jueves, 18 de abril de 2019

Jesús salió de la clandestinidad para subir a la cruz, A.I. Rubén Núñez Castro

16 de abril de 2019


El Evangelio de hoy habla de unos empleados, que se querían apoderar de la empresa donde trabajaban. Y llegaron hasta matar al hijo del dueño. ¿Qué hará éste ahora?
Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Por último, les mandó a su hijo diciéndose; “Tendrán respeto a mi hijo”. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: “Este es el heredero; vengan, lo matamos y nos quedamos con su herencia”. Y agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?

La parábola que narra Jesús pone sobre todo de manifiesto la maldad del pueblo escogido, de la humanidad y me atrevo hoy a decir de la iglesia. Evidentemente aquí se alude a la persecución de los mensajeros de Dios, los profetas que a lo largo de toda la historia, llaman al pueblo a volverse de sus malos caminos e ir en pos de Él. La tradición judía cuenta que Isaías fue aserrado por la mitad, Jeremías lapidado, Miqueas despeñado… nos acordamos del final de Juan el bautista. De ellos leemos en He 11: “Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra”. En este sentido nos acordamos de las palabras de nuestro Señor en Mt 23: “Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados, cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste".
Y ahora nuevamente surge la pregunta, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?
Queda claro la paciencia y la misericordia de Dios,  aun  del continuado rechazo del pueblo hacia los profetas, aun así envió a su propio Hijo con el fin de ofrecerles una mayor revelación y que de esta manera comprendieran la gravedad de su actitud, a partir de aquí el Señor deja la parábola acerca de la viña para referirse a otra profecía que encontramos en el Salmo 118.

Recordemos que en su entrada triunfal en Jerusalén, las multitudes le habían aclamado con las palabras de este salmo: "Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!" (Mr 11:9) (Sal 118:26).

Pero con esta parábola, el Señor se refirió a ello por medio de dos ilustraciones tomadas del Antiguo Testamento. Su explicación comenzó con una parábola que guarda enormes parecidos con la que escribió el profeta Isaías (Is 5:1-7) y en la que vemos cómo el pueblo de Israel no había dado el fruto esperado y Dios lo abandonó. La segunda ilustración que usó el Señor, estaba sacada del (Sal 118:22) y allí quedaba claro que quienes iban a desechar al Mesías serían los propios encargados de la edificación.

Todos ellos esperaban que, tal como enseñaba el Antiguo Testamento, el Mesías aparecería para reinar, que estableciera su reino en Jerusalén y todas las naciones vendrían a rendir sus tributos allí ante él. ¿Qué pensarían cuando vieran a Jesús crucificado y hecho un espectáculo para todas las naciones? ¿No estaba esto en contra de todo lo que habían aprendido en las Escrituras? ¿Cómo podía ser Jesús el Mesías si los principales sacerdotes y los líderes de la nación judía le rechazaban? ¿No se habrían equivocado?
Pero no sólo eso, porque las Escrituras también profetizaban que el Mesías sería rechazado por parte de los líderes de la nación.

Las palabras del Salmo 118 alcanzan su cumplimiento final en “el hijo del dueño”, es decir, en él mismo, el verdadero heredero. Él es aquella piedra que estaban rechazando los principales sacerdotes, escribas, ancianos y sus seguidores; al igual que en el Calvario le rechazó la nación entera (“¡Crucifícale, crucifícale!”). Pero algo maravilloso iba a suceder; la piedra desechada vendría a ser la piedra angular: ¡El Cristo crucificado se levantaría de forma triunfante! en Hechos 4.11: "Este Jesús es la piedra desechada por vosotros los constructores, pero que ha venido a ser la piedra angular Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos".
Ahora bien, debemos comenzar por notar que Jesús no era un siervo más, él era el Hijo, el Mesías esperado. Y de esta forma estaba contestando a la pregunta que le habían formulado anteriormente: "¿Con qué autoridad haces estas cosas?" (Mr 11:28). Y la respuesta quedaba clara: con la autoridad del Hijo, el legítimo Heredero.

Lo que probablemente no habían observado es que precisamente en ese mismo salmo se anunciaba también que la piedra que iba de ser colocada como "cabeza de ángulo", sería previamente rechazada por los edificadores. (Sal 118:22) "La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo."Por lo tanto, nos encontramos con el anuncio de Jesús ante la jerarquía religiosa, ante el pueblo Judío, ante los gobernantes del imperio y ante sus propios discípulos,  el propósito de su presencia revela que él es el fundamento, la base,  el génesis del reino de Dios y único medio de la salvación del hombre, su predicación, su acciones, su involucramiento con el ser humano  para ver las realidades humanas y conducirlos a la salvación son notable que no es de agrado a la humanidad, es locura, no los aceptan es rechazado sistemáticamente porque lo que pide a sus seguidores es ser como él es (tomar la cruz y seguirle) y al referir la profecía  “cabeza del ángulo” que no es el ser elevado en un madero por encima de nuestras maldades, tal como la piedra que corona un edificio, Jesucristo es la piedra de remate y así concreta el perdón de todo aquel que quiere ser salvo porque no hay otro nombre en que podamos ser salvos…  Jesús en la cruz es la cabeza del ángulo la piedra que concreta la construcción del plan salvífico de la humanidad, pero también  es elevado hasta el mismo trono y diestra del Padre entregado todo (Apocalipsis 5.12).

Para terminar, este pasaje nos deja una muestra de lo que no debemos hacer. Una actitud que debemos de rechazar de plano y que por otro lado nos muestra la miseria del hombre: “Esa viña no es de nosotros, es de Dios el Padre. Cómo podrás luchar contra Dios y prevalecer? Esta parábola nos enseña Dios construye, Cristo la preciosa piedra de fundamento y su pueblo labradores obedientes a Él.

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