domingo, 31 de marzo de 2013

El Jesús resucitado rehabilita a Pedro, L. Cervantes-O.


31 de marzo, 2013

Por tercera vez le preguntó Jesús: —Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció al oír que le preguntaba por tercera vez si lo quería, y contestó: —Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero. Entonces Jesús le dijo: —Apacienta mis ovejas.
Juan 21.17

El Cuarto Evangelio concluye con uno de los momentos más significativos en la vida y ministerio de Pedro, compañero y colega del “discípulo amado”: su rehabilitación y reivindicación como discípulo, apóstol y pastor a quien el Jesús resucitado le encomienda “apacentar a sus ovejas” en el episodio que reproduce, a la inversa, el momento en que Pedro lo negó cuando fue secuestrado y apresado por sus enemigos. Con ello, Pedro recupera su lugar en la comunidad, recibe el aval de su señor y maestro para realizar su ministerio en la iglesia y es recibido por las comunidades juaninas como igual a su dirigente en un esfuerzo de unificación notable.
El encuentro con el Jesús resucitado tiene una introducción donde Pedro vuelve a su oficio de pescador y en medio del cual su señor no le recrimina que haya regresado al pasado laboral, y por el contrario, lo apoya, junto con sus compañeros, para tener una pesca magnífica. El hecho de que no le reproche ese retorno abre las puertas para el momento climático, de comunión, diálogo y tranquilidad, en el que directamente le encargará la labor pastoral, y no un cargo superior sobre los demás apóstoles o servidores.
Pedro asimilaría la lección, y al dolor inicial por la amarga negación de su maestro le seguirá una reconstrucción de su ministerio que aparece testificada en el libro de los Hechos, en donde adquiere cierta preeminencia en los primeros capítulos, hasta que es sustituido en la atención por su colega, el apóstol de los no judíos, San Pablo. Con él tendrá algunas desavenencias, mencionadas en la carta a los Gálatas, pero que Pedro menciona, pues más bien se refiere a él como compañero en el ministerio (II P 3.15-16). Y al hablar del propio Jesucristo como “pastor y obispo de vuestras almas” (I P 2.25) demostrará la manera en que comprendió el oficio que Jesús había depositado sobre él. Asimismo, desarrolla más el tema de la pastoral y se dirige a sus colegas con palabras muy claras: “Esto es lo que les pido a quienes los dirigen, yo, que comparto con ellos la tarea y soy testigo de la pasión de Cristo y partícipe de la gloria que está a punto de revelarse: apacienten el rebaño de Dios confiado a cargo de ustedes; cuídenlo, no a la fuerza o por una rastrera ganancia, sino gustosamente y con generosidad, como Dios quiere; no como dictadores sobre quienes estén a cargo de ustedes, sino como modelos del rebaño. Y el día en que se manifieste el Pastor supremo recibirán ustedes el premio imperecedero de la gloria.” (I P 5.1-4). Sobre el Señor como pastor lo califica como el superior de ellos, el “príncipe” (RVR), con lo que da a entender el lugar que para sí mismo se había reservado en esa dinámica.
La resurrección de Jesús le permitió a Pedro reencontrar el lugar para el cual había sido llamado y le ganó un puesto, al lado de los demás apóstoles que llevó adelante hasta ser martirizado por amor a su señor y maestro. Ciertamente, tuvo que ser evangelizado por María Magdalena y creer firmemente en que quien lo llamó había vuelto a vivir según su promesa. Como escribió Jürgen Moltmann: “Si las mujeres debieran permanecer en silencio, no tendríamos ningún testimonio de la resurrección de Cristo”.

María Magdalena evangeliza a Pedro, A.I. Martha Aguilar A.

31 de marzo de 2013

viernes, 29 de marzo de 2013

Al pie de la cruz: Dios se sacrificó por la humanidad sufriente, L. Cervantes-O.



Juan de las Ruelas, El Cristo del gran poder, s/f. Acervo Patrimonial de la SHCP
Exposición: Dolor y redención. Pintura y escultura, Museo de Arte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Públivo, Antiguo Palacio del Arzobispado, Moneda 4 , Centro Histórico, México, D.F.


29 de marzo, 2013

Para Alberto F. Roldán, con afecto y profunda empatía

Precisamente a eso han sido llamados: a seguir las huellas de Cristo, que padeciendo por ustedes, les dejó un modelo que imitar: Cristo, que ni cometió pecado ni se encontró mentira en sus labios. Cuando lo injuriaban, no respondía con injurias, sino que sufría sin amenazar y se ponía en manos de Dios, que juzga con justicia. Cargando sobre sí nuestros pecados, los llevó hasta el madero para que nosotros muramos al pecado y vivamos con toda rectitud. Han sido, pues, sanados a costa de sus heridas…
I Pedro 1.21-24

El anti-Evangelio: las palabras de sus enemigos y verdugos
El evangelista Lucas no se ahorra ni nos ahorra las palabras de los enemigos y verdugos de Jesús, por el contrario, las consigna y con ello es posible contrastar el vigor de la actuación de Jesús, la pasividad de sus seguidores (Pedro entre ellos, “Pero todos los que conocían a Jesús… se quedaron allí, mirándolo todo de lejos”, v. 49) y la fidelidad de las mujeres al pie de la cruz (“numerosas mujeres que lloraban y se lamentaban por él”, v. 27b; “y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea, se quedaron allí, mirándolo todo de lejos.”, v. 49). El pueblo, amorfo, acompañó todo como un testigo entre curioso, incrédulo y morboso (“Lo acompañaba mucha gente del pueblo”, v. 27a; “La gente estaba allí mirando”, v. 35a).
Desde el principio, los falsos acusadores sueltan su veneno: “Hemos comprobado que este anda alborotando a nuestra nación. Se opone a que se pague el tributo al emperador y, además, afirma que es el rey Mesías” (v. 1); “Con sus enseñanzas está alterando el orden público en toda Judea. Empezó en Galilea y ahora continúa aquí” (v. 5). Y aparece la multitud, enardecida y ciega, varias veces: “¡Quítanos de en medio a ese y suéltanos a Barrabás!”, “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!” (vv. 18b, 19b). Luego, las autoridades religiosas: “Puesto que ha salvado a otros, que se salve a sí mismo si de veras es el Mesías, el elegido de Dios” (v. 35b). Los soldados se unieron a este coro fatuo: “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo” (v. 37). Y uno de los criminales al lado suyo, hizo lo propio, insultándolo: “¿No eres tú el Mesías? ¡Pues sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!” (v. 38b). Todo ello agravaba la ignominia, la hacía más insoportable y el drama crecía inexorablemente.

