El sacrificio de Isaac, por su misma fuerza, constituía un caso paradigmático: el horror moral que la lectura realista suscitaba no podía ya ser encubierto, como ya tampoco podía esconderse la evidente contradicción entre la figura de Dios que aquí aparecía y la que se configuraría ulteriormente tanto en el AT como en su culminación en Jesús de Nazaret. […]
Para una interpretación creyente, lo normal es mantener la posibilidad del significado. Pero, al hacerlo de una manera acrítica, se puede cultivar de modo inconsciente una idea de Dios falsa, o en todo caso, alejada del Dios de amor, revelado a través de una larga y fecunda historia que culmina en Jesús de Nazaret. Es la idea de un Dios que tienta y que somete a prueba, que causa las dificultades de la vida en vez de apoyarnos contra ellas; del Dios terrible del inconsciente no purificado, que puede tener exigencias arbitrarias o que afirma su soberanía a costa de nuestra felicidad; del Dios tremendos, que afirma su grandeza a costa de nuestro sometimiento. En una palabra: el Dios del Terror de Isaac y no del Abbá de Jesús. De hecho, muchas interpretaciones de la muerte de Jesús estuvieron -y están- viciadas por una falsa asociación con una mala lectura del símbolo de Isaac.
No hay comentarios:
Publicar un comentario