sábado, 26 de octubre de 2013

I Pedro 3.8-17



8 En fin, tengan todos un mismo pensar, compartan penas y alegrías, pórtense fraternalmente, sean misericordiosos y sencillos. No devuelvan mal por mal, ni insulto por insulto. Al contrario, bendigan, pues han sido llamados a heredar una bendición. 10 En efecto:

Quien desee amar la vida
y conocer días felices,
debe guardar su lengua del mal,
y sus labios de la falsedad.
11 Debe apartarse del mal y practicar el bien,
debe buscar la paz y correr tras ella.
12 Pues los ojos del Señor se fijan en los buenos,
y sus oídos atienden a sus ruegos.
Rechaza, en cambio, el Señor
a quienes practican el mal.


13 Y ¿quién podrá hacerles daño, si se entregan con ardor a la práctica del bien? 14 Pero, aun cuando tengan que sufrir por comportarse rectamente, ¡dichosos ustedes! No les tengan miedo ni se acobarden. 15 Glorifiquen en sus corazones a Cristo, el Señor, estando dispuestos en todo momento a dar razón de su esperanza a cualquiera que les pida explicaciones. Pero, eso sí, háganlo con dulzura y respeto, 16 como quien tiene limpia la conciencia, para que quienes critican su buena conducta cristiana, queden avergonzados de sus calumnias. 17 Porque más vale sufrir, si así lo quiere Dios, por hacer el bien, que por hacer el mal.

sábado, 19 de octubre de 2013

Letra 341, 20 de octubre de 2013

ZACARÍAS URSINO (1534-1583)
Derk Visser



Nació en Breslau, Silesia; murió en Neustadtan der Haardt. Estudió en Wittenberg (1550-1557) y Zurich (1560-1561). Enseñó en Breslau (1558-1560) y fue llamado por el elector Federico III para ayudarlo en la reforma del Palatinado. Llegó a ser profesor de Loci en Heidelberg (1561-1568), rector del Collegium Sapientiae (seminario, 1561-1576) y dio conferencias en Neustadt, mayormente sobre Isaías (1577-1583).

Autor principal del Catecismo de Heidelberg (1563). Escribió también una defensa contra los ataques luteranos (Bekanntnuss, 1564) y la Admonitio (1581). Su gran influencia en la teología reformada procede de sus conferencias sobre el Catecismo de Heidelberg, recopiladas por su alumno y sucesor David Pareus en la Explicatio catecheseos. El catecismo fue aprobado oficialmente en el Sínodo de Dort y la explicación de Ursino se usó en seminarios y universidades. Su método fue escolástico; su teología, calvinista. Las preguntas 12-18 del catecismo hicieron que introdujera mucho del Cur Deus homo?, de Anselmo de Canterbury. 

GASPAR OLEVIANO (1536-1587)
Lyle D. Bierma



Pastor y teólogo reformado alemán. Nacido en Trier, estudió leyes en las universidades de Orléans y Bourges, y teología con Calvino en  Ginebra. Después de un intento frustrado por convertir a su ciudad natal al protestan-tismo (1559), enseñó Dogmática en la Universidad de Heidelberg dos años antes de ser pastor en la iglesia del Espíritu Santo de esa ciudad. Durante 1562 colaboró con Ursino en la redacción del Catecismo de Heidelberg, aunque su papel específico no es muy claro. Obligado a dejar la ciudad cuando los luteranos llegaron al poder (1576), pasó sus últimos años estableciendo iglesias reformadas en la región alemana de Wetterau y enseñando desde 1584 en la Academia de Herborn, la cual fundó.

Su legado teológico se encuentra en el área de la doctrina del pacto, como lo muestran su obra principales (De substancia foederis gratuiti, 1585; Der Gnadenbund Gottes, 1590). Aunque no fue uno de los arquitectos fundadores de la teología reformada del pacto, fue una figura clave en su desarrollo. Tampoco fue el primero en usar el pacto de gracia como el centro de una teología sistemática madura, pero fue el primero en hablar de un pacto redentor supra-temporal entre el Padre y el Hijo, un pacto adánico con Satán luego de la caída y un pacto divino con las criaturas para la protección de los creyentes.

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LA VICTORIA DE LOS VENCIDOS
Carlos Martínez García
La Jornada, 16 de octubre de 2013

Ellos y sus obras fueron perseguidos en el siglo XVI. Al paso de los siglos, hoy, muy pocos podrán estar de acuerdo con quienes les persiguieron y los motivos que tuvieron para querer llevarlos a la hoguera. Como en otros países de Europa en la decimosexta centuria, en España hubo personajes que se dieron a la tarea de, primero, reformar la Iglesia católica romana, y después, cuando se convencieron de tal imposibilidad ante la franca negativa de la institución, intentaron crear una opción eclesiástica distinta.

A diferencia de otras naciones eu­ropeas, en las cuales los reformadores protestantes tuvieron ciertas condiciones favorables para confrontar el poder de la Iglesia católica, en España el contexto político les fue muy adverso. España vino a ser una especie de laboratorio de la Contrarreforma, sus reyes y príncipes se sintieron con el deber de combatir en todos los territorios bajo su dominio la que llamaban herejía protestante.

