19 de julio de 2020
Durante
siete días y siete noches estuvieron sentados en el suelo, haciéndole compañía.
Era tan grande el sufrimiento de Job que ninguno de ellos se atrevía a decirle
nada.
Job 2.13, Traducción en Lenguaje Actual
Abordamos
hoy Job 2.7-13, a fin de concentrarnos con este tema que es fundamental en el
libro de Job, es decir, la presencia y actuación de sus amigos. Dice el texto
que, apenas el acusador se marchó, y con el cuerpo lleno de llagas, se rascó
con una piedra, su esposa lo recriminó y él dijo su famosa frase: “Si aceptamos todo lo bueno que Dios nos da, también
debemos aceptar lo malo”.
Los versículos que siguen (11-13) nos muestran en 5 secciones bien definidas mucho
de lo que ahora vamos a exponer como parte de la dinámica propia que tiene este
texto, y sobre todo al momento de explicar por qué decimos: los amigos de Job,
pasado y presente. El pasado evidentemente está representado por estos tres
amigos: Elifaz, nativo de la región de Temán, Bildad, de Súah y Zofar, de Naamat.
Es una presentación lacónica breve sumamente limitada que únicamente da a
conocer el nombre de los amigos y también su procedencia: Se supone que eran jeques
de la región de don y no se dice más sobre ese origen es la primera cosa que
hay que decir. Lo segundo es que cuando ellos supieron todo lo malo que le
había sucedido a Job se pusieron de acuerdo para ir a consolarlo y decirle cuán
tristes estaban por la muerte de sus hijos. El plan inicial estos amigos de Job
es sumamente loable, pues muestra la simpatía que ellos tenían hacia su amigo y
se pusieron, dice el texto, de acuerdo para tratar de consolarlo expresar la
tristeza solidariamente por la muerte de sus hijos.
Esta acumulación de males que había vivido Job venía a
ser el motivo explícito y concreto para que tus amigos se pusieron en marcha,
dialogaran entre sí y acordaran tratar de consolarlo. Es una gran situación
está el hecho de que ellos 3 proviniendo de diferentes lugares, aunque de una
misma región, tomaran ese acuerdo para estar con él, expresarle su tristeza y su
apoyo. Yéndonos al pasado como hacemos al revisar el texto pues podemos ver a
estos amigos como amigos del que sufre como gente cercana a alguien más que
está padeciendo desolación, angustia, enfermedad. Esta segunda parte del texto es
importantísima porque exhibe un movimiento humano, una voluntad profunda
simpática, empática también, qué acerca a estos hombres a aquel que está
sufriendo. Iban a compartir su sufrimiento y a tratar de apoyarlo para superar
ese dolor. La tercera cosa que nos presenta el texto es cómo, al llegar donde
vivía Job, lo vislumbraron de lejos y no lo reconocieron, pero cuando
estuvieron frente a él comenzaron como ya se había hecho antes en la propia
vida de Job, a llorar y a gritar: Las dos partes del versículo se muestran a
los amigos de Job simpatizando y actuando de una manera muy similar a la que
Job lo había hecho. Aquí lo que llama la atención en primer lugar es que ellos
al verlo de lejos no lo reconocieron.
Si damos ya el salto y empezamos a trazar los puentes
que hay entre el pasado y el futuro de estos amigos de Job, tenemos que decir
que esta situación que aquí es tan literal, simbólica y metafóricamente
acontece cuando la humanidad entre sí, sectores de ella, no se reconocen, no
encuentran la afinidad o la cercanía. En este caso, Job estaba desfigurado por
el dolor, por la tragedia, por la muerte, por la pobreza, por la precariedad. Esa
palabra es importante, precariedad, un estado precario La segunda parte del
versículo 12 subraya la actitud simbólica de la época ante una circunstancia
extrema: rompieron su ropa los tres, y echaron ceniza sobre su cabeza para
mostrar su tristeza también. Se pusieron lado a lado, ellos que no sufrían, que
no experimentaban lo que él vivía como tal, ellos se pusieron lado a lado con
ese sufrimiento. Eso es la empatía, tratar de sentir lo que otro siente aun
cuando no se experimente la misma realidad.
El acompañamiento en el dolor, como bien subraya en
muchas partes la Escritura, es una condición esencial para mostrar en los
hechos que se tiene la fe en el Dios del pacto, de la alianza con ese pueblo
antiguo. Es una condición básica para poder seguir viendo el rostro de ese Dios
en la figura transfigurada, adolorida, atormentada, de aquellos que padecen. En
este caso, Job, que había perdido su riqueza, su familia y su patrimonio, ahora
mismo está padeciendo y sus amigos van a simpatizar con él. El v. 13 muestra a
estos amigos que, durante siete días y siete noches, como es el estilo
narrativo de tantas partes de la Escritura, estuvieron sentados en el suelo haciéndole
compañía. Es una presentación horizontal, respetuosa y solidaria de los amigos
de Job. Aún no hablan, son solamente presentados con sus nombres y sus lugares de
origen, y hacen lo que se debe hacer inicialmente cuando se busca el
acompañamiento del sufriente, sea éste una persona, una comunidad o una nación:
se colocan en el suelo, están a ras de suelo junto a él, no lo rechazan por la condición
en la que está y le hacen compañía.
