viernes, 30 de marzo de 2018

"De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso". A.I. Ricardo Ruiz Ocampo


(LUCAS 23: 34b-43)

Esta noche hermanos el Señor hablara a nuestro corazón mostrándonos el momento en que Jesús lleno de sufrimiento amargo no solo por el brutal castigo físico que recibió, sino también por el escarnio espiritual al que estaba siendo sometido por parte de toda la gente que aparentemente creía en Él, inclusive por los soldados y especialmente el caso de los dos criminales crucificados a su lado.    De los cuales, por una parte encontramos al que está lleno de odio y rencor y se burla no cesando de injuriarlo hasta su muerte,  haciéndonos pensar que no alcanzo la salvación y sigue pagando por sus crímenes hasta el día de hoy y por siempre.    Pero por otra encontramos al hombre que se arrepintió de sus burlas y sus injurias y finalmente cree las palabras de Jesús alcanzando la salvación.    

Y sin pasar por alto la oración perfecta de Jesucristo al Padre pidiendo para sus verdugos  perdón por su ignorancia.  Así mismo analizaremos  la posibilidad de que estos hombres pudieron ser discípulos de Jesús y no simples criminales como se puede pensar, sin especular sobre algo que no dice la Escritura, y concluiremos relacionando las circunstancias que llevaron al “ladrón arrepentido” a creer en Jesús con las circunstancias que nos han hecho creer a nosotros en Él.  

El versículo 34.-  Muestra que Jesús a pesar del momento tan oscuro y amargo que lo hundía en el abismo en ningún momento piensa en sí mismo, sino que concentrado en la misión que le había sido encomendada  y en perfecta obediencia, intimidad y confianza con el Padre consiente de que estaba haciendo lo necesario para alcanzar la misericordia para nosotros le suplica “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen” Él era el Cordero de Dios sin mancha,  representaba el sacrificio perfecto por el pecado del mundo, por eso suplicante hacia lo posible porque el Padre perdonara a los pecadores   "porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos. " (Marcos 10:45).

