APUNTES ACERCA DE LA BIBLIA Y SU INTERPRETACIÓN (II)
Plutarco Bonilla
Lupa Protestante, 21 de abril de 2008
No es, pues, asunto de escuchar (y podemos añadir, contra lo que algunos andan diciendo por ahí, desde los púlpitos de nuestros templos: no es tampoco asunto de decir o «declarar»). Es asunto de hacer, de obedecer. Esta es la razón por la que en el lenguaje bíblico, muchísimas veces «escuchar» y «oír» significan «obedecer». Esto es claro cuando leemos palabras como estas en las Escrituras: «Compórtate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde...» (Éxodo 23.21, Reina-Valera 95; énfasis añadido, como también en la cita que sigue). Es obvio que la expresión «oye su voz» no alude meramente el acto de percibir una serie de sonidos que tienen significado. Es más que eso. Es mucho más que eso. Y esta es también la razón por la que los traductores de la DHH vertieron así esas palabras, cambiando el lenguaje figurado por su significado: «No te alejes de él; obedécelo y no le seas rebelde». En el Antiguo Testamento pueden encontrarse muchísimos casos de este uso del verbo «oír» (o del verbo «escuchar»).
En el Nuevo Testamento encontramos esta misma equivalencia (oír [escuchar]=obedecer), aunque a veces se expresa en un lenguaje algo diferente: la verdad no es algo abstracto, etéreo, una simple y adecuada correlación entre algo y la idea que nosotros nos formamos de ese algo. Así, en términos simplificados, pensaban los griegos. (Así piensan todavía muchos cristianos). Jesús fue lo suficientemente arrojado para romper esta comprensión limitada de la verdad, y fue por ello por lo que se atrevió a decir a sus discípulos: «Yo soy... la verdad» (Juan 14.6). Ese incansable buscador de la verdad que se llamó Sócrates —de quien me gusta decir que es mi «santo patrón»—, jamás habría osado decir de sí mismo eso que dijo Jesús. Este —Jesús— no es un conjunto de afirmaciones teóricas —o de formulaciones dogmáticas— que se ajusten a ninguna mente.
Él es, como lo señaló Juan A. Mackay, «el Universal concreto». De ahí que cuando Pilato le preguntó a Jesús: «¿Y qué es la verdad?», no hubo respuesta (Juan 18.38). Pilato y Jesús estaban hablando en dos lenguajes diferentes, aunque sin duda estaban usando el mismo idioma. Para Juan el Presbítero, la verdad es algo, en primer lugar, para ser hecho, para llevar a la práctica: «Si decimos que estamos unidos a él, y al mismo tiempo vivimos en la obscuridad, mentimos y no practicamos la verdad» (1 Juan 1.6); en segundo lugar, la verdad es algo para caminarlo, la verdad es para andar en ella: «Me he alegrado mucho de encontrar a algunos de los tuyos viviendo conforme a la verdad» (2 Juan 4) y «No hay para mí mayor alegría que saber que mis hijos viven de acuerdo con la verdad» (3 Juan 4). Lo que aquí se ha traducido por el verbo «vivir» se dice en el texto griego con el verbo «andar». Valga la pena señalar, a modo de paréntesis, que en el texto bíblico verbos comunes que expresan actividades cotidianas o percepciones sensibles se usan metafóricamente para referirse a otras realidades, en particular a las relaciones con Dios.
Así, el verbo «ver» va a convertirse en metáfora de «creer»; y «caminar» o «andar», además del uso ya mencionado, tendrá que ver con la conducta de los seres humanos o con diversas perspectivas de la relación con Dios («ante» quien, «con» quien o «en pos de» quien las personas pueden andar). También en nuestro propio idioma echamos mano de esta metáfora. Cuando, al hablar de tercera persona, un vecino le dice a otro: «Ese muchacho no anda bien», no le está diciendo que el referido muchacho tenga dificultades motoras para usar sus piernas, sino que no se está comportando como debería.
** La comprensión de la verdad como fidelidad significa que nuestro primer compromiso salvífico no es con una idea, con una teología particular o con un determinado grupo de personas, sino con una persona singular, la Única persona, Jesús, el Resucitado.
**La comprensión de la verdad como algo que tenemos que estar haciendo acentúa nuestra responsabilidad ante Dios, ante la comunidad cristiana y ante nuestro prójimo.
**La comprensión de la verdad como camino que hay que andar nos dice que la verdad está relacionada con toda nuestra vida, con nuestro comportamiento, con nuestra conducta.
Ningún aspecto de nuestra vida ni de nuestro ser queda fuera de los dominios de la verdad así concebida. Ya lo dijo el poeta Machado: “Caminante no hay camino,/ se hace camino al andar”. Es esta una forma poética de expresar una verdad que se impone en la vida humana en general. Cada ser humano, cada persona, cada mujer y cada hombre tienen la responsabilidad de construir su propia vida.
Resulta interesante comparar las dos versiones de la parábola a la que antes hicimos referencia: la del constructor prudente y el constructor insensato. En la versión mateana, el énfasis se pone en los cimientos: «Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía su base sobre la roca». En la redacción lucana, por otra parte, el énfasis recae en la construcción misma: «Cuando creció el río, el agua dio con fuerza contra la casa, pero ni moverla pudo, porque estaba bien construida».13 Ciertamente, Lucas también dice explícitamente que el constructor, a quien no aplica ningún calificativo (como sí hace Mateo), «cavó primero muy hondo, y puso la base sobre la roca» (versículo 48a). Pero esa persona, que, en efecto, era sabia y prudente, también realizó una buena labor cuando tuvo que construir sobre la roca. Este es un hermoso cuadro de lo que es la vida. Es absolutamente indispensable que construyamos sobre la roca.
