24 de junio, 2018
Y ahora, vayan; pero
tengan cuidado, porque yo los envío como quien manda corderos a una cueva de
lobos.
Lucas 10.3, TLA
Jesús
de Nazaret se empeñó en preparar a sus discípulos para que estuvieran bien
capacitados al momento de realizar la tarea que él mismo había comenzado: dar
testimonio de la venida del Reino y llamar al arrepentimiento para que las
personas comenzaran a participar y disfrutar de sus beneficios. Su urgencia
escatológica se manifestó en el hecho de que envió a un grupo de ellos para
reproducir la labor que él mismo estaba desarrollando. Se trató de una
auténtica incursión, una avanzada (Lc 10.1b) en el mundo opuesto a la presencia
de los signos del Reino de Dios, de ahí las advertencias tan puntuales del
Señor para actuar y la mentalidad con la que debían hacerlo. La advertencia del
v. 2, en el sentido de que el trabajo era muy vasto, funciona como un desafío
ante la necesidad de anunciar el advenimiento del Reino.
“El número ‘setenta’ podría tener aquí el valor
simbólico de «todo el mundo», según la tradición de que todo el mundo estaba
dividido en ‘setenta naciones’ (Gén 10); sea como fuere, sí hay una alusión en
la perspectiva lucana a la universalidad del mensaje y a la universalidad de la
vocación y urgencia del anuncio” (Biblia
de Nuestro Pueblo). Ya en Lc
9.1-6 Jesús había hecho un primer envío de los Doce, con lo cual quedaba
simbolizado el pueblo de Israel compuesto por doce tribus (y en 9.52-53 habían
sido rechazados por los samaritanos). Al enviarlos de dos en dos buscó cubrir tres
aspectos: “la ayuda mutua; garantizar la verdad de su testimonio (cf. Dt 19.15);
y ser una expresión viviente del evangelio de la paz (cf. vv. 5-6)”.[1]
El v. 3 destaca los riesgos de este trabajo en un contexto de rechazo y falta
de aceptación, y el 4, la distancia con que debían actuar, además de no
apegarse a las cosas materiales. La centralidad del mensaje de paz también es
relevante, así como la actitud positiva ante una buena recepción (vv. 7-8).
En el v. 9 aparecen las dos acciones principales
de los enviados: curación de enfermos y predicación, puesto que el Reino de
Dios se manifestaría en la misión cristiana de ambas formas. Inmediatamente, Jesús
acentuó los aspectos negativos de la respuesta a esta misión: al ser
rechazados, los discípulos deberían realizar gestos proféticos para evidenciar la
oposición al mensaje y subrayar la inminencia de la venida del Reino (vv. 11-12).
El lenguaje se endurece y asume una postura de juicio: “Todavía en relación con
el tema del envío y especialmente con el tema de los posibles rechazos, Lucas
pone en labios de Jesús esta especie de lamentación profética que también suena
a amenaza” (BNP). Los enviados
conocerán la misma resistencia que enfrentó su maestro (vv. 13-16).
Lo que Jesús lamenta es la incredulidad de esas
ciudades y su poco empeño en poner en práctica sus enseñanzas. Jesús puede notar
que, tras su paso por esas ciudades y regiones, aunque con muchas manifestaciones
de júbilo por sus palabras y signos (v. 17), no quedó aparentemente nada. Con
todo, la visión apocalíptica del Señor, como resultado de ese trabajo, advirtió
cómo sería derrotado el enemigo del Reino de Dios (v. 18), todo ello anticipado
por la acción obediente de los enviados. “Lucas narra la misión de los 70 como
un triunfo y lo hace con entusiasmo y simpatía. […] y relaciona la explosión de
gozo de Jesús con el regreso de los 70”.[2]
La preparación integral de los discípulos/as implicó los aspectos teóricos (enseñanza)
y prácticos (envío) para cumplir su misión.
[1] Robert J. Karris, “Evangelio de Lucas”,
en Nuevo comentario bíblico san Jerónimo.
Nuevo Testamento y artículos temáticos. Estella, Verbo Divino, 2004, p. 172,
http://mty.sanjuan.org.mx/dki/Raymond_E_Brown-Nuevo_Comentario_Biblico_San_Jeronimo-NT.pdf.
[2] Pablo Richard, “El Evangelio de Lucas. Estructura
y claves para una interpretación global del Evangelio”; en RIBLA, núm. 44, 2003/1, p. 17, www.claiweb.org/images/riblas/pdf/44.pdf.
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