jueves, 10 de enero de 2008

La nueva vida en Cristo, Claudio Cruces

Ya en Romanos 5 Pablo habla de la libertad en Cristo concluyendo: cuando el pecado abundó, sobreabundó la Gracia (5.20). El apóstol sabía que aquí caminaba por el filo de la navaja; podía ser mal interpretado en cualquier momento, por eso el capítulo seis comienza aclarando una objeción que sabía que los fariseos le iban a refregar: ¿pecaremos por eso? ¡por supuesto que no! Una pregunta de la que ya se había ocupado con anterioridad: "¿por qué no decir... hagamos males para que vengan bienes? (3.8) La respuesta no se hace esperar. Pablo nos habla en el capítulo seis de porqué (6.1-14) somos libres del pecado y para qué (6.15-23).

Libres por el bautismo
La respuesta de Pablo a la pregunta ¿pecaremos para que la gracia abunde? es un no enfático y la razón de ese no se halla en el bautismo. Todo el que fue bautizado en Cristo participa de su muerte y de su vida. El bautismo nos incorpora en Cristo, en una nueva comunidad que se llama cuerpo de Cristo, quien es nuestra cabeza, y por ende, su muerte es nuestra muerte, y su resurrección es la nuestra. La simbología del bautismo no deja dudas: al sumergirnos, simbolizamos la muerte de Cristo y al levantarnos del agua su resurrección. Y por pertenecer a su cuerpo, somos participantes tanto de su muerte como de su resurrección. En este punto conviene rescatar lo que dice Nygren que si bien el bautismo es un símbolo, “no sólo tenemos que ver con símbolos sino con realidades. Lo que el bautismo simboliza realmente sucede y precisamente por medio de él” . El v. 5 se torna interesante cuando dice fuimos plantados juntamente con El. Ese plantados, que retoma en el capítulo 11.17 ss. Cuando habla de los gentiles “injertados” en el verdadero olivo. No porque seamos injertados, quiere decir que no tengamos raíces. Somos copartícipes del mismo olivo, y el olivo es Cristo. Pero en la práctica vemos que esa libertad del pecado de la que Pablo habla con tanta insistencia, parece disolverse en la realidad. No hay iglesia a la que el apóstol visitara, en la que el pecado no fuese una realidad activa. Tal vez la respuesta esté en que libertad de pecado, no sea sinónimo de perfeccionismo (o impecabilidad).
Estar libres del pecado y no pecar son efectos de cosas muy distintas entre sí. Si alguno pregunta a Pablo si el cristiano es “libre de pecado” respondería con un si incondicional. En cambio si le pregunta si el cristiano es “sin pecado” contestaría también incondicionalmente con un no.
¿Donde encontramos la respuesta a tal paradoja que nos plantea Nygren.?. Sin duda alguna en la definición de pecado. Si el pecado es un estado en el que el hombre nace, un estado antropológico (“en Adán), pues entonces el hombre está libre del pecado. Pero si vemos al pecado como lo presentan los pietistas como una realidad básicamente ético-moral, “que según su opinión el cristiano puede vencer en virtud de su nuevo estado espiritual” , debemos reconocer que estamos lejos de haberlo alcanzado.
Entendemos pues que Pablo, cuando habla de libertad del pecado no lo hace de una perspectiva moralista sino en un sentido antropológico. El pecado fue vencido por Cristo y nosotros somos partícipes de esta victoria porque nos ha sido imputada en el símbolo del bautismo. La libertad del pecado es así un hecho objetivo (“fuera mío”) del que gozamos por ser partícipes de una nueva realidad: el cuerpo de Cristo.
El versículo siete afirma que somos justificados del pecado porque hemos muerto, palabras que se explican más detalladamente en el cap. 7:1-6. Pero aquí lo liga al vers. 14 somos justificados...el pecado no se enseñorea de nosotros porque no estamos bajo la ley sino bajo la Gracia, lo que equivale a decir que nuestra justificación, el hecho de no estar bajo la esclavitud del pecado no depende de una cualidad moral que se halla en el cristiano, sino a que ahora, el cristiano vive bajo un nuevo sistema: el sistema de la gracia.
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