Cuando el viejo continente se convulsionaba por la disputa religiosa y política entre los bandos católico y protestante, el nuevo mundo iniciaba su incorporación forzosa a la globalización de entonces y aquí los conquistadores, plenamente identificados con una confesión religiosa, el catolicismo romano, empeñaron todas sus fuerzas en evitar la contaminación luterana.

Para los conquistadores el descubrimiento del nuevo mundo fue un acto de la Providencia, una compensación por lo perdido en Europa. Los conocidos como 12 apóstoles franciscanos que a partir de 1524, y encabezados por Martín de Valencia, se dieron a la tarea de evangelizar a los naturales, llevaron décadas después a Juan de Torquemada (también franciscano e historiador) a sintetizar en una frase el servicio prestado por aquellos misioneros: “La capa de Cristo que un Martín [Lutero] hereje rasgaba, otro Martín [de Valencia], católico y santo, remendaba”.

El conocimiento predominante en el hispanismo, entendido como una identidad ligada al catolicismo, ha pretendido borrar de la historia a los reformadores españoles. Éstos no solamente fueron críticos en el terreno de las ideas de la Iglesia romana y sus autoridades, sino que conformaron núcleos disidentes en lugares como Sevilla y Valladolid. Cuando sus integrantes fueron descubiertos por la Inquisición, varios de ellos y ellas terminaron sus días en la hoguera.

En Sevilla el principal centro de efervescencia protestante estaba en el monasterio de San Isidro del Campo, con los monjes jerónimos. Por distintas vías los integrantes de esta comunidad religiosa tomaron creciente distancia de las enseñanzas católicas romanas. Hicieron suyos los postulados de Juan de Valdés, a quien Marcel Bataillon (en su monumental Erasmo y España) considera uno de los más auténticos genios religioso del siglo XVI. Él y sus obras fueron objeto de persecuciones inquisitoriales. El Diálogo de doctrina cristiana (publicado por primera vez en 1529) hace proposiciones coincidentes con las de Martín Lutero.

Decenas de monjes en Sevilla tuvieron acceso a libros prohibidos por la Inquisición, llegaron a sus manos mediante el contrabando de esas obras que hacía Julián Hernández. Éste, al ser descubierto por agentes inquisitoriales, fue encarcelado y quemado en la hoguera en el auto de fe que tuvo lugar en Sevilla el 22 de diciembre de 1560. Entre los libros distribuidos por Julián Hernández estaba el Nuevo Testamento, traducido del griego al español por el exiliado Juan Pérez de Pineda.

La traducción de Pérez de Pineda fue antecedida por la de Francisco de Enzinas, realizada e impresa igualmente en el exilio y que vio la luz en 1543. Tanto los trabajos de Enzinas como los de Pérez de Pineda fueron benéficos para Casiodoro de Reina, quien, junto con otros 12 monjes jerónimos, huyó de España en 1557 para nunca más volver.

En concordancia con uno de los principios de la Reforma protestante, Casiodoro de Reina se dio a la tarea de hacer una traducción de la Biblia teniendo como base textual las lenguas originales del libro: el hebreo en el caso del Antiguo Testamento, y el griego en el del Nuevo Testamento, así como algunas expresiones en arameo en ambos. Refugiado en distintas partes de Europa, con el fin de huir de sus perseguidores inquisitoriales, Casiodoro de Reina empeñó 12 años de su vida para al fin ver el resultado, la conocida como Biblia del Oso, publicada en Basilea en 1569 por el impresor Tomás Guarino. En 1602 un compañero de monasterio de Reina, Cipriano de Valera (igualmente huido de España), publica una revisión de la Biblia del Oso, la que llegaría a ser conocida como la Biblia Reina-Valera.

Los reformadores españoles produjeron un muy considerable cuerpo de obras escritas. En el siglo XVI la gran mayoría de esos ejemplares fueron decomisados por el extenso brazo de la Inquisición. Hoy, sobre todo gracias al continuado esfuerzo del Centro de Investigación y Memoria del Protestantismo Español (CIMPE), encabezado por Emilio Monjo Bellido, es posible acercarse a esos escritos perseguidos. Cada uno de los volúmenes editados cuenta con un estudio introductorio que informa del personaje y el contexto original en el cual fue redactada su obra.