Las palabras del otro compañero de Jesús en la cruz
Como contrapeso, el otro criminal colgado y crucificado increpa al tercero y le pregunta: “¿Es que no temes a Dios, tú que estás condenado al mismo castigo?”, para luego afirmarle: “Nosotros estamos pagando justamente los crímenes que hemos cometido, pero este no ha hecho nada malo”. Y finalmente, se dirige a Jesús en un clamor desesperado y urgente, toda una súplica de fe para salvación: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey”. (vv. 40b-42). J.L. Borges, atento lector del Evangelio, plasmó este momento en unos versos magníficos y propuso una sensible interpretación:

Lucas, XXIII
Gentil o hebreo o simplemente un hombre
cuya cara en el tiempo se ha perdido;
ya no rescataremos del olvido
las silenciosas letras de su nombre.

Supo de la clemencia lo que puede
saber un bandolero que Judea
clava a una cruz. Del tiempo que antecede
nada alcanzamos hoy. En su tarea

última de morir crucificado
oyó, entre los escarnios de la gente,
que el que estaba muriéndose a su lado
era Dios y le dijo ciegamente:

Acuérdate de mí cuando vinieres
a tu reino, y la voz inconcebible
que un día juzgará a todos los seres
le prometió desde la Cruz terrible

el Paraíso. Nada más dijeron
hasta que vino el fin, pero la historia
no dejará que muera la memoria
de aquella tarde en que los dos murieron.

Oh amigos, la inocencia de este amigo
de Jesucristo, ese candor que hizo
que pidiera y ganara el Paraíso
desde las ignominias del castigo,

era el que tantas veces al pecado
lo arrojó y al azar ensangrentado.[1]

Las palabras del Mesías y mártir liberador
Al ver a las mujeres que lo acompañaban en el viacrucis más cerca que nadie, Jesús se dirige a ellas para consolarlas y anunciar la actuación de Roma contra el pueblo, citando al profeta Oseas y sin dejar de referirse a sí mismo, en un lenguaje apocalíptico: “Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí; lloren, más bien, por ustedes mismas y por sus hijos. Porque vienen días en que se dirá: ‘¡Felices las estériles, los vientres que no concibieron y los pechos que no amamantaron!’. La gente comenzará entonces a decir a las montañas: ‘¡Caigan sobre nosotros!’; y a las colinas: ‘Sepúltennos!’. Porque si al árbol verde le hacen esto, ¿qué no le harán al seco?” (vv. 28-31). “Jesús emite una severa advertencia para que los habitantes de Jerusalén se arrepintieran de su rechazo a él, justo e inocente, el profeta de Dios. De no hacerlo, el castigo de Dios caería sobre ellos. Sin embargo, como muestra el modelo del profeta rechazado, el castigo no es la última palabra de Dios para su pueblo. En 23.34a, como en las predicaciones de Hechos, mostrará Lucas que Dios extiende de nuevo el ofrecimiento del perdón a quienes habían rechazado a Jesús”.[2]
En efecto, Jesús, ya crucificado, se dirige al Padre para pedir el perdón para quienes “no saben lo que hacen”, una oración congruente con sus enseñanzas (exclusiva de Lucas) pues, como sugiere en ese momento el Maestro, ¡Dios podrá perdonar incluso el crimen de su Hijo! Nada menos. “Esta oración de Jesús es parte esencial de la teología lucana del profeta rechazado y de un Jesús que enseña y pone en obra el amor a los enemigos (6.27-28; 17.4). […] Jesús, que había venido a llamar al arrepentimiento a los pecadores, continúa su ministerio hasta el final” (Idem). A continuación, al escuchar las palabras del malhechor arrepentido, Jesús emitirá un juicio definitivo para él: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso” (v. 43), con lo que garantiza su cercanía salvífica para aquel hombre que se ha convertido in extremis: “Es una absolución emitida por aquel que ha sido ‘establecido por Dios para ser juez de vivos y muertos’” (Idem). Escuchar esas palabras en la mismísima cruz es testimonio de una salvación rotunda y consecuente con el mensaje de Jesús.
Por último, Jesús exclama, repitiendo las palabras del salmo 31: “Padre, en tus manos encomiendo [pongo] mi espíritu” (v. 46b). Es la oración de un justo que sufre inocentemente y que se entrega totalmente a los designios de su Padre luego de beber, íntegro, el cáliz del sufrimiento, el dolor y el abandono. A diferencia de Marcos y Mateo, quienes consignan el grito d abandono del salmo 22, Lucas presenta una visión un tanto más serena, aunque sin disminuir la dimensión trágica del hecho en su contexto completo. Aun así, Jesús no muere como un filósofo que pide con estoicismo y serenidad el veneno que merece: su muerte es consecuencia de un complot humano contra la justicia de Dios ejecutado sádicamente por los poderes religiosos y m militares en contubernio. No es una muerte venial ni complaciente: es Dios mismo quien padece en la cruz y se sacrifica por la humanidad sufriente. La muerte paradójica del Hijo de Dios por manos humanas es el signo mayor de la salvación que pudo ofrecer el creado y sustentador del cosmos entero. Éstas son pues las únicas dos frases de Jesús en la cruz según este evangelio de Lucas.
Y entonces surge la palabra evangélica de un verdugo romano, que alaba a Dios y exclama, desde una fe inédita que da testimonio de la verdad: “¡Seguro que este hombre era inocente!” (v. 47b). ¿Acaso el afán propagandístico de Lucas lo lleva a congraciarse con el imperio como han sugerido algunos? ¿O más bien el impacto de la cruz golpea a este militar extranjero e indiferente que cumple su labor y lo convence de la verdad salvífica que estaba presenciando? ¿Es un no judío que se convence de la verdad redentora de la cruz en el momento supremo de la entrega del Hijo de Dios? ¿O todo al mismo tiempo? Testigo del poder extraordinario de la debilidad de un hombre inocente que muere para redimir a la humanidad, el soldado romano absuelve de golpe a Jesús y contradice a todos sus enemigos. Se pasa de su lado y confirma que la comprensión de la historia de la salvación no es sólo patrimonio de lo judíos sino que se abre a toda la humanidad receptiva y atenta. El oficial del ejército invasor percibe cómo “el poder y la misericordia de Dios, para beneficio de los seres humanos, acontecen en la muerte de un ser desprovisto de todo poder” (Ibid., p. 199). La inocencia de Jesús es afirmada, contradictoriamente, por un representante del imperio que lo ha asesinado cruelmente.