Los versículos del 35-38.- Nos narran como el pueblo desconcertado miraba como los gobernantes religiosos en una actitud de venganza por la posesión del poder y la razón sobre el conocimiento de la Escritura ahora aparentemente habían triunfado y recuperado su credibilidad y dominio sobre la religiosidad del pueblo judío.   Mientras Jesús no pronuncio una sola palabra en contra de ellos, con el rostro inclinado oraba, oraba y oraba incesantemente por estas personas que le escarnecían.
Los soldados también hicieron su fiesta a costillas de Jesús, echando suertes sobre sus ropas se las repartieron, burlándose y ofreciéndole vinagre y retándole a que se salvara a sí mismo, y  demostrara que en verdad era el rey que decía ser.   Pero el hombre admirado por sus enseñanzas y proezas milagrosas ahora se encontraba inerte y vencido entregándose a la muerte.
La Escritura nos dice que había un título escrito con toda la saña e injuria del mundo,  con letras griegas, latinas y hebreas: “Este es el Rey de los Judíos”     Porque según los Evangelios, Jesús fue condenado a muerte por subversivo político (Mc. 15:2), por rebelde (Luc.23:2) y por agitador social (Luc.23:5)   Aunque eso no significa que lo fuera.      Pero sí las autoridades romanas escucharon las denuncias de los líderes religiosos judíos  que lo acusaban de esto,  ellos lo consideraron como tal.    El hecho de que sobre su cabeza pusieran un cartel para justificar  su condena “El Rey de los judíos” (Mc. 15:26), confirma que la causa de su sentencia fue política y no religiosa. Jesús, pues, fue ejecutado por los romanos por sedicioso.
Antes de adentrarnos en el punto central del tema que nos ocupa echando mano de los historiadores, analizaremos la posibilidad de que estos malhechores como eran llamados en el versículo 39, fueran discípulos de Jesús, toda vez que los evangelios no lo describen con exactitud.   Y en virtud de que es muy remota la posibilidad de que no estén vinculados tres hombres que fueron condenados a ser crucificadas el mismo día, a la misma hora, en el mismo lugar, por la misma causa y por el mismo gobernador.          Por otra parte no había levantamientos políticos todos los días en Judea como para suponer que eran perturbadores sociales de otra rebelión diferente a la de Jesús.
Flavio Josefo nos aporta la posible solución. En su libro “La guerra de los Judíos”, cuenta que a mediados del siglo I la palabra lestés (que las Biblias traducen por “bandido”) había adquirido un nuevo significa-do.     Dice Josefo: “Una nueva especie de bandidos surgió en Jerusalén: los sicarios” (2,254). O sea que, al momento de escribirse los Evangelios, el término lestés no se refería a cualquier bandido sino a los sicarios, es decir, a los judíos sublevados contra Roma.    Por lo tanto, los “bandidos” crucificados con Jesús no eran ladrones, sino agitadores sociales.
Esta primera conclusión nos lleva a preguntarnos: ¿qué relación tenían con Jesús de Nazaret?    Ahora bien, si los hombres que estaban a su lado también fueron condenados por agitadores sociales, es lógico preguntarse: ¿tenían alguna conexión con Jesús? Los Evangelios no los vinculan para nada.     Solo los presentan de repente: “Con Él crucificaron a dos bandidos” (Mc 15:27).   No dicen de dónde vinieron, ni por qué estaban allí. Únicamente figuran como un añadido a los sucesos del Gólgota.
Además, los Evangelios sostienen que cuando los soldados arrestaron a Jesús en el Monte de los Olivos, éste se defendió diciendo: “¿Han venido a prenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido” (lestés)?  (Mc. 14:48; Mt. 26:55; Luc.22:52). Los evangelistas nos indican que Jesús fue considerado un lestés, es decir un sedicioso, el mismo título que ellos utilizan para designar a los otros dos hombres crucificados, sin que quepa la posibilidad que Jesús fuera considerado un bandido.
Esto nos permite sacar una segunda posible conclusión: los dos condenados pudieron ser discípulos de Jesús, apresados y juzgados por el mismo delito de sedición. Por eso terminaron muriendo junto a Él.
Una confirmación indirecta puede encontrarse en las palabras de uno de ellos, el llamado “buen ladrón”, cuando al defender a Jesús de los insultos del otro crucificado, le dice: “¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? (Luc.23:40).      Aunque esta escena no parece ser histórica, nos señala que, para el evangelista Lucas, los compañeros de suplicio sufrían “la misma condena” que Jesús, es decir, habían sido condenados por idéntico motivo. La palabra “condena” (en griego kríma) no alude sólo al castigo, sino a todo el proceso judicial. O sea que los tres habían sido juzgados y condenados por una causa similar.
Pero si los dos crucificados con Jesús eran discípulos suyos, ¿por qué, según los Evangelios, cuando lo apresaron, sólo detuvieron a Jesús y dejaron libres a los demás? Entonces  ¿Cuándo detuvieron a esos discípulos?.     Una lectura más atenta de los textos revela que no fue así.     Las autoridades también intentaron atraparlos a ellos.    Por ejemplo, en el momento del arresto de Jesús en el huerto de Getsemaní, sus discípulos “lo abandonaron y huyeron todos” (Mc 14:50). El hecho de que escaparan rápidamente revela que también quisieron detenerlos.
Mientras que (Mc. 14:52)  narra cómo aprenden a un joven que lo seguía y que logra escapar desnudo.  Por lo tanto, los discípulos también estaban en la mira de las autoridades.

Lo mismo nos dice el Cuarto Evangelio. Cuando el Sumo Sacerdote interroga a Jesús para averiguar más sobre él, no sólo le preguntó sobre sus enseñanzas sino también trató de sacarle información sobre sus discípulos (Jn18:19).  Esto muestra que las autoridades los consideraban políticamente peligrosos.