El acervo hasta el momento incluye libros de Juan de Valdés, Constantino Ponce de la Fuente, Juan Pérez de Pineda, Antonio del Corro, Casiodoro de Reina. El CIMPE anuncia la publicación, en tres volúmenes, de Protestantismo español e Inquisición en el siglo XVI, obra fundamental en el tema y originalmente escrita en alemán por E. Schäfer. Los fieramente perseguidos hoy gozan de cabal salud, entonces, al paso de los siglos, ¿de quién es la victoria cultural?
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¿REFORMAR LO IRREFORMABLE? (III)
Samuel Escobar
Protestante Digital, 29 de septiembre de 2013

Utilizando el símil médico de la salud y la enfermedad, los siguientes capítulos tienen títulos muy sugestivos: ”Diagnosis del sistema romano. Anamnesis y diagnóstico”, “Los gérmenes de una enfermedad crónica”, “Rehabilitación con recaídas” , “Una gran operación de salvamento” y “Terapia ecuménica”. Con la precisión de un cirujano que domina su estilete Küng va sacando a luz los entretelones del sistema romano y sus miserias, mostrando las raíces históricas de algunos de los problemas más serios que enfrenta la Iglesia hoy. Me parece que esos panoramas históricos son utilísimos para entender el alcance de la autocrítica que Küng propone.

Por ejemplo, refiriéndose a la época de la Reforma protestante y la división del Cristianismo que trajo, dice Küng: “Pero a quien haya estudiado toda esta historia no le puede caber duda al respecto: no es al reformador Lutero, que también cometió errores, sino a la Roma refractaria a toda reforma – y a sus cómplices alemanes – a quien hay que achacar la principal responsabilidad de que tras el cisma entre la Iglesia de Oriente y la Iglesia de Occidente, se produjera un cisma entre (dicho a grandes rasgos) la mitad septentrional y la mitad meridional del imperio, que luego, a causa de la expansión colonial de las potencias europeas se prolongaría en Norteamérica y Sudamérica.” (p.84, cursivas del autor).

La negativa a reformarse y la arrogancia con que actuaba Roma la ve también Küng en la forma en que el Catolicismo enfrentó los desafíos de la Modernidad en el siglo 17:“A pesar de todo el ornamento barroco, el catolicismo contrarreformista era a todas luces una religión conservadora y restauracionista que, vista en conjunto, seguía siendo la religión de los pueblos latinos, que (a excepción de Francia) estaban económica, política y culturalmente estancados. En el catolicismo, se quiera o no, el papa decide sobre la interpretación de la Biblia y no tolera innovación alguna. A la inversa, la ‘libertad del cristiano’ de los protestantes contribuye decisiva-mente a la acentuación moderna de la responsabilidad personal, la mayoría de edad y la autonomía.” (p.89). Este cuadro de la gravedad de la enfermedad que sufre la Iglesia Católica Romana es un trabajo magistral, una obra de madurez y de valentía. A pesar de ello, Küng no ha salido de la Iglesia Católica, pero describe su postura con claridad meridiana: “El que mi fe haya permanecido inconmovible se lo debo a una instancia más elevada (y a muchas serviciales personas): no a la fe en la Iglesia como institución, sino a aquel Jesucristo cuya persona y causa siguen siendo – en la buena tradición de la Iglesia, pero también en la buena liturgia y la buena teología – el motivo originario que, a despecho de toda decadencia y corrupción, nunca se ha perdido ni se pierde sin más. El nombre Jesucristo es algo así como el ‘hilo dorado’ en el tejido siempre confeccionado de nuevo de la historia de la Iglesia, a menudo tan resquebrajada y sucia” (p.49).

Es así como Mario Escobar nos presenta un cuadro breve pero comprensivo de la personalidad del nuevo papa y de los desafíos con que se enfrenta. Por otra parte la obra de Küng nos permite ver las dificultades, yo diría la imposibilidad, de la tarea reformadora que le ha impuesto su elección. Sin embargo la lectura cuidadosa de Küng nos puede ayudar como evangélicos a ver algo de la tarea de reforma que tenemos nosotros por delante, nosotros que creemos en la Ecclesia reformata et semper reformanda est.

Actividades

CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes 22 de octubre, 19 hrs.
Modera: A.I. Israel Núñez Castro

Llamamiento: Salmo 31.1-16
Oración de ofrecimiento
Himno: “Señor Jesús, eterno Rey” (254)
Momentos de oración
Lectura bíblica: II Reyes 18.13-18
Tema: Invasión de Senaquerib
Himno: “Dios cuidará de ti” (366)
Ofertorio
Bendición pastoral

BABETTE Y EL FESTÍN DE LA GRACIA
José de Segovia

Hay cosas que uno no las entiende, hasta mucho tiempo después. Así ocurre con algunas historias, como El festín de Babette –el film danés, basado en un cuento de Karen Blixen, que ganó un Oscar hace 25 años y vuelve ahora a los cines en una versión restaurada–. […]

Me temo que eso es lo que les pasa a los que ven este relato como un clásico de la gastronomía en el cine. Disfrutan de ver a Stéphane Audran cocinando, pero no ven su dimensión de parábola. Lo mismo les pasa, por otro lado, a los católicos que se empeñan en ver el misterio de la transustanciación en la historia de esta escritora de origen luterano –que firmaba con el seudónimo de Isak Dinesen y murió ahora hace medio siglo–.

