LOS EUNUCOS EN LA BIBLIA: A PROPÓSITO DE ISAÍAS 56
H. Baltensweiler
I. Eunoûchos fue entendido ya por los griegos como un término compuesto
de eune = lecho y echo = guardar y significaba, por
consiguiente, “guardián del lecho”. Sin embargo, existe también la opinión de
que la palabra es un semitismo En todo caso, eunoûchos designa primariamente el guardián del harén, y puesto
que, por regla general, esta función era desempeñada por hombres castrados, la
palabra adquirió el significado de castrado, eunuco Ciertamente, cuando un eunoûchos desempeña un alto cargo
estatal (cf. Hch 8.26ss), a menudo no resulta fácil distinguir si el término
alude a una castración efectiva o si se trata únicamente de un simple título.
Cuando el término eunoûchos se usa
para designar a los animales castrados o a las plantas estériles tiene un
sentido figurado El verbo eunouchizo
(usado literalmente sólo en 2 ocasiones) designa exclusivamente el acto de la
castración castrar, capar, emascular.
II. En el AT (casi la mitad de
los pasajes aparecen en Ester) saris,
cuando se emplea sin una reflexión especial, designa a un funcionario de la
corte cuya condición de castrado no consta (Gn 39.1, Putifar, Gn 40.2 el copero
y el panadero, 1 Sam 8.15 y los libros de los Reyes, funcionarios de la corte
en general). Se trata, por consiguiente, de un uso puramente honorífico del
vocablo, pues el eunuco no podía pertenecer a la asamblea de Israel (cf. Dt
23.1) Por esta disposición Israel se separa claramente del culto a la
fertilidad existente en su entorno, que encontró su punto culminante no sólo en el coito cultual, sino
también en la auto-emasculación en honor del dios (como nos consta respecto al
culto de Cibeles en Asia menor, al de Atis, y al de Artemisa en Efeso) En la
era escatológica, el eunuco (Is 56.3ss), que hasta entonces estaba excluido de
la comunidad, participará de la salvación de Dios.
El
judaísmo rabínico mantiene la condena vetero-testamentaria de la castración Por
otra parte, distingue entre aquellos que son estériles a consecuencia de una
malformación corporal y aquellos que han sido castrados por una intervención
humana Esto se basa en la obligación de contraer matrimonio, que se deriva de
Gn 1.28. Es cierto que, en la época neotestamentaria y bajo la influencia
helenística, empieza a imponerse una praxis más laxa así Josefo nos narra que
Herodes tenía eunucos en su palacio.
III. En el NT, el tesorero de la
reina Candace es designado como eunoûchos
(Hch 8.27). Es probable que esto no haya que interpretarlo literalmente. El vocablo
podría indicar simplemente un alto cargo de la corte. Pero si el tesorero era
realmente eunuco, en su conversión podríamos ver el cumplimiento de la profecía
de Is 56.3-5: desde el día de pascua, la era salvífica y mesiánica ha hecho
irrupción y por eso tales gentes pueden ser admitidas en la comunidad de la
salvación; el tesorero sería entonces un prosélito a medias, ya que en cuanto
eunuco no podía serlo plenamente. Así, las barreras hasta ahora existentes
quedarían rotas en un doble sentido: el evangelio se anuncia a los que son
prosélitos a medias y a aquellos que hasta ahora estaban excluidos de la
comunidad de la salvación.
El
verbo eunouchízo se encuentra tres veces,
unido al sustantivo eunoûchos, en Mt
19, 12, donde se describen los diferentes tipos de eunucos: 1) los que lo son
por una malformación congénita; 2) los que fueron hechos eunucos por los
hombres; y 3) los que a sí mismos se han hecho tales por amor del reino de los
cielos.
Esta
división muestra que Jesús no habla simplemente del celibato, sino de la
incapacidad para el matrimonio. Sólo se enumeran los casos de eunuquismo,
mientras que otros motivos que impiden contraer matrimonio no se consideran. En
los dos primeros miembros de su enumeración, Jesús recoge la clasificación corriente
en el judaísmo. Es el tercer punto, el de los que a sí mismos se hacen eunucos
por amor del reino de los cielos, el que supone una novedad. Con ello aparece
claro que lo que intenta subrayar este pasaje es justamente este tercer punto.
