7 de julio, 2019
Y es que ellos
querían asustarnos, pensando que así dejaríamos de trabajar, pero yo le pedí a
Dios que me ayudara a seguir trabajando con más fuerza aún.
Nehemías
6.9, TLA
Varios
objetivos inmediatos y otros colaterales se cumplieron con la actuación de
Esdras y Nehemías como parte de la reconstrucción integral del pueblo. Podrían
enumerarse según sus dimensiones. Primeramente, el aspecto político: abandonada
ya la posibilidad de obtener la independencia total, se buscó un cierto grado
de autonomía, el cual se consiguió por las acciones decididas de Nehemías para
deslindar fronteras y consolidar los trabajos relacionados con Jerusalén. En segundo
lugar, la reconstrucción del templo y el reinicio del culto formaron parte de
una sólida visión religiosa y cultural encaminada a recuperar la identidad del
pueblo, sobre todo por lo acontecido con el destierro a Babilonia y la
dispersión ocasionada. Finalmente, y debido sobre todo a la fuerte protesta
popular contra la explotación externa e interna, se desarrolló un plan de
justicia social que pudiera igualar, en la medida de lo posible, a los
integrantes del pueblo como parte del antiguo ideal de que Israel fuese un
pueblo alternativo, muy distinto a las naciones circundantes. Ni Esdras ni Nehemías
imaginaron el tamaño del proyecto divino al cual se sumaron desde sus respectivas
capacidades, pero ambos dotaron a esa época posterior al exilio de un espíritu
positivo ligado a la esperanza por que el pueblo recuperase parte de su
realidad histórica y espiritual en medio de tiempos sumamente convulsos.
El capítulo seis del libro de Nehemías presenta un
nuevo intento, por parte de los enemigos de todo este proyecto, por
desestabilizar el liderazgo de Nehemías y así detener las obras. esta oposición
incluyó varios aspectos, los cuales se desplegaron según una estrategia
orquestada en varios niveles: intimidación, ridiculización, crítica y amenazas
armadas, todo ello se utilizó con el fin de impedir que los trabajos llegaran a
buen puerto. Cuando las murallas de Jerusalén estaban en su etapa final, surgió
un nuevo complot: se intentaría eliminar al dirigente principal, quien había
mostrado muchas cualidades en su desempeño, especialmente su visión espiritual
para afrontar las tareas. El relato de las “Memorias de Nehemías” pasa de la exposición
de los problemas internos de la comunidad (la injusticia social: 5.1-19), a la
descripción del nuevo atentado de la oposición. Los tres adversarios ya
conocidos (2.10), enterados de los avances de la obra (sólo faltaba “colocar
las puertas en su sitio”, VP), formaron un frente común (6.1) y optaron por citar
a Nehemías, aunque en el fondo buscaban hacerle daño (6.2). Sanbalat y Gesem querían
reunirse con él “en alguna de las aldeas en el campo de Ono”, pero él rechazó
la invitación (3).
Ambos opositores insistieron y Nehemías respondió igual,
pues no tenía tiempo para reuniones que lo distrajeran. Era notorio que
presentía el peligro. Cuatro veces fue convocado y la respuesta fue la misma (4).
En la quinta ocasión, enviaron una carta abierta (5) en la que lo acusaban “de
organizar una rebelión contra el imperio persa, de fomentar un movimiento mesiánico
que lo proclamara rey y de contratar profetas para validar la revolución”.[1]
Todo ello era falso pues implicaba un acto de traición al imperio persa, un
delito muy grave. Gesem, “el instigador árabe”, fue uno de los propagadores del
rumor, que ya se había extendido (6). Se agrega que Nehemías había “ordenado a algunos profetas
que anuncien en Jerusalén que ya eres el rey. Sin duda, Artajerjes se va a
enterar de esto. Será mejor que nos reunamos contigo para planear qué haremos”
(7). El ardid fue bien preparado pues, por un lado, intentaba amedrentar a Nehemías
y, por el otro, querían emboscarlo para acabar con él.
“El Texto Masorético
identifica el propuesto lugar de reunión como Hakkephirim (BJ), que estaba
ubicado en Ono. La ubicación exacta de esa aldea es desconocida, aunque el Talmud
la identifica con ‘el valle de los artífices’.
Posiblemente, el campo de Ono estaba ubicado a 12.9 km. (8 millas) al este de
Jope, en un territorio neutral entre Asdod y Samaria”.[2]
Era un lugar propicio para una emboscada o una acción destructiva contra
Nehemías. Obviamente, él negó todos los cargos (8) y advirtió que, en efecto,
se propagaban esos rumores para desanimar el trabajo y detener la
reconstrucción. Se necesitaba una firme determinación política, interior y
exterior, para reforzar el liderazgo y continuar con la obra en marcha. Nehemías
señaló a Sanbalat de querer desacreditarlo y así influir negativamente en el
proyecto.
La reacción de
Nehemías fue firme y efectiva. Sin dejar de tomar en serio las amenazas y los
riesgos (9a), consideró que el trabajo no debía detenerse (9b) y una vez más
buscó en Dios la orientación más profunda para seguir adelante. “El final del v.
9 es parte de la reacción de Nehemías a las acusaciones de las cuales era
objeto. Según el texto de Reina-Valera, el versículo finaliza con una oración
en la cual Nehemías pide fortaleza a Dios. El TM puede traducirse de dos
formas: una, según lo ha hecho RVR, como una oración; la otra posibilidad es
traducirla como una afirmación personal, según la Versión Popular [que sigue la
tradición de los LXX: “Pues ellos trataban de asustarnos, pensando que nos
desanimaríamos y que no llevaríamos a cabo la obra; pero yo puse aún mayor
empeño”.]. Es importante notar que las oraciones breves son comunes en las narraciones
de Nehemías. […] En cualquiera de los dos casos está presente la firmeza con
que Nehemías respondió a las acusaciones de Sanbalat”.[3]
Es ahí donde
aparece el centro de lo referido en el título: el proyecto divino debía encarrilarse
dentro de un proceso que debía considerar todas las variables humanas para su
ejecución: ánimo, desánimo, recursos a la disposición, aliados, enemigos,
simpatizantes (externos e internos), proyección, capacidad para explicar los
alcances de la obra, claridad en los objetivos, cansancio, debilidad, apoyo gubernamental,
envidias de los gobernantes, rumores a favor y en contra, etcétera. Cada uno de
estos y otros factores entraba en juego para calibrar el proyecto y
desarrollarlo progresivamente.
Cuando se considera que las cosas “son de Dios”, se tiende a sobrevaluarlas, colocándolas en una especie de “lugar místico”, o a
menospreciar a quienes encabezan las actividades. Se requiere una gran
capacidad de convencimiento y de establecer las metas divinas en la conciencia de
las personas a fin de encaminarlas para unirse y desplegar sus capacidades para
conseguirlas. Porque cada proyecto tiene un tono y una medida, es decir, el
enfoque que reciba el plan podrá ser aceptado o no, pero las perspectivas con
que se cuente definirán su realización. Si es un proyecto experimentado por la
mayoría como propio, tiene mayores posibilidades. De lo contrario, varios
proyectos más pequeños y aislado, competirán entre sí y repartirán las energías
del grupo en cuestión, con las naturales consecuencias.
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