La historia nos presenta una comunidad de origen luterano de claros rasgos pietistas –el termino puritano se usa más bien en el mundo anglosajón y no es exactamente lo mismo que pietista–. El padre de estas dos hermanas se ve claramente que es pastor de la iglesia luterana –que mantiene a veces este tipo de grupos dentro de sus parroquias–. Sus hijas se llaman Martine y Philippa, en homenaje a Martin Lutero y Philip Melanchton. Son personas piadosas, pero también caritativas –emplean sus pequeñas rentas en obras de beneficencia–, pero todo en esta comunidad tiene un aire oscuro y austero. Piensan todo el tiempo en la Nueva Jerusalén, a la que cantan como su verdadero hogar.

Como en muchas comunidades pequeñas, la vida de la familia gira en torno a la iglesia. La virtud y el sacrificio no son cosas que se dicen, sino que se viven. Estas chicas no van a bailes, ni a fiestas. Los jóvenes que quieren verlas, tienen que ir a la iglesia. En el rebaño de este sonriente pastor, se nos dice que el matrimonio tiene poco valor, puesto que al amor se le quita todo contenido romántico. Su belleza se convierte en algo etéreo, que no tiene nada que ver con lo físico. […]

Se quedan así haciendo punto, mientras su padre lee la Biblia. A su muerte, mantienen su herencia viva. Quince años después, aparece en la puerta una frágil y pálida mujer, Babette, que huye de París en medio de la guerra civil. La envía, como sirvienta, el cantante de ópera, que ahora “célibe y canoso, espera que en el Paraíso pueda volver a oír su voz, sin temores ni escrúpulos, como Dios quería que cantara”. Aunque las hermanas no tienen medios para pagarle, ella accede a trabajar para ellas, gratis. […]
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES

26 – Paseo de evangelización
27 – Día de la Reforma Protestante/ Clase unida: La Reforma en la vida personal de los creyentes/ Culto unido: Iglesia Antioquía, colonia Jacarandas

Confesar y enseñar la fe permanentemente, L. Cervantes-O.

20 de octubre, 2013

Porque vendrán tiempos en que no se soportará (anéxomai) la auténtica enseñanza (jugiainouses didaskalías), sino que, para halagar el oído, quienes escuchan se rodearán de maestros a la medida de sus propios antojos, se apartarán de la verdad y darán crédito a los mitos. Pero tú permanece siempre alerta, proclama el mensaje de salvación, desempeña con esmero el ministerio.
II Timoteo 4.3-5

“No soportar la auténtica enseñanza”. Este lenguaje pos-paulino manifiesta la preocupación de las comunidades por establecer pautas de orden doctrinal y organización que con muchas dificultades pasaron la prueba de la verticalidad jerárquica. Ciertamente, en nuestra época ése sigue siendo un obstáculo difícil de superar a la hora de continuar la hermosa tradición igualitaria instaurada por Jesús de Nazaret cuando formó su grupo de seguidores/as. La “uniformidad doctrinal” ha sido el sueño dorado de gobernantes, dirigentes eclesiásticos y de vastos sectores de la comunidad que la aprecian como una necesidad real para la buena marcha de la Iglesia, a veces con cierto menoscabo de los valores del Reino de Dios.

El autor de la epístola advierte a Timoteo de que hay una verdad y que únicamente ésta debe prevalecer. Todas las otras deben ser combatidas. Timoteo debe tener cuidado con algunos adversarios y, al mismo tiempo, instruir a cada grupo de su comunidad a permanecer fiel en su función en la comunidad y en la sociedad. […].
Era necesario reprender y advertir a aquellos que estaban enseñando otra enseñanza que no era la indicada por el autor de la epístola. Ese grupo, denominado doctores de la ley, es acusado de practicar la caridad, de no tener una buena fe, no tener una buena conciencia, no tienen un corazón puro y practican una fe hipócrita. Según el autor, esos se desviaron. El contenido de sus enseñanzas no pasa de palabras vanas.[1]