Las palabras del ya apóstol Pedro
Pedro aprendió la lección desde lejos y en silencio. En la pasividad de su lejanía en los momentos determinantes de la cruz, Pedro el discípulo caminaba lenta, muy lentamente, hacia su nuevo oficio, el de apóstol, con el que más tarde predicaría autorizadamente en la misma ciudad de Jerusalén con palabras que quizá nunca imaginó, pero que hablarían de la fe que recompuso su vocación, pues parece que se trata de otra persona. En Hch 2.14-36 predicaría el “sermón pentecostal” que sigue toda la línea de Lc 23. Primero citará la profecía de Joel sobre la venida del Espíritu, luego expondrá la persona de Jesús nazareno y resumirá inicialmente el mensaje: “...el hombre a quien Dios avaló ante ustedes con los milagros, prodigios y señales que, como bien saben, Dios realizó entre ustedes a través de Jesús. Dios lo entregó conforme a un plan proyectado y conocido de antemano, y ustedes, valiéndose de no creyentes, lo clavaron en una cruz y lo mataron. Pero Dios lo ha resucitado, librándolo de las garras de la muerte” (vv. 22-24). Lo conecta con la genealogía de David ligándolo con el tema de la ascensión y vuelve a la carga: “Pues bien, a este, que es Jesús, Dios lo ha resucitado, y todos nosotros somos testigos de ello. El poder de Dios lo ha exaltado y él, habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, lo ha repartido en abundancia, como ustedes están viendo y oyendo. […] Por consiguiente, sepa con seguridad todo Israel que Dios ha constituido Señor y Mesías a este mismo Jesús a quien ustedes han crucificado.” (vv. 32-33, 36). ¡Ya es un apóstol de Jesucristo consumado! ¡Y moriría casi como su Señor, en una cruz invertida! El proceso se cumpliría completamente y el anuncio de la vida, muerte y resurrección de Jesús cobraría toda su vigencia en las palabras de su epístola, donde remite al ejemplo portentoso del Señor, quien sin abrir la boca para injuriar a sus enemigos, se entregó por cada uno de nosotros en un día como el que recordamos hoy: Jesús “sufría sin amenazar y se ponía en manos de Dios, que juzga con justicia. Cargando sobre sí nuestros pecados, los llevó hasta el madero para que nosotros muramos al pecado y vivamos con toda rectitud. Han sido, pues, sanados a costa de sus heridas…”. Amén y amén.
Concluyo con el poema de mi amigo Alberto F. Roldán, escritas este viernes santo en la madrugada, en la ciudad de Buenos Aires, y que me envió amablemente hace unas cuantas horas:

¿Por qué murió Jesús?
La pregunta taladra mi mente,
agudiza mi ingenio,
estremece mi sentimiento.
El dolor del pálido Nazareno
rechazado por su pueblo,
negado por Pedro,
traicionado por Judas.
Pende su cuerpo sobre el madero romano,
es azotado y escupido.
No ofrece resistencia.
¿Por qué murió Jesús?
La pregunta sigue
martillando mi cabeza.
El establishment religioso
le tiende una trampa,
pronuncia la blasfemia intolerable:
es un mero hombre y se proclama Dios.
Los romanos lo consideraron subversivo:
¡el Imperio no tolera otro César!
¿Por qué murió Jesús?
La respuesta de San Pablo
surge desde la penumbra:
“Cristo murió por mí”.
Acaso allí esté la clave del enigma
que exige mi fe y mi entrega
más allá de las dudas
que seguirán carcomiendo mi conciencia.[3]

Ramos Mejía, Viernes de pasión, 29 de marzo de 2013. 4.20 hrs.




[1] J.L. Borges, “Lucas, XXIII”, en El hacedor (1960), Obra póética 1923-1977. 6ª ed. Madrid-Buenos Aires, Alianza Editorial-Losada, 1990, pp. 157-158.
[2] Robert J. Karris, “Evangelio de Lucas”, en E. Brown, J.A. Fitzmyer y R.E. Murphy, eds., Nuevo comentario bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento y artículos temáticos. Estella, Navarra, 2004, pp. 197-198.
[3] A.F. Roldán, “¿Por qué murió Jesús?”, en el blog Teología, política y sociedad, http://teologiapoliticaysociedad.blogspot.mx/2013/03/por-que-murio-jesus.html?spref=fb.

jueves, 28 de marzo de 2013

Seguimiento y comunión ante el desafío de la fidelidad, L. Cervantes-O.


