LA
RENUNCIA-ABDICACIÓN DE RATZINGER
ALC Noticias, 14 de febrero de 2013
Por más que se quiera hacer creer en los
círculos vaticanos oficiales que la renuncia del teólogo Joseph Ratzinger al
obispado de Roma unos cuantos días antes del inicio de la Cuaresma es un asunto
normal y que estaba previsto en la normatividad de esa ciudad-Estado, la
primera impresión que queda es la de que se trata de una decisión inevitable
ante el cúmulo de situaciones incómodas que experimentaba el todavía jerarca
máximo de la Iglesia Católico-Romana. Desde América Latina y, particularmente
en México, supuesta reserva de la fe esta orientación a nivel mundial (42% de
la feligresía católica total, aunque en Centroamérica y Brasil la disminución
de fieles es alarmante, y en México avanza poco a poco, 4 por ciento menos en
10 años), se percibe que la supuesta “valentía” (como se expresó ya el cardenal
Norberto Rivera, arzobispo primado del país azteca) de la determinación de
Ratzinger esconde más bien otras motivaciones ligadas a los recientes
escándalos y, sobre todo, a la casi inmanejable crisis ocasionada por los casos
de pederastia en diversos países y, particularmente, la impunidad con que la
Iglesia manejó el asunto del sacerdote mexicano Marcial Maciel, fundador de la
orden de los Legionarios de Cristo.
Las palabras de Rivera son curiosas y hasta cándidas: “Estoy seguro [de]
que fue una decisión largamente reflexionada y puesta en la presencia de Dios.
Desde luego que hay desconcierto y tristeza por esta noticia, pero también hay
esperanza, pues no debemos olvidar que la Iglesia está en manos de Dios hasta
el fin del mundo”. A la pregunta sobre qué caracterizó este pontificado,
respondió: “El Papa nos ha hecho retomar con firmeza la fe y las verdades en
las que siempre ha creído la Iglesia, frente a un mundo que lo relativiza
todo”. Es justamente esta lucha contra el “relativismo” lo que muchos le han
reprochado, al pertrechar a la Iglesia en una especie de fortaleza medieval.
A la inicial perplejidad por el anuncio que tomó desprevenidos incluso a altos funcionarios vaticanos como Federico Lombardi, vocero oficial, nada menos, le ha seguido paulatinamente un aluvión de análisis y opiniones que no terminará ni siquiera el 28 de febrero próximo cuando comience el cónclave para elegir al sucesor de Ratzinger pues se trata de una situación que no se vivía desde las épocas medievales. Obviamente, existen otras visiones, como las de Juan José Tamayo, Ernesto Cardenal y Leonardo Boff, quienes se han pronunciado inmediatamente: el primero, teólogo sancionado en años anteriores, se expresó con dureza: “Este Papa ha sido el gran Inquisidor de la fe cristiana, no ha sido abierto y tolerante, como un teólogo de formación debería haber sido. […] El Papa no ha sabido dar respuesta a los más de 1 200 millones de católicos que hay en el planeta y que buscaban respuesta a cuestiones como la libertad de expresión y cátedra y ha limitado el pensamiento crítico de la iglesia”.
A la inicial perplejidad por el anuncio que tomó desprevenidos incluso a altos funcionarios vaticanos como Federico Lombardi, vocero oficial, nada menos, le ha seguido paulatinamente un aluvión de análisis y opiniones que no terminará ni siquiera el 28 de febrero próximo cuando comience el cónclave para elegir al sucesor de Ratzinger pues se trata de una situación que no se vivía desde las épocas medievales. Obviamente, existen otras visiones, como las de Juan José Tamayo, Ernesto Cardenal y Leonardo Boff, quienes se han pronunciado inmediatamente: el primero, teólogo sancionado en años anteriores, se expresó con dureza: “Este Papa ha sido el gran Inquisidor de la fe cristiana, no ha sido abierto y tolerante, como un teólogo de formación debería haber sido. […] El Papa no ha sabido dar respuesta a los más de 1 200 millones de católicos que hay en el planeta y que buscaban respuesta a cuestiones como la libertad de expresión y cátedra y ha limitado el pensamiento crítico de la iglesia”.
