14 de julio, 2019
Cuando nuestros
enemigos se enteraron de esto, los países vecinos tuvieron miedo y se sintieron
avergonzados, porque comprendieron que esta obra se había realizado con la
ayuda de nuestro Dios. Nehemías 6.16, TLA
Podría
decirse que en la segunda parte de Nehemías aparece el nudo de todo el
conflicto producido por la forma en que el plan y el proyecto divino de
reconstrucción se enreda con el complot urdido en contra de Nehemías para
acabar con él. (Véase el relato novelado de Roberto Estévez, "Esta noche te van a matar", basado en Nehemías 6: Protestante Digital, 20 de abril de 2015, http://protestantedigital.com/magacin/35931/Esta_noche_te_van_a_matar.) La estrategia central en este caso consistió en recurrir a un
profeta que se prestó para tratar de desorientar al dirigente, hacer que huyera
y que desobedeciera la ley. Nehemías visita a Semaías (no aparece mencionado
más que aquí), quien se hallaba encerrado (v. 10), una situación un tanto
enigmática: “Algunos piensan que estaba ritualmente impuro y por eso se había
recluido en su casa. Otros relacionan su actitud con alguna experiencia de
éxtasis, o con algún acto de simbolismo profético. Posiblemente, la narración
quiere enfatizar que Nehemías, siendo gobernador de Judá, fue a visitar al
profeta a su casa”.[1]
El confinamiento de este hombre quizá implicaba un estado de “impureza ritual”,
aunque algunos piensan que se encontraba “arrebatado por un espíritu
profético”. El término usado
“significa realmente ‘preso’, y sus resonancias detectivescas deben de ser
intencionadas en este contexto, aun cuando Nehemías se limitara a visitar a
alguien que se hallaba ‘confinado’ en su domicilio […]. La declaración del
profeta es un oráculo, cuyo enérgico ritmo hierático es perceptible incluso en
la traducción”.[2]
Semaías fue contratado (v. 12, “sobornado” traduce la
RVR 1960) para transmitir un mensaje falso de parte de Dios. Vivía en Jerusalén
y quizá tenía algún prestigio entre el pueblo. “El mensaje de Semaías a
Nehemías se presenta de forma poética. Las frases ‘vienen para matarte’ y ‘vendrán
a matarte’ (v. 10), no sólo forman parte del paralelismo poético, sino que
intentan amedrentar a Nehemías. El consejo es que huya de sus enemigos. Nehemías
no se deja intimidar. Rechaza de plano la sugerencia. Semaías entonces le
aconseja refugiarse en el Templo para posteriormente acusarlo y desacreditarlo.
A Nehemías, siendo laico, le estaba prohibido entrar al templo (Núm 18.1-7). Su
respuesta negativa demostró valentía, conocimiento de las leyes y tradiciones del
pueblo judío (v. 11)”.[3]
Refugiarse en el templo era una acción que se tomaba cuando alguien estaba en
peligro y podía servirle a Nehemías en esa circunstancia adversa. Es llamativa
la forma tan enérgica en que éste reacciona para no ingresar al templo (“No pienses que soy un cobarde. ¿Crees que me refugiaría en el templo de Dios para salvar mi vida?
¡No! No lo haré”,
v. 11), pues en realidad se trataba de una trampa más sutil por su carácter no
sacerdotal. Además, advertir que el supuesto profeta colaboraba en los planes
opositores de Tobías y Sanbalat le permitió asumir esa decisión tan resuelta y
enfática: por un lado, no demostraría abiertamente su temor y, por el otro, no
violaría la ley. Esta situación recuerda las prácticas actuales acerca del uso
de los templos como “santuarios” para refugiados o migrantes, o las iniciativas
como “Sagrada resistencia” que se acaba de anunciar en algunas iglesias de Estados
Unidos para apoyar a las personas indocumentadas y evitar su deportación masiva
(www.sanctuarynotdeportation.org/sacredresistance.html).