28 de marzo, 2013

Entre tanto, Pedro estaba abajo, en el patio de la casa. Llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose junto al fuego, lo miró atentamente y dijo: —Oye, tú también estabas con Jesús, el de Nazaret. Pedro lo negó, diciendo: —Ni sé quién es ese ni de qué estás hablando. Y salió al vestíbulo. Entonces cantó un gallo. La criada lo volvió a ver y dijo de nuevo a los que estaban allí: —Este es uno de ellos. Pedro lo negó otra vez. Poco después, algunos de los presentes insistieron dirigiéndose a Pedro: —No cabe duda de que tú eres de los suyos, pues eres galileo. Entonces él comenzó a jurar y perjurar: —¡No sé quién es ese hombre del que ustedes hablan!
Marcos 14.66-71

La noche previa al martirio de Jesús, la experiencia espiritual de Pedro, el discípulo, atravesó por uno de los momentos cruciales, pues ante la exigencia de dar testimonio de los avances de su seguimiento, retrocedió hasta el punto de desconocer todo lo que había vivido y aprendido. La reconstrucción de los sucesos para armar un panorama completo requiere consultar varios de los evangelios. Ante el arresto de Jesús, el Cuarto Evangelio (Jn 18.10-11) es el único en identificarlo como quien reaccionó violentamente y trató de influir, una vez más, en el destino de su maestro. La reprensión de éste fue en el mismo sentido que la de Mateo 16.23 cuando lo acusó de tratar de impedir los propósitos divinos: “Envaina la espada. ¿Es que no he de beber esta copa de amargura que el Padre me ha destinado?” (Jn 18.11b). En esta ocasión, es muy claro que la violencia que utiliza no coincide, primero con lo que había aprendido, y segundo, responde más bien a la violencia de los soldados que llegan por Jesús y no a las enseñanzas que había recibido en relación con la forma en que se introduciría el Reino de Dios al mundo. Mateo agrega que Jesús tiene que conminarlo a abandonar la violencia física: “¿Acaso piensas que no puedo pedir ayuda a mi Padre, y que él me enviaría ahora mismo más de doce legiones de ángeles? Pero en ese caso, ¿cómo se cumplirían las Escrituras según las cuales las cosas tienen que suceder así?” (Mt 26.53-54). No había bastado la enseñanza del gran discurso del cap. 17 y la ceremonia eucarística para fortalecer su fe y ponerla a la altura de las circunstancias. “Juan ha demostrado ya el poder de Jesús para cambiar el curso de los acontecimientos; ahora Jesús ordena a Pedro deponer la espada y alude a la necesidad de beber del “cáliz” que el Padre le ha destinado”.[1] Pero esta falta de comprensión de los designios de Dios no será nada al lado de su negación explícita que viene después.
En el momento de la dispersión de los seguidores/as de Jesús (Mr 14.50 es lapidario: “Y todos los discípulos lo abandonaron y huyeron”), cuando es él quien va al encuentro de sus perseguidores, tomando el control de la situación, las cosas cambiaban diametralmente, pues ya no habría un líder visible que pudiera poner orden y dictar el rumbo del grupo. Antes de ser aprehendido Jesús responde con el mesiánico “Yo soy”, con lo que los soldados caen al suelo (Jn 18.6). Luego intercede por ellos y pide que los dejen ir para cumplir la profecía de que a todos los había cuidado. Pedro asume una postura completamente distinta ante el riesgo en que ponía su propia vida. Quería estar cerca de Jesús, pero ya no necesariamente iba a compartir su destino, que no es lo mismo. Hasta el momento, había compartido instantes, situaciones, enseñanzas básicas sobre los planes de Dios en la obra de Jesús, pero habían llegado los momentos definitorios, la Pasión del mesías Jesús en el acto de la entrega completa. Eso resultó demasiado para Pedro, pero aun así tuvo que afrontar la pregunta y la mofa por haber sido de uno de sus seguidores: “Tú estabas con él”, “Él es uno de ellos”, “No cabe duda de que eres de los suyos”, fueron las expresiones ante las cuales él niega rotundamente ser lo que era. Es su hora más amarga, sin duda alguna.

En el contexto de persecución propio de la comunidad joánica, la negación de Pedro se interpretaba como una advertencia y una exhortación a la fidelidad. […] La negación de Pedro es más dramática en Juan que en los sinópticos. Juan no presenta a Pedro como un discípulo asustado que sigue de lejos a Jesús para saber qué le ocurre mientras que los demás sólo piensan en huir. Tampoco nos indica que la vida de Pedro corra ninguno peligro en caso de responder la verdad. […]
De forma irónica, uno de los que debería estar más preparado para “dar testimonio” del “bien” que Jesús ha obrado, continuará negando cualquier relación con él (Ibid., pp. 580-581).

El cuarto evangelio lleva el dramatismo al límite, pues intercala el relato de la tortura de Jesús y lo hace simultáneo con la tristemente anunciada triple negación, atestiguada unánimemente en los cuatro evangelios (Mr 14.27-31; Mt 26.31-35; Lc 22-31-34; Jn 13.36-38). El remate de Juan es sumamente intenso: “Pero uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro cortó la oreja, le replicó: —¿Cómo que no? ¡Yo mismo te vi en el huerto con él! Pedro volvió a negarlo. Y en aquel momento cantó un gallo” (Jn 18.26-27). ¡Esa otra persona lo había visto la misma noche en el huerto y aun así lo negó! La fuerza del relato es cortada abruptamente por lo que viene después. Marcos (y los demás sinópticos lo siguen) dice que Pedro se echó a llorar (Mr 14.72c), y Mateo y Lucas agregan: “amargamente” (Mt 26.75c; Lc 22.62).
La actuación del futuro apóstol pone en juego varias realidades fundamentales, y una consecuencia de las demás: la comunión como resultado del seguimiento, a lo que debía continuar la fidelidad, la cual en este momento no se realizaría. Pedro, al igual que cualquier creyente, llega a una hora suprema en que debe dar fe de su verdadera fidelidad en medio de circunstancias poco propicias, pero definitorias. Al salir mal librado, su vocación de discípulo no desapareció y habría tiempo para ser reivindicado, con todo y que su imagen quedó bastante maltrecha. Pero eso no fue impedimento para retomar el seguimiento y el compromiso, porque a momentos como éste le debe seguir un buen periodo de reflexión y de recuperación de la esperanza.


[1] P. Perkins, “Evangelio de Juan”, en R.E. Brown, J.A. Fitzmyer y R.E. Murphy, eds., Nuevo comentario bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento y artículos temáticos. Estella, Navarra, 2004, p. 580.

