EL LIBRO DE
ORO DE LA VERDADERA VIDA CRISTIANA
Juan Calvino
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BETSABÉ, MADRE A LA FUERZA (II)
Margot Kässmann
El nombre
de este hijo no aparece en la Biblia. Es algo llamativo para los relatos
bíblicos, especialmente tratándose de un hijo. ¿Se deberá al escándalo de la
procreación del niño en ese horrible ambiente de injusticia el que no se
conozca el nombre del niño?
¿Cómo
soportó Betsabé la estancia en la corte del rey, embarazada, recientemente
enviudada, expuesta a los cuchicheos, casada de nuevo a toda prisa, incluso a
pesar de estar embarazada? De eso, no se cuenta nada.
Tras
mis conversaciones con las mujeres en Croacia, se me ocurre lo siguiente:
Betsabé se sentía culpable de la violación que ella misma había sufrido y de la
muerte de su marido. Por absurda que parezca esta idea desde el punto de vista
de quien reflexiona racionalmente sobre las víctimas de abusos, en las mujeres
violadas se siguen manifestando hoy en día sentimientos de este mismo estilo:
“Yo tengo la culpa. Si mi marido se aparta de mí, también es un fracaso mío”.
Además,
¿cómo pudo ser que a David le pareciera atractiva Betsabé? ¿No se ocultó ella
lo suficiente mientras se bañaba? ¿No tendrían que haberse protegido mejor las
mujeres en la guerra? Duele oír tales autorreproches. Son absurdos. El
responsable es el violador; las víctimas son la mujer y a veces también el niño
que está por nacer.
Todos
los días hay violaciones. En ellas se causan siempre profundas heridas en el
alma de una mujer. Si a raíz de una violación se desarrolla un embarazo, se da
una situación muy difícil de superar para la futura madre. El embarazo es la
demostración fehaciente del abuso que ellas sufrieron, del acto que las hirió
en lo más íntimo. De modo que este embarazo a menudo acarrea un profundo rechazo
por la criatura que llevan dentro. Hoy sabemos todo lo que un niño va
asimilando ya durante esos nueve meses de desarrollo en el seno de la madre, y
lo tenemos claro: la espiral de la violencia se traslada a la próxima
generación.
Si
el niño llega a nacer, en la mayoría de los casos la madre se deshace de él sin
pensarlo. Muchos de estos niños tienen más adelante enormes problemas para
adquirir confianza en la vida.
El
hijo de Betsabé muere. En la Biblia, la muerte del bebé se considera una
respuesta de Dios ante la infamia cometida. Pero ¿cómo vivió eso Betsabé? Quien
lee los escasos versículos que le dedica la Biblia tiene la sensación de
hallarse ante una experiencia realmente traumática: violación, embarazo, muerte
del esposo, nacimiento y muerte del hijo. Tras la muerte del niño, en la
narración bíblica se produce un cambio.
Así
reza la Biblia: “Luego David consoló a su mujer, Betsabé, fue y se acostó con
ella. Betsabé dio a luz un hijo, y David le puso el nombre de Salomón. El Señor
lo amó” (2 Samuel 12,24). “Luego David consoló a su mujer” es una afirmación
alentadora. Aclara que David no sólo deseaba a Betsabé sexualmente, sino que la
amaba de verdad. Y efectivamente, ella se convierte en madre de otro hijo. Este
hijo llegaría a ser rey de Israel. Seguro que eso también enorgullecería a
Betsabé.
