4 de marzo de 2018
Y al ver la gran cantidad de
gente que lo seguía, Jesús sintió mucha compasión, porque vio que era gente
confundida, que no tenía quien la defendiera. ¡Parecían un rebaño de ovejas sin
pastor!
Mateo 9.36, TLA
El proyecto narrativo del evangelista Mateo se construyó
a partir de los recuerdos sobre la vida y obra de Jesús que fueron montados
sobre el esquema del cumplimiento de las profecías antiguas en Israel. La
recuperación de la actuación y el mensaje de Jesús fue una prioridad para la
iglesia que recibió el legado de sus discípulos directos que estaba preocupada
por ser fiel a dicho mensaje en medio de las nuevas circunstancias y por
transmitirlo de la mejor manera para cumplir la voluntad del Señor resucitado.
Pablo Richard resume muy bien este propósito: “En cada frase del Evangelio
podemos encontrar siempre tres dimensiones: la memoria del Jesús histórico, el
proyecto de Iglesia construido sobre esa memoria, y el desafío a la comunidad
(de ayer y de hoy) de caminar según esta memoria y este proyecto”.[1] A
cada paso que da este evangelio va mostrando cómo Jesús cumplió las profecías y
cómo se encaminó hacia la consolidación de una nueva comunidad mesiánica,
completamente comprometida con las esperanza que produjo la venida cercana del
Reino de Dios. “Aquel día mesiánico que contemplaba el profeta en lontananza se
ha hecho presente en la persona de Jesús” (Biblia
del Pueblo de Dios). Con estos milagros (diez en total en los capítulos
8s), Mateo va preparando la declaración solemne que hará Jesús a los discípulos
de Juan en 11.5.
Los resúmenes que hace Mateo (4.23-25; 9.35-36)
muestran la manera en que Jesús desarrolló un trabajo a ras de suelo, muy
cercano a la gente más urgida de una respuesta para su necesidad ante el total
abandono de que era objeto por parte de los poderes político y religioso. La
alternativa que Jesús ofreció al pueblo se basaba completamente en una
confianza total en la acción de Dios en el mundo: “El evangelista insiste en la
importancia de la fe como condición necesaria para que se realicen los signos
que manifiestan la llegada del reinado de Dios. La fe es precisamente el tema
del diálogo que Jesús mantiene con los ciegos (9.28s), el ámbito donde se da el
encuentro personal que sana y restablece a la persona”.
La presencia del reinado de Dios, sin embargo, es y
seguirá siendo signo de contradicción: mientras que la multitud de los pobres y
sencillos se asombra alborozada (33, cf. Is 29.19), los fariseos de siempre,
ciegos de profesión, se confirman en su ceguera: “expulsa demonios con el poder
del jefe de los demonios” (34). El impacto de las acciones sanadoras y
liberadoras de Jesús entre el pueblo fue demoledor para las estructuras de
poder, pues como subraya el v. 33b: “¡Nunca se había visto algo así en Israel!”.
El poder-servicio que administró estaba minando cualquier otra posibilidad de
situarse ante la realidad del momento. El factor que lo determinó todo fue la
disposición (“misericordia”, esplajnísthe)
mostrada por Jesús para responder a las necesidades que percibió de manera
directa, la cual no tenía nada que ver con la actitud de los gobernantes y
líderes religiosos. Estaba ante un pueblo abandonado, indefenso y sin esperanza
(I R 22.17). La compasión por los hambrientos en Mr 6.34 se transfiere a los
espiritualmente no ilustrados (J.L. Mackenzie) y a los ignorados socialmente. Las "ovejas sin pastor" eran el pueblo pobre de la tierra, sumido ancestralmente en el olvido.
Éste sería el escenario donde
se desarrolla la siguiente sección: la del envío misionero de los Doce,
colaboradores íntimos que aprenderán en compañía de Jesús el alcance de la
misión, la manera de llevarla a cabo y la iniciativa de Dios que se anticipa
con el llamado. La práctica misericordiosa de Jesús y su forma de vida fueron
lecciones magníficas para ellos, especialmente a la luz de las enormes
dificultades que enfrentarían ya sin su presencia física.
[1] P.
Richard, “Presentación”, en RIBLA, núm.
27, 1997, p. 5, www.claiweb.org/images/riblas/pdf/27.pdf.
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