19 de abril, 2014
Y al haber cumplido Jesucristo la voluntad de Dios,
ofreciendo su propio cuerpo una vez por todas, nosotros hemos quedado
consagrados a Dios.
Hebreos 10.10, La Palabra (Hispanoamérica)
La
consumación de la obra sacerdotal absoluta de Jesucristo procede directamente
de su victoria sobre la muerte, la cual se da por sentada al momento de
presentarlo como ocupante de un lugar cercanísimo de Dios (“su derecha”, Sal
110.1). Dicha obra tenía que manifestarse en la glorificación de la
corporalidad humana del Hijo de Dios (7.16: “en virtud de una vida
indestructible”, zoĕs akatalútou). “En
7,23-24 su sacerdocio se contrapone al de los sacerdotes levíticos precisamente
en la medida en que la muerte impedía a éstos permanecer en el cargo, mientras
que Jesús tiene un sacerdocio que no pasa, en virtud de la ‘vida indestructible’
que recibió en su resurrección”.[1] Pues así lo establece
claramente Heb 10.5, citando el salmo 40.8: “No has querido ofrendas ni
sacrificios,/ sino que me has dotado de un cuerpo”. “El significado del salmo
es que Dios prefiere la obediencia al sacrificio; no es un rechazo de los
ritos, sino una declaración de su inferioridad relativa. Puesto que la
obediencia de Jesús quedó expresada mediante la ofrenda voluntaria de su cuerpo
(es decir, de sí mismo) en la muerte, la lectura del v. 7b en los LXX es
especialmente aplicable a él, hasta el punto de que se ha llegado a pensar que
dicha lectura tal vez fuera introducida en los LXX debido a la influencia de
Heb”.[2] Heb 10.10 destaca también
la ofrenda de “su propio cuerpo una vez por todas”.
Nuevamente se subraya la incapacidad de la ley
para lograr la perfección de las personas (10.1b) y las consecuencias de la
repetición continua de los sacrificios rituales (10.3). “Los sacrificios anuales
de expiación traían a la ‘memoria’ (anamnésis)
los pecados pasados, pero no podían borrarlos”.[3] El cuerpo de Jesús, en
virtud de la resurrección, es el “espacio físico espiritualizado” que consigue
la certeza de la plenitud salvífica. El salmo 110 anuncia la figura del
sacerdote supremo que será agradable a Dios para siempre. “Jesús, por su muerte
y resurrección, ha levantado un nuevo templo, no material sino espiritual, que
permite a los creyentes entrar realmente en relación con Dios”.[4]
Así pues, hermanos, la muerte de Jesús nos ha dejado vía
libre hacia el santuario, abriéndonos un camino nuevo y viviente a través del
velo, es decir, de su propia humanidad. Hebreos
10.19-20
Para este documento cristiano,
la resurrección de Jesús es la premisa básica sobre la cual se construye todo
el edificio de la nueva economía salvífica. La historia completa de la
salvación se consolida mediante la presencia efectiva del supremo sacerdote
que, habiendo superado todas las pruebas y obstáculos, incluyendo la misma
muerte, es capaz de ofrecer y transferir a sus seguidores/as la máxima
consecuencia de su esfuerzo, la vida eterna, “un camino nuevo y viviente”, y
una nueva humanidad, marcada por la realidad de un sacerdocio, amplio y
universal, que abarca y dignifica a cada ser humano que se compromete con el
Reino de Dios. La Pascua de Jesucristo, proclamada por las mujeres discípulas
de Jesús y corroborada, más tarde, por todas las apariciones y manifestaciones
del Resucitado, funda en el corazón del mundo una realidad nueva de vida y
superación de todas las trabas que pretenden cerrar el acceso al Dios eterno
que comparte su plenitud. La resurrección es una forma de insurrección contra la
pretendida dictadura de la muerte en todas sus manifestaciones, pues Jesús dirige
y personifica la insurrección contra la muerte, el pecado y la injusticia, saliendo
airoso en ese conflicto.
Los evangelios de Pascua “están de su parte” [de las
mujeres]. Se lo dicen, nos lo dicen a todos, esas mujeres que irrumpen de nuevo
en nuestros cenáculos anunciando: “¡Hemos visto al Señor!”. De ellas recibimos
la buena noticia: el Viviente sale siempre al encuentro de los que le buscan,
los inunda con su alegría, los en- vía a consolar a su pueblo, los invita a una
nueva relación de hermanos y de hijos. Él va siempre delante de nosotros,
palabra de mujeres. (Dolores Aleixandre)
Esta “nueva conciencia
de la vida” desde el corazón de su negación,. Tal como sucedió con la persona
de Jesús de Nazaret, debe movilizarnos para seguir en un sendero de paz,
compromiso y militancia en los valores que Él vino a vivir e instaurar.
SONETO DE
IN/RE/SURRECCIÓN
In memoriam
Juvenal Ruiz Mota, quien ya pertenece a la iglesia triunfante
Hoy
la vida aterriza a ras de suelo
e irradia su impacto bienhechor:
de las sombras emerge el Bienamado,
ya renace con todo su fulgor.
Es la Vida en persona la que viene
a embriagar nuestro pecho de fervor:
resucita el profeta galileo,
el mañana se muestra sin rubor.
El sepulcro amanece derrotado
y la muerte abandona su vigor.
La victoria proclama su llegada,
toma el cuerpo de nuestro redentor
y lo entrega dichoso, como prenda
del futuro rotundo, arrollador.
e irradia su impacto bienhechor:
de las sombras emerge el Bienamado,
ya renace con todo su fulgor.
Es la Vida en persona la que viene
a embriagar nuestro pecho de fervor:
resucita el profeta galileo,
el mañana se muestra sin rubor.
El sepulcro amanece derrotado
y la muerte abandona su vigor.
La victoria proclama su llegada,
toma el cuerpo de nuestro redentor
y lo entrega dichoso, como prenda
del futuro rotundo, arrollador.
PARÁBOLA DE LA
RESURRECCIÓN
A la llorada memoria de
mi tío, Livio Pérez Garay, guía y maestro
Se
ha apurado la sangre inútilmente desde el vacío cáliz de la carne,
se
han sorteado en vano las entrañas del
hombre,
como
vampiro inmenso el cielo abre sus alas,
la
tierra se desdobla en dos maderos anchos.
Ya
ha consumido el sol su propio fuego,
como
un licor para embriagar al mundo,
y
en el opaco alero de su sombra
sólo
el lampo del hombre.
Como
un turbión de nubes se despeña,
la
figura de Dios sobre el abismo,
mientras
su luz rebota desde el fondo
como
espuma hasta el hombre.
Y
se ha rasgado en dos el velo de
la muerte en la hora novena,
y
se ha borrado el límite del tiempo
mientras
la cruz vacía se yergue sobre el
mundo
el
hombre se reencarna en la madera, y
fosforece.