domingo, 26 de julio de 2020

Job y su lucha contra el mal, Revda. Dra. Ofelia M. Ortega Suárez


En medio del sufrimiento: una puerta abierta

El libro de Job es la obra maestra de la literatura sapiencial de la Biblia. Debido a su profundidad, su poder y su belleza, el libro es uno de los logros de la literatura mundial. Como dice el biblista Luis Alonso Schökel, “esta obra fue escrita con una fe humedecida por las lágrimas y enrojecida por la sangre”. El autor escribe desde su experiencia de sufrimiento. Es sorprendente cómo el autor del libro presenta al protagonista: Job viene del país de Uz, lo cual significa de algún lugar del Oriente. Así que no es israelita, es un extranjero, y está bien que sea así ya que este libro presenta una duda universal. ¿Cómo puede un Dios bueno permitir que sufran los inocentes? Así Job se nos presenta como un hombre universal, representante de la humanidad, en su relación con el mundo y con Dios.

Job aprendió mucho durante su sufrimiento, ¿Cómo es posible que un hombre bueno, justo y creyente, pueda perder sus numerosas propiedades, su hermosa familia, el cariño de su esposa y sus fieles amigos, y además vivir la experiencia de un cuerpo atormentado por una enfermedad indeseable? Sin embargo, si leemos el libro cuidadosamente y sin prejuicios acusadores contra Dios, Job, los amigos y la esposa contrariada, el autor del libro nos invita a realizar este viaje con Job para encontrar respuestas a nuestras propias inquietudes sobre el sufrimiento humano.

Brota desde lo hondo el grito de sufrimiento de Job

Es evidente que Job representa a la humanidad doliente que busca audazmente a Dios. Es como el grito del salmista: “Desde el fondo del alma, clamo a ti Señor, atiendan tus oídos mi grito suplicante” (Salmo 130.1). Y el grito de Job resuena como un lamento desconsolado: “Desnudo salí del seno materno y desnudo volveré a él. Yavé me lo ha dado y Yavé me lo ha quitado. Bendito sea el nombre de Yavé” (Job 1.21).

Podemos también incluir en este mensaje tu historia o la mía, o la historia de tus amigas y amigos o familiares. Pudieran ser historias muy similares a las de Job. Quizás tú también has emitido en ocasiones gritos de sufrimiento ante tus pérdidas materiales, espirituales o familiares. El teólogo cubano, Sergio Arce, a quien debemos mucho de lo mejor de la teología cubana experimentó también como Job, un grito de dolor profundo. Siempre fue pastor y líder comprometido con la comunidad donde ejercía sus pastorados. Residía, como pastor, en una zona rural, la ciudad de Nueva Paz en Cuba, en el año de 1950. Su esposa Dora Valentín permanecía en cama después de haber nacido su segundo hijo Reinerio. Su primogénito Sergito jugaba frente a la casa, y decidió cruzar la calle corriendo para encontrar a sus amiguitos y un automóvil segó su vida a los cuatro años. Todos recuerdan las palabras de Arce en el funeral de su hijo cuando repitió las palabras de Job: “Dios me lo ha dado y Dios me lo ha quitado. Bendito sea el nombre de Dios”. Creo que toda su teología contextual, desafiante, liberadora, surgió de ese sufrimiento intenso donde no maldijo sino bendijo la gloria y presencia de Dios en su vida.

Sufrimiento y esperanza en Job

El teólogo Roland de Pury hizo dos comentarios geniales sobre el libro de Job. “El problema del libro de Job no es tanto el del sufrimiento, como el del amor”. La fidelidad y la confianza son dos palabras claves en el libro. Además, el autor califica a Job como el creyente rebelde pero pacífico, portador de una fe profunda. Esos comentarios nos recuerdan la lucha de Jacob en medio de la noche hasta alcanzar la bendición de Dios.

El capítulo tres del libro es un lenguaje poético y su contenido nos recuerda a Jeremías (Jeremías 20.14, 18), que ejerció , junto con el salmo 73, una gran influencia en el escritor del libro. Job exclama: “¿Por qué al salir del vientre no morí o perecí al salir de las entrañas? (Job 3: 11). Generalmente en nuestras reflexiones sobre el libro de Job, nos unimos a la carta de Santiago 5.11 para alegrarnos de la extraordinaria paciencia de Job, pero el capítulo tres del libro nos muestra un espíritu cuestionador, donde aborda el problema de su existencia deseando llegar al otro extremo, a la entrada de la muerte para poder descansar. El libro casi podría empezar y terminar así: “Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volví a él” (1.21).

Es el sufrimiento el que nos pone en contacto radical con nosotros mismos y esa es la reflexión de Job en el capítulo tres del libro. Es el sufrimiento el que puede despertar el más profundo amor, porque para amar hay que permanecer sin falsos encubrimientos. El dolor elimina todo lo negativo y superficial en nosotros. Este capítulo tres de Job nos recuerda el gozo en el sufrimiento del apóstol Pablo en la carta a los Romanos 5.3-4: “Nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada, la virtud probada, esperanza”. Por debajo de la desesperación de Job alienta la esperanza porque siempre busca su justicia en Dios.