Simón del desierto, de Luis Buñuel (México, 1965)


Simón del desierto (Luis Buñuel, 1965): la santidad a prueba de fuego

Simón es un ermitaño del siglo V que vive aislado en una columna, presa de una serie de tentaciones y alucinaciones. Su relación con el mundo es una cuerda que, a modo de cordón umbilical, le permite alimentarse. Las crisis de Simón son acompañadas por los tambores de Calanda. Un religioso poseído profiere algunas blasfemias y luego es liberado en medio de una confusión de gritos en pro y en contra de las herejías. El diablo se le aparece en forma de mujer y, finalmente, lo traslada hasta el siglo XX, transformándose en un cínico en medio de una fiesta juvenil.

Debido a problemas de dinero, esta película no pudo rodarse según el plan original, lo que obligó a Buñuel a reducirla considerablemente. Simón debía regresar al desierto y después de morir dos naciones se declararían la guerra para conservar sus reliquias. Otra versión dice que el diablo ocuparía el lugar del anacoreta para descarriar a los fieles. A pesar de estas limitaciones, Buñuel consigue retratar muy bien la oposición entre lo espiritual y lo material, al cuestionar el “oficio de santo”. Su manejo de lo misterioso había aparecido ya en El ángel exterminador (1962), película de título apocalíptico donde expone el encierro y la frustración propios de la burguesía, pero que se presta también para una interpretación teológica. En una larga entrevista, al referirse al retorno de Simón al siglo XX, le sugieren su relación con la secularización, Buñuel señala: “En efecto, hoy lo sagrado cuenta muy poco. Aunque no seamos creyentes, podemos sentir esto como una pérdida. Un pobre hombre católico de la Edad Media sentía que su vida, por dura que fuese…, tenía un sentido, formaba parte de un orden espiritual. Para ese hombre, la voluntad y la mirada de Dios estaba en todas partes. Vivía ‘con Dios’. No era como un huérfano. La fe le daba una fuerza interior tremenda”.

Además, Simón en su aislamiento, representa una suerte de crítica al orden establecido, pues su soledad y su aislamiento lo emparentan en cierto modo con los hippies de los años sesenta. Por ello, no se aferra a convenciones como la propiedad, pues no necesita más que el aire, un poco de agua y algo de lechuga. Su libertad es fascinante y temible.

(LCO)

Pedro pretendió obstaculizar la obra redentora, A.I. Lauro Adame B.

26 de marzo de 2013

El ideal cristiano, imitar al Señor, A.I. Ricardo Ruiz O.

25 de marzo de 2013

domingo, 24 de marzo de 2013

Pedro celebra (y acompaña) la entrada de Jesús a Jerusalén, L. Cervantes-O.


24 de marzo, 2013

Y los que iban delante y los que iban detrás gritaban: —¡Viva! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene, el reino de nuestro padre David! ¡Gloria al Dios Altísimo!
Marcos 11.9-10

De entre los varios momentos en los que el antiguo pescador Simón Pedro, hijo de Jonás y seguidor de Jesús por elección propia, fue testigo de exaltaciones y legitimaciones de su maestro, la entrada a Jerusalén para celebrar la Pascua es quizá la más comprometedora. Mientras que en las demás (el bautismo, la tormenta en el mar, la transfiguración, la afirmación de su mesianismo) solamente tuvo que ser un observador pasivo, en la llegada a la capital de Israel su participación tuvo que ser más activa, y esto en varios sentidos. En primer lugar, esa entrada era el resultado de una trayectoria espiritual que había iniciado con la respuesta afirmativa al llamado que recibió para unirse al grupo de seguidores/as de Jesús y a la constancia que demostró durante ese tiempo. En segundo lugar, esa pertenencia le había granjeado la confianza del Señor, a pesar de algunas muestras de inseguridad, por lo que en esta ocasión recibe, junto con otros discípulos, el encargo de preparar la llegada a la ciudad y de preparar la Pascua. Finalmente, se trata de una de las etapas del peregrinaje espiritual de quien llegaría a ser apóstol de la Iglesia de Jesucristo y uno de los autores del Nuevo Testamento.
La transformación de este pescador galileo en una figura central para el desarrollo del cristianismo es notable por el tiempo tan reducido que se considera para lo que sería su “formación”, “capacitación” o “discipulado”, como suele decirse. El episodio de Marcos 11 es ejemplar pues, a diferencia de otras ocasiones en que se menciona explícitamente a quiénes encarga Jesús alguna tarea, en este caso solamente se señala que la encomienda la recibieron dos de los discípulos (v. 1b), con lo que el primer relato del suceso (y los siguientes en los tres evangelios, hay que decirlo) no hace distinciones a posteriori ni impone jerarquías o rangos. En otras palabras, Pedro sigue ocupando un lugar en medio del pueblo y su participación en este momento tan significativo en el que Jesús “toma” la ciudad es parte de un proyecto de Iglesia popular, comunitaria, y sobre todo, ligada al plan supremo de Dios: establecer su Reino en el mundo.
Por lo anterior, es muy importante subrayar que la celebración popular, la romería con que se recibe a Jesús, es una fiesta que anticipa la venida del Reino al mundo y es una muestra de éste, porque con toda libertad el pueblo expresa sus preferencias por el tipo de líder o dirigente que anhela, esto es, alguien venido directamente de Dios y que verdaderamente surge de la entraña social sin fingimientos ni obsesiones por el acceso al poder. También es importante destacar que las palabras mismas de la celebración, expresadas como consigna política y espiritual al mismo tiempo, ciertamente aluden a la persona (“¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”, v. 9b), en un “culto a la personalidad” casi inevitable, pero no se quedan ahí, porque se proyectan hacia la comprensión de un proceso más amplio que acompaña la figura de Jesús, por supuesto, pero que también orienta la visión del pueblo hacia una definición más clara sobre los propósitos divinos. La frase. “¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene!” (v. 10b) se quedó sin una respuesta inmediata por parte del poder real (Roma) y fáctico (Sanedrín), como estrategia política, aunque ya se fraguaba el arresto, la represión y la muerte del profeta venido de Nazaret.
El discípulo y futuro apóstol Pedro formaba parte del pueblo en esta oportunidad, pues al compartir las esperanzas mesiánicas manifestadas en el tumulto de recibimiento, también estaba aprendiendo y probando la intensidad con que éstas se hacían visibles, a pesar del sometimiento al imperio extranjero. Los deseos y anhelos acumulados durante tanto tiempo, explotaban ahora ante los ojos de los legionarios romanos, que esperaban su turno para imponer el orden autoritario y criminal en la persona del dirigente visible que por fin salía de la clandestinidad para afrontar un destino no por previsible menos cruento. La fuerza de la obra de Jesús, su trasfondo colectivo y el apoyo que había prestado al empoderamiento espiritual y social del pueblo fueron aspectos que inevitablemente lo llevarían a la muerte. Y eso ya lo sabían los discípulos porque Jesús lo anticipó, llegando al extremo, según el Cuarto Evangelio, de advertirles y plantearles la terrible pero realista disyuntiva: se quedan o se van (Jn 6.66-67). En aquella ocasión, es Pedro quien marca una pauta: “¿A quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6.68-69), que es el equivalente a la confesión de fe consignada por Mateo.
Seguir a Jesús le permitió a Pedro estar en la primera línea del compromiso con el Reino de Dios, pero sin ninguna forma de superioridad sobre sus hermanos y compañeros. Estar en medio del pueblo y acompañar la entrada de Jesús a Jerusalén debió producirle un sabor agridulce pues sabía que ya no había retorno en ese camino de martirio y sacrificio. Su fe y su carácter se templarían en esos días en circunstancias sumamente difíciles, pues era el comienzo mismo de la Pasión redentora del Señor y Él estaría cerca de todo ello, a pesar de sus limitaciones, igual que cada uno de nosotros. Celebremos, entonces, y comprometámonos también.

