sábado, 12 de octubre de 2013

Letra 339, 6 de octubre de 2013

450 AÑOS DEL CATECISMO DE HEIDELBERG: SU TRASFONDO HISTÓRICO Y TEOLÓGICO (I)
Lyle D. Bierma
Passing on the Faith, Comunión Mundial de Iglesias Reformadas, 2013


P. ¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte?
R. Que yo, con mi cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte (Ro 14.8), no me pertenezco a mí mismo (I Co 6.19), sino a mi fiel Salvador Jesucristo (I Co 3.23; Tito 2.14).
  
Estas son las muy familiares líneas iniciales del quizá más famoso catecismo del siglo XVI, el Catecismo de Heidelberg (CH) de 1563. Poco después de su aparición, Heinrich Bullinger, dirigente de la Iglesia Reformada en Zurich, Suiza, lo celebró como “el mejor catecismo jamás publicado”, y en un lapso de 60 años fue traducido del alemán y latín al neerlandés, inglés, húngaro, francés, griego, romance, checo y español. Actualmente se encuentra traducido a muchas lenguas africanas y asiáticas y es todavía uno de los documentos de la fe cristiana más apreciados y que circulan con mayor amplitud en el protestantismo reformado global. Muchos estudiosos actuales lo consideran la expresión más irénica y universal de la fe cristiana que produjo la Reforma Protestante.
Semejante aceptación, sin embargo, puede hacer olvidar que fue escrito originalmente para una audiencia particular en un lugar particular y con un propósito muy específico. Su título completo, Catecismo o instrucción cristiana para conducir a las iglesias y escuelas del Palatinado elector ofrece claves para comprender su trasfondo. Primeramente, aunque el catecismo fue escrito y publicado en la ciudad de Heidelberg, Alemania, se planteó su uso para todo el territorio del cual esa ciudad era capital, y el cual era conocido como el Palatinado Elector, uno de los 300 pequeños estados que formaban el Sacro Imperio Romano Germánico en el siglo XVI.
En segundo lugar, el catecismo proveería instrucción a las “iglesias y escuelas” del territorio. El Palatinado había llegado a ser oficialmente protestante (luterano) en 1546, relativamente tarde si se considera que Lutero había establecido la Reforma en otros lugares de Alemania casi 30 años antes. Cuando el líder político del Palatinado, el príncipe elector Federico III, accedió al poder en 1559, ordenó una visita a las iglesias para verificar su salud espiritual. Lo que encontró fue muy desalentador. La gente joven, sobre todo, esta creciendo “sin el temor de Dios ni el conocimiento de su Palabra”. Adonde se ofrecía instrucción doctrinal, los maestros y predicadores usaban una variedad de catecismos y algunos instructores confundían a los estudiantes con temas irrelevantes y enseñanzas erróneas. “Si queremos reformar verdaderamente nuestro territorio —concluyó Federico—, el lugar para comenzar es el adoctrinamiento de nuestros niños”, ¡un ministerio juvenil! “Y para eso necesitamos una simple y clara guía hacia la verdad bíblica, así como instructores que enseñarán y vivirán esa enseñanza”.
Finalmente, el título completo del catecismo se refiere a la instrucción “cristiana” en las iglesias y escuelas. Eso puede indicar un intento deliberado de Federico por evitar las etiquetas de “luterano”, “calvinista” o “zwingliano”. La única forma legal de protestantismo en el imperio germánico en esa época era el luteranismo, tal como lo definió Felipe Melanchton en la Confesión de Augsburgo (1530). No obstante, el antecesor de Federico, había abierto al Palatinado a seguidores no solamente de Lutero y Melanchton sino de Zwinglio, Bullinger y Calvino, y él continuó esta política porque simpatizó cada vez más con ciertas ideas reformadas. Para ayudar a mejorar la estabilidad religiosa y política en su territorio, encargó la elaboración de un catecismo que ofreciera instrucción sobre las bases de la fe “cristiana”, un sumario de doctrina bíblica que redujera las diferencias y enfatizara el consenso entre las diversas facciones protestantes en el Palatinado.
El encargo recayó en 1562 en un equipo de ministros de Heidelberg y teólogos universitarios bajo la vigilancia de Federico mismo. Los dos jóvenes miembros del grupo, Zacarías Ursino (1534-1583) y Gaspar Oleviano (1536-1587), con frecuencia son señalados como co-autores, pero el consenso entre los estudiosos actuales afirma que Ursino fue el primer escritor y que Oleviano desempeñó un papel menor. Ursino estaba particularmente bien preparado para la tarea, no sólo por su disposición moderada, sino también debido a que había estudiado con teólogos de diversas tradiciones en Wittenberg, Zurich y Ginebra. El equipo examinó e incluso tomó prestado lenguaje de varios catecismos anteriores, luteranos y reformados, y el 19 de enero de 1563 presentó ante un sínodo el texto para su aprobación. El texto final consistió en 128 preguntas y respuestas (después, 129), todas con referencias bíblicas en los márgenes. Se dividió en 52 secciones o Días del Señor, para que el ministro cubriera la totalidad del catecismo durante un año mediante sermones doctrinales en un segundo culto dominical vespertino.
Nadie imaginó, en el momento de su aparición, el destino tan grande que le esperaba. Su autor principal era un desconocido profesor de teología de escasos 29 años. Fue redactado para escuelas e iglesias de un pequeño Estado en un rincón del Imperio Germánico y en muchos aspectos era similar a los registros de otros catecismos protestantes que circulaban en la época. ¿Por qué, entonces, sobresalió tanto y alcanzó tal importancia?       (Versión de LC-O)
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¿REFORMAR LO IRREFORMABLE? (I)
Samuel Escobar
Protestante Digital, 29 de septiembre de 2013