Encuentro de Job con el Dios verdadero

Job se ha encontrado con Dios y esa profunda experiencia religiosa supera toda la tradición teológica y los discursos de los sabios, y aún más, supera las ideas limitadas sobre Dios de los amigos de Job. Recordemos que Dios es el tema de discusión de sus amigos. Me encanta la frase del diálogo de Job con Dios cuando el Supremo Hacedor pide a Job que interceda por sus amigos: “Mi siervo Job intercederá por ustedes” (Job 42.8). Las formulaciones teológicas de los amigos de Job no satisfacen ni a Yavé ni a Job.

El que padece sufrimientos ha descubierto la escandalosa liberación que Dios ofrece a los humildes y a los sencillos de corazón “...hunde de una mirada al arrogante, humilla de una mirada al soberbio” (Job 40.11, 12). Dios no tapó la boca de Job cuando terminó su maldición inicial (Job 3.3). Dios no quiere colaboradores mudos y aceptó la palabra audaz y tenaz de Job. Por eso ahora Job puede exclamar: “Sólo de oídas te conocía, pero ahora te han visto mis ojos” (Job 42.5). Descubrimos a Dios desde nuestra experiencia, que a veces puede ser muy dolorosa.

La iglesia en Cuba ha pasado por una serie de difíciles circunstancias. Yo he tenido la experiencia de vivir las tres primeras décadas de la Revolución cubana (años 60, 70 y 80) en la primera década, durante los años 60 y parte también de los 70, el éxodo de casi 70% de feligreses y pastores, afectó grandemente la vida y obra de las iglesias, porque nuestros templos casi se vaciaron sin que pudiésemos comprender todo el dilema que estábamos confrontando. Los colegios cristianos y otros centros fueron nacionalizados y tuvimos que releer muchos textos bíblicos, incluyendo el libro de Job, para tratar de comprender mejor cómo íbamos a organizar la vida eclesial con pocos recursos, sin comprender totalmente lo que sucedía en la vivencia diaria de los rápidos cambios sociales que experimentábamos. En medio de una momentánea desesperanza, fue sorprendente la acción de Dios en medio nuestro.

La renovación de la iglesia comenzó por el fortalecimiento de nuestra fe. Los templos estaban casi vacíos, pero el fuego del Espíritu sopló, ofreciéndonos seguridad y nuevos caminos para el ejercicio de la Misión de la Iglesia. No recibíamos libros del exterior, pero comenzamos a escribir nuestros propios libros y nuestros materiales de formación cristiana para poder incluir el contenido de una teología renovada por la presencia renovadora de Dios que abrió nuevos caminos en nuestro andar. Nuevos cantos, nueva música, liturgias no importadas sino contextuales, latinoamericanas y cubanas usando nuestros instrumentos típicos. Fue el milagro de una resurrección inspirada en las nuevas posibilidades de “vivir más con menos”. Comenzamos a vivir bajo la enseñanza sobre economía y administración del apóstol Pablo en II Corintios 8 y 9: “la economía de lo suficiente”. Por eso hoy como Iglesia cubana con 130 años de vida, podemos exclamar como Job: “Sólo de oídas te conocía, pero ahora te han visto mis ojos” (Job 42.5).

En el capítulo tres del libro encontramos, en forma poética, la expresión del dolor de Job. No es una mera lamentación. Este capítulo se inspira en la confesión del profeta Jeremías (20.14). Hay una transición del paciente Job del prólogo del libro a un Job impaciente y rebelde que no incluye en el diálogo ninguna petición para aliviar el dolor. Es el grito de dolor expresado en la pregunta: “¿Por qué yo?” (Job 3.11-12, 20). En este viaje que hemos emprendido juntas/os al leer este libro tenemos que reconocer que Job representa a la humanidad doliente que busca audazmente a Dios.

Búsqueda del lenguaje de Dios para responder a los sufrimientos de nuestros pueblos

Como afirma Gustavo Gutiérrez: “el sufrimiento humano, cualesquiera que sean sus causas, sociales, personales u otras, es una gran cuestión para el discurso teológico” y yo añadiría, y también, para la vida y misión de nuestras iglesias. Volvemos y citamos a Job: “no frenaré mi lengua, hablará mi espíritu angustiado, se quejará mi alma entristecida” (Job 7.11). Tampoco nosotros podemos callar ante la desaparición y muerte de los 43 jóvenes maestros normalistas desaparecidos en Ayotzinapa, México, la muerte de tantas mujeres jóvenes por todo tipo de violencia y maltratos, la agonía de los pueblos migrantes, buscando pan y hogar, las fosas comunes de los cadáveres de todos aquellos que no han tenido atención médica frente a la pandemia del Covid-19, el terrorismo organizado que destruye ciudades y poblaciones inocentes, el hambre que azota a la niñez desposeída de todo bienestar . Y como dice la teóloga Ivone Gebara: “el mal es todo eso y mucho más”.