Quien en mi opinión fue el más distinguido orador sagrado que dio América Latina en la segunda parte del siglo pasado, el Dr. Cecilio Arrastía, le hizo un significativo cambio, de sentido teológico, a los dos versos del gran Machado, y los reescribió así: “Caminante, sí hay camino,/ lo hizo Jesús al andar” Pero este es un aspecto del cuadro total. Otro aspecto es el que presenta el detalle que hemos comentado de la parábola de Lucas. El autor de la Primera epístola de Pedro lo pone desde otra perspectiva al decir, cuando habla del sufrimiento, lo siguiente: «Pues para esto los llamó Dios, ya que Cristo sufrió por ustedes, dándoles un ejemplo para que sigan sus pasos» (2.21). Cristo sufrió; Jesús, permítaseme la metáfora, cutacha en mano rompió la selva para abrir camino. Dios nos amó primero. Tomó la iniciativa. Por esta razón, precisamente, tenemos que caminar por el camino que él, el Camino, abrió y por el cual él caminó. Tenemos que construir sobre la roca. «Nosotros amamos porque él nos amó primero» (1 Juan 4.19; cf. v. 10).
Ese es el orden; pero es orden.
Abrimos nuestras Biblias no con el mero propósito de saturar nuestros cerebros con «información bíblica», movidos por la curiosidad o por el deseo de mostrar a otros cuánto sabemos de este reverenciado libro. Todo lo opuesto: vamos a la Biblia para aprender cómo vivir, cómo comportarnos, cómo hacer y cómo caminar como discípulos del Maestro. Porque él es la única Verdad. Él es el único Camino. Él es la única Roca. Y si me permiten jugar un poco con las palabras del bien conocido texto bíblico, añadiría: porque él, Jesús, es el verdadero camino a la vida. O el camino a la verdadera vida. Nuestra primera conclusión es, pues, que la meta final de la interpretación bíblica es la obediencia. O, en otras palabras, no estudiamos primariamente la Escritura para descubrir cómo ser felices sino para aprender cómo ser fieles. La felicidad está subordinada a la fidelidad. Es el sentido escondido tras afirmaciones sorprendentes como la de Filipenses 1.29, que está muy lejos de representar un sentimiento masoquista.
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LECTURAS BÍBLICAS 2010 (23) JUAN 9
Biblia en Lenguaje Actual
13-14 Cuando Jesús hizo lodo y sanó al ciego era día de descanso obligatorio. Por eso, algunos llevaron ante los fariseos al joven que había sido sanado.15 Los fariseos le preguntaron: ―¿Cómo es que ya puedes ver?
El joven les respondió: ―Jesús me puso lodo en los ojos, y ahora puedo ver. 16 Algunos fariseos dijeron: "A ese hombre no lo ha enviado Dios, pues desobedece la ley que prohíbe trabajar en sábado". Pero otros decían: "¿Cómo puede un pecador hacer milagros como este?" Y no se ponían de acuerdo.
17 Entonces le preguntaron al que había sido ciego: ―Ya que ese hombre te dio la vista, ¿qué opinas de él? ―Yo creo que es un profeta ―les contestó―.
18 Pero los jefes judíos no creían que ese joven hubiera sido ciego y que ahora pudiera ver. Entonces llamaron a los padres del joven19 y les preguntaron: ―¿Es este su hijo? ¿Es cierto que nació ciego? ¿Cómo es que ahora puede ver? 20 Los padres respondieron: ―De que este es nuestro hijo, y de que nació ciego, no tenemos ninguna duda.21 Pero no sabemos cómo es que ya puede ver, ni quién lo sanó. Pregúntenselo a él, pues ya es mayor de edad y puede contestar por sí mismo.
22-23 Los padres dijeron esto porque tenían miedo de los jefes judíos, ya que ellos se habían puesto de acuerdo para expulsar de la sinagoga a todo el que creyera y dijera que Jesús era el Mesías.
24 Los jefes judíos volvieron a llamar al que había sido ciego, y le dijeron: ―Júranos por Dios que nos vas a decir la verdad. Nosotros sabemos que el hombre que te sanó es un pecador.
25 Él les contestó: ―Yo no sé si es pecador. ¡Lo que sí sé es que antes yo era ciego, y ahora veo!
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EL PROGRESO DEL PEREGRINO, DE JOHN BUNYAN
CAPITULO IV
Después de algún tiempo Cristiano llegó a la puerta, sobre la cual estaba escrito: "Llamad y se os abrirá". Llamó, pues, varias veces diciendo: —¿Se me permitirá entrar? ¡Abrid a un miserable pecador, aunque he sido un rebelde y soy indigno! ¡Abrid y no dejaré de cantar sus eternas alabanzas en las alturas! AI fin vino a la puerta una persona seria, llamada Buena Voluntad, le preguntó: —¿Quién está allí? ¿de dónde viene? ¿qué quiere?
CRIS. — Soy un pecador abrumado. Vengo de la Ciudad de Destrucción, mas voy al monte de Sión para ser librado de la ira venidera; y teniendo noticia de que el camino pasa por esta puerta, quisiera saber si me permitirán entrar.
BUENA VOLUNTAD. — Con mucho gusto. Diciendo esto, le abrió la puerta y cuando Cristiano estaba entrando Buena Voluntad le dio un tirón hacia sí. Entonces preguntó Cristiano: — ¿Qué significa esto? El otro le contestó: —A poca distancia de esa puerta hay un castillo fuerte del cual Belcebú es el capitán: él y los suyos tiran de flechazos a los que llegan a esta puerta, para ver si por casualidad pueden matarlos antes de que estén dentro.
Entonces dijo Cristiano: —Me alegro y tiemblo a la vez. Tan luego que estuvo dentro, el hombre le preguntó quién lo había dirigido allí.
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