En el drama escatológico que se desarrolla en el Apocalipsis, la historia se desenvuelve desde la percepción de una situación de caos hacia una nueva creación. Los individuos, Babilonia y la naturaleza están envueltos en este proceso. La destrucción de los enemigos escatológicos incluye la destrucción de los “destructores de la tierra” (11,18) y de Babilonia que “corrompió la tierra con su prostitución” (19,2). Eso nos lleva ahora a la descripción de la nueva creación (21,1-22,9), que culmina y contrasta con los eventos escatológicos anteriores y abre un nuevo horizonte: el futuro está abierto gracias al juicio justo de Dios sobre todos los enemigos escatológicos. La nueva creación abre a las comunidades a otra perspectiva.
Ap 21,9-14 compara a la ciudad con “una novia adornada para su marido”. Estas imágenes entresacadas del lenguaje del matrimonio, que ilustrando varios aspectos de la relación entre Dios y su pueblo, se originan en las tradiciones del profeta Isaías en cuyo libro la imagen del matrimonio no solo presenta la relación entre Dios y el resto fiel simbolizado por Sión/Jerusalén, sino que también describe la restauración de la Jerusalén histórica en el período post-exílico (49,18; 61,10) . Describen también “una gran muralla” que rodea la ciudad y que da seguridad plena a sus moradores (Is 60,18; Ap 21,25-26). La ciudad santa es presentada como el cumplimiento de la promesa de Dios a una comunidad histórica específica. No es anónima, tiene un nombre: Jerusalén. Sus puertas tienen los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel y en sus cimientos los nombres de los doce apóstoles del Cordero. Patriarcas, profetas y apóstoles son definitivos y sus muchas historias se entrelazan en una única historia: La historia de la ciudad de Dios. Es la ciudad del Cordero y de los apóstoles cuyos nombres están escritos sobre sus cimientos, son los apóstoles del Cordero, los que sustentan el testimonio de Jesucristo, el que indica que la comunidad escatológica es vista en continuidad con la comunidad apostólica: no hay ruptura, sino desarrollo y trascendencia.
Ap 21,9-14 compara a la ciudad con “una novia adornada para su marido”. Estas imágenes entresacadas del lenguaje del matrimonio, que ilustrando varios aspectos de la relación entre Dios y su pueblo, se originan en las tradiciones del profeta Isaías en cuyo libro la imagen del matrimonio no solo presenta la relación entre Dios y el resto fiel simbolizado por Sión/Jerusalén, sino que también describe la restauración de la Jerusalén histórica en el período post-exílico (49,18; 61,10) . Describen también “una gran muralla” que rodea la ciudad y que da seguridad plena a sus moradores (Is 60,18; Ap 21,25-26). La ciudad santa es presentada como el cumplimiento de la promesa de Dios a una comunidad histórica específica. No es anónima, tiene un nombre: Jerusalén. Sus puertas tienen los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel y en sus cimientos los nombres de los doce apóstoles del Cordero. Patriarcas, profetas y apóstoles son definitivos y sus muchas historias se entrelazan en una única historia: La historia de la ciudad de Dios. Es la ciudad del Cordero y de los apóstoles cuyos nombres están escritos sobre sus cimientos, son los apóstoles del Cordero, los que sustentan el testimonio de Jesucristo, el que indica que la comunidad escatológica es vista en continuidad con la comunidad apostólica: no hay ruptura, sino desarrollo y trascendencia.
Ap 21,15-21 presenta la descripción de las dimensiones y fundamentos de la ciudad (Ex 40; 45,2; 48,20). La nueva Jerusalén es cuadrangular (21,16-17). Esas medidas destacan la grandeza de la ciudad. Los sueños rabínicos acerca de la Jerusalén recreada eran bastante grandes. Se decía que la nueva Jerusalén se extendería desde Damasco hasta el límite sur de Palestina, cubriendo toda la tierra santa. Se trata de una grandeza simbólica: En la nueva Jerusalén hay lugar para todos y se extenderá sobre los territorios de todos los pueblos . Los vv 18,21 a su vez, describen los materiales preciosos con los cuales la ciudad fue construida. La muralla es de jaspe y la propia ciudad es de oro puro semejante al vidrio puro, lo cual denota su pureza y la brillante radiación de su luz e indica que la ciudad está cubierta completamente de la luz de la gloria de Dios y la estructura de jaspe adornada con doce piedras preciosas (Is 54,11-12) .No podemos olvidar que en su contexto, las doce piedras preciosas que encontramos en Ap 21,18-21, en la descripción de la nueva Jerusalén, están en franco contraste con las joyas que adornan a la prostituta (17,4; 18,11-13.16). El hecho de que la estructura de la nueva Jerusalén presente los mismos materiales con que está adornada la prostituta, solidifica y fortalece la identificación hecha en 17,5.18 de la prostituta como Babilonia, la grande (17,5.18) y, la repetición de las piedras preciosas en 21,18-21 destaca el contraste entre las dos ciudades al describir las joyas de una y la arquitectura de la otra en términos similares. Se destaca también el hecho de que la ostentación de la prostituta contrasta con la pureza de la novia del Cordero (19,8). La ciudad de Dios del fin de los tiempos es diametralmente opuesta a la ciudad de lascivia que gobierna el mundo presente.
Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana
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