domingo, 12 de diciembre de 2010

La estrella de David, Josef Brodsky

En la estación fría,
en una localidad acostumbrada al calor más que al frío,
a la horizontalidad más que a una montaña,
un niño nació en un pesebre para salvar el mundo;
el viento soplaba como en los desiertos en invierno,
transversalmente.
A Él todo le parecía enorme:
el pecho de su madre, el vaho
que salía de las narices del buey,
Gaspar, Baltasar, Melchor, los reyes
magos con sus regalos amontonados junto a la puerta entreabierta.
Él no era más que un punto, y un punto era la estrella.
Con entusiasmo, sin parpadear, a través de nubes pálidas,
dispersas, por encima del niño del pesebre, venida de muy lejos
—desde la profundidad del universo, desde el extremo opuesto—,
la estrella estaba mirando el pesebre. Y ésa era la mirada del Padre.

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