Programa de Semana Santa 2013


24: Pedro celebra la entrada de Jesús a Jerusalén
Lectura bíblica: Marcos 11.1-11
Expositor: L. Cervantes-Ortiz
Dirigen: D.I. Miguel Medina y Noemí Pastor

24, 17.30, Vésper de Palmas. Jesús llega a enfrentar su destino
Lectura bíblica: Lucas 20.9-19
Dirigen: D.I. Pablo Sandoval J. y Lidia Martínez M.

25: El ideal cristiano: imitar al Señor
Lectura bíblica: I Pedro 2.19-25
Expositor: A.I. Ricardo Ruiz O.
Dirige: A.I. electo Israel Núñez Castro

26: Pedro pretende obstaculizar la obra redentora
Lectura bíblica: Marcos 8.31-38
Expositor: A.I. Lauro Adame B.
Dirige: A.I. Edith Martínez Vázquez 

27: ¿Es posible ser cristiano hoy?
Película: Simón del desierto
Luis Buñuel (México, 1962)

28: Seguimiento y comunión ante el desafío de la fidelidad
Lecturas bíblicas: Marcos 14.17-31; 66-72; Juan 18.1-12
Expositor: L. Cervantes-Ortiz
Dirige: H. Consistorio

29: Al pie de la cruz: Dios se sacrificó por la humanidad sufriente
Lectura bíblica: Lucas 23.1-43
Expositor: L. Cervantes-Ortiz
Dirige: H. Consistorio

31, 7 A.M.: Magdalena evangeliza a Pedro en la
mañana de la resurrección
Lectura bíblica: Juan 20.1-10
Expositora: A.I. Martha Aguilar A.
Dirigen: Hnas. Nelly Arroyo y Estelita Sánchez R.

31, 11 A.M.: El Jesús resucitado rehabilita a Pedro
Lecturas bíblicas: Juan 21.15-23
Expositor: L. Cervantes-Ortiz
Dirigen: D.I. Odilón Arellano y Clarita Arrieta


viernes, 15 de marzo de 2013

Letra 313, 17 de marzo de 2013

SE BUSCA UN HOMBRE NUEVO
Juan Simarro Fernández
Protestante Digital, 12 de marzo de 2013