El texto orienta en el sentido de ejercer un control en busca del orden en medio de situaciones conflictivas, como la participación de las mujeres en la enseñanza. Las “otras enseñanzas” presentes en la comunidad también reclamaban ser de herencia paulina.[2] Se promueve una predisposición contra el diálogo con el ánimo de combatir las enseñanzas que comienzan a ser vistas como heterodoxas (los “maestros a la medida de sus propios antojos”): “El autor de la carta cierra cualquier posibilidad de encontrar la verdad fuera de la iglesia”,[3] pues se considera a sí mismo, “orientador y maestro de la verdad para todos los pueblos” (kerys, apóstolos, didaskalós: I Tim 2.7; II Tim 1.11), en los límites de la arrogancia. Si consideramos que existe alguna forma de continuidad y discontinuidad entre estos impulsos surgidos a comienzos del segundo siglo de nuestra era, los correspondientes a las reformas religiosas del siglo XVI y lo que acontece hoy en las comunidades reformadas, será posible percibir la necesidad de redefinir continuamente el papel de la doctrina en las vida de las iglesias, puesto que, aunque no se logre el ideal de una uniformidad de creencias impuesta, debería ser viable alcanzar consensos básicos que permitan una sana convivencia mediante el estudio serio y el diálogo abierto.
La insistencia del texto en lo que se estableció como una meta obsesiva para algunos (defender e imponer la “sana doctrina”) debe ser vista a la luz de una auténtica responsabilidad pastoral empeñada en guiar a las comunidades por rumbos doctrinales libres de influencias perniciosas. Fue eso lo que movió al príncipe Federico III a encargar el que Heinrich Bullinger, líder de la Iglesia Reformada de Zurich, calificó como “el mejor catecismo jamás publicado”, y que llegaría a formar, junto con la Confesión Belga (1561) y los Cánones de Dort (1619) el conjunto conocido como Tres Formas de Unidad en la tradición reformada holandesa. “Aunque cada documento trabajó diferentes aspectos de la doctrina bíblica, existe entre ellos una magnífica armonía, y proveen a los creyentes confesantes afirmaciones concisas y rigurosas sobre lo que creemos y por qué lo creemos”.[4] En medio de un proceso de confesionalización geográfica y cultural en los diversos estados alemanes del siglo XVI, este príncipe (“primer miembro de la iglesia”) promovió la unidad de la iglesia y, sobre todo, el culto de la misma.[5]
Karl Barth sintetiza en siete aspectos la sustancia de la fe reformada tal como está contenida en el Catecismo de Heidelberg:
1) Contiene un concepto particular de Dios, un Dios diferente de todas las criaturas que permanece libre y superior sobre todo ser humano. Un Dios majestuoso.
2) Dios no es una divinidad escondida, es “Dios en Cristo Jesús”, la Palabra misma (preguntas 25, 95, 117).
3) Afirma la benevolencia de Dios, aun cuando un tanto limitada a la iglesia, pero que quiere abarcar todo el mundo. “Dios debería ser alabado [y conocido] a través de nosotros (la iglesia)” (preguntas 86, 99, 122).
4) Rotundamente protestante, coloca al ser humano como receptor de esa benevolencia divina a través de la fe, por encima de cualquier obra. “Así, la libertad por la gracia es fundada en la libertad del Dios lleno de gracia”.
5) “Pero la fe significa precisamente la libertad humana para la acción. La charis (gracia) es el fundamento de la eucharistia (acción de gracias) humana y convoca como una llamada invoca un eco”. Para él, “no existe conflicto alguno entre la majestad de Dios y que el ser humano trabaje duro”. Es una clara guía calvinista sobre la relación entre dogmática (“teoría”) y ética (“práctica”).
6) “El lugar de donde se encuentran las libertades divina y humana es la comunidad” que está al servicio del Evangelio. “El nombre de Dios es alabado mediante el servicio de la comunidad, la comunión de los santos, y no a través del servicio especial de teólogos y sacerdotes”.
7) Pero todo queda subordinado al consuelo divino futuro afirmado inicialmente, que se espera con ansiedad.[6]
Y su conclusión es tajante: “Tenemos aquí el patrimonio común de la totalidad de la Reforma. ¿Qué pueden significar las diferencias entre las confesiones evangélicas que se han basado en estas siete verdades básicas? ¿No es una pérdida de tiempo y de energía aferrarse tenazmente a tales diferencias en vez de concentrarse en la gran verdad común que fue reconocida nuevamente en la Reforma?”.[7]



[1] Clemildo Anacleto da Silva, “Tolerancia e intolerancia entre los grupos sociales, en Timoteo y en Tito”, en RIBLA. Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 55, www.claiweb.org/ribla/ribla55/tolerancia.html. Otro comentario señala: “…la ‘enseñanza sana’ se ve rechazada por los hombres, que se descargan de ella como de un yugo insoportable, se hace intolerable la predicación seria sobre el pecado y el juicio, sobre la redención y la santificación, porque no responde o no se adapta al gusto natural de los hombres. Estos, guiados por el egoísmo y el capricho, buscarán la propia satisfacción intelectual, sólo querrán oír cosas ingeniosas, interesantes y sensacionales, e irán pasando de un maestro a otro, de una doctrina a otra”. Joseph Reuss, “Segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo”, http://mercaba.org/FICHAS/BIBLIA/Timoteo/2TIMOTEO_04.htm.
[2] Elsa Tamez, Luchas de poder en los orígenes del cristianismo. Un estudio de la 1ª carta a Timoteo. San José, DEI, 2004, p. 113.
[3] C.A: da Silva, op. cit.
[4] Burk Parsons, “Confessionally challenged”, en Tabletalk, abril de 2008, p. 32, www.ligonier.org/learn/articles/heidelberg-catechism.
[5] K. Barth, “Christian doctrine according to the Heidelberg Catechism”, en The Heidelberg Catechism for today. Richmond, John Knox Press, 1964, p. 23. Cf. el contexto eclesial y socio-político del catecismo en “Reform in the Palatinate”, www.heidelberg-catechism.com/en/history; G. Plasger, “La confesionalización reformada en Alemania y Alemania del Sur”, www.reformiert-online.net/t/span/bildung/grundkurs/gesch/lek4/print4.pdf; y Charles D. Gunnoe, Jr., “The Reformation of the Palatinate and the origins of the Heidelberg Catechism, 1500-1562”, en D.L. Bierma et al., An introduction to the Heidelberg Catechism. Sources, history, and theology. Grand Rapids, Baker Academic, 2005, pp. 15-47.
[6] K. Barth, op. cit., pp. 25-28.
[7] Ibid., p. 28.

