sábado, 12 de marzo de 2011

Instalación pastoral, 6 de marzo de 2011

PALABRAS PARA UNA INSTALACIÓN PASTORAL
Leopoldo Cervantes-Ortiz

Hace exactamente 21 años fui instalado por primera vez en una iglesia. Ésta es la segunda ocasión en que recibo una bendición semejante, sólo que, más allá de cualquier nostalgia y sentimiento, es preciso reconocer que, en medio de las luchas eclesiásticas donde, en ocasiones, ha privado más la incomprensión, la continuidad producida por la reflexión teológica constante ha sido el baluarte en muchos de estos años, siete para ser exactos, en los que la tarea pastoral tuvo que ser postergada involuntariamente. Ahora, a partir de julio de 2007, en que esta comunidad tuvo a bien recoger mis pedazos para caminar juntos en nuevas jornadas de peregrinaje espiritual, levanto la mirada, como Dios siempre espera que lo hagamos, únicamente hacia el futuro, ese tiempo desconocido que comienza cada mañana…
La supuesta oposición entre pastoral y teología, tan lastimosamente tomada como bandera por algunos sectores de nuestra iglesia, no debería ser vista como un dilema sino, en la línea de nuestros maestros y antecesores, en especial, Calvino y Karl Barth, como una necesaria interacción crítica, cotidiana, al servicio del crecimiento y la edificación de la Iglesia en todos los órdenes. Sin la teología, la pastoral corre el riesgo de extraviarse por rumbos inciertos, y sin ésta, la teología puede volverse sólo una teoría exquisita y elitista para el degustamiento hedonista de unos pocos.
En estos momentos, la única palabra que acude a mi mente es gracias: a Dios, en primer lugar, porque en los pliegues insondables de su gracia siempre tiene escondidas muchas sorpresas para sus hijos e hijas; a Rocío, Helena y Leopoldo, por su constante estímulo y desafío para seguir ejerciendo una labor teológica y pastoral más auténtica y liberadora, sin dobleces ni una falsa conciencia; y, por supuesto, a la propia iglesia Ammi-Shadday, por su infinita paciencia ante los diversos planteamientos bíblico-teológicos expuestos y que, inevitablemente, al menos para mí, ya no pueden ni deben pasar por el lugar común ni por la superficialidad, aunque con ellos se pongan en entredicho nuestras verdades no escritas y universalmente aceptadas. Por otra parte, mal haría en no recordar, también, los lejanos años en que mi madre marcó, con su mirada visionaria, un futuro pastoral no tan remoto, pero eso sí, plagado de dudas e incertidumbres ante el perfil con que se asumiría esa tarea. Ella contribuyó decididamente a darle un rumbo más concreto.
Los colegas y amigos cercanos, algunos de ellos discípulos/as dentro y fuera de las aulas, a quienes se han agregado nuevos rostros, con una fidelidad digna de reconocimiento fraterno, han acompañado estos años, especialmente desde 1999, cuando comenzamos soñamos a soñar con mayor firmeza en una iglesia nueva, como parte de una veta de productividad, diálogo e intercambio  que no imaginábamos en otras épocas, sobre todo porque aún no habíamos tenido el valor de invadir los diversos espacios a los que Dios nos estaba empujando y en donde, sin duda, nos esperaba para darnos a conocer otras miradas, otras rutas y esperanzas… Allí hemos encontrado compañerismo y nuevos retos en las diversas trincheras.
Por todo ello, esta nueva etapa de compromiso pastoral representa asumir la labor de animación, coordinación y participación comunitaria como una de esas trincheras en las que Dios nos coloca al lado de otros actores en la común búsqueda de su voluntad y de una práctica cristiana que refleje efectivamente el grado variable de avance en la comprensión de las exigencias de ser portadores de una eficaz manera de vivir, experimentar y promover el Reino de Dios, meta suprema de los individuos y las colectividades que dicen seguir a Jesús de Nazaret. Los planes, proyectos y programas que se fijen como eje fundamental esta misión tendrán que estar acordes con los valores y los principios éticos emanados de una sólida comprensión de la lectura reformada de las Escrituras y de su visión de las necesidades espirituales y humanas de nuestros días, en diálogo crítico y fecundo.
Sólo me resta retomar como consigna para este periodo que hoy inicia, las palabras de alguien que practicó una pastoral sin fingimientos ni intereses mezquinos: “Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. […] Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos” (I Corintios 9.19, 22).

Soli Deo gloriam.

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