EL DIOS DE JOB (II): LA VOZ
DE LOS TRES AMIGOS DE JOB
David J.A. Clines
J
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untos, los tres amigos de Job, Elifaz,
Bildad y Sofar, representan la teología tradicional de Israel, una teología a
la que Job mismo había estado también adherido hasta hacía unos días. No es una
teología que celebre al Dios de la salvación, que actúa con poder en favor de Israel
en el éxodo y en la conquista de la tierra, sino una teología más antigua y más
fundamental que ve a Dios como diseñador y ejecutor de un sistema de justicia
cósmica. Según esta visión de Dios centrada en la retribución, especialmente en
el plano individual, pero también en el de la nación, quienes actúan
debidamente son recompensados con bendiciones, mientras que los malhechores son
castigados.
Para Elifaz y sus amigos, poner
por obra ese sistema de recompensa y castigo es la actividad principal de Dios
en lo que respecta a los seres humanos. En cuanto a si Job pertenece al grupo
de los justos o de los malvados, entre los amigos hay división de opiniones;
pero son unánimes en creer que está siendo castigado en alguna medida por Dios
debido a sus malas obras, y que su futuro depende únicamente de que cambie de
comportamiento.
Elifaz (Job 4-5; 15; 22) tiene
clara la realidad de Dios como el que retribuye:
Haz
memoria, ¿qué inocente ha perecido?
¿Fueron
alguna vez aniquilados los justos?
Mi
experiencia es ésta: los que cultivan maldad
y
siembran miseria, eso mismo cosechan.
Bajo
el aliento de Dios perecen éstos (4.7-9).
Pero eso no es una mala noticia
para Job, pues él está entre los justos, y lo que está sufriendo en ese momento
no es la retribución fatídica de los malvados, sino una “corrección” a modo de
reprensión por faltas menores, guiada por una intención amable:
¡Considera! ¡Feliz el hombre a quien Dios reprende;
no desdeñes la
corrección del Poderoso!
Porque él
hiere, pero venda la herida,
golpea, pero
cura con su mano (5.17-18).
Bildad (Job 8; 18; 25.1; 26.2-4;
25.2-6; 26.5-14) también conoce a Dios como aquel que asegura la retribución exacta
en el mundo de los seres humanos. Cuando dice:
¿Puede
Dios torcer la justicia?
¿Puede
el Poderoso torcer lo que es recto? (8.3),
sabemos que está pensando en la
ley de la retribución, pues a continuación pasa a afirmar que la muerte de los
hijos de Job es toda la prueba que se necesita para saber que debieron pecar
gravemente:
Tus
hijos pecaron contra él,
por
eso los abandonó al poder de su propia culpa (8.4).
Job, en cambio, no está muerto;
luego su falta, sea cual sea, no parece ser fatal, y Job puede esperar
razonablemente un futuro más dichoso:
Mira,
Dios no rechazará al hombre intachable,
ni
brindará su apoyo al malhechor.
Él
volverá a llenar tu boca de risas;
gritos
de alegría habrá en tus labios (8.20-21).
Sofar (Job 11; 20; 27.1, 7-10, 13-17;
24.18-24; 27.18-23), el más severo de los tres amigos, acepta el mismo
principio, aunque hace su propia valoración del grado de maldad de Job. El
hecho de que Job siga existiendo no es prueba de que no haya pecado gravemente,
pues, a decir verdad, Job sin duda merece mucho más que lo que está padeciendo.
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DÁNDOLE SABOR A LA VIDA EN TIEMPOS DIFÍCILES
Ofelia Miriam Ortega
E
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n esta situación que estamos viviendo, particularmente desde la desescalada ahora y a pocas jornadas
de volver a la llamada “nueva normalidad”, efectivamente vamos a seguir siendo
más “normales que nunca”, seguiremos la distribución normal que marca la estadística
(así se llama, de hecho, desde el punto de vista matemático) y tendremos dos
extremos dignos de considerar: los sin ley, en un lado del continuo, y los que
buscan probabilidad de riesgo cero, de otro. Las palabras del texto del
evangelio de Mateo 5.13-20 son dirigidas a cada uno de nosotras/os: “Ustedes
son la sal de este mundo y ustedes son la luz de este mundo”.
Es extraordinario saber cómo la
literatura y la filosofía han incluido la sal en su poesía y reflexiones: el
poeta Pablo Neruda escribió una “Oda a la sal” y la llamó “polvo del mar, que
nos enseña no solamente su doméstica blancura, sino el sabor central del
infinito”. Homero la llamó “la sal divina “y Platón, ”una sustancia querida por
los dioses”. La sal es un milagro para sazonar, es la especie de la vida.
Imagínense un mundo sin sal. El mundo necesita 40 millones de toneladas de sal
cada año para abastecer las necesidades de la población.
La sal tiene múltiples
propósitos: es capaz de muchas cosas, simbólicamente, metafóricamente, y en la
actualidad es un sazonador, un persevante, un desinfectante, una unidad de
intercambio, un componente de ofrendas ceremoniales y mucho más.
En el Antiguo Testamento el uso
de la sal es simbólico, ofrendas de granos, aves y animales que al
sacrificarlas tenían que ser saladas para ofrendarlas al Señor.
Metafóricamente, la sal significa permanencia, lealtad, durabilidad, fidelidad.
Compartir la sal con otras y otros ha sido desde la antigüedad un gesto de paz
y buena voluntad. En Rusia, se les ofrece pan con sal a los visitantes para
darles la bienvenida.
