sábado, 4 de enero de 2020

Letra 652, 5 de enero de 2020

“QUE TU FE NO FALTE”: LA ORACIÓN MODELO EN LA PRUEBA
Pablo Martínez Vila

faro encendido en la nocheMuchas son las preguntas de la persona que sufre, pero hay una de capital importancia: ¿dónde está Dios ahora? De su respuesta va a depender que salgamos del horno de fuego fortalecidos o destruidos. Nuestra fe puede ser “purificada” por la prueba (1 P 1.7), pero también “chamuscada” (Mt 13.21).
Empezamos el Año Nuevo con ilusión, pero también con enigmas e incertidumbres. La presencia de Dios en nuestra vida no garantiza que todo va a ser “verdes prados y delicados pastos”. La promesa de Dios en Isaías 43, uno de los textos más apreciados de toda la Biblia, es muy realista: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán…” (Is 43.2). Muchos quisiéramos pasar por las aguas de la prueba sin mojarnos, pero esto no es lo que Dios nos promete ni garantiza. Lo más importante es no ahogarte, que tu fe no naufrague en el río de las pruebas. 
Especial relevancia tienen en este sentido las palabras del Señor Jesús a Pedro, poco antes de Getsemaní, avisándole de horas difíciles: “Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti que tu fe no falte” (Lc 22.31-32).
¡Formidable oración! Ante la inminencia del sufrimiento, el Señor podía haber pedido muchas cosas para sus apóstoles, por ejemplo, que el Padre les evitara la prueba, que proveyera una salida adecuada, o que fuera lo más breve posible; todo ello entraría dentro de las peticiones legítimas de un creyente abrumado por el dolor. Tampoco Jesús se entretiene en darle explicaciones sobre las aflicciones que se avecinan: el cómo, el por qué, cuánto tiempo. Se limita a una frase tan breve como elocuente; su ruego encarecido es “que tu fe no falte”.
Estamos aquí ante una auténtica oración modelo en tiempo de prueba. Ésta es la súplica que todo creyente puede y debe hacer. Tenemos, además, el inmenso privilegio de saber que el mismo Señor que rogó por Pedro sigue “intercediendo por nosotros desde la diestra del Padre” (Ro 8.34; Heb 7.25). La oración de Jesús por Pedro sigue vigente hoy para todos los que son zarandeados por Satanás con pruebas duras.
¿Por qué el Señor ora así? Jesús quería enseñarle a Pedro una “lección” esencial: en la hora del sufrimiento lo más importante no es entender enigmas, sino encontrar a Dios; la pregunta clave no es “¿por qué Dios...?”, sino “¿dónde está Dios ahora?”. Recordar —y en lo posible experimentar— el “Yo estaré contigo” de Isaías 43 es la prioridad.
Cuando la tormenta arrecia, la fe es el bien supremo a preservar y a cultivar. Ello es así por muchas razones: en la prueba la fe es la columna que nos sostiene, es el alimento que nos fortalece, es la luz que alumbra nuestra oscuridad, es el vínculo inquebrantable que nos mantiene unidos a Cristo (Ro. 8:38-39). Pero hay una razón que viene primero: la fe es el mayor tesoro que puede tener el creyente, es el bien más preciado a guardar. En palabras del mismo Pedro (¡lo había aprendido bien!) la fe es “mucho más preciosa que el oro” (1 Pedro 1.7). Por ello, cuando atravesamos el río de la prueba lo primordial es cuidar tu fe, “que tu fe no falte”.
Teresa de Ávila lo describe con estos sentidos versos: “Si a Dios tienes, ¿qué te falta? / Y si Dios te falta, ¿qué tienes?”. La gran mística española podía exclamar con certeza estas palabras porque había experimentado toda la promesa de Isaías 43.2: “No temas, porque yo te redimí; / te puse nombre, mío eres tú / Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé / No temas porque yo estoy contigo”.
Dios no abandona a sus hijos en las aguas turbulentas de la prueba. No puede hacerlo, ha pagado un precio demasiado alto para olvidarnos. Por ello, Cristo en persona sigue diciéndonos a ti y a mí hoy: “Yo ruego que tu fe no falte”.
Protestante Digital, 2 de enero de 2020
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ISAÍAS III (Tritoisaías)

Resultado de imagen para biblia de nuestro pueblo"Contexto y autores de la tercera parte del libro. Al volver del destierro y no cumplirse las maravillosas promesas del profeta (40–55), sucede el desencanto, decae la fidelidad al Señor; se forman y se consolidan grupos opuestos de conservadores realistas o exclusivistas y de idealistas ilusionados.
Al “Trito Isaías” tocará mantener vivas las esperanzas. Comparando los diversos oráculos de esta última parte del libro de Isaías, se observan claras tensiones entre la preocupación presente y la esperanza futura, la denuncia de delitos y los mensajes de aliento, el desencanto presente y la expectación mesiánica, la apertura a los extranjeros y la condena sin matices. La proyección escatológica cobra fuerza y se afirma al final, como sucesora de la profecía. Pasa a segundo plano el tema del éxodo y ocupa el primer plano la futura Jerusalén, la ciudad transfigurada por el cumplimiento de las promesas.
Asignar el bloque de los capítulos 56-66 a un Isaías III o Trito Isaías fue durante mucho tiempo opinión difundida, abandonada ya. Hoy se piensa que forman una colección de oráculos heterogéneos. Indudablemente muchos fragmentos continúan el estilo del maestro: poca construcción, amplitud al desarrollar, imágenes visionarias.

Fin del exclusivismo (56.1-8)
En consonancia con el mensaje final del Libro de la Consolación —la escucha de la Palabra—, esta parte se abre con la llamada a poner en práctica esa Palabra; esto es, velando porque se practique la equidad y la justicia (cf. 58.5-7).
Criaturas que se resisten y se oponen, armonizan y unen fuerzas, no domesticadas por los poderosos sino guiadas por una criatura pequeño. Es difícil no asimilar la visión profética de Isaías cuando vemos los múltiples estragos de la opresión, del sufrimiento y de la destrucción y, a la vez, desde lugares muy inesperados, percibimos que las fuerzas opositoras están siendo dirigidas por niños y niñas. Jesús, pero en nuestro propio tiempo y contexto, desde sitios con poca esperanza aparecen brotes de nueva vida.
Encontramos una bienaventuranza: dichoso, feliz, bienaventurado el que practica la justicia (cf. Mt 5,10). Aquí no se refiere exclusivamente a los hijos de Israel, el texto original dice “Bienaventurado el ben-Adam”: el hijo de Adán que haga estas cosas... Esto es importante porque se comienza a registrar la evolución del pensamiento religioso judío hacia la paternidad universal de Dios, que tendrá su culmen en el Nuevo Testamento con Jesús, y luego con la comunidad primitiva (Hch 10.34). Dios es Padre de todos porque Él es justo; y lo que nos hace a todos hermanos es la práctica de la justicia.
El judaísmo, que comienza a configurarse como tal sólo después del exilio, enfrenta la duda de quiénes pueden o no pertenecer al pueblo judío. Los versículos 3-8 son la posición del profeta, muy clara. Sin embargo, el ala más “ortodoxa” del judaísmo se ha encargado de cerrar cada vez más esta apertura del amor de Dios. Jesús retomará la línea profética (cf. Jn 4; 20.23), y en Él desaparecerá cualquier forma de acepción de personas (Hch 10.34; Gál 3.28).

Perros mudos (56.9-57.2)
Si este oráculo no es anterior al destierro, sus motivos sí parecen serlo. El profeta ataca fuertemente la ineptitud de los que han guiado a Israel, comparándolos con los perros guardianes que se dejan llevar por la molicie y la pereza.
Este tema de los malos guías es muy común en los profetas (cf. Jr 2.8, 26s; 5.4-5, 31; 10.21-23; 23.1s; Ez 8.11-13); Jesús los llamará también guías ciegos (Mt 23.16-24), y salteadores y bandidos (Jn 10.1s).
Biblia de Nuestro Pueblo. Biblia del Peregrino

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