Así mismo, en las tres negaciones de Pedro (Mc 14: 66-71) leemos que hubo quienes reconocieron a éste como uno de sus partidarios, pero él lo negó enfáticamente, con maldiciones y juramentos, lleno de temor  hasta el punto de romper la promesa de lealtad que le había hecho a su maestro (Mc 14:31).
Más allá de que el relato tenga o no base histórica, el enorme miedo que manifiesta Pedro sólo se explica si los discípulos temían a ser reconocidos y sufrir el mismo destino que su líder por eso corrieron a esconderse.     Debemos concluir, pues, que los representantes de la ley no sólo tenían interés en capturar a Jesús, como líder del supuesto movimiento rebelde, sino también a sus seguidores.
El versículo 39.- Indica que uno de los dos malhechores le injuriaba incesantemente incitándolo a que se salvara y los salvara a ellos también de la situación que estaban viviendo, lo cual deja entrever que sabía que Jesús tenía el poder para hacerlo por eso lo retaba y lo incitaba, no concebía la razón por la cual teniendo la capacidad para hacerlo no lo hacía.
Versículo 40.- Es entonces cuando entra en escena el “ladrón arrepentido” reprendiendo al otro ladrón diciéndole si no tenía temor de Dios estando en la misma condenación.
Versículo 41.- Mostrando su arrepentimiento el “ladrón arrepentido” reconoce que en honor a la verdad y la justicia ellos se merecen el castigo que están recibiendo por sus hechos; pero le hace ver a su compañero,  que Jesús es inocente que Él nada hizo para merecer el castigo que le están propinando.     Es decir cambio de actitud, cuando cesaba el tumulto ya en silencio, pensativo, quizás recordó haber visto antes a Jesús, y de lejos entre el gentío le haya oído hablar de su reino, entonces  dejo de injuriarlo.

Que fue lo que movió al ladrón para no dejarse llevar más por la  influencia de la gente al escuchar  los  reproches, injurias y burlas de todos cuanto pasaban sintiéndose decepcionados de verlo ahora tan frágil, impotente y  como su cuerpo debilitado iba entregando su vida sin oponer la menor resistencia, de una manera tan inexplicable para la gente que lo había escuchado y que esperaba que con su poder  derrocara al imperio romano.
¿Dónde estaba el Mesías?, el hijo de Dios lleno de poder que hacia portentosos milagros y que contaba con la ayuda y aprobación de su padre para salvar a su pueblo de la opresión, de la marginación y  la miseria a la que estaban sometidos, ¿se podía creer en un salvador bajo esas circunstancias?
Tal vez si nos psicoanalizamos en lo profundo de nuestro pensamiento y sentimientos podemos encontrar que nuestra fe esta cimentada en una hermosa historia bíblica de un Dios todopoderoso creador y sustentador de toda la creación y de nosotros mismos,  para darnos cuenta de que esa fe no puede estar ahí, ociosa, esperando que el Espíritu Santo nos obligue a obedecer las tareas que nos encomendó Jesucristo antes de partir, sino que tiene que hacerse efectiva, tomar vida, el amor a nuestro prójimo es el segundo mandamiento más importante después de amar a Dios sobre todas las cosas y ¿estamos cumpliendo ambos?, o solo le decimos a Jesucristo que lo amamos con todo nuestro corazón sin dar muestras de involucrarnos en su causa, en su reino, ¿Cómo podemos decir que pertenecemos a una causa sin dar muestras de ello?.
Quizás nosotros en algún momento como el “ladrón arrepentido” también dentro de nuestras circunstancias podemos haber dudado de las promesas de Jesús, nuestra fe en nuestro redentor puede estar  flaqueando al vernos rodeados de tanta corrupción, impunidad, prostitución, drogadicción, violencia, desapariciones, miseria e incertidumbre y el temor a que si hacemos algo en contra de los que tienen el poder, nos haga estar en contra de Dios, porque Él es quien pone a los gobernantes o ¿no hermanos?.    
Pero cuando en esos gobernantes tanto civiles, como religiosos no hay honestidad, verdad, igualdad, justicia y equidad entonces debemos pensar como Jesús,    Él nunca incito a la violencia, sino al amor hacia los demás, nunca aprobó el gobierno abusivo que tenía esclavizado al pueblo sumido en la miseria,   sino que defendió siempre a los marginados, a los que no eran considerados dignos de que se les otorgaran los derechos básicos del ser humano:   alimento, trabajo oneroso y salud.   Entonces ¿qué debemos hacer?    Solamente unirnos a su causa para que esto cambie: no ser corruptos, decir la verdad, buscar la justicia, la igualdad y la equidad para todos.