En el Nuevo Testamento, Jesús usa
la sal común para ilustrar su mensaje. Él reconoce que la sal es buena, pero si
la sal pierde su sabor, su salinidad, pierde su valor. La sal contaminada solo
servía para enarenar caminos. ¿En qué consiste ese sabor de la sal que
proponemos para la vida? Escuchemos el evangelio de Marcos 9.50: ”La sal es
buena, pero si deja de ser salada, cómo podrán ustedes hacerla útil otra vez?
Tengan sal en ustedes y vivan en paz los unos con los otros”. Así que vivir en
paz los unos con los otros es parte de la sal que podemos internalizar en
nuestras vidas, la paz es necesaria, perdemos el sabor de la sal cuando hay
luchas entre nosotras y nosotros, o también entre las naciones.
La sal es también un símbolo de
la sabiduría y del conocimiento —“Sean tus palabras sazonadas con sal”—. El
hablar, la comunicación debe estar siempre llena de ternura, de amor, así que
cada palabra que hablamos debe tener ese sabor para la vida. El apóstol Pablo
también usa la sal en Colosenses 4:5: “su conversación debe ser siempre
agradable y de buen gusto” como ejemplo para responder a cada persona, siempre
con gracia, siempre con sal. Hay que tener conversaciones de buen gusto. Una
frase muy común de un predicador amigo es, “hay que ser cristianos saladitos”.
Esta parábola de la sal es muy
importante para la vida cristiana hoy. Veamos cómo en la época de Jesús, la sal
se asociaba con tres cualidades especiales que quiero enfatizar en esta
reflexión:
1. La sal se relacionaba con la idea de pureza, la chispeante
blancura hacía que la asociación con la pureza fuera fácil. Los judíos ofrecían
sus sacrificios con un poco de sal. La sal como símbolo del pacto, de la
amistad. Para que las cristianas y cristianos sean sal deben ser puros. ¿Qué
significa esto? Vivimos en un mundo y en una sociedad con crisis de valores: la
honradez, transparencia, confianza, gratitud, generosidad y la misericordia se
van perdiendo.
2. En segundo lugar la sal se usa para preservar, para
conservar, tiene funciones antisépticas, purificadoras. Sanar, curar, la
sanidad es algunas de las funciones más importantes en una congregación.
Recuerdan ustedes los problemas en la Iglesia de Corinto, no podían avanzar si
no usaban la capacidad sanadora del evangelio para evitar las divisiones y los
problemas internos.
3. La tercera cualidad y la más evidente y principal de la sal
es que da sabor. Escondida en el mar o en el salero no sirve. ¡El
cristianismo es a la vida, lo que la sal a la comida! ¡Sazona la vida!
Sí, que tenga sabor la vida. Lo triste es que tantos cristianos hayan
asociado la fe en Cristo con todo aquello que quita el gusto por la vida. El
Evangelio es buena noticia. Necesitamos descubrir el brillo y la alegría
perdida de la fe cristiana.
La vida cristiana deberá ser algo
sabroso, gozoso, esperanzador. Dondequiera que estemos los cristianos debemos
ser la sal de la tierra, defensores del gozo, defensores de la alegría.
Recordemos hoy al Maestro Castellanos que cantó y danzó hasta el último momento
de su existencia, hasta los 97 años de edad.
Las iglesias y centros cristianos
han ofrecido “el agua potable” (la que llamamos “agua de vida”) en más de 50
lugares de la Isla. El Seminario Evangélico de Teología en Matanzas ofrece cada
día a las familias del barrio los productos vegetales de su organopónico.
Además, tenemos que reconocer la participación de líderes de las iglesias y
centros ecuménicos como médicos, enfermeras, técnicos, estudiantes y
responsables de la limpieza y el orden de hospitales y centros de acogida. Y
también como parte del personal científico. Ellas y ellos como parte integrante
de nuestro pueblo cubano son la sal que da sabor a la vida.
Sean sal, continúen dándole sabor
a la vida. No pierdan el sabor del sacrificio, de la solidaridad, del
compartir, de ser generosos y hospitalarios dondequiera que se encuentren. Ser
sal es mostrar el sabor, no para mí, es sabor para dar gusto a la vida de los
demás. No se debe perder el sabor.
Echemos un poco de sal a nuestro
mundo desabrido para que la gente tenga esperanza, muchas ganas de vivir y
saborear nuevamente la alegría.
San Jerónimo decía: ”Jesucristo mismo
es la sal de la liberación que penetra el cielo y la tierra”.
Y Emilio Ballagas, poeta
camagüeyano escribió en 1954:
Señor… si digo sal,
Tengo el sabor de la sal
en mi saliva
siento salada la tierra
y salado el cielo
lo mismo que el mar
Siento que soy
la sal del mundo
y que jamás perderé mi sabor
¿Podemos decir también en esta
época difícil que hoy confrontamos con el COVID-19 que somos la sal de mi
hogar, de mi iglesia, de mi barrio, de mi comunidad? Esto es lo que Dios
demanda de su pueblo: ustedes son la sal de sus hogares, de sus vecinos, de su
barrio, de sus trabajos, de esta tierra nuestra rodeada de un mar espléndido
sano y salobre.
4ª REUNIÓN VIRTUAL DE ORACIÓN
Y REFLEXIÓN
3 julio de 2020
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