domingo, 11 de noviembre de 2018

La vida de Dios en el mundo, L. Cervantes-O.


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11 de noviembre, 2018

Antes, ustedes estaban muertos, pues eran pecadores y no formaban parte del pueblo de Dios. Pero ahora Dios les ha dado vida junto con Cristo, y les ha perdonado todos sus pecados.
Colosenses 2.13, Traducción en lenguaje Actual

La carta a los Colosenses, una comunidad que se encontraba entre Éfeso y Galacia, muy cerca de Laodicea, es un resumen magnífico de la forma en que Dios a través de la cruz y resurrección de Jesús comparte su vida con el mundo. Es un sólido documento cristológico (1.15-20). Sin olvidar la manera en que Él como creador y sustentador de todo lo que existe, sostiene y mantiene la vida, biológicamente hablando, el apóstol Pablo explora brillantemente las relaciones entre la muerte y resurrección de Jesucristo con la vida de los seres humanos. La carta trasluce también una fuerte preocupación por alertar a la comunidad de Colosas acerca de algunas especulaciones de “filosofía”, como la llama en 2.8, filosofía que está sustentada en los “elementos del mundo” y no en Cristo: “Tengan cuidado. No presten atención a los que quieren engañarlos con ideas y razonamientos [“filosofías”] que parecen contener sabiduría, pero que sólo son enseñanzas humanas. Esa gente obedece a los espíritus poderosos de este mundo, y no a Cristo”. Los adversarios a los que alude la carta son, también, “poderes y potestades” (2.10, 15) e incluso “ángeles” (2.18) que al parecer quieren competir por la fe de la comunidad.

El apóstol habla, al comienzo del capítulo 2, de que vive una intensa lucha, un fuerte conflicto, con tal de que las dos comunidades, Colosas y Laodicea, se mantengan en la fe (2.1-5). En este capítulo, explica el comentario de la Biblia de Nuestro Pueblo: “Estamos ante una de las más bellas descripciones de la vida cristiana que encontramos en la literatura paulina, en la que nos va a decir en qué consiste ‘el sustento y la cohesión’ que vienen de Cristo, cabeza de la Iglesia”. La exhortación es muy clara: es preciso mantenerse firmes en la fe en Cristo, “arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe”, además de hacer continuamente buenas obras (2.6-7). Y en ese momento apunta hacia la prevención por la posible fascinación producida por las ideas y razonamientos humanos que pueden distraerlos de la fe en Cristo, quien es el señor de todos los poderes y el fundamento supremo de la comunidad de fe (10).[1] Los rudimentos anteriores (circuncisión, 11) han sido superados por él y se hallan en un segundo término.
Y en ese punto aflora la construcción teológica paulina sobre lo acontecido en Cristo para la salvación humana sin dejar de incorporar algunos elementos que forman parte de la crítica ideológica que hace el apóstol. Es un proceso sacramental que se desdobla en acciones existenciales que impactan toda la vida de los/as creyentes:

a)      Un sacramento visible de acceso a la salvación (“credenciales de pertenencia”): “Cuando ustedes fueron bautizados, fueron sepultados con Cristo” (12a).
b)      La obtención de la vida de Dios en cristo: “Y resucitaron con él, porque confiaron en el poder de Dios” (12b).
c)       Cronológicamente, el pasado era totalmente adverso para ellos en términos de la historia de salvación: “Antes, ustedes estaban muertos, pues eran pecadores y no formaban parte del pueblo de Dios” (13a).
d)      El logro mayor de Dios se aplica para una amnistía total: “Pero ahora Dios les ha dado vida junto con Cristo, y les ha perdonado todos sus pecados” (13b).
e)       Se liquida y supera la relación con la ley antigua: “La ley escrita estaba en contra de nosotros, pero Dios le puso fin por medio de la muerte de Cristo en la cruz” (14).
f)        Nueva visión de todo lo que sucedió en la cruz de Jesús: “Lo que pasó Dios les quitó el poder a los espíritus que tienen autoridad…” (15a).
g)       Lo que verdaderamente aconteció, desde la perspectiva divina: “…y por medio de Cristo los humilló delante de todos, al pasearlos como prisioneros en su desfile victorioso” (15b).

Este gran despliegue de imaginación teológica cubre globalmente cualquier fisura que posibilite la “seducción pseudofilosófica” que pretenda apartarlos de la fe en Jesús de Nazaret. Los blinda, por decirlo así, para entrar a un estado de gracia y de comprensión de estas verdades reveladas sobre la dinámica de la salvación (o una especie de ordo salutis, “orden de salvación”, que aparece en otros lugares paulinos como Romanos 8.29-20, por ejemplo).[2] “La carta niega, pues, a la filosofía, su origen divino; la tradición humana contrasta con el ‘misterio de Dios’ que ya el v. 2 interpretó en sentido estrictamente cristológico. El contenido de esa filosofía es humano-profano: una doctrina sobre los ‘elementos’ y no sobre ‘Cristo’”.[3] La exhibición pública de los poderes materiales y cósmicos es una afirmación política del apóstol que proyecta lo sucedido en la cruz a niveles que nadie había alcanzado hasta ese momento.

Los vv. 16-23 muestran las consecuencias derivadas de ese orden de salvación cósmica, política y espiritual en la vida cotidiana dentro de la exigente sociedad imperial romana. “Primero, sin embargo, vuelve de nuevo sobre el tema que tenía fascinados a los creyentes de Colosas, es decir, a la amalgama de ridículas prácticas ascéticas, prohibiciones, ritos y creencias esotéricas a las que llama “preceptos y enseñanzas humanas” (2.22) y que se presentaban como salvaciones paralelas” (Biblia de Nuestro Pueblo, énfasis agregado). “La amonestación no puede ser más realista (2.21), pues de todo ello ha sido ya liberado el creyente al recibir el bautismo, que ha significado una ruptura total, una muerte “a los poderes del mundo” (2.20), frase con la que el apóstol resume semejante insensatez”.

“Haber ya muerto y resucitado con Cristo debe convertir al creyente en una persona con los pies bien plantados en la sociedad para transformarla con su compromiso y testimonio. Dicho de otra manera: es la tarea de hacer “presente” en este mundo el “futuro de la nueva humanidad” a la que Dios nos ha destinado en Cristo” (BNP). La vida de Dios es entregada al mundo en la experiencia soteriológica de los creyentes para que transmitirla a la totalidad de la humanidad que debe ser receptáculo de esa vida en toda su plenitud.


[1] Eduard Schweizer, La carta los Colosenses. Salamanca, Sígueme, 1987 (Biblioteca de estudios bíblicos, 58) p. 118.
[2] Cf. Pedro Lima Vasconcellos, “Colosenses y Efesios. Desdoblamientos de la tradición paulina”, en RIBLA, Quito, RECU-DEI, núm. 55, 2006/3, pp. 19-20, www.archive.org.
[3] E. Schweizer, op. cit., p. 120.

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