II Timoteo 4.1-8, 16-18


Iglesia del Espíritu Santo, Heidelberg


La Palabra (Hispanoamérica)

1 No pierdas esto de vista: cuando se acerque el fin llegarán En presencia de Dios y de Cristo Jesús que ha de juzgar a vivos y muertos cuando se manifieste como rey, te suplico encarecidamente 2 que proclames el mensaje e insistas tanto si parece oportuno como si no lo parece. Argumenta, reprende y exhorta echando mano de toda tu paciencia y competencia en enseñar. 3 Porque vendrán tiempos en que no se soportará la auténtica enseñanza, sino que, para halagar el oído, quienes escuchan se rodearán de maestros a la medida de sus propios antojos, 4 se apartarán de la verdad y darán crédito a los mitos. 5 Pero tú permanece siempre alerta, proclama el mensaje de salvación, desempeña con esmero el ministerio.
6 Mi vida está a punto de ser ofrecida en sacrificio; la hora de mi muerte está al caer. 7 He luchado con valor, he corrido hasta llegar a la meta, he conservado la fe. 8 Sólo me queda recibir la corona correspondiente a mi rectitud, que el Señor, justo juez, me entregará el día del juicio. Y no sólo a mí, sino a todos los que esperan con amor su manifestación. […]

16 En la primera vista de mi causa ante el tribunal, ninguno me asistió; todos me desampararon. ¡Que Dios no se lo tenga en cuenta! 17 Pero el Señor estuvo conmigo y me dio fuerzas para llevar a buen término el anuncio del mensaje, de modo que todos los paganos pudieron escucharlo. El Señor, que me libró de la boca del león, 18 seguirá librándome de todo lo malo y me otorgará la salvación en su reino celestial. A él la gloria por siempre y para siempre. Amén.

domingo, 13 de octubre de 2013

Letra 340, 13 de octubre de 2013

450 AÑOS DEL CATECISMO DE HEIDELBERG: SU TRASFONDO HISTÓRICO Y TEOLÓGICO (II)
Lyle D. Bierma
Compartiendo la fe, Comunión Mundial de Iglesias Reformadas, 2013

La respuesta se encuentra en parte en aquello que distingue al CH de sus similares. Al igual que todos los catecismos durante mil años antes de la Reforma, es en esencia una explicación de los elementos básicos de la cristiandad: el Credo de los apóstoles, los Diez Mandamientos, el Padre Nuestro y los sacramentos. Los mandamientos, el Padre Nuestro, las instituciones del bautismo y la Cena del Señor son, por supuesto, partes de la Escritura misma e incluso los versos del Credo se encuentran basados directamente en el texto de la Biblia. Desde tiempos antiguos, la comunidad cristiana había considerado importante enseñar estas partes clave de la Escritura a niños, nuevos cristianos y laicos como una manera de implantar en ellos los fundamentos de la fe cristiana.

Sin embargo, lo que hace al CH distinto es que conecta estos elementos básicos en un solo motivo que lo incluye todo: el tema del consuelo, que se introduce en la muy conocida primera pregunta y en su respuesta, arriba citadas. Al hacerlo, los autores tenían en mente las ansiedades espirituales de la época. Al contrario del sistema sacramental de la Edad Media, que requería actos de penitencia para ayudarle a uno a pagar por sus pecados, el CH proclama el consuelo de pertenecer a Cristo, “que ha pagado enteramente por todos mis pecados” (PyR: 1). En una época de guerra constante, hambre, desastres y peste, el CH proclama el consuelo de pertenecer a Cristo, “que me guarda de tal manera que […] todas las cosas sirven para mi salvación” (PyR: 1). Más aun, contra una idea medieval de la piedad que exhortaba a la gente a hacer lo mejor y a esperar lo mejor, el CH proclama el consuelo de pertenecer a Cristo, “que me asegura, por su Espíritu Santo, la vida eterna” (PyR: 1). Algunos han criticado este enfoque como demasiado centrado en lo humano, pero aquí es donde el CH se muestra en primer lugar como un documento pastoral, que es sensible al des-consuelo espiritual de su público y responde a éste con las consoladoras verdades del Evangelio.

