17 de abril de 2016
Doy gracias a Dios porque me abren sus puertas y por invitarme a aprender con
ustedes.
Oremos:
Dios te damos gracias porque celebramos la vida en el aniversario de esta tu
Iglesia. Te rogamos que abras nuestra mente y nuestro corazón a tu enseñanza y
que dejemos que el Espíritu que obra en nosotros nos ayude a que aprendamos
cómo responder a tu amor y fidelidad permanentes. En Cristo Jesús Señor nuestro,
quien fielmente permanece en nosotros y
entre nosotros. Amén.
La fidelidad de Dios
confronta diariamente nuestra vida y choca con el sinnúmero de realidades de
sufrimiento que se viven desde nuestra persona, en nuestra familia, comunidad,
Iglesia y en todo el país. Muchas experiencias de sufrimiento inmerecido como
la muerte de niños/as, la desaparición de jóvenes, la desaparición y el
asesinato de mujeres, las violaciones de niñas/os, la trata de personas, todos
los actos de violencia cotidianos que ya se toman como una manera de vida
‘natural’, los genocidios, las torturas, la violación permanente de los
derechos humanos. La violencia hacia el planeta que genera reacciones naturales
en los ecosistemas y que generan desastres naturales. La muerte prematura de un
hijo/a, un padre, una madre, un hermano. La separación de las familias por no
saber resolver los conflictos. La explotación de la tierra y de los seres
humanos que habitan el sur de los continentes en el mundo. El desempleo, la
falta de oportunidades de los jóvenes para desarrollarse. Estos son algunos de
entre tantos males que llevan al ser humano y a todo ser vivo al sufrimiento
casi permanente y natural.
Ante el sufrimiento del
ser humano, por lo general muchos se siguen preguntando ¿por qué Dios permite
que pase todo esto? ¿Por qué no hace nada? ¿Dónde está su misericordia? ¿Dónde
está su amor hacia su creación? ¿Dónde está su cuidado, protección y fidelidad?
Esta porción bíblica en
especial tiene un eje trasversal pedagógico ue es el sufrimiento humano sumiso. En el que un hombre expresa su dolor,
la angustia que le aqueja pero que a la
vez es la angustia de todo el pueblo al que pertenece.
Estos versículos están
precedidos por lamentos que son el
resultado de un día o un periodo de dolor intenso en el que los autores/as nos
dejan su legado para que nos unamos a ellos en el dolor de su historia y de la
historia, lo cual es reflejo de nuestra propia historia.
Menciona Kasper que
“Desde la antigüedad se han realizado reiterados intentos de justificar a Dios
a la vista del sufrimiento y el mal existentes en el mundo”[1] a esto se le conoce como
la teodicea. Pero ustedes y yo sabemos
que la tradición oral que permitió que estas lamentaciones que acabamos de leer
llegaran a nosotros, no conocía nada de la ‘teodicea’. El texto
Bíblico parte de la experiencia de la
fidelidad de Dios en las diferentes situaciones difíciles de la vida humana
expresada de manera poética en los libros conocidos como sapienciales, entre ellos
el libro de Lamentaciones, también están los salmos de lamentaciones como el 6;
13; 22; 31; 44; 57; entre otros. Experiencias vividas de manera reiterada en la
historia del pueblo de Dios. Cuya vida refleja nuestras propias situaciones
difíciles de sufrimiento personal y colectivo. Situaciones de aflicción y
abandono “de Dios” que sienten vivir casi
todas las personas, cuya experiencia genera crisis existenciales.
1.
Infidelidad en el ser humano (Ver)
Cada uno de quienes nos
encontramos en este lugar puede remitirse a su historia de vida personal,
familiar, eclesial y comunitaria y pensar la infinidad de veces que hemos sido
infieles a Dios. Entendida la infidelidad como aquella falta de respuesta que
Dios exige a su pueblo ante las injusticias que se cometen cada día hacia sus
hijas e hijos en todas las dimensiones de la vida.
Todos/as podemos recordar cuántas veces hemos participado o
ejercido de manera consciente o inconsciente en acciones que provocan dolor hacia otros/as, acciones de
odio, venganza, crueldad, inhumanidad, engaño, indiferencia hacia los
sufrimientos de las personas, indiferencia hacia los torturados, perseguidos,
encarcelados, condenados a morir por luchar en causas justas. La infidelidad al
amurallarnos dentro de un espacio cúltico y cerrar los ojos y los oídos ante el
sufrimiento humano.
Quizá nosotros mismos/as
hemos sufrido esta indiferencia cuando hemos vivido experiencias directas como
las mencionadas arriba y hemos sentido el dolor y el abandono de quienes dicen
querernos pero sus actos y sus hechos están lejos de ser ciertos.
Casi todos/as hemos
vivido experiencias de vida parecidas que nos han puesto en un estado similar
al orante de la ‘tercera lamentación”. Experiencias que al final quienes tienen
fe y saben de la fidelidad de Dios, terminan en bonanza, porque al igual que el
orante, saben que Dios está cerca y tiene cuidado de nosotros.
