sábado, 4 de julio de 2015

“La fe… certeza de lo que se espera”: el amor de Dios nos atrae y nos conduce, L. Cervantes-O.

5 de julio, 2015

La fe es garantía de las cosas que esperamos y certeza de las realidades que no vemos.
Hebreos 11.1, La Palabra (Hispanoamérica)

Las traducciones

 Estin           de       pístis            elpidsoménon            jupóstasis,                 
 [3] es    [1] Y   [2] la fe  [5] siendo esperadas          [4] la esencia
pragmáton               elégkos
[7] de las cosas      [6] la convicción
ou       blepoménon.
no    siendo vistas (= que no se ven).
                                                                                         

·       Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (RVR 1960)
·  Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos. (Dios habla hoy)
·       La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven. (Biblia de Jerusalén)
·       Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (Biblia de las Américas)
·       La fe es la garantía de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve. (La Biblia del Peregrino)
·       Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. (Nueva Versión Internacional)
·  Confiar en Dios es estar totalmente seguro de que uno va a recibir lo que espera. (Traducción en Lenguaje Actual)

El valor de la fe para la existencia cristiana
Como se puede ver, la “definición” de fe que ofrece la carta a los Hebreos es bastante paradójica y utópica. Paradójica, porque depositar en lo no visto la totalidad de la “esencia” o de las “convicciones” es una apuesta demasiado grande para la vida humana. Utópica, porque el horizonte del acontecimiento cristiano se ubica en la esperanza de la manifestación de las cosas no vistas. “Las realidades que no vemos”, “lo que no se ve”: todo ello remite a un conjunto de situaciones y procesos que rebasan lo medible, lo material, lo fáctico. Heb 1 afirma que la fe pertenece al ámbito de lo desconocido, pero profundamente cierto. “La fe nos mantiene firmes en la espera de lo que todavía ‘no se ve’, aludiendo a esa segunda y definitiva venida del Señor. Son los ojos de la fe los que perciben en lontananza al que ha de venir, es más: la fe posee ya, por anticipado, esa realidad del encuentro definitivo con el Señor que se perfila como el horizonte último de la historia y que da sentido al tiempo presente”.[1]

Esta propuesta de comprensión de lo que es fe sigue inmediatamente a unas palabras sumamente elocuentes: “Nosotros no pereceremos por echarnos atrás, sino que salvaremos nuestra vida por la fe” (10.39; Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma”, RVR 1960). Si “la fe es el fundamento de lo que se espera y la prueba de lo que no se ve”,[2] se tiende hacia un equilibrio entre la certeza y lo que aún no se ve. La relación compleja se da entre la fe y la esperanza, pues la primera ya se experimenta aquí, mientras que la segunda se proyecta hacia el futuro desconocido: “El término griego que establece la relación entre ambas es difícil, es una hipóstasis; literalmente, ‘la ley es una hipóstasis de lo que se espera’; digamos: un fundamento, una base de apoyo, lo que ‘se mantiene por debajo’. La fe es el fundamento de lo que se espera, su base de apoyo: la esperanza es movimiento lanzado hacia..., la fe es la base donde se arraiga y fundamenta este movimiento”.[3]

Con esta definición se abre la mirada de conjunto sobre la historia de los antepasados del capítulo 11 y la presentación de la comunidad neotestamentaria (12.1-11). Jesucristo aparece aquí como el “pionero y consumador de la fe” (12, 2 ss). Él es el consumado por Dios y por eso puede llevar a buen término la lucha por la consumación. El dinamismo de la fe le viene impreso al pueblo de Dios juntamente con la promesa. El mundo futuro es el objetivo que ha sido prometido por la palabra de Dios. La tensión entre el más acá y el más allá, característica de la tradición helenística, adquiere con ello una nueva expresión.[4]

Definición de la fe que será seguida de un muestrario demostrativo, con nombres y acciones, de la forma en que ella es capaz de sostener la existencia humana en medio de las peores circunstancias, “porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos” (v. 2). Abel, Enoc, Noé, Abraham, Isaac y Jacob abren ese inventario divino-humano que da testimonio de la fortaleza que proporciona la fe y ofrecen lecciones inmejorables: el primero, “ofreció a Dios un sacrificio más valioso” que el de su hermano y “aunque muerto, sigue hablando todavía” (v. 4); Enoc no pasó por la muerte, pues le “agradó a Dios” (v. 5) y su experiencia sirve al autor para ampliar la importancia de la fe, condición imprescindible para agradar a Dios y porque sin ella es imposible estar bien con Él y creer en sus promesas (v. 6). Noé, a su vez, “tomó en serio la advertencia sobre algo que aún no se veía” y actuó en consecuencia, además de que “puso en evidencia al mundo y logró heredar la salvación” (v. 7). Abraham, el modelo y paradigma de la fe, “obedeció la llamada de Dios y se puso en camino hacia la tierra que había de recibir en herencia. Y partió sin conocer cuál era su destino” (v. 8). Lo mismo hicieron sus herederos que dieron cuerpo a la historia de la salvación en su momento.

La fe es el sustento de toda acción histórica que se realiza en el nombre de Jesucristo y también la razón de ser de una comprensión espiritual de todo lo que acontece al conectarnos con el Creador de todas las cosas: “Por la fe comprendemos que el universo ha sido modelado por la palabra de Dios, de modo que lo visible tiene su origen en lo invisible” (v. 3). Gracias a ella es posible situarse en el presente (“ya”) que inevitablemente está ligado al futuro (“todavía no”) y que define el péndulo espiritual en el cual se mueve la iglesia, individual y colectivamente, para recorrer su trayectoria en la certeza de que el amor de Dios se desdoblará en una multitud de procesos y situaciones de bendición, incluso ante los peores horizontes.




[1] La Biblia de Nuestro Pueblo. Biblia del Peregrino. Macau-Bilbao, Misioneros Claretianos-Mensajero, 2008, p. 1956.
[2] Jean-Marie Carriére, “¡Resistid!”. Relectura de la carta a los Hebreos. Estella, Verbo Divino, 2011 (Cuadernos bíblicos, 151), p. 49.
[3] Ibid., p. 51.
[4] O. Michel, “Fe”, en L. Coenen et al., eds., Diccionario teológico del Nuevo Testamento. II. Salamanca Sígueme, 2002, p. 184.

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