Para vivir y morir en el gozo de tal consuelo, continúa la PyR 2, debo saber tres cosas: cuán grandes son mis pecados y miserias, de qué manera puedo ser liberado de ellas, y cómo puedo vivir con gratitud hacia Dios por su redención. Estos subtemas de la miseria, la liberación y la gratitud forman las tres divisiones principales del CH, y las explicaciones de los elementos básicos de la Cristiandad se van tejiendo a través de ellos. Llego a conocer mi miseria por medio de los Diez Mandamientos (en su conjunto) (PyR 3-5). Llego a conocer mi liberación a través del Evangelio tal como está resumido en el Credo de los Apóstoles (PyR 19-58), y me siento seguro de esa liberación gracias a los sacramentos (PyR 65-85). Finalmente es a través de los Diez Mandamientos (cada uno individualmente) (PyR 92-115) y del Padre Nuestro (PyR 116-129) como llego a conocer las maneras de expresar mi gratitud por esta liberación. En pocas palabras, el CH dirige todos los fundamentos de la fe cristiana hacia el consuelo del creyente.

Todo el catecismo irradia este tono personal y práctico. Por ejemplo, el CH trata cada uno de los artículos del Credo de los Apóstoles no sólo como hechos a explicar, sino como promesas que Dios ha cumplido en la vida de los creyentes. No pregunta sólo “¿Qué significa este artículo del credo?”, sino también “¿Cómo puede ayudarnos este conocimiento?” (PyR 28). “¿Cómo te beneficia esta enseñanza?” (e.g., PyR 36, 45, 49, 51), “¿De qué manera esto te consuela?” (e.g., PyR 52, 57, 58), y “¿Qué bien es para nosotros?” (PyR 59). Y en la sección sobre los sacramentos enfatiza la seguridad en la salvación que viene del lavado del agua y la participación en la Cena. Esto no es teología académica abstracta, sino teología pastoral y relacional, doctrina que se conecta con la vida espiritual de los catecúmenos.

El CH enfatiza también la piedad cristiana; esto es, cómo los cristianos pueden y deben responder a las verdades bíblicas que les son presentadas. Esto se ve más claramente, por supuesto, en la tercera sección sobre la gratitud, que nos enseña cómo “en toda nuestra vida podemos mostrarnos agradecidos a Dios por tantos beneficios que nos ha dado” (PyR 86). En su exposición del Decálogo, por ejemplo, el CH no sólo relaciona los mandamientos con las realidades de la vida, sino también examina el estilo de vida positivo que implican las prohibiciones de la ley moral. Y no sólo explica las peticiones que se hacen en el Padre Nuestro; las coloca en extendidas paráfrasis en los labios de la comunidad que ora.

Pero este énfasis en la práctica cristiana no se limita a la tercera sección sobre la gratitud; puede encontrarse ya, también, en la segunda sección sobre la liberación. En la PyR 31, por ejemplo, el catecismo explica que a Jesús se le llama también Cristo o el Ungido porque fue ordenado del Padre y ungido por el Espíritu Santo para ser nuestro supremo profeta, único y supremo pontífice y rey eterno. El catecismo procede luego a la siguiente pregunta (PyR 32) hablando de nuestra respuesta al triple oficio de Cristo. Si Jesús es llamado Cristo, “¿por qué tú te llamas cristiano”, es decir seguidor de Cristo? La respuesta: “Porque por la fe soy miembro de Jesucristo y participante de su unción, para que confiese su nombre y me ofrezca a Él en sacrificio vivo y agradable y que en esta vida luche contra el pecado y Satanás con una conciencia limpia y buena y que, después de esta vida reine con Cristo eternamente sobre todas las criaturas”. Cristo es ungido como profeta, pontífice y rey; pertenecemos a Cristo. Por lo tanto, nosotros también somos ungidos como profetas, pontífices y reyes. Aquí está la doctrina cristiana en lo mejor de sí misma: no sólo un sumario de la revelación divina, sino también un llamado a responder a esa revelación viviendo cristianamente.

Radica ahí el genio del CH. Explica las bases de la fe cristiana y a la vez las aplica a la vida de las personas. Es personal, pastoral y práctica tanto como doctrinal. Esa combinación única, tal vez más que cualquier otra cosa, explica por qué este catecismo del siglo XVI, desde el pequeño Palatinado germánico ha resonado con tantos seres humanos y, 450 años después, todavía es ampliamente utilizado en las iglesias reformadas y presbiterianas de todo el mundo.
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¿REFORMAR LO IRREFORMABLE? (II)
Samuel Escobar
Protestante Digital, 29 de septiembre de 2013

Es un libro ágil que se lee sin dificultad y que tendría que ser lectura obligada para todo evangélico que quiera estar bien informado. El autor ha conseguido procesar una gran cantidad de información y presentarla de forma legible y atractiva. En sus trece capítulos Mario Escobar nos ofrece un retrato de Jorge Mario Bergoglio, simplemente el papa Francisco, quien ya ha dado mucho que hablar a la prensa mundial.

En la primera parte, “El día de primavera que cambio mi vida”, Escobar narra en cuatro capítulos una breve biografía de Bergoglio, su niñez y juventud en su Argentina natal, el surgimiento de su vocación sacerdotal, sus estudios, y su carrera eclesiástica como profesor, sacerdote y luego obispo en los difíciles tiempos de la dictadura militar argentina en las décadas de 1970 a 1990. Los cuatro capítulos de la segunda parte, “El cardenal de los jesuitas”, son especialmente valiosos para el lector evangélico poco familiarizado con la historia y las instituciones católicas y nos llevan hasta el cónclave del 2013 en el cual Bergoglio llegó a ser papa. Los cinco capítulos de la tercera parte presentan “Los cinco retos del nuevo papa Francisco.”