Cardenal, también disciplinado por el Vaticano, sin ofrecer más
explicaciones manifestó su alegría por la renuncia. Boff,
otra víctima de Ratzinger, señaló: “Esperamos que otro Papa cree una atmósfera
más abierta, que los cristianos puedan dialogar con la cultura moderna sin
tantas sospechas y críticas. […] …carga un fardo negativo muy grande en la
historia de la teología cristiana. Entrará en la historia como un Papa enemigo
de la inteligencia de los pobres y de sus aliados”. En la misma nota se
consigna que “la comunidad jesuita de El Salvador, adscrita desde hace décadas
a la teología de la liberación, elogió la renuncia del Papa como un ‘acto de
responsabilidad’, aunque le reprochó el no haber impulsado durante su
pontificado la beatificación del arzobispo salvadoreño Óscar Romero,
emblemático defensor de los pobres y oprimidos”.
Se dirá que una visión protestante no puede más que ser dura, escéptica
y razonablemente crítica, pero también hay que recordar los señalamientos, que
ahora se recuerdan, en el sentido de que la institución católica requiere, más
que un profesor-teólogo como Ratzinger, alguien con la personalidad y el
arrastre de Karol Wojtyla, con tendencias más pastorales, pero
irremediablemente mediáticas, sobre todo ante el gran declive que se aprecia en
vastas zonas de esa confesión cristiana. Varios analistas, como Bernardo
Barranco, observaron en diversos medios que la presencia de dos papas no manda
una buena señal al catolicismo mundial, pues deja la sensación de debilidad,
aunque forme parte de una estrategia para influir en la marcha de la Iglesia en
los próximos años: “No hay sorpresa absoluta en el anuncio de su renuncia. El
Papa ya lo había advertido en la entrevista Luz del mundo al periodista
Peter Seewald, en 2010. […] Ahora Benedicto XVI, con su renuncia súbita, abre
para un proceso inesperado un periodo de discernimiento sobre los grandes
proyectos para una Iglesia sacudida y vulnerable. Oportunidad para que se
asuman las grandes directrices del Concilio Vaticano II, en la letra como en el
espíritu, de apertura a los nuevos desafíos. Hay una oportunidad de un nuevo aggiornamento,
a condición de que los cardenales sean más sensibles y humildes ante los
requerimientos de lograr una nueva síntesis cultural del catolicismo con las
exigencias de las sociedades contemporáneas. ¿Habrá este salto? Lo dudamos”.
Otros, mediante malabarismos verbales, han hablado incluso de humildad
ante semejante decisión, pero, con todo, la atmósfera de incertidumbre es
intensa y difícilmente controlable para la feligresía. Los más osados y
pertrechados en las posturas tradicionales, para acallar las siempre recordadas
profecías de San Malaquías o las que hablan de “el papa negro” con sabor
apocalíptico, han llegado a decir que no existe ninguna crisis al interior del
Vaticano y que, definitivamente, como dijo el franciscano Fergus Clarke,
custodio titular del Santo Sepulcro: “¿Crisis? ¿Qué crisis? Hay unos
procedimientos establecidos. Y quien nos guía es el Espíritu Santo. Dios ya
sabe quién será el próximo Papa” […] Ahora habrá un periodo de transición y
Benedicto XVI será recordado como un gran pastor y un excelente teólogo”. Eso
se llama cerrar los ojos a la realidad…
Sea como fuere, y tal como lo indican comentarios más fuertes, como los
de Miguel Mora y Juan G. Bedoya en El País, Ratzinger tuvo que ceder
ante las enormes presiones que lo rodeaban. Escribe Mora: “El ortodoxo cardenal
alemán de alma tridentina ha sido durante su mandato un Papa solo, intelectual,
débil y arrepentido por los pecados, la suciedad y los delitos —él empleó estas
dos palabras por primera vez— de la Iglesia, y rodeado de lobos ávidos de
riqueza, poder e inmunidad. La Curia forjada en tiempos de Wojtyla era una
reunión atrabiliaria de lo peor de cada diócesis, desde evasores fiscales hasta
abogados de pederastas, pasando por contrarrevolucionarios latinoamericanos y
por integristas de la peor especie. Esa Curia digna de El Padrino III siempre
vio con malos ojos los intentos de Ratzinger de hacer una limpieza a fondo,
mientras los movimientos más pujantes y rentables, como los Legionarios, el
Opus Dei y Comunión y Liberación, torpedeaban a conciencia cualquier atisbo de
regeneración”.