Hoy en día nuestros más grandes pensadores, filósofos, científicos y periodistas no tienen algún concepto y sentido de la historia.   Pueden tener la capacidad de anotar y sistematizar personajes y acontecimientos, es más  hasta pueden atreverse a forjar héroes aunque no lo hayan sido, o a cambiar los hechos verdaderos basados en supuestas investigaciones que solo el Dios de la historia sabe si son fidedignas o no.
Por ejemplo G. N. Clark, en su discurso inaugural en Cambridge, dijo “no hay secreto ni plan en la historia que falte descubrir”. André Maurois, biógrafo crítico y novelista francés, opina “El universo es indiferente. ¿Quién lo creó? ¿Por qué estamos en este insignificante montón de barro que gira en el espacio infinito?. Yo no tengo la menor idea y estoy convencido de que nadie la tiene” y así otros personajes que podrían ser menos sinceros se encuentran en las mismas circunstancias.

Los griegos antiguos consideraban la historia como un círculo o un ciclo que siempre se repite por lo tanto no tiene un destino específico, ni una meta identificable.     Para ellos la existencia era un misterio impenetrable.      Mientras que la filosofía que abrazaron los más modernos cronistas seculares es que no saben lo que es la existencia opinan que para ellos y gran parte del mundo la historia es una simple sucesión de crisis sin sentido, sin propósito y sin un destino inteligente, o de la existencia de la raza humana ellos no saben de dónde venimos ni a dónde vamos.   
Todo ser es un vasto enigma incomprensible. La filosofía de la historia que sustentan es una filosofía de ignorancia, frustración y desesperación. (1ª Cor.3:18-20)
En los tiempos modernos esta filosofía fue popularizada por el francés Jean Paul Sartre, que enseño que cada hombre existe en un compartimiento impermeable, como individuo aislado en un universo sin propósito.      Puesto que no podemos saber quiénes somos, de dónde venimos y a donde vamos; puesto que no entendemos el pasado y no tenemos esperanza del futuro, todo lo que importa es el vibrante momento presente.    Solo lo que entendemos en el presente inmediato es lo que tiene importancia y significado.    Lo distante no tiene validez, por lo tanto, sacrificar el presente en aras de un futuro es absurdo es una estupidez.    De esta filosofía surgió la “generación del ahora mismo” la generación que no puede esperar.      El placer del momento es la única meta racional de la existencia. “Que siga el baile, que el placer no tenga restricciones” “Comamos y bebamos, que mañana moriremos” (1ª Cor.15:32).
Las nuevas generaciones saturadas con esta filosofía existencialista de libertinaje, vanidad y desesperanza naturalmente se levantan en violencia revolucionaria, incendiaria, dedicándose al terrorismo, al secuestro, al narcotráfico, a la trata de personas, a la pornografía infantil, al tráfico de órganos, y todo esto bajo el auspicio de la más corrupta y sucia política y marrullera de los gobiernos.    
De la noche a la mañana la sociedad se está viendo invadida por todos estos acontecimientos que pervierten al hombre y lo alejan de Dios, este es el resultado de la filosofía de la ignorancia en cuanto al pasado y de la falta de esperanza para el futuro.
 
¿Y la iglesia hermanos?    ¿Y el cuerpo de Cristo y sus enseñanzas?   ¿Y el Espíritu de Jesucristo que nos dio cuando creímos? ¿Está realmente en cada uno de nosotros para luchar en este mundo por la causa de Jesucristo?, ¿somos sus testigos, sus embajadores? ¿Estamos haciendo efectiva nuestra fe y salvación obedeciendo sus mandatos de llevar las buenas nuevas a esas personas que se encuentran extraviadas del camino? ¿En realidad nosotros si entendemos y vemos a Jesús como el Dios resucitado?  Que dio su vida por  nuestros pecados y venciendo a la muerte ahora nos promete una vida eterna  ¿O queremos irnos por el atajo? pensando que si Jesús perdono al ladrón que crucificaron a su lado y que al igual que él si nos arrepentimos y le mostramos al Señor en los últimos instantes de nuestra vida un arrepentimiento sincero y nuestra fe ¿estaremos del otro lado?    
Esto es algo sumamente delicado que solo cada uno de nosotros nos podemos responder con la ayuda del Espíritu Santo y la Palabra de Dios que es el único libro infalible del origen, el presente y el futuro del hombre y del universo. (Rom.8: 27-30)