El libro de Mario Escobar no es el típico libro evangélico que a cada paso se detiene a señalar los contrastes entre catolicismo y protestantismo. Conforme avanzaba en su lectura yo tenía la impresión de que este exitoso novelista e historiador abriga cierta esperanza de que el papa Francisco consiga llevar adelante algunas de esas urgentes reformas que le hacen falta a la Iglesia Católica Romana.

Por nuestra experiencia de evangélicos en España, y el talante ultra-conservador y triunfalista del catolicismo español, percibimos mejor la urgencia y al mismo tiempo la dificultad de la tarea de reformar que el papa tiene por delante. Como lo ha señalado la prensa últimamente los obispos españoles están entre los que tienen menos disposición a aceptar las reformas.

Al terminar de leer el libro de Mario Escobar cayó en mis manos un libro de Hans Küng, el teólogo con el que he empezado este artículo, que se publicó en alemán en el año 2011 y ha aparecido este año en castellano. Su título me atrajo, pues es un interrogante audaz y acertado: ¿Tiene salvación la Iglesia? (Madrid, Trotta, 2013).

Son 199 páginas y se trata de un diagnóstico valiente y bien informado por un hombre que conoce como pocos la teología y la historia del catolicismo. Mientras leía este libro recordaba yo la mezcla de asombro y esperanza que me había causado cincuenta años atrás la lectura del primer libro que hizo mundialmente conocido a Küng El concilio y la unión de los cristianos (1960).

La toma de posición de Küng respecto a su iglesia la expresa bien el título de su primer capítulo “¿Una iglesia enferma, incluso moribunda?” Su análisis es demoledor: “La Iglesia católica atraviesa la más profunda crisis de confianza desde la Reforma y nadie puede pasarlo por alto: en el centro de la Iglesia se encuentra – esto tiene que ser visto también en Alemania –Joseph Ratzinger, el actual papa quien, aunque originario de la tierra de la Reforma, vive en la Roma papal desde hace tres décadas, y lejos de conjurar la crisis, la agudiza.”(p.17).

Actividades

PARTICIPEMOS TODOS/AS CON ENTUSIASMO EN LA TARDE DE HIMNOS

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CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes 15 de octubre, 19 hrs.
Modera: D.I. Odavia Palomino L.

Llamamiento: Salmo 30
Oración de ofrecimiento
Himno: “Con cánticos, Señor” (74)
Momentos de oración
Lectura bíblica: II Reyes 18.1-12
Tema: Reinado de Ezequías
Himno: “Es Jesús mi todo en todo” (353)
Ofertorio
Bendición pastoral

EZEQUÍAS E ISAÍAS
Pierre Buis

De los tres capítulos que el libro de los Reyes dedica al reinado de Ezequías, dos y medio se encuentran también en el libro de Isaías (Is 36-39). En todos ellos el reyes el personaje principal.

La actividad de Ezequías
La parte que dedica a Ezequías el libro de los Reyes va enmarcada, como siempre, por la reseña real habitual: 18.1-8 y20.20-21. Se observa inmediatamente la calificación tan sobresaliente que se le da: “Hizo lo que le agrada al Señor, exactamente lo mismo que su antepasado David” (18.3), con el siguiente comentario: “Confió en el Señor Dios de Israel; no hubo semejante a él entre todos los reyes anteriores de Judá ni tampoco entre los que le sucedieron. Se adhirió al Señor y no se separó de él; respetó los mandamientos prescritos a Moisés y el Señor estuvo con él. Tuvo éxito en todas sus empresas” (18,5-7). El rasgo dominante de su personalidad religiosa fue por tanto su confianza en el Señor, tal como se demuestra también en los relatos de Isaías.
De su política religiosa sólo se subrayan dos rasgos, pero de gran importancia: “Fue él quien suprimió los santuarios, destrozó las estelas, derribó los cipos sagrados. Rompió la serpiente de bronce hecha por Moisés, ya que hasta entonces los israelitas le ofrecían sacrificios: la llamaban Nejustán” (18.4). Así pues, Ezequías consigue centralizar el culto en Jerusalén, que sus antepasados no se habían atrevido o no habían considerado conveniente realizar. Antes, purificó el templo de los objetos de culto que se habían ido introduciendo y que desviaban la devoción del pueblo de su verdadero objetivo.
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES

20 – Testimonio de evangelización / Película: El festín de Babette
26 – Paseo de evangelización
27 – Día de la Reforma Protestante/ Clase unida: La Reforma en la vida personal de los creyentes/ Culto Unido por el CDXCVI Aniversario de la Reforma

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

29 de agosto, 2021   Yo, Juan, soy su hermano en Cristo, pues ustedes y yo confiamos en él. Y por confiar en él, pertenezco al reino de Di...