Recordemos que tenemos que tener la valentía y disposición para condenar todas las manifestaciones del mal en cada uno de nuestros contextos y nuestro “hablar de Dios” debe ser consecuente con su Espíritu de justicia y liberación, porque si no lo hacemos así, escucharemos de nuevo las palabras de Job a sus amigos:" todos ustedes son unos consoladores inoportunos”. En este viaje que hemos emprendido juntas y juntos con el doliente Job, tenemos que reconocer que su historia representa a la humanidad que busca audazmente a Dios. En esa búsqueda Job encuentra un nuevo rostro de Dios donde la experiencia del sufrimiento le abre las puertas para entonar un poema de sabiduría, que es realmente un “canto a la dignidad del ser humano”.

“No puedo respirar”: una respuesta cristiana al problema del mal

Muchas de las naciones y pueblos del mundo, se conmovieron ante la frase surgida como un gemido de la garganta del afroamericano George Floyd: " no puedo respirar". Sus palabras llegaron hasta la misma presencia del Dios liberador, y casi se pudo escuchar el clamor de su voz tal como aparece en Génesis 4.10: “¿Por qué has hecho esto? La muerte de tu hermano me pide a gritos que haga justicia”. El teólogo Gustavo Gutiérrez dice en su libro

Toda enseñanza que no sitúe a Dios siempre al lado de sus criaturas, luchando con ellas y ellos contra los males que los muerden y amenazan, tiene que ser denunciada como radicalmente falsa. Dios como el ANTI-Mal, lejos de mandar o permitir el mal, es Aquél que siempre está a nuestro lado, nos acompaña en la lucha contra el mal en la historia, y nos asegura la esperanza definitiva.

Dios, desde el Éxodo hasta la Cruz, está siempre al lado del oprimido, y del que sufre apoyando su lucha y alimentando la esperanza, es el Dios

¿Cómo hablar de Dios desde el sufrimiento? Es el mensaje del libro de Job

Ésta es la pregunta que hoy nos hacemos cuando confrontamos situaciones como la de George Floyd. Es también la misma pregunta que se hacía Job cuando trataba de comprender, ¿Por qué sufría tanto? ¿Qué mal había hecho para merecer sus lastimosas pérdidas? El libro de Job forma parte de la literatura sapiencial de Israel. Una gran parte del libro está escrito en poesía, y aún en las partes del libro donde la escritura está en prosa podemos experimentar la poesía a través del libro Es uno de los libros más sublimes de las Escrituras. Sin embargo, es uno de los libros del Antiguo Testamento, que rara vez usamos para predicar o enseñar, aunque en múltiples ocasiones mencionamos “la paciencia de Job” como una conducta ejemplar.

Jorge Pixley, biblista latinoamericano en su libro sobre Job nos dice: “es probablemente el libro más teológico del Antiguo Testamento, si por teología se entiende una reflexión crítica sobre la tradición de la fe del pueblo. Pero reconocemos que Job no es un tratado de teología, sino una obra de la imaginación, una obra de literatura”. Es evidente que Job vivió y se esforzó para expresar su fe y su esperanza a partir del sufrimiento injusto y buscó con ansiedad un camino para hablar de Dios. Algunos autores dicen que fue una fe bendecida por las lágrimas.

No callaremos ante el mal

El libro de Job nos enseña que no podemos ni tenemos que callar. Los gritos de los inocentes tienen que oírse. Por eso es muy importante la exclamación de Job: “No frenaré mi lengua, hablará mi espíritu angustiado, se quejará mi alma entristecida” (Job 7.11,

La esperanza nace en el sufrimiento

Nos llama la atención como el poeta que nos ofrece este libro tan especial, está seguro de la presencia de Dios aún en medio del sufrimiento. Sus palabras en Job 19.25-27 son un cántico de esperanza en medio de la tribulación: “Yo sé que vive mi Defensor (

Ese clamor de Job es el mismo clamor de Jesús de Nazaret en Mateo 27.46 y Marcos 15.34: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Este es el texto con que comienza el Salmo 22 que expresa el sufrimiento del inocente y al mismo tiempo es un grito de angustia y canto de alabanza. El salmo anuncia la presencia de Dios en medio del dolor.

La teóloga Ivone Gebara afirma en su libro

George Floyd, sentimos mucho que no pudiste respirar porque tu negritud fue asfixiada por aquellos que pretendían tener más, saber más y poder más,

De ese modo, como el poeta Job nos enseñó a Dios como

Y ahora quiero terminar esta reflexión sobre el mal con el poema de la luchadora guatemalteca

 

Nos han amenazado de Resurrección

porque ellos están más vivos que nunca,

porque pueblan nuestras agonías,

porque fertilizan nuestra lucha,

porque nos levantan cuando caemos,

porque se yerguen como gigantes ante el miedo de los gorilas enloquecidos,

Nos han amenazado de Resurrección

porque ellos no conocen la vida...

Soñar despiertos,

velar dormido, vivir muriendo

Y saberse ya resucitado!

 

Bibliografía

Jorge R. Colón León,

Ivone Gebara,

Adolfo Gesché,

Gustavo Gutiérrez,

Jorge Pixley,


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