Bedoya, por su parte: “El todavía papa Ratzinger lleva años enfermo y
débil, pero no dimite por ninguna de esas dos razones. Lo hace porque las
circunstancias le hacen sentirse incapaz de cumplir con su oficio. Se va
derrotado por el cargo. ‘Apacible pastor rodeado de lobos’, según expresión del
periódico de la Santa Sede, L'Osservatore Romano, y, al frente de una
organización ‘devastada por jabalíes’ (en sus propias palabras), su gestión es
un rosario de decepciones”. Y agrega acerca de un episodio muy reciente: “El
último incidente es de la semana pasada, cuando el arzobispo Vincenzo Paglia,
presidente del Pontificio Consejo de la Familia, defendió la familia
tradicional, reconociendo, sin embargo, derechos para las parejas de facto,
homosexuales o no. Al día siguiente fue obligado a rectificar, pese a creerse
que lo dicho antes contaba con la idea papal de dejar que el poder civil
arregle los problemas de derechos humanos que no puede resolver la doctrina
católica”. Una visión más actual, pero imposible de aceptar para los círculos
vaticanos más cerrados.
El propio Ratzinger se refirió a esas situaciones en su reaparición
litúrgica: “Durante la misa de miércoles de ceniza Benedicto XVI ha denunciado
que ‘el rostro de la Iglesia aparece en
ocasiones desfigurado por los pecados’ contra su unidad y por las divisiones en
el clero. El Papa ha aprovechado la homilía sobre la cuaresma para llamar a la
unidad de la Iglesia y denunciar los ‘golpes’ contra la misma. También ha
emplazado a los fieles a superar ‘individualismos y rivalidades’”.
Habrá que celebrar la recuperación de un teólogo de
altura, quien incluso ejerciendo el “ministerio petrino” no dejó de escribir,
así fueran obras de divulgación masiva, como lo es su magnífica trilogía sobre
Jesús. Y es que, ciertamente, Roma pierde un obispo cansado de las intrigas y
las traiciones, pero le devuelve a la cristiandad mundial a un pensador que aún
tiene mucho que aportar. Y seguramente lo hará, y la prueba de que es así es lo
que ha hecho Sígueme, uno de sus editores en español: ante la coyuntura creada
por su dimisión, ha renovado la publicidad de algunos de sus mejores libros (Introducción al cristianismo, El Dios de los
cristianos. Meditaciones, Fe, verdad y tolerancia. El cristianismo y las
religiones del mundo, Un canto nuevo para el Señor. La fe en Jesucristo y la
liturgia hoy, La fraternidad de los cristianos, además de Ratzinger y JUan Pablo II. La Iglesia entre dos milenios, de
Olegario González de Cardedal).
Finalmente, Ratzinger tampoco presenciará desde la
cúpula del Vaticano las celebraciones por el próximo 500º aniversario de la
Reforma de Martín Lutero (en 2017), un acontecimiento que su colaborador
cercano, el cardenal suizo Kurt Koch, presidente del Consejo Pontificio para la
Unidad de los Cristianos, calificó como “una anomalía”. (LC-O)
VIDA
EN COMUNIDAD
Dietrich
Bonhoeffer
Todo lo contrario sucede cuando estamos convencidos de
que Dios mismo ha puesto el fundamento único sobre el que edificar nuestra
comunidad y que, antes de cualquier iniciativa por nuestra parte, nos ha unido
en un solo cuerpo por Jesucristo; pues entonces no entramos en la vida en común
con exigencias, sino agradecidos de corazón y aceptando recibir. Damos gracias
a Dios por lo que él ha obrado en nosotros. Le agradecemos que nos haya dado
hermanos que viven, ellos también, bajo su llamada, bajo su perdón, bajo su
promesa. No nos quejamos por lo que no nos da, sino que le damos gracias por lo
que nos concede cada día. Nos da hermanos llamados a compartir nuestra vida
pecadora bajo la bendición de su gracia. ¿No es suficiente? ¿No nos concede
cada día, incluso en los más difíciles y amenazadores, esta presencia
incomparable? Cuando la vida en comunidad está gravemente amenazada por el
pecado y la incomprensión, el hermano, aunque pecador, sigue siendo mi hermano.
Estoy con él bajo la palabra de Cristo, y su pecado puede ser para mí una nueva
ocasión de dar gracias a Dios por permitirnos vivir bajo su gracia. La hora de
la gran decepción por causa de los hermanos puede ser para todos nosotros una
hora verdaderamente saludable, pues nos hace comprender que no podemos vivir de
nuestras propias palabras y de nuestras obras, sino únicamente de la palabra y
de la obra que realmente nos une a unos con otros, esto es, el perdón de
nuestros pecados por Jesucristo. Por tanto, la verdadera comunidad cristiana
nace cuando, dejándonos de ensueños, nos abrimos a la realidad que nos ha sido
dada.
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