminantes de Emmaús, que dialogaron con el Nuevo Hombre resucitado sin saberlo (vv. 13-35), los discípulos, por fin reunidos, condición esencial para recibir la visita del Resucitado (vv. 36-49) y, por último, la comunidad completa, viéndolo partir para entrar de nuevo en la plenitud divina (vv. 50-53), todos ellos/as completan el cuadro de una esperanza totalizante que alcanza su densidad total al hacerse realidad gracias a la fe.
Porque acaso los momentos culminantes de este proceso sean aquellos en que las mujeres, los caminantes, los discípulos y toda la comunidad “abren los ojos” para entender el sentido de las Escrituras y de las palabras mismas de Jesús (vv. 8, 32, 44-45). La nueva luz con que enfrentan el porvenir sólo podía venir de un cambio de visión producido por la fuerza de la resurrección de lo muerto, de lo inservible, de lo inútil. En ese sentido, la resurrección es una puerta hacia la novedad de vida, de pensamiento, de acción. Ella viene a capacitar desde ya a los y las discípulas para llevar un mensaje verdaderamente transformador, superando los encasillamientos que la tradición acostumbra colocar a los contenidos “religiosos” de la fe, ofreciéndolos como tales y dejando escaso margen a la mirada total sobre las cosas. Por eso, ningún evangelio narra o describe el hecho mismo de la resurrección,
[2] pues para eso están los documentos apócrifos (casi esotéricos), sino que la proyecta hacia sus consecuencias: acción, movimiento impensado, cambio en en el discurso y la actitud de los supuestos discípulos abandonados y derrotados. Con ello, el mensaje de Pascua ya estaba cumpliendo su función movilizadora, pues despertaría lo mejor de aquellas personas pasivas y sujetas a muchos controles externos para hacerlos en Hch, sujetos y protagonistas de la fe, la misión y la teología fruto de ellas.

2. La resurrección, nueva forma de existencia humana en el horizonte del Reino de Dios
En resumen, mi canto ya te espera
y aguarda lo que aguardo y aguardara
porque sé que vendrás a tu manera.
No me tengas en cuenta la ceguera
ni esa vez que de orgullo te negara
al no escuchar tu voz por la sordera.

Ante todo, la resurrección de Jesús, el justo crucificado, fue y es un acto de reivindicación, como lo son todas las acciones y gestos que devuelven, literalmente, la confianza y la esperanza en Dios y en los seres humanos. Reivindicación que alcanza no sólo a Jesús sino a todos sus seguidores/as porque con ella se abre la puerta de todas las reivindicaciones, incluso las que parecen imposibles porque enfrentan enemigos tan aparentemente invencibles, como la muerte misma. Si ésta es una realidad inexcusable para todos/as, es sometida e incorporada a una dinámica salvífica que no le resta el horror, pero permire afrontarla con otras premisas. Puede vérsele, ahora, como reverso o como servidora de la vida, algo impensable antes de que Jesús abandonara la tumba. El cuerpo resucitado de Jesús es una prenda de la eternidad vuelta historia, es un tesoro que se entrega en recipiente de vida a todos los seres humanos condenadosn o sometidos, como él lo estuvo, a las fuerzas oscuras del mal, pues de esa negrura abismal de la no-vida, brota en su persona, que ha trascendido esas fronteras, que ha visitado la oscuridad total, una nueva forma de existencia que desafía las barreras físicas y biológicas mediante la fuerza del amor total, de la entrega misteriosa a la insondable profundidad de un Dios que triunfa sobre los límites que él mismo ha puesto a la existencia.
Con la resurrección nace una nueva humanidad que cree posible ir más allá de la corrupción y el olvido para instalarse por siempre en la historia, pase lo que pase. Lo sucedido a Jesús en la cruz y en sepulcro, misterioso y escatológico como es, más allá de las explicaciones racionales más inverosímiles, coloca un halo de esperanza a todos los ascontecimientos humanos más escandalosos. En el cuerpo revivificado de Jesús, la injusticia misma es aguijoneada mortalmente por el amor y la justicia. “Oh muerte, yo seré tumuerte” (Oseas 13.14) es mucho más que un ingenioso y paradójico juego de palabras: es la intuición profética de que existe algo, no más allá de “esta vida”, sino una sola y más grande, la vida en Dios y por Dios, en medio de las peores circunstancias. En suma, la humanidad vive hoy, como escribió Julia Esquivel en los peores años de la represión armada en Guatemala, amenazada, no de muerte, sino de resurrección, por Dios mismo y por el pecado:

Nos han amenazado de Resurrección,
porque ellos están más vivos que nunca,
porque pueblan nuestras agonías,
porque fertilizan nuestra lucha,
porque nos levantan cuando caemos,
porque se yerguen como gigantes
ante el miedo de los gorilas enloquecidos.

Nos han amenazado de Resurrección
Porque ellos no conocen la vida (¡los pobres!) [...]

¡Acompáñanos en esta vigilia
y sabrás lo que es soñar!
¡Sabrás entonces lo maravilloso que es
vivir amenazado de Resurrección!
[3]

Por ello, porque la resurrección levanta y vivifica y hace vivir de otra manera, la experiencia de Jesús anuncia la experiencia de todos, en medio de la violencia imperante, porque sólo para quienes no quieren vivir (gente tanatófila) la resurrección es una pesadilla. Como resume bien Olegario González de Cardedal:

La memoria passionis et resurrectionis Christi se convierte así en amenaza para todos los violentos y en promesa para todos los justos y los pacíficos. Esa palabra viene de alguien que vivió la historia humana gustando todas sus violencias inhumanas y confiado a todas las promesas divinas. El Resucitado no es un ingenuo que nada pensara y nada supiera de la historia de los hombres sino que intentó la transformación de ella desde su mensaje del Reino de Dios y ofreció el máximo servicio para llevar a cabo tal transformación por la ofrenda sacrificial por todos ante Dios en la muerte, portando todas nuestras injusticias y superándolas. Si su muerte fue vivida en solidaridad, representación y sustitución de todos los pecadores e injustos ante Dios, su resurrección pudo ser comprendida como la respuesta de perdón, justicia y santificación que Dios nos daba en él a todos, devolviéndolo vivo.
[4]
Notas
[1] F. Estévez Guerra, “A Cristo resucitado”, en Protestante Digital, núm. 326, 4 de abril de 2010, www.protestantedigital.com/new/nowleerpoema.php?131.
[2] Joseph A. Fitzmyer, El evangelio según Lucas. Vol. 4. 2ª ed. Madrid, Cristiandad, 2006, p. 541.
[3] J. Esquivel, “Nos han amenazado de resurrección”, en www.literaturaguatemalteca.org/esquivel9.htm.
[4] O. González de Cardedal, La entraña del cristianismo. 3a. ed. Salamanca, Secretarfiado Trinitario, 2001, p. 380. Énfasis agregado.

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