Versículo 42.-  El ladrón una vez arrepentido y movido por el Espíritu Santo para pedir misericordia a Jesús, le ruega que se acuerde de él cuando venga en su reino. ¿Cómo sabia el ladrón que iba a volver?  Ahora al ladrón no le importaba la situación tan precaria y deplorable en que se encontraba Jesús, aun viéndolo así, creyó en sus palabras, en el sentido de que volvería a establecer su reino, ya no le importo lo que estaba pasando, sino lo que pasaría cuando Jesús regresara.      ¿Cómo comprender esto? ¿Qué interpretación se le podía a dar a lo que estaba sucediendo inexplicablemente en la vida del ladrón arrepentido?
Debemos reflexionar un poco en porque cambio de actitud el ladrón,. Y aunque Jesús ahora moría, el ladrón todavía creía que Él tenía un reino más allá de la tumba;  no tenía la menor idea de que Él volvería a la vida para reinar en gloria.    Es  sorprendente como este hombre que convivio tan poco tiempo con Jesús en cierto aspecto puso en vergüenza a sus discípulos pues comprendió y le creyó mejor que sus amigos más íntimos que estuvieron conviviendo con Él durante dos años y en el momento de su sepultura ellos allá escondidos mientras las mujeres lo enterraban junto con José de Arímatea.  
Por otra parte, Jesús se había esforzado en enseñarles que su reino no era de este mundo, sino un reino  celestial  todavía los discípulos fueron “tardos de corazón” todo lo que vivieron junto a Jesús y aun resucitado no le creían, lo cual se describe en el evangelio de juan capitulo veinte.    Y hermanos ¿cuánto tiempo tenemos nosotros de conocer a Jesús y convivir con el Espíritu de Dios y estamos dando muestras de haberle creído?

Versículo 43.- “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”     Este es el Hijo de Dios, es el hombre pendiente de una sangrienta cruz en medio de las burlas y los insultos de los que pasaban en el último suspiro de su vida bajo estas circunstancias salvando la vida de un malhechor,  sin importarle su dolor y su vituperio,  porque “ Él es antes de todas las cosas…(Col. 1:17) . Él es el punto de partida de la historia, porque “todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho fue hecho” (Jn.1:3) y la historia  que comenzó en Él ha sido y es formada y controlada por Él, “quien regula el universo con su poderosa palabra” (Heb.1:3).
El universo fue creado con el propósito de dar una habitación a la raza humana.    La raza humana fue creada a la imagen de Dios con un propósito:   proporcionar compañía eterna al Hijo.     
Y el Mesías vino con una intención única: dar nacimiento a la Iglesia y de este modo obtener su esposa, luego entonces la Iglesia, el cuerpo redimido de la humanidad aparece en la historia como el objetivo central, es decir la meta no solo de la historia mundana sino de todo lo que Dios ha estado haciendo en todas las esferas de la eternidad.
Todo el universo esta ordenado con este propósito, porque todas las cosas pertenecen a la Iglesia y son para su beneficio (1ª Cor.3:21-23)   
Pero hermanos debe movernos lo glorioso que es el nombre de Jesús nuestro Salvador, porque  ciertamente nos ama  tanto a los pecadores  que aun en los últimos instantes antes de morir logro convertir al ladrón que lo injuriaba y  volvió a su Padre llevando en sus brazos el alma de este ladrón, como primicias de su misión de redimir al mundo.

BIBLIOGRAFIA:
“La santa Biblia” Casiodoro de Reina 1569. Revisión 1960. Sociedades Bíblicas Unidas.
“La Biblia de Estudio Dios habla hoy” Tercera Edición 1994. Sociedades Bíblicas Unidas
“Compendio Manual de la Biblia” Henry H. Halley.  Editorial Moody
“Diccionario Expositivo Vine”  W. E. VINE. Editorial Grupo Nelson. Edición 2007.
“Nuevo Diccionario de la Biblia” A. LOCKWARD.  Editorial UNILIT. Primera Edición 1999.
“Concordancia Completa de la Santa Biblia” William  H. Sloan. Editorial Libros CLIE.  Edición 1987 
PROFECIA EN LA BIBLIA “Estudios Bíblicos” Lucas 23: 39-43

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