Un notable artículo del teólogo católico Hans Küng en El País del jueves 26 de septiembre me ha traído a la memoria mis lecturas de este verano y una reflexión que quiero compartir con mis lectores. Vamos primero al artículo en cuestión que lleva como título “La prueba decisiva de Francisco”. Comienza afirmando: “El Papa muestra valentía civil” y hace referencia a su presencia entre los pobres de las favelas de Rio de Janeiro y por otra parte a su buena disposición a abordar un diálogo abierto con críticos no creyentes. Cita a Eugenio Scalfari, del periódico romano de izquierda liberal La Repubblica, quien en un artículo planteó 12 preguntas al Papa, entre ellas una relativa a la cuestión del poder temporal que la Iglesia Católica Romana siempre ha buscado. La pregunta es aguda y precisa: “¿Representa por fin el Papa Francisco la primacía de una iglesia pobre y pastoral sobre una iglesia institucional y secularizada?”.
Küng señala hechos notables en las palabras y gestos de Francisco como la renuncia a la pompa, el estilo que acentúa la figura del servicio más bien que del señorío, las reformas frente a los escándalos financieros, y el esfuerzo por reformar la curia. Pero para Küng,  Francisco “aún  tiene  por  delante  la  prueba decisiva de la reforma papal”, y define ésta como el desafío de la pobreza. Con un breve y acertado trabajo exegético este teólogo suizo nos muestra que en los evangelios sinópticos el concepto de “pobre” se extiende más allá de la referencia a la pura carencia económica. Los “pobres en espíritu” de Mateo serían también quienes sufren angustia interior: “Jesús llama a sí a todos los afligido y abrumados, también a quienes han sido abrumados con la culpa.”
Küng ubica entre estos pobres en espíritu a tres grupos dentro de la Iglesia Católica Romana de hoy: los divorciados, las mujeres y los curas casados. Le gustaría ver que Francisco permitiera que los divorciados que se han vuelto a casar “puedan ser readmitidos a los sacramentos cuando lo desean de corazón.”
Le gustaría ver un cambio también en cuanto a las mujeres “que debido a la posición eclesiástica respecto a los anticonceptivos, la fecundación artificial y también el aborto, son despreciadas por la Iglesia y en no raras ocasiones padecen miseria de espíritu.”
Finalmente sería deseable un cambio respecto al celibato del clero. Comenzando por el caso de “los sacerdotes apartados de su ministerio por razón de su matrimonio” Küng avanza a decir que si bien la Iglesia puede preservar un celibato libremente elegido por los sacerdotes, “una soltería prescrita por el derecho canónico contradice la libertad que otorga el Nuevo Testamento, la tradición eclesiástica ecuménica del primer milenio y los derechos humanos modernos.”
Reflexionando sobre esta propuesta del famoso teólogo del Concilio Vaticano II, creo que ha puesto el dedo en tres llagas que sí que son un desafío para el nuevo Papa. Y me viene a la mente también la idea de que en estos tres puntos las iglesias evangélicas en España afrontan igualmente serios desafíos pastorales.
Mirando las cosas con honestidad reconozcamos que como evangélicos no contamos con definiciones claras y aceptadas por las diversas iglesias en varios de esos puntos. Aquí tenemos un tremendo desafío exegético, teológico y pastoral que esperamos identificar en el futuro.
Según Küng este nuevo papa ha demostrado hasta aquí gran sensibilidad, empatía por las necesidades humanas y coraje civil: “Esas cualidades le facultan para adoptar decisiones necesarias y que marcarán el futuro respecto a estos problemas, en parte pendientes desde hace siglos.”

Esta referencia a las posibilidades de que el papa Francisco implemente reformas en su iglesia me lleva a dos libros que leí en el verano y que me condujeron a una reflexión intensa e inquietante. En primer lugar leí del historiador evangélico Mario Escobar Golderos el libro Francisco: el primer papa latinoamericano (Grupo Nelson, Nashville, 2013, 159 pp.).

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