Un hombre nuevo. Se busca.Se busca al hombre nuevo. El mundo lo necesita. Cuando los cristianos pensamos en el incumplimiento de los valores del Reino tanto en la iglesia como en el mundo, cuando reflexionamos sobre el no cumplimiento de los Derechos Humanos en nuestras sociedades, el incumplimiento, incluso, por los países signatarios, debemos darnos cuenta que no sólo necesitamos un mundo nuevo, como decíamos en el artículo anterior, sino que necesitamos, esencial y primariamente, un hombre nuevo. Traed mi lupa, que quiero buscarlo. Traedme la Biblia, que quiero analizar sus características.
¿Todavía los cristianos, después de más de dos mil años no hemos podido activar el hombre nuevo en el mundo? Si lo consiguiéramos, quizás no habría que estar trabajando por el cumplimiento de los Derechos Humanos en nuestras sociedades. Sería un hombre tan envuelto en los valores del Reino que irrumpen en nuestra historia con la venida de Jesús, que el mundo no necesitaría de otras filosofías, ni de contratos sociales, para que fuera humano, muy humano. Buscad al hombre nuevo, promocionadlo, convertidlo… y podréis borrar los Derechos Humanos del mapa. Buscad, buscad, buscad al hombre nuevo.
¿Qué pautas debemos seguir para buscar o, en su caso, promocionar o convertir al hombre para que éste sea el hombre nuevo deseado?
Muchas veces decimos que el hombre nuevo tiene que tener convertida el alma. Quizás nos quedamos cortos porque con este concepto nos elevamos a misticismos y a acercarnos más a los ángeles que a los hombres. Promocionar al hombre nuevo es buscar también un cambio de mente, de prioridades, de actitudes, de relaciones con sus prójimos, de criterios de juicio y de amor, de valores. ¡Qué difícil es reconstruir al hombre sobre los valores del Reino! “La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”, primer palustrazo para la reconstrucción del hombre nuevo.
Si el sentido de la vida se une al uso de los bienes, peligra la fraternidad, el amor, la solidaridad entre los hombres… peligra el nacimiento del hombre nuevo. Por tanto hay que seguir buscándolo rechazando la riqueza como prestigio, el uso del poder como valorador del hombre. El hombre nuevo, para ser realmente valioso y situarse en los primeros peldaños de relación con Dios, debe considerarse como el último, como el que sirve: “Sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve… Yo estoy entre vosotros como el que sirve”. Buscad por ahí, por esta línea de humildad, al hombre nuevo. Dirigid a esos conceptos vuestra lupa.
El hombre nuevo que hay que rastrear es sabio. No se mete en la necedad de agrandar sus graneros. No dice: “Alma mía, come y bebe, regocíjate”, de forma insolidaria y sin compartir. Ese es el viejo hombre, el necio, el que ha de morir, al que han de pedir su alma. No vale para el mundo. Lo contamina, lo empobrece. Hay que buscar al hombre nuevo lejos de los servidores de Mamón, porque “ninguno puede servir a dos señores; porque aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. Aquí están las pautas para rechazar al hombre viejo y buscar al nuevo.
La expresión sigue sonando: Se busca. Se busca al hombre nuevo. El forjador de hombres nuevos es el que se adhiere a la pregunta de Jesús, que valora al hombre por encima de la ética de cumplimiento en la que muchos religiosos, viejos cumplidores del ritual, estaban: “¿No vale más un hombre que una oveja?”.
Para crear hombres nuevos deberíamos hacer que se hicieran esta pregunta: ¿No vale más el hombre que una empresa? El hombre nuevo valora a sus prójimos por encima de la economía, mírese ésta como oveja o como empresa. El hombre nuevo ve a sus congéneres como el auténtico lugar sagrado para Dios. Buscad por estas sendas santas al hombre nuevo, alejados de la idolatría del dios Mamón, el dios de las riquezas.
El hombre nuevo surge cuando es capaz de invertir los valores de nuestras sociedades, cuando es capaz de dar el gran giro que trastoca los valores del mundo y pone a los últimos como los primeros… dura cruz para el hombre viejo, que se escandaliza ante la inversión de valores que implica la búsqueda del nuevo hombre, pero “muchos últimos serán primeros” si el nuevo hombre comienza a reverdecer. Por eso, se busca, se busca al nuevo hombre, al que ha de trastocar los valores del mundo, el hombre ante el cual las estructuras de pecado y de maldad van a saltar echas pedazos. […]
El hombre nuevo sólo se puede montar sobre la destrucción del viejo. Así, los creadores y promocionadores del hombre nuevo, apoyados en el auténtico Creador y Regenerador, deben tomar sus herramientas para ir desmontando y destruyendo al viejo hombre con sus hechos.
Si queremos ser colaboradores del gran Constructor del hombre nuevo, debemos tomar nuestras armas: la denuncia, denuncia de toda injusticia, de toda sinrazón, de toda opresión. Deben tomar, de alguna manera, más bien simbólica, el látigo que expulsa del templo de la tierra a los vendedores y acumuladores de bienes. Hay que destruir el concepto de un mundo que se ha convertido en cueva de ladrones que impiden el renacimiento del hombre nuevo.
El buscador del hombre nuevo es el que también saca su látigo en los templos que no son iglesias del Reino, en las iglesias que no trabajan por la extensión de los valores de ese Reino solidario con los pobres y los sufrientes del mundo. Hay que desenmascarar estos templos y trabajar por convertirlos en iglesias del Reino en donde se capten rápidamente los valores que trae Jesús al mundo, valores solidarios, humanos, de sacar al primer plano a los humillados y ofendidos, valores de humildad y de servicio.
Sacad a Dios de esos templos y reconstruidlos con el corazón, con la mente y, si es necesario, con los huesos, la carne y la piel del hombre nuevo, como ladrillos vivos que se levantan sobre la Roca. Esta reconstrucción, este volver a la auténtica iglesia del Reino, es el paso hacia el nacimiento del nuevo hombre.
Hay que ir desmontando al hombre viejo y quitándole todo vestigio de egoísmo, de acumulación como algo que da sentido a la vida, de prepotencias vanas y excluyentes… Hay que crear un hombre nuevo que sea justo, misericordioso, humilde, servicial, que le duela tanto la pobreza del mundo, que llore hasta ir viendo que su acción para la eliminación de la pobreza da lugar a novedad de vida. Busco a ese hombre. Traedme mi lupa de trillones de aumentos… ¡Señor, no lo encuentro! Sólo tú lo puedes crear, pero queremos ser colaboradores tuyos.
El hombre nuevo debe ser el hombre convertido y cambiado, el que se involucra en el acercamiento del Reino de Dios al mundo. Se busca. Cuando lo encuentres grítalo a los cuatro vientos para que sea imitado por todos y para siempre. Pero primero, busca para ti esa novedad.
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LÍDERES ECUMÉNICOS LATINOAMERICANOS REACCIONAN A LA ELECCIÓN DEL PAPA FRANCISCO
Marcelo Schneider
Consejo Mundial de Iglesias, 14 de marzo de 2013