¿Cómo
asimiló el sufrimiento, el abuso, la muerte del primer marido y del primer
hijo? La Biblia no dice nada al respecto. Solo interesa la línea de sucesión,
no lo que sucede al margen, o quién queda dañado por el camino. De ahí que sea
tanto más significativo el pequeño apunte sobre el consuelo: seguro que Betsabé
lo vivió como un importante momento de apoyo por parte de David. Solo más tarde
vuelve a mencionar la Biblia a Betsabé. Como madre del rey Salomón, sus
injerencias en el ámbito de la política fueron sin duda significativas... […]
No
sabemos por qué muere el hijo de Betsabé. Tampoco tenemos idea de cuántas
mujeres abortan después de una violación. Según el relato bíblico, Dios
aborrece la violación, y aún más el asesinato de Urías. David ve la muerte de
su hijo como un castigo por su conducta. Sobre los sentimientos de Betsabé, ni
palabra. Las narraciones patriarcales de la Biblia no llegan a tanto. Ya es
importante que se conozca el nombre de Betsabé y que su destino pase a la
historia. Está claro: antes y ahora las mujeres sufren la violencia. Tanto
antes como ahora tienen que vivir el que se den embarazos no deseados. Tanto
antes como ahora es este un problema sin resolver.
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PRESENTACIÓN
100 Personajes
de la Reforma Protestante. México, CUPSA-CMIRP-Centro Basilea, 2017.
Concebido originalmente como un conjunto de semblanzas de
reformadores (hombres y mujeres) para acompañar un concierto conmemorativo por
los 500 años de la Reforma Protestante, el presente volumen aglutina a 100
personajes ligados, de una u otra forma, a dicho movimiento de cambio religioso
y social. El esfuerzo de recopilación obedece a la necesidad de ampliar el
campo de visión de quienes deseen adentrarse progresivamente en los
interminables laberintos históricos de la Europa del siglo XVI, convulsionada
por la transformación religiosa.
A
los nombres más familiares los acompañan otros poco divulgados, pero que
tuvieron importancia propia. Indudablemente, el recuerdo de los 500 años de la
Reforma luterana debe contribuir al conocimiento de tantos hombres y mujeres
que empeñaron sus vidas por la transformación del cristianismo de su tiempo.
Miles
de nombres se entrelazaron profundamente con los impulsos reformadores en la
Europa del siglo XVI e incluso antes de esa fecha. Su testimonio, que en
ocasiones los llevó a la muerte, hizo de estos hombres y mujeres, protagonistas
activos de un cambio que resquebrajó para siempre a la Cristiandad y abrió las
puertas para nuevas formas de convivencia social y de fe. Recuperar su lugar en
la historia, a veces escrita sólo con mayúsculas, permite asomarse a una época
en que fue posible participar intensamente en la vorágine que significó
reacomodar las ideas y las creencias en camino hacia la modernidad.
Los
cambios sociales acontecidos durante ese siglo crucial fueron el preámbulo de
la profunda transformación que continuaría durante los siglos siguientes. Los
protagonistas de dichos cambios se encontraron en medio de una vorágine
irrefrenable de sucesos que, distribuidos por las diferentes regiones europeas,
modificaron el rostro político y cultural de ese continente, al grado de que,
al estudiarlos en estos tiempos resultan sorprendentes las redes de relaciones
tejidas entre ellos. Sus nombres y el recuento de sus acciones son hoy
testimonio fehaciente de una participación comprometida y, en ocasiones,
sumamente riesgosa, pues varios de ellos lo pagaron con su vida.
La
recopilación está ordenada cronológicamente por fecha de nacimiento de los
personajes en cuestión, a fin de advertir la manera en que muchos coincidieron
y contribuyeron a delinear el nuevo rostro de la cristiandad europea. El
énfasis doctrinal y teológico obliga a colocar en su justa dimensión a cada
quien, y a considerar su aportación específica. En el siglo se puso a prueba la
tolerancia y la posibilidad de ser creyentes de una manera nueva y crítica. Al
verse ya como integrantes de nuevas iglesias, muchos de estos personajes
impulsaron la transformación de su tiempo como nunca lo imaginaron en un
principio, aunque siempre hubo espíritus más rebeldes y radicales. La
combinación de posturas y temperamentos fue un verdadero laboratorio
eclesiológico, cultural y sociopolítico que marcó la historia para siempre.
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