La conclusión del v. 13 es más que elocuente: “Querían
asustarme para hacerme pecar, y así acusarme de ser una mala persona”. El v. 14
presenta otra oración breve de Nehemías, quien pide a Dios que vea las acciones
de Tobías, de Sanbalat, de una profetisa llamada Noadías y de otros profetas
que intentaban intimidarlo. “Esta oración revela que la oposición había
afectado al sector profético de Jerusalén” (S. Pagán). En medio de todo este
ambiente conspirativo y de oposición entre proyectos e intereses, el texto
destaca los avances definitivos de la obra, como resultado de la forma en que
el pueblo se había sumado al proyecto. Los días que duró el trabajo (52)
ciertamente parecen exagerados (15a), pero son presentados así para
contrastarlos con la percepción de los adversarios que, desde la óptica de
Nehemías, debieron quedar impactados por la rapidez con que se avanzó. La ayuda
divina, en ese contexto antiguo, debía ser la única causa que explicaría tan
formidable éxito (16). La capacidad organizativa, el convencimiento profundo y
la constancia en el empeño, todo ello basado en la fe en que todo era parte de
un plan superior, resultaron ser los factores fundamentales que permitieron
lograr tal milagro.
Los vv. 17-19 introducen el asunto de los compromisos
personalizados que Tobías había conseguido por parte de algunos dirigentes de
Judá, que se encontraron “entre la espada y la pared”: nunca dejaron de tener
comunicación con Tobías, quien fue el enlace visible (y con un poder fáctico
indiscutible, dadas sus cercanas relaciones con las familias notables) con la
vertiente contraria al proyecto de reconstrucción.[4]
“Los principales de Judá, posiblemente preocupados por el aislamiento económico
y comercial de Jerusalén, comenzaron a comunicarse con Tobías, y a persuadir a
Nehemías en torno a las buenas obras de su enemigo. Tobías contaba con un grupo
importante en Jerusalén que ‘se
habían conjurado con el’
(v.-18); le ‘habían
jurado lealtad’
(VP). Esa lealtad estaba posiblemente relacionada con su matrimonio, y el matrimonio
de su hijo, con familias prominentes de Jerusalén”.[5]
Pero Nehemías no negoció con él y se mantuvo firme, pues comprendió muy bien
sus propósitos.
En la discusión actual del plan estratégico de la
CMIRP (atento también al de la Comunión Mundial de Iglesias reformadas como
referencia), surgieron las preguntas teológicas que bien podrían ayudar a
concluir esta reflexión, dada la forma en que se puede plantear la integración
de las comunidades de fe a los proyectos y procesos divinos: a los
planteamientos organizativos (formulación, desarrollo, implementación y
evaluación; ¿dónde estamos hora?, ¿qué quiere Dios crear?, ¿cómo llegamos allí? y ¿cómo lo
estamos haciendo?) se les ha agregado una serie de preguntas teológicas
equivalentes (muy barthianas, pues hay que recordar la discusión sobre el orden
de Dios y el desorden humano, previo a la organización del Consejo Mundial de
Iglesias en 1948):
·
“¿Adónde nos trajo Dios?”, esto es, de dónde nos ha
sacado, cuáles han sido las líneas de continuidad y discontinuidad en las que
Él ha querido colocarnos;
·
“¿Qué quiere hacer Dios mediante su iglesia?”, puesto
que se usaba el verbo crear y de allí surgió incluso el tema del caos bíblico y
sus relecturas en el marco de la historia de la iglesia;
·
“¿Cómo nos va a hacer llegar allí?”, en términos no
sólo de la ruta crítica a seguir, sino de la metodología a desarrollar y los
cambios en las mentalidades para hacerlo posible, pues se ha señalado también
que las ideologías impuestas pueden dominar nuestras mentes; y
·
“¿Cómo nos va a guiar Dios para hacerlo?”, acerca de
la visión mayor que nos ha de compartir para proyectar las acciones en el
tiempo y en el espacio, a corto, mediano y largo plazo y así situarnos en el
mejor horizonte posible, el de la cercanía y realidad de su Reino, que viene
todos los días hacia y por medio de nosotros, aunque no siempre
lo hagamos consciente ni responsablemente.
[1] S. Pagán, op. cit., p. 146.
[2] Robert North,
“Comentario a Nehemías”, en R. Brown et
al., dirs., Comentario bíblico san
Jerónimo. II. Madrid, Cristiandad, 1971, p. 266.
[3] S. Pagán, op. cit.
[4] Cf. Lester L. Grabbe, “Nehemiah
in the Hebrew Bible”, en Ezra-Nehemiah. Londres-Nueva
York, Routledge, 1998, p. 47.
[5] S. Pagán, op, cit., p. 147.
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