Al ser anunciado como nuevo obispo de Roma, el cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, Argentina, se inauguran tres frentes simultáneamente. Se trata del primer latinoamericano y jesuita en ocupar el más alto puesto de la Iglesia Católica y es el primero en adoptar el nombre de Francisco. En las horas siguientes, diversos líderes ecuménicos del continente expresaron sus reacciones a la elección.
Por el Consejo Mundial de Iglesias, el moderador de esa instancia, el pastor brasileño Walter Altmann identificó la elección de Bergoglio como un síntoma de transición dentro del propio cristianismo. "En las últimas décadas se ha producido un cambio radical del centro de gravedad del cristianismo mundial a los cardenales del Sur. Aunque la mayoría todavía vienen desde el norte, la elección de un argentino refleja esta nueva realidad", dijo Altmann.
“Alimento la expectativa de que en el pontificado de Francisco I diálogo ecuménico y la cooperación puedan intensificarse y profundizarse”, concluyó.
El pastor Carlos Duarte, presidente de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, con sede en Buenos Aires, expresó la esperanza para la iglesia ya que “el hermano Bergoglio pontificado se caracteriza por la humildad y la apertura al diálogo ecuménico e interreligioso”.
Duarte recordó a los desafíos contemporáneos que espera que el Papa direccione. "Esperemos que pueda prestar atención a los problemas que las personas tienen en todo el mundo hoy en día, ya que los nuevos modelos de familia, la defensa y promoción de los derechos humanos en todas sus dimensiones", dijo el pastor.
A la edad de 76 años, Francisco I es considerado un hombre de hábitos sencillos. En la capital argentina, a menudo se lo ha visto utilizar el transporte público para ir a trabajar. En su pastorado al frente de la diócesis más grande de Argentina tuvo una fuerte preocupación en temas relacionados con la justicia social.
El secretario general del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), Rev. Nilton Giese: Bergoglio reconoce el compromiso con las causas sociales. “El nuevo papa es una persona con sensibilidad a los problemas sociales y se destacó por sus mordaces crítica de los modelos económicos neoliberales. Por lo tanto, creemos que con su apoyo, podemos fortalecer el trabajo de gestos concretos ecuménicos en América Latina entre el CLAI y el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) sobre temas como la violencia familiar minería y la juventud ", dijo Giese.
La pastora Marcia Bencke Romi, secretario general del Consejo Nacional de Iglesias Cristianas del Brasil (Conic), espera que el pontificado de Francisco I reflexione un poco sobre el contexto de dónde viene. “El andar de la Iglesia Católica en nuestro continente se ha caracterizado por la rica experiencia de la teología de la liberación. En Brasil, en particular, todavía gratificante convivencia ecuménica con la Iglesia Católica, que es uno de los fundadores de la Conic. Esperemos que el nuevo papa pueda seguir fortaleciendo el camino ecuménico”, dijo.
Pero el obispo de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina, Rev. Frank Nully Brown, interpreta un aspecto de continuidad en la elección del nuevo papa. "La elección de Bergoglio confirma el sentido de que la Iglesia Católica Romana había tomado en la gestión de Benedicto XVI", dijo Brown.
Para el presidente de la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana en Brasil (IECLB), P. Dr. Nestor Paul Friedrich, "la elección podría significar novedad, el cambio, la oportunidad." Reiterando el compromiso de su iglesia ecuménica, Friedrich expresó: “Roguemos al Señor de la Iglesia que la elección del nuevo Papa contribuya al futuro de la comunidad católica en el mundo y sea el fermento renovador para la ecumene de alianzas y el fortalecimiento del diálogo para el testimonio común y un Evangelio de Jesucristo, vibrante", dijo el luterano.
Las reacciones de los argentinos se dividen en su elección. Por un lado, enfrenta cargos de omisión de violaciones de derechos humanos en la época de la dictadura militar. Por otro lado, la afirmación de que el obispo ha ayudado a muchos a escapar de la prisión en el mismo período.
"Ahora vamos a empezar este viaje juntos, el obispo y el pueblo, haciendo que el camino de la Iglesia de Roma sea el camino de la fraternidad, la caridad y la confianza entre nosotros", dijo el nuevo Papa a la multitud reunida en la Plaza de San Pedro en la tarde del miércoles 13 de marzo.

Actividades


OREMOS POR EL TRABAJO MISIONERO EN TLAPA Y HUAMUXTITLÁN, GUERRERO, Y POR LOS CULTOS DE SEMANA SANTA

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CULTO DE ORACIÓN Y ESTUDIO
Martes 19 de marzo, 19 hrs.
Modera: Hna. Clarita Arrieta

Llamamiento: Salmo 99
Oración de ofrecimiento
Himno: “Vivir por Cristo” (341)
Momentos de oración
Lectura bíblica: Lucas 9.18-27
Tema: Consecuencias del seguimiento
Himno: “Jesús, yo he prometido” (336)
Ofertorio
Bendición pastoral

EL SEGUIMIENTO DE JESÚS
José María Castillo

La relación de Jesús con sus discípulos está orientada por la finalidad del llamado: “Sígueme’, es como una orden exigente y comprometedora. Jesús no da explicaciones, ni presenta un programa, meta o ideal. […]
¿Qué significa ser ‘pescadores de hombres’? La pesca y el pastoreo hablan de la acción de Dios en la historia, con el fin de liberarlos. El seguimiento tiene como objetivo vivificar y liberar a quienes lo necesitan. El seguimiento de Jesús y la misión son inseparables.  Son llamados a la intimidad y al servicio. Pero la muerte de Jesús plantea una mayor radicalidad y por eso el seguir y cargar la cruz. El seguimiento de Jesús es una llamado a todos a dar la vida por los seres humanos. Las condiciones: renegar de sí mismo, cargar con la cruz para llegar al seguimiento (Mc 8.34). Renegar de sí mismo es una exigencia fuerte, es descentrarse, con libertad, de uno mismo para no negar a Jesús.
El destino de Jesús. El seguimiento de Jesús implica tres características de la llamada: 1ª Abierta e incondicional. 2ª Relacionada con una tarea de servicio. 3ª Asume el mismo destino asumido por Jesús. […] El “siervo doliente” se entregó a la Misión (Isaías, 42.1; 53.12). […]  Jesús asume la solidaridad humana con pobres, pecadores y esclavos para cumplir su misión y para evangelizar, liberar, anunciar un año de gracia (Lc 4.18ss) no por beneficencia social, sino con solidaridad profética, lo que causó el abandono de muchos y la persecución de los poderosos, quienes lo condenaron a la muerte.
Seguimiento y espiritualidad. Tradicionalmente la espiritualidad se enfocaba hacia la santificación personal y esto desvirtuaba y desviaba su sentido la entrega a los demás. Aquí encaja la imitación de Cristo, quedarse en el modelo externo y estático, que puede llevar al narcisismo espiritual. El seguimiento lleva a salir de sí mismo y a cargar la cruz.
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES
19 – Reflexión preparatoria
24-31 – Cultos de Semana Santa. Una salvación llena de riesgos: La Pasión según San Pedro

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

29 de agosto, 2021   Yo, Juan, soy su hermano en Cristo, pues ustedes y yo confiamos en él. Y por confiar en él, pertenezco al reino de Di...