Perder la esperanza es
una reacción natural del ser humano ante las tragedias, creo que en la iglesia
hemos visto cómo muchos hermanos y hermanas ante situaciones difíciles
simplemente se apartan pensando que Dios no existe ya para ellos porque
permitió que vivieran un acontecimiento difícil en su vida.
2.
Fidelidad de Dios (Juzgar)
v. 18. Situaciones en las
que hemos sentido que “Se han agotado la
fuerza y la esperanza que viene del Señor”. En la Biblia de lenguaje sencillo
Isha dice: Me parece que de Dios ya no puedo esperar nada.
Esta última frase fue la
expresión de una mujer muy cercana que vive en Guadalajara y que tiene a su
hijo desaparecido desde hace varios años. Ella no espera nada de Dios, y ese
abandono del que se siente presa la ha inmovilizado y vive en un estado
depresivo permanente. Su sentido de vida lo ha perdido. Ya no desea vivir.
Ella a diferencia del
orante del verso 20 quien quiere dejar el pasado atrás y que recuerda que no
todo está perdido. Ella se siente abandonada por Dios porque no hay quien le
haga justicia, porque cada día pide saber si su hijo vive o está muerto. La
fuente de sus lágrimas se ha secado.
Nadie la oye ni la ve.
A diferencia de Libia,
otras madres como las de los 43 jóvenes desaparecido de la Normal de
Ayotzinapa, reconocen que la esperanza
no está perdida del todo, al igual que lo hace el poeta, quien recapacita en su
corazón y decide esperar.
V. 21 Muchos empleados
que han perdido en estos días su fuente de trabajo, al igual que el poeta
“quieren traer a la memoria todo lo que pueda darles esperanza” y expresan:
“Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré”. Siempre los recuerdos
sirven de fundamento a la esperanza, que mantiene al orante a la expectativa de
que se cumpla la promesa, pero mientras, él aguarda con mucha resistencia.
Muchas familias de los desempleados apelan a la ‘economía solidaria familiar’
en la cual los familiares que tienen todavía trabajo, que son de los
privilegiados explotados se solidarizan con los que no tienen y comparten el
pan, el agua, la sal, la alegría, rogando que pronto pase la situación.
Menciona Kasper que en la
época del Antiguo Testamento para el pueblo “la promesa de fidelidad de Dios
fundamenta la esperanza aún en esa extrema situación carente de salida desde un
punto de vista humano que es la muerte en vida, y la misma muerte, así como la confianza en el triunfo de la
justicia definitiva y en la vida eterna”[2] de ahí que el orante exclame
en el siguiente verso:
v. 22-23 “Por la
misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus
misericordias; Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad”. Esto lo cantan
quienes han pasado por diversas situaciones de enfermedades terminales. Estos versos los
oí cantar hace unos días a una doctora de 90 años quien ha sido intervenida de
dos enfermedades de cáncer y Dios le libró de la muerte. Ella canta alegre y
afirma que las misericordias de Dios son nuevas cada mañana y por eso sigue
dando vida a través de su profesión. Seguramente ustedes tendrán muchos
testimonios en estos XXI años de vida de la Iglesia.
Las lamentaciones nunca
terminan sólo en queja, acusación o gritos de desesperación, porque al final,
por la misericordia, la fidelidad y el amor de Dios, terminan en cantos de
alabanza y gratitud.
Dios tiene compasión de su
pueblo y cada mañana se renueva su amor y fidelidad. El orante reconoce que la
misericordia del Señor no se extingue ni se agota. El arcoíris, la primavera de
la lealtad de Dios lo abarca todo y se construye la esperanza. Es decir que
cada día Dios da a todos los seres humanos la capacidad de renovarse. Por eso cada día, para la
doctora Graciela o para cualquier persona de Fe, puede llegar lo inesperado a su vida. Cada
mañana es el Kairós de Dios, el tiempo de su fidelidad, de su misericordia, de
su gracia inescrutable según el Sl. 30.5b “Por la noche durará el lloro, y a la
mañana llegará la alegría” (BRV); Sl. 90,14 “¡Permítenos comenzar el día llenos
de tu amor, para que toda la vida cantemos llenos de alegría”. (BLS).
V. 24. “Mi porción es
Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré”, Este verso hace pensar que cada persona, cada familia,
cada iglesia y cada comunidad, tienen
parte de la divinidad de su creador, por eso el poeta sabe que debe esperar. Muchas
mujeres presas siguen con la esperanza de que al salir, todavía su familia las
abrace, porque ellas a diferencia de los hombres presos, no son visitadas por
casi nadie, casi todos sus seres queridos y conocidos se avergüenzan de ellas.
De tal forma que algunas organizaciones civiles han realizado proyectos de
‘Arte’ como la enseñanza de técnicas de pintura para que puedan expresar su
dolor y sufrimiento generado por sus cautiverios. (mostrar el libro).
V. 25-26 “Bueno es Jehová
a los que en él esperan, al alma que lo busca. Bueno es esperar en silencio la
salvación de Jehová”. La bondad de Dios justifica la actitud de sumisión del poeta y la no violencia. Y recurre a la
fórmula del silencio. (Éx. 14,14). “Jehová peleará por vosotros y vosotros
estaréis tranquilos”.
