EL DIOS DE JOB (III): LA
VOZ DE LOS TRES AMIGOS DE JOB
David J.A. Clines
L
|
a razón por la cual Dios debería
“olvidar” parte de las faltas de Job resulta
bastante difícil de discernir; no se dice ni una palabra sobre la misericordia,
y no puede ser que Dios no preste atención suficiente a saber de qué es Job
verdaderamente culpable. Basta con saber que en la actuación divina hay
“misterios” (11,6) —lo cual equivale a decir que Sofar no puede explicarse cómo
encaja con su principio subyacente de retribución exacta su convicción de que
el pecado de Job es mayor—.
Sin embargo, también él piensa
que Job no puede ser merecedor de la muerte, como los malvados; también él
ofrece a Job una visión positiva del futuro, siempre y cuando éste abandone su
pecado:
Si
hay obras malas en tu mano, renuncia a ellas...
entonces
alzarás tu rostro libre de culpa...
te
olvidarás de tu sufrimiento,
lo
recordarás sólo como agua pasada;
entonces
tu vida brillará más que el mediodía,
su
oscuridad será como luz matutina” (11,14.15-17).
Hoy en día es muy fácil burlarse
del concepto que los amigos tienen de Dios como
ejecutor de la retribución, y señalar el gran número de ejemplos que todos
conocemos en los cuales se ha negado a los piadosos la recompensa y los
malvados han escapado al castigo. Pero las alternativas a esta teología pueden
ser peores todavía: imaginemos un mundo en el cual simplemente no hay
correspondencia predecible entre acto y consecuencia.
¿Cómo inculcará un padre un
comportamiento correcto en sus hijos, cómo advertirá un Estado a los inclinados
al crimen, si no existe un principio subyacente de retribución? El atractivo de
la teología es que no está hecha puramente de experiencias y anécdotas, no es
una acumulación de casos, sino una consideración detenida, sistemática y de
principios sobre el modo en que el mundo debiera funcionar, debiera estar
gobernado y tendría que ser concebido. Afirma la existencia de una justicia
fundamental en el núcleo del designio de Dios para el universo. Desde esta
perspectiva no importa el número de ejemplos, o de ejemplos aparentes, en los que
dicha justicia no se cumpla: por muchos que sean no pueden debilitar el
principio, pues —aunque dicho principio se declara a menudo como una
explicación de lo que de hecho sucede en el mundo real— no es tanto una
descripción de la realidad como un programa para ésta.
No obstante, la imagen de Dios
que surge de los discursos de los tres amigos es muy restrictiva. Considerar a
Dios esencialmente como el arquitecto y sostenedor de tal principio es una
teología mezquina y algo impersonal. Verdad es que los amigos son conscientes
de algunos otros aspectos de la naturaleza divina, la perfección de su
conocimiento, por ejemplo (11.7-9), sus grandes maravillas en la naturaleza (5.9-10),
sus obras en la creación (26.7-13), sus manos curadoras (11.18), su
complacencia en el inocente (22.23-29). Pero la suya no es una teología
equilibrada, y será a otros a quienes corresponda en el libro ampliar el
alcance de la descripción de Dios.
La voz de Elihú (Job 32-37)
El cuarto amigo, Elihú el intruso, no encuentra ninguna pega en
la doctrina de la retribución en su formulación clásica:
Dios
paga a los seres humanos según sus obras,
y trae sobre ellos lo que su
conducta merece (34.11).
Pero el centro de su opinión
sobre Dios se encuentra en otra parte. Para Elihú, Dios es el Gran Comunicador
o Educador. Cuando hay sufrimiento, no hay que preguntar “¿Qué ha hecho esta
persona para merecer tal castigo?”, sino “¿Qué lección hay que aprender?”,
“¿Qué tiene Dios que decir a través de esta aflicción?”. La aflicción no mira al
castigo, sino a la salvación:
Dios
salva al que sufre a través del sufrimiento,
por medio de la tribulación le
hace entender (36.15).
A veces Dios utiliza sueños para
prevenir a alguien contra la comisión de pecados que tal vez esté proyectando
(33.15-18); otras veces manda sufrimientos encaminados a la corrección, que
conducen, si se disciernen correctamente, a la salvación de quien los sufre (33.19-28).
Más aún, las energías creadoras de Dios no son despliegues de poder, sino
medios de comunicación con sus criaturas humanas.
Cuando llegan las nubes y la
lluvia, en ellas hay un mensaje:
Sea
para corregir, por su tierra
o
por lealtad, las envía (37.13).
Cuando caen las nieves, o las
lluvias fuertes, y los seres humanos no pueden trabajar, también en ello hay un
mensaje:
Encierra
a todos en sus casas
para
que reconozcan que él está trabajando (37.7).
Y el trueno es la comunicación de
su cólera contra la maldad:
El
trueno declara su ira,
la
pasión de su cólera contra la iniquidad (36,33).
Las intenciones educativas de
Dios miran a la mejora de la humanidad y a inculcar una actitud adecuada
respecto a él como su deidad.
En resumen, la teología de Elihú
es la siguiente:
En
cuanto al Poderoso, no podemos encontrarlo.
Supremo
en su poder, poderoso en su rectitud,
no
pervierte la justicia.
Por
eso lo temen los mortales,
y
los sabios de corazón tienen miedo de él (37.23-24).
Lo cual equivale a decir que Dios
está más allá de la comprensión humana –aunque está constantemente haciendo
llegar comunicaciones a los seres humanos– y es completamente justo, al tiempo
que supremamente poderoso. No hay nada acogedor en su programa de educación,
por salvífico que éste pueda ser, pues su propósito, como se ve pronto, es
mantener a los seres humanos en su lugar. La única respuesta humana adecuada a
lo que van a aprender acerca de lo divino es la emoción del temor (37,24); el
temor de Yahvé, eso es sabiduría (28,28).
La teología de Elihú va
decididamente más allá de la de los demás amigos, centrada en una retribución
algo mecánica, y crea un espacio para la comunicación entre la esfera de lo
divino y el ámbito humano. Pero la teología de Elihú sigue siendo austera, y de
orientación tan individualista como la de ellos.
_____________________________________________________________
5ª REUNIÓN VIRTUAL DE ORACIÓN
Y REFLEXIÓN
10 de julio de 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario