20 de enero de 2007
¿Protestantismos sin Biblia?
A estas alturas de la historia de la iglesia evangélica o protestante en México y América Latina, hay que hacer una dolorosa confesión: se trata del abandono paulatino de la Biblia, es decir, de su estudio metódico y serio en busca de una consistente formación cristiana. En otras épocas, los protestantes eran reconocidos como quienes mejor conocían el contenido de las Escrituras. La gente se esforzaba por escudriñar y memorizar porciones enteras de los libros bíblicos. Ciertamente, algunos métodos para dominar los textos bíblicos no eran del todo adecuados (como los concursos o el llamado “esgrima”), pero se intentaba que las congregaciones asumieran su papel de lectores/as de la Biblia de la mejor manera. Hoy ya no es así: a casi cualquier invitación a profundizar en el estudio sistemático, se reacciona con argumentos insostenibles. Y es que ahora se cree que la espiritualidad o la profundidad de la vida cristiana no depende directamente de la lectura y estudio de las Sagradas Escrituras, porque han surgido aparentes sustitutos de algo que forma parte esencial de la identidad protestante, de ahí que resulte inconcebible un protestantismo sin Biblia, sobre todo a la luz de las luchas reformadoras del siglo XVI que le dieron origen a las iglesias y movimientos que aún reivindican ese nombre.
La espiritualidad es bíblica o no es suficientemente cristiana
El doctor Pablo Deiros, en un estudio sobre el protestantismo latinoamericano observa, como algo prácticamente irremediable, el desapego de los evangélicos hacia la Biblia. Y agrega que elementos como la música (aunque habría que decir más bien que cierta himnología descontextualizada, uniformadora y deudora del hit parade) se encargan de conformar la espiritualidad evangélica actual. ¿Cómo refutar este tipo de observaciones cuando somos testigos de la banalización y chamanización de algunas zonas del protestantismo? Porque aunque nos situemos lejos del espacio religioso comercializado (Pare de sufrir, para más señas), la influencia de algunos movimientos que deforman el trato cotidiano con Dios y con su palabra es, lamentablemente, una triste realidad entre nosotros. Y es que ninguna crítica que se haga a esta situación estará a la altura del problema si no propone una nueva forma de aprovechar las riquezas que Dios ha revelado en su palabra escrita. El profesor Jean Zumstein afirma, por su parte, que como protestantes debemos enfrentar varias tentaciones para recuperar de manera óptima el lugar de la Biblia para nuestra vida de fe. Acaso la principal sea, dados nuestros antecedentes, el fundamentalismo que, por medio del biblicismo (y hasta la bibliolatría intolerante, en sus formas más extremas), intenta restablecer la autoridad de la Biblia en la Iglesia.
Biblia y Educación Cristiana
Debe revisarse, entonces, una verdad tan elemental como urgente: que cada iglesia tiene la enorme responsabilidad de transmitir, de la mejor manera, el contenido de la Biblia, especialmente a las nuevas generaciones de creyentes, pues son quienes enfrentan con mayor intensidad los desafíos de una época particularmente difícil, dada la enorme competencia por la atención de las personas. La Educación Cristiana, por lo tanto, sigue siendo el recurso que la Iglesia debe renovar continuamente para no perder de vista la centralidad del mensaje bíblico para la fe y la práctica cristianas, tan escasas a pesar de la supuesta mayor presencia evangélica. (LC-O)
¿Protestantismos sin Biblia?
A estas alturas de la historia de la iglesia evangélica o protestante en México y América Latina, hay que hacer una dolorosa confesión: se trata del abandono paulatino de la Biblia, es decir, de su estudio metódico y serio en busca de una consistente formación cristiana. En otras épocas, los protestantes eran reconocidos como quienes mejor conocían el contenido de las Escrituras. La gente se esforzaba por escudriñar y memorizar porciones enteras de los libros bíblicos. Ciertamente, algunos métodos para dominar los textos bíblicos no eran del todo adecuados (como los concursos o el llamado “esgrima”), pero se intentaba que las congregaciones asumieran su papel de lectores/as de la Biblia de la mejor manera. Hoy ya no es así: a casi cualquier invitación a profundizar en el estudio sistemático, se reacciona con argumentos insostenibles. Y es que ahora se cree que la espiritualidad o la profundidad de la vida cristiana no depende directamente de la lectura y estudio de las Sagradas Escrituras, porque han surgido aparentes sustitutos de algo que forma parte esencial de la identidad protestante, de ahí que resulte inconcebible un protestantismo sin Biblia, sobre todo a la luz de las luchas reformadoras del siglo XVI que le dieron origen a las iglesias y movimientos que aún reivindican ese nombre.
La espiritualidad es bíblica o no es suficientemente cristiana
El doctor Pablo Deiros, en un estudio sobre el protestantismo latinoamericano observa, como algo prácticamente irremediable, el desapego de los evangélicos hacia la Biblia. Y agrega que elementos como la música (aunque habría que decir más bien que cierta himnología descontextualizada, uniformadora y deudora del hit parade) se encargan de conformar la espiritualidad evangélica actual. ¿Cómo refutar este tipo de observaciones cuando somos testigos de la banalización y chamanización de algunas zonas del protestantismo? Porque aunque nos situemos lejos del espacio religioso comercializado (Pare de sufrir, para más señas), la influencia de algunos movimientos que deforman el trato cotidiano con Dios y con su palabra es, lamentablemente, una triste realidad entre nosotros. Y es que ninguna crítica que se haga a esta situación estará a la altura del problema si no propone una nueva forma de aprovechar las riquezas que Dios ha revelado en su palabra escrita. El profesor Jean Zumstein afirma, por su parte, que como protestantes debemos enfrentar varias tentaciones para recuperar de manera óptima el lugar de la Biblia para nuestra vida de fe. Acaso la principal sea, dados nuestros antecedentes, el fundamentalismo que, por medio del biblicismo (y hasta la bibliolatría intolerante, en sus formas más extremas), intenta restablecer la autoridad de la Biblia en la Iglesia.
Biblia y Educación Cristiana
Debe revisarse, entonces, una verdad tan elemental como urgente: que cada iglesia tiene la enorme responsabilidad de transmitir, de la mejor manera, el contenido de la Biblia, especialmente a las nuevas generaciones de creyentes, pues son quienes enfrentan con mayor intensidad los desafíos de una época particularmente difícil, dada la enorme competencia por la atención de las personas. La Educación Cristiana, por lo tanto, sigue siendo el recurso que la Iglesia debe renovar continuamente para no perder de vista la centralidad del mensaje bíblico para la fe y la práctica cristianas, tan escasas a pesar de la supuesta mayor presencia evangélica. (LC-O)
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