El final de este versículo subraya y comenta la actitud
que ellos toman, la disposición corporal, simbólica y directa de acompañamiento
y dice que “era tan grande el sufrimiento de Job que ninguno de ellos se
atrevía a decirle nada” (13b). El golpe visual, moral y también espiritual de
ver a esta persona sufriendo, una persona conocida por ellos, cercana, con la que
seguramente en otros tiempos habían compartido cosas alegres, positivas:
fiestas, comidas, diálogos, banquetes, ahora el contexto los obligó a vivir de una
manera distinta la cercanía con él. No podemos dejar de recordar lo que dice otro
lugar la Escritura: “En todo tiempo ama el amigo” y en muchas ocasiones es
mejor, es más cercano, es más fiel, es más entrañable, que un hermano (Proverbios
17.17). Las amistades se forjan el tiempo, pueden o no sobrevivir a él, a las
pruebas, a las dificultades, a las situaciones imprevistas de la vida. Hay que
recordar, inevitablemente, cómo el gran filósofo Platón escribió profundamente sobre
el tema de la amistad, y en las Escrituras antiguas aparece también la amistad,
y en el propio Jesús de Nazaret aparece y se subraya el hecho de que él se presenta
como amigo y que “da su vida por sus amigos” (Juan 15.13). El sufrimiento de Job
es enorme, es muy grande, y ninguno de sus amigos se atreve a decirle nada.
Un comentario importante este libro destaca aquí:
La primera intención de los amigos es consolar, no discutir;
hará falta algo que provoque y alimente el debate. El movimiento del consuelo
al debate, de éste a la condena, será la poquísima acción del cuerpo del libro.
De momento parecen contraponerse tres amigos compasivos a un Dios [aparentemente]
despiadado, como si hiciera falta ser hombre para sufrir con el hombre. Esta
sensación, que nos desasosiega, sazonará y hará más sugestiva la representación:
¿quién está realmente de parte de Job?, ¿y dónde se coloca el público?[1]
El contenido dramático de esta obra monumental, profunda,
honda, existencial, que es el libro de Job, está ciertamente aderezado con esta
búsqueda de expresión, de claridad poética, para poder desglosar y desplegar,
poco a poco, lo que los amigos, finalmente, van a hacer. Otro estudioso, Julio
Trebolle, anuncia, desde la presentación, lo que harán los amigos y que será
nuestra consigna para revisar lo que vendrá posteriormente: “Los amigos hablan
desde una doctrina convencional; Job desde la experiencia”.[2] En esta anticipación, porque la sección que estamos
viendo termina con el silencio de los amigos, no necesariamente hay silencio por
parte de Job. La sensación es de algo estático, fijo, hay una suspensión del
tiempo: el sufrimiento de Job obliga a callar. El sufrimiento, en general, obliga
a guardar silencio, a suspender la estridencia, la verborrea, sentir que
conocemos en plenitud el significado de todas las cosas que ocurren, cuando
sabemos, en el fondo, que a veces no es así.[3] El sufrimiento obliga a callar. El sufrimiento enorme
obliga a que el silencio sea más hondo, más pesado, más significativo también.
Y allí están los amigos de Job, en el pasado, y ahora
en el presente, nosotros como iglesia, como pueblo de Dios, como creyentes y personas
de fe, podemos también encarnar esa realidad de la amistad con el que sufre.
Amistad, simpatía, empatía, cercanía. Es tan grande el sufrimiento que vemos
hoy, que ninguno de nosotros podría atreverse a decir nada. El texto lo hace, va
a salir de ese silencio y va a mostrar las posibilidades discursivas,
expresivas, proclamadoras, de algo que sí se puede decir en medio del sufrimiento.
Los amigos llegaron a consolar, pero antes de hacerlo, callan, y después como
veremos más adelante, salieron del silencio y reclamaron, exigieron, exhortaron,
regañaron, agredieron, incluso, en varios momentos a su amigo, con tal de demostrar
lo que pensaban de su sufrimiento, pero aquí aún no dicen nada. Estuvieron en
una actitud, casi podríamos decir, mística, de guardar silencio, de
escuchar, de sentir, de oír respirar, incluso, al sufriente Job, para tratar de
comenzar a entender, así fuera mínimamente, lo que él sufría y vivía. Dios
quiera que esa actitud nos ayude hoy también a acercarnos al sufrimiento inexplicable.
Que esa actitud hoy forme parte de nuestra manera de pensar y de actuar ante el
sufrimiento humano que nos rodea. Que Dios nos ayude y nos bendiga.
[1] L. Alonso Schökel y J, Mateos, Job. Comentario teológico
y literario. Madrid, Cristiandad, 1983, p. 111.
[2] J.
Trebolle y S. Pottecher, Job. Madrid, Trotta, 2011, p. 107.
[3] En estos días se expuso una conferencia en la que se afirmó, textualmente: “Lo que nos dice la Palabra de Dios es que, a medida que transcurre el tiempo, vamos a ir viendo más de la ira y del juicio de Dios que de su gracia y de su misericordia. A medida que se vaya terminando la historia, vamos dirigiéndonos no a más prosperidad, a más riqueza, sino a mayor infortunio, y eso es lo que vamos a encontrar en las palabras de Jesús en la Biblia”.
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