Mientras que en los dos anteriores hay que pensar en una castración en sentido
literal, esto resulta inverosímil con respecto al tercer punto. En la primitiva
cristiandad estuvo representada la interpretación literal de este pasaje y hubo
casos aislados de auto-emasculación, p. ej. el de Orígenes. No obstante, el
mismo Orígenes más tarde se expresó claramente contra la interpretación literal
de Mt 19, 12.
Quizá
lo que ocurre en este pasaje es que Jesús reacciona contra una difamación que
iba dirigida contra él y sus discípulos. Se le reprochaba que vivía célibe por
ser eunoûchos (cf. el reproche de Mt
11.19: comilón y bebedor). Jesús responde con la referencia al reino de Dios.
La alegría por el reino de Dios puede ser tan grande que uno puede estar
dispuesto a renunciar a todo los demás en favor del reino de Dios, a veces
incluso al matrimonio.
Otra
base para la comprensión de este pasaje nos la suministra la comparación con Mt
5.29s (en donde se habla de sacarse los ojos y cortarse las manos): comparadas
con el reino de los cielos, todas las demás cosas de la vida son irrelevantes y
debe renunciarse a ellas en caso de conflicto.
Lothar Coenen et al.,
dirs., Diccionario teológico del Nuevo
Testamento. I. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1990, pp. 274-275.
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AMLO Y LA RELIGIÓN: EL ESTADO LAICO BAJO
AMENAZA, DE B. BARRANCO Y
R. BLANCARTE (II)
En la
primera parte del volumen (pp. 15-90), Roberto
Blancarte (profesor-investigador de El Colegio de México), profundiza varios de
los análisis que ha producido en los últimos años, en los que, con particular
agudeza, ha señalado persistentemente los riesgos de la actuación de AMLO,
desde antes de triunfar en las elecciones presidenciales de 2018.
En
la primera sección (“Los liderazgos populistas y la religión”) ubica la
actuación de AMLO en el marco de lo que está aconteciendo en la política
mundial actual en torno a gobernantes populistas tales como Trump en Estados
Unidos, Johnson en Gran Bretaña o Bolsonaro, en Brasil. Algunas de sus
características son similares: se oponen a la globalización, son nacionalistas,
nativistas y proteccionistas. Otra constante es que varios de ellos están
reintroduciendo “a la religión en el espacio del Estado, de donde había sido
expulsada, poniendo en riesgo los objetivos de garantizar la libertad de
conciencia, la igualdad y la no discriminación”, lo que conlleva también un
peligro para la laicidad del Estado. […]
El
liderazgo personalista es otro de los aspectos comunes que apunta hacia un
“mesianismo político”, sobre todo cuando se apela a fuentes sagradas o
religiosas que contribuyan a legitimar el poder: “La mezcla entre religión y
política, a través de una especie de cesaropapismo contemporáneo, tiene
frecuente-mente efectos nocivos para las libertades de las personas, sobre todo
aquellas que, compartiendo o no una preferencia religiosa, no necesariamente
coinciden en las visiones morales que éstas generan” (p. 17). En este contexto,
contradictoriamente, el Estado laico se ve atacado desde dentro por quienes
tendrían la obligación de afirmarlo, pues uno de los problemas que causa el
populismo es que se puede afectar el entramado jurídico que garantice el
respeto irrestricto a las libertades. De ahí que la introducción de elementos
religiosos en la gestión pública puede distorsionar la labor de los
funcionarios, máxime cuando éstos asumen que parte de su labor está al servicio
de sus convicciones o dogmas.
Con
ello en mente, quedan bastante claros los ejemplos que proporciona sobre el accionar de AMLO, quien ya como presidente no ha cejado en su intento por hacer
visible su creencia en que ciertos postulados religiosos pueden ser útiles para
renovar o “regenerar” al país. Su crítica es incisiva, al referirse a un tema
concreto: “El combate a la corrupción no es, para López Obrador, parte de una
lucha cívica, ciudadana o gubernamental. No; se trata de una lucha religiosa,
identificada además con una convicción religiosa en particular, la cristiana.
Mezclada además con posturas económicas nacionalistas. Como si se quisiera
construir una alianza católico-cristiana-nacionalista en la que el jefe del
Ejecutivo es una especie de supremo sacerdote que conduce al pueblo a su
salvación tanto material como espiritual (p. 26, énfasis agregado)”. (LCO)
Protestante Digital, 17 de enero
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