3.
Re-acción a la fidelidad de Dios como muestra de una fe fortalecida (Actuar)
V. 28-30 El orante invita
al pueblo a sufrir en silencio y con esperanza. Pero atención, el silencio se
refiere a la acción en la que todo el
pueblo debe negarse a desesperar. No es momento de hablar con Dios sino de
guardar silencio porque en el silencio
Dios hace la obra en el interior del ser humano y Dios habla. El ser humano
cuando escucha a Dios puede entonces pensar en acciones que contrarresten su
situación de muerte y se conviertan en situaciones de vida y de vida plena.
v. 31-33 Dios no se goza
en vernos sufrir, Dios quiere que todo ser humano viva.
V.34-36. Pero, es la
presencia de la injusticia lo que desagrada a Dios. Es el mal que el ser humano
hace hacia sus semejantes lo que trae destrucción, muerte, desastres humanos y
de la naturaleza. Dios conoce los crímenes contra la humanidad pero no controla
la historia, aunque es el Dios de la historia. Ha dado a sus hijas e hijos la
capacidad para insertarse en la historia de vida, para que el ser humano sea
salvado de su inhumanidad y vuelva su vida a Dios.
Ante tal situación el
poeta invita y grita:
v. 40 “Escudriñemos
nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos a Jehová (BRV); “pensemos en qué lo
hemos ofendido” (BLS)
El poeta llama al arrepentimiento y a la
conversión, invita a pensar en el pecado social y personal en que se vive. Pecado
significa todo aquello que conspira contra la humanización del ser humano según
el modelo de Jesucristo. También
encontramos la idea de pecado expresada en Hb 12,1-2, aquí el autor o autora, invita
a que dejemos todo aquello que nos quita vida y le quita vida a otros/as y que
de esta forma ya despojados de todos esos estorbos, podamos correr hacia la
meta que es Cristo, quien va adelante.
Actualmente casi todas las personas
formamos parte del llamado pecado individual y social, porque vivimos y
formamos parte consciente o inconscientemente de la destrucción, violencia,
muerte, genocidios, idolatría, en fin, sistemas y estructuras que pareciera que
tienen como fin y origen el hacer daño, y la mayoría de las veces permanecemos
callados, en silencio haciéndonos cómplices de quienes los cometen.
El pecado entendido como todo aquello que
impide al ser humano marchar a la meta de la vida que Dios le pone por delante.
Jesucristo es a quien tenemos por delante y él dio ejemplos de la fidelidad de
Dios, de su amor y misericordia hacia él y hacia todos los seres humanos sin
excluir a nadie.
Jesús nos enseñó que una de las formas (no la
única) es la de la solidaridad con los que sufren por diferentes causas. La solidaridad
no como una mera ‘ayuda’ humanitaria ante algún problema o situación eventual
de los acontecimientos inevitables de la vida.
“La solidaridad
entendida como aquellas acciones que desencadenan corresponsabilidad humana que
hace de esa corresponsabilidad una exigencia ética ineludible y del ejercicio
de esa corresponsabilidad algo bueno, pleno”.[3] Por eso la iglesia
solidaria se inserta en los movimientos que demandan justicia hacia los grupos
vulnerados incluso dentro de sus propios miembros.
La solidaridad de
la Iglesia muestra en cada celebración litúrgica los signos de su solidaridad
como parte de la ofrenda consagrada a Dios en la comunión que celebra la vida
en recuerdo del Dador de la vida.
La Iglesia
solidaria hace vivo a Jesucristo cuando levanta la copa y reparte y comparte el
pan con los violentados por los sistemas de muerte.
La iglesia
solidaria celebra sus aniversarios con nuevos proyectos de vida hacia quienes
se les ha mermado la vida como consecuencia de los proyectos de muerte.
Sólo siendo una
iglesia solidaria podemos responder a la
invitación del orante quien grita al pueblo:
¡Dirijamos al Dios
del cielo nuestras oraciones más sinceras y corrijamos nuestra conducta!
Para que así, en
la vida de iglesia solidaria y no
solitaria consagremos al Dios de la vida nuevos proyectos encaminados hacia
actos de justicia que den vida, ésta es la reacción a la fidelidad y
misericordia de Dios hacia nuestra persona, iglesia y comunidad y juntos/as
podemos unirnos a la alabanza del orante.
Dios, a través de
esta lamentación, invita a la iglesia a pegar su boca al polvo para guardar
silencio y poder pensar hacia dónde se debe caminar, qué proyectos pueden
surgir de la iglesia de Cristo y juntos cantemos:
¡Levantemos
nuestros corazones y manos solidarias como una ofrenda de amor a Dios en los
cielos!
Que el Dios fiel y
misericordioso, el amor y la solidaridad enseñadas por Jesucristo y la acción del Espíritu Santo en
la vida de la Iglesia siga fortaleciendo nuestra fe para que respondamos en
acción a su amor, a su misericordia y a su fidelidad, desde ahora y hasta que
él nos llame. Amén.
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